ROJO APASIONADO

Difícilmente volverá a ocurrir una angustia igual para los argentinos. Será imposible que se vuelva a presentar una situación de tensión al extremo y zozobra tan dramática. Más que por el resultado importante, es por lo que estaba en juego y por todas las cosas que se vivieron alrededor de este triunfo ante Nigeria, que a la postre, le dio el milagroso pase a Octavos.
 
No era un partido para definir cuartos, semifinal o la misma final. Era definir su permanencia en el mundial y evitar la hecatombe que hubiera significado, regresar a Buenos Aires con la vergüenza a cuestas y con todo un país esperando en Ezeiza para destrozar lo poco que les quedaba de orgullo. Lo sabían todos y lo afrontaron de esa manera. Pero les costó un pedazo de vida, jugar contra los nervios, la exaltación y la incertidumbre. Un drama digno de película de terror. 
 
Esta Nigeria, equipo duro, pero también dúctil con velocidad para la contra, había que pararlo en media cancha y hacer pressing. La formación estuvo dirigida a controlar primero y explayar juego después. Pero mientras transcurrió el primer tiempo, hubo más de fricción que lucidez. Mucha tensión y nervios que el juego asociado que no podían recrear.
 
Messi tantas veces reclamado tuvo que abrir el camino. El pase de Banega de 25 metros más fue un encargo para que resuelva Leo. Una recepción excepcional y control dirigido del 10 que dejó fuera al veloz defensa Omeruo, para acomodar el balón a su botín mágico y sacar un derechazo cruzado a lo crack. Un gol esperado, una reconciliación de Messi con el mundial, con su gente, que desgañitaba su emoción  contenida en un estadio conmovido. Un gol que reconfortaba la confianza. Y Leo en ese lapso, tuvo esporádicas, pero valiosas participaciones, dejando un tiro libre en el poste y los dedos del portero Uzoho, aparte de la habilitación a Higuain. Mas nada, de juego muy poco pero si mucho de rebeldía. 
 
Tan cuestionado en la semana y para nada excluyente la presencia Mascherano. Como tantas veces, asumiendo el papel de mariscal de campo. Metiendo, empujando y luchando todas arriba y abajo. Hasta que llegó la jugada fatal que lo puso de protagonista. Jaloneo en el área, falta de penal que puso en verdadero riesgo la clasificación. Porque a partir de ese momento Argentina empezó a jugar contra sí mismo, contra el tiempo y sobre todo contra un equipo africano que se crecía y lo estaba eliminando del mundial.
 
El reloj cruel verdugo en estos instantes, que no cree en nombres ni historias, seguía su marcha infernal. Todo iba camino al descalabro, el carro se desbarrancaba al abismo y no funcionaba ni el freno de mano. Pero desde arriba vino una mano, puede que haya sido el mismo San Petersburgo, quien se metió a la cancha y se fue por derecha, empujó a Mercado para que meta un centro con ayuda suprema y Marcos Rojo, definió con la pierna menos diestra, dándole el golpe de gracia a una agonía que parecía inminente y resucite a todos los argentinos que desataron su locura en el Zenit Arena y a punto estuvo de causarle una desgracia al propio Maradona. 
 
Ha sido una gran descarga emocional que no deja de lado el manejo de la interna mediática y que ha trascendido las esferas deportivas. Una prensa despiadada y una respuesta con retratos que han querido dibujar una realidad que deja interrogantes. La primera citada con el liderazgo de Sampaoli y su cesión en sus modos para que sean los jugadores los que asuman el protagonismo. Ante una situación tan complicada es mejor la conciliación. Las imágenes de Mascherano desmintiendo los comentarios voraces y la de Messi arengando, resultan simples modos y formas que pretenden brindar una imagen distinta, partiendo desde la avenencia que demuestre un compromiso que se refuerza con este agónico resultado. 
 
Argentina sigue en el Mundial, pero la deuda en lo que respecta al fútbol sigue vigente. Es cierto que ha mostrado temperamento, que hubo otra actitud, para evitar una frustración con visos de tragedia, que sigue creyendo en su capacidad y que Messi ha mostrado señales que desea mostrarse contra los mejores. Pero para superar las otras instancias, no solo basta con aquello, también debe mejorar mucho en orden y sobre todo en el juego.
 
Se viene Francia, un rival que tiene tantas individualidades juntas que se diferencian de esta Argentina que han recobrado la confianza, pero su mejor imagen se refleja en el rostro de Mascherano manchado de sudor y sangre, muestra de una lucha intensa para romper una realidad esquiva y por esa postal de Messi apeado en los hombros de Rojo. El mensaje es que el equipo va a entregarse más y los jugadores cargan con la responsabilidad de respaldar a Leo, para marcar una historia diferente.
 

 

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