Se va terminando este 2013 y por enésima
vez se va desarmando el escenario principal, se desmonta el tabladillo donde el
hincha peruano descansaba esa eterna ilusión que se enciende cada vez que
empiezan las eliminatorias (Esta vez llamadas “clasificatorias”, como para que duela
menos el sentirse postergados) y se van desajustando las bases que dejan caer
las estructuras que dejan ver el fondo oscuro, sin vida de un mural llamado
esperanza que luce ensuciado, chasqueado, como tantas veces, como casi siempre.
Un teatro del fútbol vació, que solo deja escuchar el silbido del viento. Una
obra inconclusa, pendiente de terminar.
Otro mundial que nos dejó la única
opción de sentarnos frente a la TV. Otra oportunidad que el hincha quedó con la
confianza quebrada. Pero si se toma a la selección mayor como la insignia de la
decepción y como el eslabón final de la cadena formativa que empieza en las
divisiones menores, se afirmaría con total seguridad que nuestro fútbol está
perdido y que todo camina mal, por ende no hay visos de mejora al corto plazo.
Pero este 2013 fue atípico, pues si bien es cierto la era Markarían generó
tanta desilusión como expectativa, dejó para el análisis lo sucedido con las
categorías de menores, donde la Sub 15, Sub 17Sub 18 y Sub 20 pintaron alguna
sonrisa o quizás una simple mueca feliz que hizo voltear la mirada.
Desde siempre las categorías de
menores fueron un espejismo frente a la alta competencia. Mala preparación física,
degeneración de la base formativa de los clubes y resultados siempre acorde con
un nivel paupérrimo individual y colectivo que no dejaban opción para sentar
bases de progresión. La obtención del título sudamericano de la Sub 15, a pesar
de ser una categoría experimental, un banco de pruebas donde los adolescentes
sudamericanos dan sus primeros pasos competitivos, no deja de ser un aliciente
para mirar más abajo, desde lo emocionante que ha sido para todos los peruanos
que necesitan creer en algo, alegrarse con algo trascedente. Nuevamente JJ Oré
en la palestra, siendo el artífice que consigue un nuevo resultado positivo.
Demostrando que sabe mucho de los chicos, pero que detrás existe un trabajo
serio y apuesta en grande.
La Sub 20 de Daniel Ahmed demostró una actitud distinta para jugar de
igual a igual con cualquier rival, con una dinámica de juego que dejó hasta el
final la posibilidad de clasificar, nos quedamos fuera por una circunstancia
malévola, pero dejó en el camino revelaciones destacables en Yordy Reyna, Deza,
Hinostroza, Tapia, Gómez, Guarderas, entre otros. La Sub 18 y los Bolivarianos
pujando un segundo lugar entre 6 participantes. La Sub 17 de Teixeira y su audacia
para clasificar al hexagonal final, aunque nuevamente aterrizamos en la misma
realidad de siempre. Errores puntuales en defensa, que dejan claro que hay
demasiado por trabajar en formación de base, pero que al final han sido
actuaciones tibias que no terminaron de calentar del todo la seguridad del
hincha, pero que no obstante, le brindó las palmas, en señal de confianza.
El mensaje está subrayado en negrita.
Hay que mirar las canteras y valorar el fútbol adolescente, no podemos vernos
en un mundial mientras solo se tengan 3 o 4 jugadores de nivel competitivo. La
eliminación de Brasil 2014 echó por la borda toda la buena intención de
Markarían, que impermeabilizó los nombres por encima de los hombres, dejando que
la Copa América se convierta en una alucinación infame, no se volvió a jugar
como equipo chico, se hizo intensa la idea de jugar siempre igual, nunca se
logró una idea de juego colectiva y sostenible. Pudimos dar la sensación de ser
por momentos un buen equipo, pero jamás logramos dar la talla como un verdadero
plantel. El universo de jugadores seleccionables sigue siendo limitado. Por
ello, lo hecho por las categorías de menores toma relevancia.
La formación de base es
impostergable, es la hora de la inversión seria. El fortalecimiento de los CAR
(Centros de Alto Rendimiento) que maneja la FPF, deberá acompañarse por una
decisión radical para formalizar los clubes, cuyo requisito estricto para
existir, sea la formación seria de divisiones menores. Los clubes necesitan
verdaderos empresarios, que se dediquen a administrar, el que debe saber de
fútbol es el comando técnico. Una organización requiere de líderes, que lleven
el timón, la improvisación solo deviene en resultados manchados de color
desastre. Emular los proyectos futbolísticos de Colombia, Ecuador o Chile en
trabajo de menores a largo plazo, no nos debe sonrojar.
Este 2013 ya se va alejando. El
hincha ya abandonó el recinto deportivo.
Solo ha quedado relegada una banderola gigante de la bicolor que se niega a
ser envuelta y luce orgullosa. Ya no están las manos que la ondeaban con
gritos de esperanza y tampoco las bocas que besaron su emblema. Todos han
partido, dejando que el tiempo cure heridas y dejar que la ilusión se vuelva a
recomponer. Hoy el mensaje nos ha llegado en una botella, hay que bajar la
mirada, empezar a reconstruir la base, ponerle atención a nuestro fútbol
adolescente, el que finalmente es y será la materia prima para conseguir
objetivos serios en el futuro. Por el bien de nuestro fútbol es el mejor deseo
para empezar el nuevo año.