Visa para un sueño mundialista

La fiesta estaba lista en la tribuna, en las calles, plazas y los corazones de 30 millones de peruanos, que cual antesala de fiesta navideña, decoró la sala con la parafernalia mundialista, puso a helar su confianza y a degustar los piqueitos de las ilusiones, bien cimentadas por un presente que no se esperaba meses atrás, pero que había calado hondo en toda esa gente, que pintó sus rostros de esperanza y se contagió irremediablemente con el bullicio y la efervescencia de una Lima agitada y futbolera, rememorando tiempos eufóricos de antaño. Resultaba materialmente imposible hacerle entrar en razón y ecuanimidad a ese hincha peruano, que después de 36 años de larga espera, veía a su selección a 90 minutos de alcanzar la justa mundialista.
 
Pero esa expectativa desbordante, que no tuvo límites ni parangón, ejerció una presión adicional. El torbellino de pasiones tribunero se bajó a la cancha y se posó en los rostros tensionados de los jugadores, en la entonación de los himnos. Un ambiente pasional que suele nublar las ideas, los nervios asaltan la cabeza y los reflejos no responden coherentemente. En esta instancia decisiva, resultaba determinante el manejo de la capacidad emocional para plasmar en el verde las cualidades hasta ese momento, súper dimensionadas por el entusiasmo exuberante y dramatizado por los sufridos resultados.
 
Si hay un equipo que se parece mucho al nuestro es Colombia, que al igual que Brasil, Argentina y Chile, nos hace ver desubicados e imprecisos, por el movimiento que tienen del balón, el traslado a las zonas específicas donde crear y desestabilizar el juego. A Peckerman -viejo zorro- le bastó ver el último partido de Perú para imitar a Sampaoli. Plantó un 4-2-3-1, con Aguilar encima de Yotún, Sánchez sobre Cueva, Cuadrado tapando a Carrillo, logró partir en dos a un Perú que se hizo largo, dejando en soledad a Paolo que peleaba con sí mismo y Murillo, su cancerbero. Gareca quiso jugar de memoria, fiel al libreto, pero sin espacios, el juego horizontal y el toque intrascendente no permitieron entrarle a una Colombia cautelosa, también circunspecta. Se hizo un partido táctico pero chato, de estrategias definidas, neutralizados ambos y con demasiadas reservas para no arriesgar más de la cuenta. Si en lo colectivo aparecíamos contenidos, aprisionados en actitud, en lo individual pecamos de cautelosos o temerosos por la instancia final.
 
Y es que este partido definitorio, no solo se jugaba en el Nacional. Se tenían los ojos en el verde del José Diaz y las orejas en otros escenarios, donde los resultados eran el aviso para ir regulando los cambios. Argentina superaba a Ecuador en actuación Messianica y Brasil hacia la tarea vapuleando a Chile. Mientras Perú y Colombia, en una disputa por el daño menor, pero de mayor impacto. Un error insulso en defensa dejó a James, para repetir un instante amargo y clavarla en el rincón de la angustia. Cuando el reloj de arena marcaba el tiempo junto a los latidos del corazón, un grito sonó en Asunción como si fuera en Lima. Venezuela, daba el batacazo y le ganaba a Paraguay. Y vino la jugada de la confusión divina. Corzo se juega la cabeza y el juez decreta indirecto. Paolo –según dice no lo advirtió- con la adrenalina en sus sienes, decide tirarla de frente. Una parábola exquisita que pareció rozar los cabellos de James y el manotazo de Ospina, del que solo se presume su intención de evitar culpabilidad posterior, pero que validó el golazo de la esperanza, el bálsamo para un pueblo angustiado y el corolario perfecto para que Guerrero sea el héroe, una vez más, como tantas otras veces.
 
Perú jugó contra su espejo y Colombia vino con clara intención de empatar, pero mirando de reojo los otros resultados. Ante tanta similitud, la presión de no arriesgar demasiado hizo ver a la bicolor exageradamente cautelosa, tratando de evitar el error, notándose débil de carácter en la instancia decisiva, sin atrevimiento para encarar y con bajos rendimientos individuales de Carrillo y Cueva, maniatados en su tránsito habitual. El propio Paolo sin encontrar su juego, a la espera del pelotazo que nunca llegó limpio. Estuvimos contenidos en lo colectivo, sin triangular por los costados, con poca imaginación para verticalizar el juego. Pero también vale el análisis del rival, con más kilometraje, hizo parecer a un Perú inoperante, sin recursos, pero que tuvo la entereza de revertir una realidad adversa, con más pasión que fútbol y más energía que dinámica.
 
El resultado no dejó satisfechos a muchos en la prensa, pero si a la gran mayoría de la gente, porque siente que sigue con la esperanza viva, aunque le cuestionen que celebre que estuvo a 15 minutos de la eliminación directa. Y es que existe un sector de hinchas que se obligan a minimizar las virtudes y a maximizar los defectos, cuestionan peyorativamente el rendimiento de Cueva y Carrillo, pero no enarbolan a ese portento de jugador que es Renato Tapia, que va asumiendo su papel del nuevo capitán y sigue jugando como en su barrio. No asumen el recorrido del equipo que hasta 6 fechas atrás no tenía ni siquiera pensado en comprar maletas y que ha cumplido su objetivo de ocupar ese quinto puesto negado otras veces. Y es que siempre terminamos pidiendo que el Sol valga más que el Euro y que nuestros jugadores actúen como si estuvieran disputando Champions League, todos los años. Un poquito más de humildad y pisar tierra no nos haría nada mal.
 
Pensar que el punto de quiebre tuvo que ver con Bolivia. Primero en esos 3 puntos del TAS, luego en esa última jugada errada de Justiniano que dio ánimos para ir a robarle los huevos al Aguila en Quito y posteriormente sacarla barata en Buenos Aires en la odisea memorable que estuvo a punto de dejar sin mundial a Messi. Pero que aunque se haya alargado el sufrimiento, se ha recuperado la confianza –tan devaluada- que se puede seguir creyendo en este plantel y en la prédica de Gareca para cumplirle el sueño del hincha peruano.
 
Es hora de ser agradecidos con estos muchachos, que en el resumen final de las eliminatorias, nos dejan un respiro y tienen una oportunidad más, para ir a la repesca y lograr otra vez que la gente se vuelva a unir en un solo abrazo y un solo aliento. Una ocasión más para que la blanquirroja otra vez nos pongan el alma en vilo y se jueguen los dos partidos de sus vidas, para hacer realidad el sueño mundialista de todos los peruanos de llegar a Rusia. Antes deben hacer una visita obligada a Nueva Zelanda, para renovar la visa, que debe durar 180 minutos -más descuentos- y recorrer 10,500 kilómetros de distancia.
 
VAMOS PERU!!!!
 
 
 
 

Descarriado sufrimiento

Era un partido de esos donde la premisa que si no puedes ganarlo, debes hacer todo lo posible para no perderlo. Demasiada restricción en una Argentina quebrada de argumentos de funcionamiento colectivo, con una confianza cuarteada por su propio entorno, por no responder sus nombres supervalorados y los resultados que los lapidan con sus pergaminos, los goles en sus equipos y todos sus millones en el banco. Una situación que hacía ver un rival desesperado, al cual había que enfrentar con mucha cautela, demasiada sensatez para plantearlo desde un sistema defensivo, fijo, ordenado y despliegue de manera inteligente.
 
Los rostros y gestos de los jugadores argentinos cantando su himno, distaban de los peruanos que lo entonaban con euforia y emoción, quizás en la continuación de toda la embriaguez emocional del hincha que abanderó la ciudad para hacer sentir a sus jugadores un respaldo que obligaba a una entrega sin reservas. Y es que quizás el hincha solo vive de emociones inmediatas y le cuesta analizar, como se plantea un juego, desde la búsqueda de un resultado basado en la lectura del rival primero y la disposición táctica que permita anular la del contrario después.
Argentina con Messi como bandera, presumía un juego de tromba desde el comienzo, con presión alta para neutralizar a Perú desde la creación del juego. Los perfiles cambiados de Di María y el “Papu” Gómez, ganar la primera pelota con Banega y Biglia, adelantado Mascherano y Otamendi encima de Paolo. Sufrimos sin el balón y sin brújula. Costaba mantener el balón, más preocupados en cortar el juego y sin poder hacer tres pases seguidos. Flores y Farfán tapados y anticipados siempre, bloqueados en la salida por las bandas. Argentina solo esperaba con paciencia que llegue el gol. La tuvieron justas, pero la sacamos barata, Gallese empezaba a ser figura, Tapia a ser importante y Araujo a consolidarse con Rodríguez.
Las ausencias importantes de Cueva y Carrillo, gravitaron en el engranaje ofensivo y esa transición que permite mantener al rival en su campo y el recorrido adecuado para recortar los espacios, abrir la cancha o proponer la contra. Este Perú que juega de manera inteligente, de acuerdo al rival y las exigencias, se fue haciendo sólido y fuerte, desde la impotencia de Argentina, que solo era protagonista cuando arrancaba Messi, aun así le costaba romper la doble línea de cuatro que planteó Gareca para retroceder sin dejar espacios. Aunque la posesión fue argentina, no tuvo el cambio de ritmo y la sorpresa que pudiera generar alternativas de juego más contundentes.
Un segundo tiempo que marcó una actitud más arriesgada de Sampaoli, para encontrar el gol del equilibrio. Aquí se hizo héroe Gallese y sus manos benditas que evitaron la caída de su valla, incluso hasta con su propia humanidad. Primero ante Benedetto, después otro de Biglia que le pega de afuera, un desborde de Acuña y la apilada de Messi que Rigoni estrella en el arquero peruano. Tantos remates de Messi que rebotaban en el bosque de piernas peruanas, que hacían ver impotente al mejor del mundo y generando un cúmulo de ocasiones de infarto, donde Perú dejó de ser ofensivo, para ser solidario y defender con la vida misma el resultado.
La entrada y salida de Gago, debido a una dramática lesión, mientras aún no lo terminaban de aplaudir y la hinchada de Boca coreaba su nombre, fue el punto de quiebre. Sampaoli debió replantear, su necesidad y Gareca tuvo mejor respiro, en una zona donde se definía la posesión del balón. Pero ni aún la entrada de Polo pudo abrir la cancha, una Argentina jugada, mas desesperada que nunca y jugándose la hora y su destino, no dejaba espacios para recuperar el balón y generaba un coágulo de emociones en el corazón, el reloj parecía detenido y la angustia hacía olvidarnos del juego y mirar los movimientos del árbitro brasileño de actuar localista. Qué manera de sufrir, al mejor estilo peruano, como antes y como siempre.
A un equipo desesperado se debe enfrentarlo con cautela, mucho temple y priorizando el factor defensivo. Lo que hoy se vio de Argentina es lo mismo de los últimos partidos, no concreta lo que genera, se puede medir cuando el arquero peruano es figura. Hoy no funcionaron las transiciones de defensa a ataque, porque Sampaoli planteó bien el partido, cortando los circuitos y la asociación, casi la misma decisión de Gareca para no preparar un plan de anular a Messi, pero sí de cortarle los caminos de tránsito. El epilogo del partido encontró a un Perú jugado en temperamento, luchando cada balón, con un fresco Cartagena y un Aquino cada vez más sólido. Con un Araujo de rendimiento superlativo y un Tapia cada vez más líder.
Hoy Gallese fue un titán en el arco, que calló las bocas en la misma Bombonera y quien sabe al final de la clasificatoria, lo terminen culpando de la eliminación Argentina. El pitazo final nos dejó la tranquilidad de un resultado aceptable, con un rendimiento parejo y solidario del equipo, esta vez los otros resultados no ayudaron y se acortaron los tiempos y quedan 90 minutos de infarto fulminante, para seguir haciendo fuerza. Es hora del descanso y preparar energías, Perú depende de su propia decisión, queda un partido de definición contra una Colombia sorprendida, en Lima, con su gente, con esa misma hinchada que pintó de rojo y blanco Buenos Aires y que espera que el sueño se haga realidad, de una buena vez, para terminar este descarriado sufrimiento.