De sangre blanquiazul

Hay quien dice, que el fútbol, se parece tanto al amor. Será porque ambos te estimulan y subyugan los sentidos, hasta hacerte esclavos de una loca pasión, o quizás, porque ambos tienen ese extraño poder de romperte el corazón en mil pedazos y al siguiente día volverlos a juntar en un solo abrazo. Será que ese sentimiento, a veces incomprendido, a veces tan irracional, tenga en el fondo que ver, con la sangre que corre por tus venas y te haga ser mas o menos apasionado, cuando demuestras tu fervor, por una camiseta o por el afecto hacia quien mas quieres.

Mi amigo Juan, es de alianza a muerte. Le dicen “Puma” de cariño y somos cercanos de sentimientos. Nuestros hijos tienen edades similares y estudian en el mismo colegio. Su retoño se llama Jordan y es tan o mas fanático “grone” que su progenitor. El mío se llama Sergio y le gusta el fútbol, pero no le apasiona tanto como a su amigo. Era domingo y en Matute, Alianza ante Cristal, se jugaba mas de tres puntos, porque era la oportunidad para sacar ventaja y hacerse mas líder que nunca. La fiesta estaba pintada y acudimos los dos padres con sus dos hijos. Ellos pintados en cuerpo y alma de blanquiazul y yo con mi fierita, que hoy, se deja llevar por el fanatismo de su amiguito y me asegura que ya es hincha de Alianza. Yo solo sonrío. Hace unos meses me acompañaba a hinchar por mi Muni querido y hoy, solo pienso que es un niño, al que no obligo a pintarse una camiseta, sino a que el mismo, aprenda a sentirla.

Matute estaba reventando. Entre rostros adustos de policías, los barristas y los que se disfrazan de aquellos, van tomando sus lugares. Unos pintarrajeados, otros vociferando cánticos y alegorías, que Jordan canta junto a su padre y nosotros contemplamos con gesto complaciente. En el verde, los protagonistas hacen la calistenia y la tribuna se va vistiendo de festejo. El sol calienta nuestras cabezas y el estadio va tomando un color blanquiazul. La barra de Cristal es pequeña en número, pero deja escuchar su voz. Veo pasar a Oblitas y no puedo dejar de recordar, ese tremendo golazo de chalaca ante Chile, en esta misma cancha, la vez que vine con mi viejo, aquel memorable Sudamericano del 75’, donde fuimos campeones.

Empezó el partido. Todos a sentarse, es la consigna, fuera los vendedores y acomódense donde puedan, es el mandato de la hinchada. Jordan está nervioso, el Puma, se persigna y lanza su arenga que llega hasta la cancha. Este Cristal, inicia bien y es quien llega mejor al arco contrario, es sólido en defensa y mueve sus hombres sin perder el orden. Alianza no encuentra claros, porque Oblitas ha hecho un rombo para cortar el circuito medular íntimo y se le hace difícil a los íntimos remar parejo. El partido cobra energía y la tribuna hace sentir su presencia. Montaño empieza a generar peligro y a tomar la manija de su equipo, pero este Alianza, está tímido, no se encuentra a gusto con la marca, prefiere agazaparse y esperar para contragolpear. El juego rimense se va haciendo predecible y lo que origina Lobatón –no me explico como no estuvo en la selección- con juego prolijo y notable en función mixta, no lo culmina un intrascendente “Malingas” que se la lleva fácil y no termina de encender el motor el “Vagón” Hurtado para dar la embestida final.

Es el momento en que debe aparecer la vergüenza y el hambre de triunfo. La hinchada sigue soplando fuerte. El “Karioca” Velasquez le roba la pelota a “Flemita” Perez –No entiendo que diablos hace en Cristal y mucho menos como pudo estar en una selección- y enrumba hacia adentro. Hace la pared con Montaño, quien le pone el guante y devuelve una pelota bendita. El argentino dice gracias y define como debe ser. Estalla todo Matute.

El Puma se vuelve loco y Jordan, grita hasta quedarse sin aliento. Mi fierita y yo solo nos contagiamos de este fervor incontrolable, nos sentimos un poco extraños entre esta muchedumbre de almas pintadas de blanquiazul, que gritan y se desviven, desbocados en su alegría y hacen alarde de su inflamado orgullo. Abajo el abrazo de Montaño y Velasquez ha logrado hacer una pirámide de júbilo que comparten con la tribuna. Un señor toma asiento y comenta, lo bueno que sería si Montaño fuera peruano. Te imaginas, las pelotas que les pondría a Farfán, a Guerrero a Pizarro, le dice emocionado a su compañero. Y todos son de Alianza le contesta éste, ensanchando su complacencia. Yo solo sonrío y en el fondo apruebo su imaginación, total, soñar en un estadio extraño, con tanta gente alegre y salerosa, con un ambiente de pueblo futbolero, como que no resulta tan descabellado.

El partido pierde intensidad, pero la tribuna sigue siendo un jolgorio. Cristal empuja sin orden y Alianza soporta el embiste con propiedad. El reloj no da mas tiempo y cuando suena el final. La gente se arremolina frente a la puerta del camarín y llenan de improperios a los rivales, que solo miran el suelo en señal de capitulación. Pudieron haber hecho mas en este encuentro, pero a este Cristal le sigue faltando sangre caliente, esa que le sobra a los íntimos y a su hinchada que hoy se siente aliviado de su carga emocional que lo acompaño en la semana. Los rimenses ya dieron el adiós a los presentes y los íntimos respiran un liderazgo que los hace esperar tranquilos, porque la final con el compadre, se va haciendo cada vez mas real.

Jordan y Sergio están abrazados. Saludan y se toman fotos con los jugadores. Los miro y pienso que estas cosas los van a unir bastante. El fútbol, permite compartir amores y pasiones y a esta edad, debe marcar una etapa significativa de sus vidas. Acaso y me importen dos centavos, que camiseta se ponga mañana mi hijo, pues si la siente, será él quien la elija. Yo ya llevo tatuada mi franja al pecho y mi sangre siempre será edil y eso difícilmente pueda cambiar, pero por lo vivido hoy, sospecho que la próxima vez que vayamos a Matute, él va a querer llevar puesta, una igual que su amigo y me va a pedir que se la firmen los jugadores. Por el amor que le profeso, es mas seguro que cumpla su exigencia. Total, el amor y el fútbol, tienen tanta afinidad y siempre terminan unidos a un solo sentimiento.

Lo que hoy he comprobado en Matute es que nuestro fútbol sigue tan igual de intrascendente y que lo mejor que tenemos son nuestros hinchas, de esos incondicionales y apasionados, como mi amigo el Puma y su hijo Jordan, quien me mira y me dice convencido que su corazón y su alma son de alianza. Yo le sonrío en silencio y solo le tomo la cabeza. El me vuelve a mirar y tomándose el brazo, me asegura que por sus venas, corre sangre blanquiazul.