Final Argentina

Era una figura repetida y la ocasión más oportuna para volver a verse las caras. Argentina de Messi con todo su arsenal dispuesto a llevarse puesto a un Paraguay que aparecía guapo, irreverente, con el recuerdo fresco del debut donde aguantó a pie firme el vendaval albiceleste, se recompuso y sacó una igualdad que lo catapultó hasta estas instancias de copa. Era una nueva ocasión para el equipo de Martino, de hacer una actuación acorde con las figuras estelares con que cuenta y que no había podido reflejarlo en el marcador de manera contundente.
 
Todos habían esperado una oportunidad para conseguir la consagración en el juego, logrando poner en la red todo lo que genera este equipo, cuando Messi se enchufa, trasciende en el juego asociativo, Di María vuela como hijo del viento y el Kun Agüero es una pesadilla de alto calibre para toda defensa. Esta vez con la frescura y la desvergüenza de un Pastore, que se hizo figura en cada partido y le pone el toque de locura, la exquisitez para el segundo pase y la efectividad cuando está de cara al gol. El único problema que no ha podido resolver a medias es la salida en defensa, un talón de Aquiles que los paraguayos buscaron sacar ventaja. Lo aguantaron los primeros 15 minutos, hasta que Rojo pintó la señal del triunfo.
 
Después se vino Pastore definiendo a lo crack, luego el “fideo” por partida doble, para la ventaja, pero el descuento paraguayo vino de Lucas Barrios -como la vez anterior- definiendo luego de una fallida salida de Otamendi anticipada por la fortaleza paragua, que agarró en paños menores a toda la defensa albiceleste. Luego el Kun pone la tranquilidad para el quinto de la noche y el “Pipita” recién ingresado pone este 6-1 que mete miedo a un Chile que espera en su fortín, haciendo cuentas para buscar hacer realidad su sueño acariciado. Esta vez la historia no fue igual para un Paraguay rendido, se definió como debió ser en el debut, pero fue una clara muestra que el fútbol da revanchas.
 
Esta Argentina resulta de apetito insaciable para devorar el gol, lo ha buscado todo el torneo y se dio contra un Paraguay que mostró aleteos de defensa, pero que sucumbió ante el poderío de la artillería pesada que soltaron Messi y sus amigos, fue la noche que apareció el fideo, más entero, doblegando metros sin cansancio y fue la noche en que la albiceleste ha logrado convencerse a sí mismo que lo único que faltaba para ganar confianza y ser un equipo demoledor, era el gol, tan acariciado tan peleado y negado también y que hoy llegó en abundancia y cada grito sonó como un canto a la confianza. Si algo faltaba era descargar toda la munición guardada en los pies de sus delanteros y hoy aparecieron en su real dimensión letal y contundente.
 
Este partido de la Argentina tuvo casi el mismo libreto, pero resulto siendo diferente a los otros La misma intención de control del balón y del juego, pero muy diferente porque esta vez acompaño la efectividad, quizás solo faltaba el gol de Messi, quien fue gestor de cuatro de ellos, pero fue desprendido para que sean sus compañeros los que anoten. Total a Leo no le quita el sueño quien sea el autor, le interesan las consecuencias. Igual la “pulga” sigue siendo determinante en sus arranques frenéticos de tres cuartos desparramando rivales y con los ojos puestos en el compañero, solo le falta ponerle su firma al gol, para refrendar una presencia insustituible, para este equipo que ha empezado a dormir junto a la gloria.
 
Se han pasado 8 largos años para que Argentina ponga su nombre en una final de Copa América, la cual Chile nunca la pudo levantar y tampoco Messi. Una gran ocasión para quitarse el maleficio para ambos y una oportunidad de medir cuan poderosos son el equipo avasallador de Martino y el vertiginoso Chile de Sampaoli. Por lo pronto en el banco, ya hay final argentina.
 
 
 

Digno PERÚ

Dicen que los clásicos contra Chile, no se juegan, se pelean y se deben ganar. Pero más que un partido de fútbol, resulta siendo una beligerante disputa de honores y jactancias, que aparte de jugarse en un campo de juego, pasa más por una declaratoria permanente de encono del hincha, del ciudadano patriotero que rememora pasados degradantes de gobernantes que nunca puede obviar cada vez que hay uno de pasaporte sureño al frente, mirándolo a los ojos. Esta Copa América puso de nuevo frente a frente, en una cancha de fútbol, a un Chile entonado y un Perú diferenciado, para concurrir una vez más ante esa vieja rivalidad y eterno antagonismo que debía poner a uno de los dos en la final del torneo. Un partido de descarte de alto voltaje y de mucho nervio.
 
Gareca para contrarrestar a Chile y su juego vertiginoso de cambios de frente y apilamiento de sus hombres para ser siempre verticales, sorprendió con Carrillo de titular, pero en el juego le dio la razón. Fue su velocidad y potencia el complemento de marca y salida, con un ida y vuelta encomiable, por ese flanco izquierdo donde los de Sampaoli suelen romper esquemas. Farfán encima de Díaz, para evitar el primer pase, desbordando y llegando de 9 o por fuera. Lobatón con Ballón, ajustando a Valdivia y Aranguiz, un Advìncula sobresaliente, convertido en un purasangre atómico, encaramando el pensamiento de Alexis Sanchez ganándole todas las divididas y prendiendo el turbo cuando se lanzaba en ataque. Paolo suelto, para resolverse solo, con categoría, aguantando y definiendo la personal, ante una marca estricta y zonal. Atrás sólidos y afirmados, una línea de cuatro bien definida, planteando un partido estratégicamente perspicaz y solidariamente efectivo. Nunca se vio un equipo agazapado, ni atrincherado mezquinamente para contragolpear, fue atrevido, temerario, buscando neutralizar arriba, hacer daño con presencia en campo contrario.
 
Pero el encuentro tiene una lectura antes y después de la expulsión de Zambrano, hace un rechazo intimidatorio y se gana la roja, de la manera más insensata. Decir que es un “joven” que debe aprender de su error y que ha pedido las disculpas al grupo y al país, resulta un apañamiento a ese modo estúpido de confundir la garra, la actitud o la fuerza de león, con una precaria capacidad mental para asumir partidos de alto riesgo. Fue una acción desafortunada como inoportuna y jodidamente irresponsable, porque es una acción reiterativa. Era el mejor momento de Perú, que a partir de ese instante tuvo que remar contracorriente, rearmarse, cambiar la chapa a la puerta y recomponer las ventanas. Nada garantiza que hubiera sido el mismo final, pero condicionó el trámite. Chile primero pareció sorprenderse de que le alivien la carga y Perú tuvo que doblegarse más de lo que estaba diseñado en el plan inicial. Si era difícil con 11 completos, con uno menos, todo era condicionalmente jodido. Se jugaba otro partido se escribía otra historia.
 
Y en el replanteo, Gareca sacrifica a Cueva y perdemos el vértigo, Carrillo garantiza la potencia del ida y vuelta, reformula la defensa con Ramos pero pierde espacio en tres cuartos de cancha. Hay que correr más, ofrendar más desgaste y Chile crece en volumen y el orgullo peruano se va haciendo heroico. No hay diferencia individual pero si territorial. Chile tiene más posesión del balón, pero Perú por momentos, se sobrepone y logra el control del juego. El gol Chileno viene de tanta insistencia, mordida pelota que mete Sanchez y habilita a Vargas que la empuja ante la impotencia de un país que le revolvía las entrañas. La respuesta peruana vino de una forma eficiente de juego, con los triángulos formados en los tres frentes. Subida vertiginosa de un Advìncula que lanza un misil al área, donde lucha Carrillo y obliga a Medel a meterla en contra. Grito pelado del Perú entero para hacer un canto a la igualdad y un regaño a la injusticia.
 
Sampaoli modifica en el segundo tiempo para ganar el medio con Pizarro y su control del balón. Perú no afloja y la diferencia numérica no es más que una circunstancia. El equipo fiel a su nuevo estilo de nunca rifar el balón, no se repliega de manera usurera y se pone guapo, insiste, asimila el golpe, responde con entereza y se hace atrevido, busca hacer daño jugando, tocando y saliendo desde atrás. Una pelota caprichosa se despega del botín de Paolo y queda a merced del chileno Vargas que se encomienda al santo de la providencia, para ensayar un zapatazo que hace una parábola asesina y se clava ahí, entre la ilusión y la esperanza peruana, lejos de las manos morenas de Gallese que solo decora la pintura con una estirada inútil. GOLAZO, de otro partido, de otro momento, pero que nos volvió a poner cuesta arriba. Pero ello no amilana a un Perú que no deja de sorprender, no deja de luchar cada balón, no deja de jugar, de tocar y de brindarse con mucha hombría y voluntad. Meritorio lo entregado hasta el último minuto, cuando solo el tiempo y el pitazo final pudieron convencer a este Perú versión Gareca, que ya era suficiente y era hora de parar de soñar.
 
Los clásicos del pacífico se juegan, se pueden ganar o perder, pero siempre dejan mucha polémica, mucha adrenalina que demora en disiparse del ambiente. Nunca es grato felicitar al que pierde, porque resulta siendo un abrazo sedativo, pero este Perú nos dejó prendidos y no hay nada por reprochar, el resultado fue esquivo, pero se jugó con mucho amor propio y demasiada inteligencia para juntar la voluntad y mucho de talento. No hay consuelo para esta derrota porque produce un dolor grande y está bien que duela, hay que desahogar la impotencia, no somos ni héroes lastimados ni titanes venidos a menos. Era previsible perder este partido, pero se condicionó para poder ganarlo, hubo respuesta sin perder nuestra identidad de juego, poniéndole un poquito de pimienta y comino. Gareca ha puesto en la mesa la actitud por asumir por todos, ni desenfrenados en el triunfo ni recalcitrantes en la derrota, solo el fijo pensamiento que siempre se puede dar más, potenciando nuestra propia capacidad.
 
Esta derrota hoy nos duele más, quizás porque dejamos de lado la mesura y nos pusimos a soñar con algo que nunca creímos posible, pero que hicimos viable conforme nos pasaban la película. En la vida como en el fútbol, el dolor es una forma de asumir una desventura, pero también una forma de recomponer los sentimientos. Esta no resulta una desgracia irremediable, si se asume sin triunfalismos baratos y extravagantes patriotismos. Aunque nos falte un peldaño para traer una medalla en el cuello, asumamos con humildad que no solo se trata de cambiar nuestra forma de jugar y celebrar el triunfo en un partido, sino en forjar las bases sólidas que nos permitan afrontar un proceso serio y una eliminatoria digna. 
  

 

Brasil "Pelado"

Las cosas que tiene el fútbol y que se han dado de manera contundente en esta Copa América. Las llamadas diferencias de las selecciones favoritas han quedado lejanas de la realidad y la lógica ha pasado a ser una suerte de artimaña a la suspicacia. Si se analizan los partidos desde la tribuna, con el corazón y la vincha del hincha apasionado, de seguro no se tendrá una perspectiva coherente, para tomar en cuenta –por ejemplo- que la mayoría de jugadores que juegan en Europa, no han tenido descanso y han llegado en un estado físico casi al tope de su capacidad efectiva, sintiendo el rigor competitivo y con más ganas de entrar a un periodo regenerativo. En Europa se corre y se juega más, en América hoy se juega menos, porque se presiona y se pega muchísimo más. Los talentosos lo han sentido en carne propia y en hueso también.
 
Paraguay no es un equipo que haya estado en el bolo de poder subir alguna instancia. Si en el primer tiempo de aquel debut frente a la Argentina de Messi que fue un vendaval, hubiera encajado una goleada predecible, de seguro estaría de vuelta en casa. Pero si algo han mostrado los equipos con poco cartel, es que se han repuesto a la adversidad, sino con futbol, con mucha valentía y con un coraje a prueba de infortunios. Este grupo de paraguas se superaron a sí mismos primero, olvidando sus limitaciones para levantarse contra Argentina y ponerlo en jaque, mancharle la camiseta a Uruguay y sacarle la lengua irrespetuosamente. Esta vez con el monstruo adormitado, mirándolo al frente y no sentir aquel temor que inspiraba antaño, de solo pronunciar los nombres de sus grandes jugadores, salió a jugarle apretando los dientes, con garra, pundonor y sobre todo con mucho entusiasmo. Brasil, sin Neymar, es un equipo sin alegría, una bestia negra que camina contrariada, buscando donde descansar su aburrimiento. Aquellas jornadas del “jogo bonito” y la jerarquía de sus integrantes, es una plegaria a los buenos tiempos.
 
Y es que los DT que últimamente han estado al frente, han querido hacer de Brasil un equipo resultadista, romperle sus esquemas, su origen y su naturaleza, que a pesar de haber tenido un holocausto en su propio mundial, hoy Dunga sigue la misma degradación. El buen trato al balón, la técnica depurada y la calidad ajustada a su historia se sienten lastimadas, descalabradas, fuera de contexto, sumidos a una Neymar-dependencia y careciendo de jugadores que marquen diferencias individual y colectivamente. Un equipo desordenado, siendo la antítesis de su esencia futbolística. Hoy no encuentra jugadores que sean por lo menos, buenos acompañantes de Neymar Si antes alguien le jalaba la cola al león, este despertaba y en menos de lo que el atrevido pudiera pensar, se lo devoraba de un bocado.
 
No bastan los resultados que ha hecho Dunga anteriormente, porque solo asolapan una realidad paupérrima, quizás solo asume culpas de antecesores, es cierto, pero ver a Tardelli usando la 9 de Ronaldo –por ejemplo- nos produce vértigos de nostalgia. Esta versión del Scratch parece siendo un grupo de buenos jugadores, bienintencionados, pero ninguno con etiqueta de Crack. Terminó clasificando porque agarró a un Perú, que se amarraba los pantalones y a una Venezuela, casi rendida y que aún así se la puso muy difícil. Hoy ha tenido que ser Robinho, un veterano de lides, el que marque distancias en jerarquía, solo unos cuantos para rescatar, solo unos cuantos para que lleven esa consagrada camiseta.
 
Este partido contra Paraguay, lo debió definir en la cancha, pero lo terminó perdiendo en la justicia esquiva de la tanda de penales. Hasta en las ejecuciones, estuvo ausente la categoría de sus intérpretes. La garra guaraní se impuso en las intenciones, el gol de Robinho no aseguró nada, porque su propio compañero Thiago Silva le puso el ímpetu y también la mano. Penal paragua que empató un partido áspero y rígido para defender con todo lo que se puede y atacar con lo poco que se tiene.
 
La pena máxima castigó una vez más a este Brasil que fue un lejano reflejo de una forma de jugar que cautivaba a propios y extraños, que era sinónimo de un estilo privilegiado que parece estar en decadencia. Hoy se aferra a la tozuda idea de caer consecuentemente en la figura de Neymar, que está pagando un error juvenil, pero que no sopesa la realidad de un equipo que se ha despedido de esta Copa América de la manera más esquiva y sombría. Paraguay, va por Argentina, los jugadores van sintiendo el rigor del estado físico, quizás solo nos aferremos a mirar los nombres, pero quien sabe y esta Copa la terminen definiendo los hombres. Queda el tiempo para recomponerse a la verdeamarella, para una eliminatoria que será demasiado ajustada. Por ahora este partido jugado a la paraguaya, dejó un Brasil muy “pelado”.
 

Se sacó la Ospina

El futbol tiene cosas increíbles e inverosímiles, que sacan de contexto toda la lógica que acompaña una disposición previa dibujada en una pizarra y ejecutada en la cancha. Una individualidad, un error grosero, una ocasión desperdiciada o un gol insospechado en contra, cambia todo, rompe esquemas, tira abajo las estadísticas y se dan resultados impensados. Se puede ser superior en la cancha durante los 90 minutos, pero si no se pone en la red todo lo que se genera, el rival supera su propia adversidad, se hace fuerte y en una sola jugada puede cambiar una historia, reafirmando aquello de que la justicia en el fútbol no existe y que la única forma válida de triunfo, no tiene nada que ver con la ecuanimidad y sí mucho con la efectividad. No basta la eficiencia individual, hace falta la eficacia como equipo.
 
La Colombia de James enfrentaba a la Argentina de Messi, buscando neutralizar el juego, controlar el balón y crear peligro con sus hombres ofensivos. Pero el equipo de Martino salió decidido a terminarlo temprano, se apoderó de la pelota, sumó hombres a los bloques y fue un ataque y defensa marcado. Argentina copando cada centímetro del campo, sin dejar espacio para que Colombia realice tres pases seguidos y ponerlo en estado de confusión. Un primer tiempo con el “Chiquito” Romero de espectador sin una sola llegada, da cuenta que Colombia no pudo jugar, ni siquiera pensar, porque estaba abocado solo a contrarrestar al rival.
 
Y Argentina la tuvo por todos lados, con Messi animoso, tratando de superar la marca escalonada y con un Di María intentando superar un flojo rendimiento. Pastore metiendo miedo en cada arranque y el Kun Agüero que porfiaba. El dominio argentino fue total, Colombia no pasaba del mediocampo, pero el gol que tranquiliza los ímpetus, no llegaba, por ineficacia, por ansias locas y sobre todo porque en el arco colombiano estaba Ospina, el portero, que presentía desde el camarín, que sería la figura del partido. Primero una atropellada de Pastore, después para la atajada doble descomunal, que impidió el gol del “Kun” Agüero y en una reacción extraordinaria desde el suelo sacarle el testarazo de Messi que entraba como una tromba. Cuando ya el partido se extinguía sacó una mano milagrosa a Otamendi. En los penales no tuvo la misma suerte, pero su actuación fue determinante para el  resultado en los 90’ de juego.
 
Argentina desplegó su mejor futbol, oportuno para anticipar el pensamiento cafetero, frescura y vértigo, con mucha intensidad para buscar la posesión y dinámica en todos los frentes, fueron los mejores momentos en toda la copa. Argentina se confirmaba como equipo atacando y Colombia solo defendiendo. La presión gaucha facilitó mantener las líneas perfectas, con Mascherano flotando y el trabajo eficiente de Garay y Otamendi para mantener en campo ajeno al equipo colombiano. Messi empezaba a deslumbrar obligando a Pekerman a sacrificar temprano a Teo Gutiérrez, para reforzar ese lugar donde Leo hacía trizas la dura marca coludida con la permisividad del árbitro mexicano. James solo fue chispazos jugados al Cuadrado.
 
El tiempo se fue volando, Ospina era un gigante y Messi no encontraba la lucidez de sus socios. Pastore y Di María fueron apagando los motores, Colombia tibiamente se acercaba, hubiera sido corolario insensato, que una de las dos llegadas fuera gol, contra las casi 10 claras que intentó Argentina. Y el final del juego se extinguió junto a las intenciones albicelestes, no entraba el balón así se jugaran 120 minutos. Había un muro impasable llamado David Ospina y lo que pasó antes de los penales queda como recuerdo de esas noches imposibles. La mala fortuna frente al arco, se ponía el traje de oportunidad para definirlo desde la sentencia penal de los 12 pasos.
 
Pero el futbol tiene un espacio para la revancha. Teves entró para jugárselas todas y la tuvo casi finalizando el match, pero la historia le tenía guardado algo especial. Los penales son una odiosa manera de definición, sobre todo cuando no delimitan un equilibrio de fuerzas parejas en el juego y solo son una injusta forma de definir un ganador. Messi y James iniciaban la tanda y el final electrizante puso a Carlitos frente a la historia, el mal recuerdo del 2011 quedó olvidado cuando el “Apache” convirtió en alegría la angustia y la tensión argentina, que mantuvo en vilo la clasificación a semis, habiendo hecho los méritos suficientes, pero que esa justicia que se dice no existe en el futbol, hoy apareciera para darle una mano a Teves con su revancha personal y a esta Argentina,  que logró sacarse una Ospina de la garganta.
 
 

 
 
 
 
 
 
 

 

 

El Tigre y el Guerrero

Gareca llegó a dirigir al Perú por primera vez a la U y se fue con una experiencia, que muchos la recuerdan como una etapa en la cual se repotenciaron varios jugadores que estaban más cerca de irse que lograr un campeonato. Cuando Oblitas decía que el “Tigre” era la mejor opción para dirigir la selección y se hablaba de que cumplía con el perfil propuesto en la Videna, el “ciego” quizás no se refería a lo que realmente necesita la selección como equipo, sino por el contrario, en aquello que tiene el futbolista peruano en su ADN y que obliga renovarse y repotenciarse. El perfil requería un hombre de carácter y como reto mayor, estaba la búsqueda de un equilibrio entre las virtudes y las debilidades del jugador, haciendo un contrapeso de sus cualidades individuales y su adecuación a un funcionamiento colectivo.
 
Lo de hoy con Cueva, Sánchez, Ascues y Advíncula, es una Apuesta del “Tigre” que intenta devolver a la selección, la técnica como materia prima y su categoría en el juego, utilizando los laureles de los más recorridos, los veteranos y juntarlos con los que no pueden mostrar sus cualidades en el extranjero. A estas alturas en que se carece de un universo de jugadores, con kilometraje de fuste competitivo, lo mejor del trabajo de Gareca, en este corto tiempo, no ha estado tanto en el verde sino en el vestuario. En la suma de estos partidos de alta competencia, se nota que los compromisos individuales ya no solo se remiten a los “cuatro fantásticos”, hay otras opciones tácticas y de solidaridad que se han ido incrementando, en la medida que ha crecido la necesidad de afrontar niveles superiores.
 
Este partido con Bolivia ha servido para comprobar que hay una señal de cambio estructural en la forma de afrontar cada duelo de manera distinta. Es cierto que los del altiplano clasificaron por esos accidentes que suceden en el fútbol y Ecuador era un rival más complicado. Los temores de la previa se concentraban más en la capacidad peruana que la del rival. En la cancha la diferencia fue notoria, hubo pasajes en los que la quimba y la sandunga tan propias de nuestra identidad, dieron seguridad al equipo, pero hubo de los otros, en los cuales se perdía la brújula, con errores  en el retorno a posición defensiva, que otro equipo de mayor fuste no perdona. La obligada presencia de un desorientado Retamoso y un desacomodado Yotun, hicieron extrañar a Ballón y Lobatón. Señal que aún se trabaja como equipo pero falta mucho para ser plantel. El bloque ofensivo fue lo mejor para buscar el desequilibrio, con buen trato del balón y el ensanchamiento de la cancha, teniendo en el orden táctico, el control del juego, motivos para ser contundentes en ataque.
 
Definitivamente la figura excluyente fue Paolo Guerrero. Es de esos goleadores que parecen adormitar el sueño de los justos, esconderse en un partido donde hay mucho roce, pero que siempre es temible cuando ronda el área ajena. El alimento de un goleador es el beso a la red, es la obsesión que lleva marcada en el botín con la tinta indeleble de la calidad. Este Guerrero no anduvo ni en el exilio ni en el descanso, estaba adormitado, esperando la hora especial, para destapar toda esa actitud acechadora y combativa, haciendo visible su frialdad para asestar su espada en el momento crucial de la lucha. Este Guerrero que nuevamente apareció con su instinto asesino, para dar el golpe de gracia a un rival que solo atinó a verse sometido ante un definidor soberbio. Este Guerrero, que se sirvió un banquete de gloria, con un “Hat Trick” que sentenció a un equipo boliviano, que vio morir sus intentos en sus limitaciones y los regresó a casa.
 
El primero vino de un centro perfecto de Vargas al corazón del área que vino con su nombre, Paolo arremete y le da con el hombro y la cabeza. El segundo fue una jugada colectiva y vistosa que empieza con el recogimiento de Pizarro para el rechazo, Cueva ensaya un contragolpe mortal, taco preciosista de Farfán para la devolución y el pase al vacío para que el “Depredador” acompañe el balón unos metros mientras va alistando el arma para vaciar la cacerina ante el tropezón del arquero, que la vio entrar con desilusión. El tercero, fue de puro instinto, merodeando el área enemiga y respirando el aroma del error ajeno, para efectuar una definición fría, calculadora y determinante para el marcador final. Si había que enviar un mensaje al equipo chileno, este era ineludible: El goleador ha vuelto.
 
Esta clasificación -como la anterior Copa América- descubre los triunfalismos propios de los que no esperaban siquiera clasificar y hoy aparecen augurando, deseando y pronosticando que en el nombre de la fe se puede conseguir hasta lo quimérico. Es cierto que este momento es un bálsamo, pero seamos conscientes que muy pocos dábamos  un céntimo por este equipo, se nota un cambio, es verdad, pero en el análisis final, independientemente a lo que suceda contra Chile, debemos sentirnos tranquilos, se ha conseguido pasar a una instancia inimaginable, es una etapa del proceso pero esto recién comienza. Por lo pronto estamos felices por el triunfo y porque Paolo Guerrero haya recobrado su instinto de gol. Viene lo más difícil, pero como está definido el fútbol de hoy, cualquier cosa puede pasar y nada resulta imposible, hasta ganarle a Chile en su casa y disputar la final, todo es posible, todo se puede, tan solo con un Tigre y un Guerrero.
 

 

Mano pa Chile Po

Dicen que lo más importante como ineludible en el fútbol es el resultado, en ese afán no hay discusión que es el objetivo a buscar, para ello todas las estrategias son válidas, las  inteligentes, las conformistas, las arriesgadas y hasta las antiestéticas. Finalmente es lo que cuenta, dicen las voces resultadistas y si en esa pretensión, se usan armas anti futbolísticas o conductas reprochables, que importan, dirán los amantes de la perorata del “todas las armas valen para ganar un partido”. Al final es lo que cuenta y lo que queda registrado es el marcador final, eso es lo más importante, asumirán los que solo les importa el QUÉ y no reparan en el CÓMO. En conclusión, no dejan de tener razón y no se trata de una cuestión de gustos, tan solo de puntos de vista.
 
Este razonamiento tiende a ser más enfocado cuando de definición de partidos de semis de una Copa America, se trata, como ésta que tiene a Chile como anfitrión. Es una copa muy pareja y que se ha encendido más de la cuenta. Primero porque el equipo chileno, intenta prevalecer su condición de local en cada partido y en ello el aliento de su gente es vital como irrevocable, incluso se suma la presión que significa para el equipo en la cancha y lastimosamente para los árbitros que les ha tocado en suerte. Al ya cuestionado fallo del penal de Pitana para el primer gol chileno del torneo, se suma lo ocurrido anoche contra Uruguay con el silbato de Rici. Uno argentino y el otro brasileño, ambos con fallos discutibles, desacertados y que han influido directamente en ese resultado que tanto se defiende.
 
No era para menos, fue un partido friccionado de final acalorado y más allá del fútbol, fue en la recta final donde los protagonistas no fueron los jugadores, sino la terna arbitral, que no era necesario que inclinara la balanza para los locales, que siempre propusieron, fieles a su estilo, profundizando y buscando abrir brechas en una defensa charrúa que se hacía inexpugnable conforme pasaban los minutos. Un inicio chileno muy impreciso y errático, con poca  claridad que posibilitó  a Uruguay crecer  en defensa, aunque sin Suárez, le queda demasiado largo el trecho para llegar al área rival. La roja buscó con insistencia pero su ímpetu se fue apagando conforme chocaba con ese muro celeste que defendía bien, pero le costaba generar peligro. La eficacia celeste para defender se imponía a la intención ofensiva que mostraban los de Sampaoli.
 
Pero tuvo que existir un punto de quiebre que marcó la diferencia y este se dio con la decisión arbitral, primero para permitir que el partido adquiera divergencias. Hasta la expulsión de Cavani, luego de una provocación de Jara, que el “charrúa” explotó una semana cargada emocionalmente. El chileno logró lo mismo que hizo con Suarez en eliminatoria anterior. Isla obtiene el gol de la clasificación cuando el reloj apuraba y los ánimos yoruguas estaban arrebatados. La celeste había aguantado el embate local y estaba para cualquiera, finalmente Uruguay se va con su cerrojo y su rabia de regreso. Perdieron el partido, a Cavani, Fucile y hasta el “Maestro” Tabares, porque reclamó una injusticia. Pero perdieron también el orgullo, ese que debió discutirse de manera equilibrada dentro de la cancha y sin atisbos de preferencias marcadas.
 
El triunfo chileno resulta justo si se mide por la propuesta del juego, la actitud reprochable y provocadora de Jara, lo empaña y le pone picante al resultado. El chileno debe ser sancionado si se actúa con la misma vara a todos, sobre todo hoy en que  CONMEBOL -hijo putativo de la FIFA- está buscando motivos para lavar su alicaída y desprestigiada imagen. Chile es semifinalista, lo mereció porque lo intentó siempre, es la propuesta que se siente obligado, no hay discusión, pero estos actos fuera del verde, dejan un aroma maloliente que no le hace bien a la realidad del fútbol.
 

PERÚ al Cuadrado

Dicen que la mejor medicina para curar la ansiedad en el fútbol es la victoria. Y aunque ésta sea automedicada, definitivamente cura en una sola dosis. Acaso importe no contar con receta médica y se corra el riesgo que la cura resulte más cara que la enfermedad, pero para un pueblo con urgencias de triunfos inmediatos -si se mira con ojos resultadistas- en un torneo tan corto como la Copa América, le valen los puntos y clasificar a siguiente instancia, de cualquier manera. Resulta válido pues siempre trasciende mejor el análisis desde una secuela positiva, porque lo otro es patético, apegado al corazón y lejano al raciocinio lógico y equilibrado de la cabeza.
 
Y los resultados esconden los problemas al equipo del “Tigre”. Le pasó contra Venezuela con un triunfo balsámico que escondió las serias falencias colectivas e individuales, similares al debut ante Brasil y en este empate contra Colombia, que si bien lo pone en cuartos, fue otra vez sufrido y resistido, de inicio y final angustiante. Y es que hoy Colombia jugó mal porque Perú no jugó bien, pero tampoco dejó que lo haga el rival. Hoy aparecieron las virtudes, pero también los defectos, sobre todo en la manera tan rápida como se pierde el balón y que se difuminan con el resultado, que para el concepto de Gareca debiera ser una consecuencia y no una casualidad fortuita que se presente en cada partido.
 
Este equipo de Gareca está en formación, se muestra forzado por lograr una idea futbolística, privilegiando el control del balón en todos los sectores del campo. Despliegue físico y eficiencia para no dejar vacíos en el retorno, una rígida marca y proyección de los laterales, el toqueteo en espiral, sin abusar del pelotazo, solidaridad en la recuperación y solidez defensiva, para a partir de ello, buscar el partido en tres cuartos de cancha, sin “ratonear” a mansalva, ser no solo un equipo contragolpeador, sino uno que también proponga juego. Pero en el fútbol, una cosa es lo que se propone y otra la que se dispone, sobre todo cuando el rival –que también juega- cambia el rumbo con un gol inesperado o una situación coyuntural del partido.

Colombia después de ganar a Brasil, colocaba una valla difícil y planteó asegurarlo con un inicio furioso, presionando muy arriba, cuestionando la capacidad de salida, apretujando el pensamiento de Zambrano y Ascues. Descolgando por los extremos y buscando el gol tempranero que le permita hacer su propio partido. James conectado, Falcao y Teo acompañando con potencia y Cuadrado repiqueteando por los costados. Perú zafó el sofocón en la medida que controló la pelota y dio forma al planteamiento: Cuidar el cero, cerrando el acceso a los torpedos de los extremos y obstruir los caminos a Cuadrado y aislar a James. En esta labor fueron vitales Cueva –partidazo del chato- y Advìncula, en un ida y vuelta infernal, Sánchez recogido por derecha y Vargas muy seguro por izquierda. Ballón y Lobatón muy metidos en el partido, para cortar la asociación cerrando espacios. Colombia se hacía Cuadrado y James no encontraba precisión y tampoco su apellido en la cancha.
 
Colombia fue una tromba y Perú solo dejaba la incógnita, hasta cuando podía aguantarlo. Pero el “Tigre” reacomodó las piezas y logró equilibrarlo. Un Perú que entendió que en estos partidos hay que rascar y pegar inteligentemente. A un equipo compacto como Colombia lo tienes que quebrar a partir de neutralizar su eje principal y para ello hubo una asolapada “demolición” sin ser arteros, cortando el juego en los lugares neurálgicos de creación, disciplinada actitud de no rifar el esférico, jugar con la desesperación cafetera que para la segunda mitad influyó en los de Pekerman, cuando el reloj le empezaba a morder la camisa. El tramo final nuevamente puso en vilo a la bicolor, ese fantasma incognito que asecha el minuto 90 y que siempre está rondando nuestra área, con esa bata blanca y el alma negra, que de cuando en vez, nos hace pasar de la alegría infinita a la congoja execrable y de la victoria asegurada a una realidad paupérrima.
 
Gareca parece haber encontrado en Christian Cueva, el jugador idoneo para romper frentes, encarador y valiente, con dinámica para generar espacios, incansable para la marca –fue vital para anular a Cuadrado- hace que Sánchez se potencie, aunque le falte explotar y se da maña para que Lobaton y Ballón alivien la marca y formen el bloque que acompaña a Paolo y Pizarro arriba, o ser el complemento perfecto de Farfan que aún no logra estar 10 puntos. Cueva fue el mejor de la cancha, a desmedro que muchos dudaron de su capacidad, pero su actuación hasta hoy, nos ha cacheteado el rostro de la suspicacia, confirmando que nuestros jóvenes futbolistas necesitan oportunidades como estas, para demostrar realmente de que están hechos.
 
Esto es parte del proyecto y desarrollo de una idea futbolística, pero para el hincha sediento de victorias le resulta difícil entender que los proyectos, tienden a tener etapas, ciclos y periodos de pruebas para lograr un objetivo. Gareca apuesta por no renunciar a la identidad del futbol peruano y niega ser ultra defensivo porque tiene claro que de pronto no haya mucho con qué, pero si exista el COMO hacerle daño al rival, con una sola consigna: TENENCIA del balón, que finalmente es la esencia y el objetivo de este bendito deporte. Sin balón difícilmente alguien te puede dañar. En ese camino se están dando los primeros pasos. Hoy contra Colombia se ha cumplido el primer objetivo. Celebremos por ahora, después de esta clasificación a cuartos, somos un PERÚ al cuadrado.
 

Revive PERU

El hincha peruano debe ser único en el mundo. Bastaba mirar la fiesta descontrolada que armaron algunos, anoche después del triunfo ante Venezuela y el espíritu patriótico con el cual se levantaron hoy, para identificar que son los mismos que hace unos días despotricaban de esta selección de Gareca antes de partir a Santiago. Y hay de todos y para todos los gustos, los que se aferran a una ilusión tozuda, los que confían en los milagros y también los que tienen los pies bien puestos en la tierra. Es cierto que emociona cualquier triunfo peruano, es innegable que dan motivo de celebración, pero tal y como está nuestra realidad futbolística, venida a menos y tan parecida a nuestro entorno social y político, es de muchos los que se dejan llevar por el triunfalismo y es de pocos, los que analizan que viene después de ganar un partido, mordido, sufrido por momentos y recurriendo a veteranos, para superar a un equipo venezolano, diezmado, sin ponerse a pensar que la promesa del trabajo a largo plazo, viene desde mucho antes del tercer puesto de la Copa America 2011 y seguimos con los mismos jugadores, el mismo cuento, el mismo pensamiento resultadista como inmediatista: Paso a paso, ganamos este partido (sin saber cómo) y después pensamos en el “futuro”, léase ir al Mundial.
 
Este partido era crucial, no hay duda, de cara a lo que se vino a buscar a Chile, avanzar todo lo que se pueda y con lo poco que se tiene. Y esta Venezuela que había vencido a Colombia en el debut, resultaba un rival duro y difícil. El inicio fue intenso con un Perú, apresurado para buscar adueñarse del medio campo, controlar el balón y tocarla con propiedad. Venezuela, solido atrás maniatando a Paolo y Pizarro y saliendo en bloque cuando robaba lo que no podía crear Perú y regresando en bloque para cerrar los caminos. Muy temprano sonó la alarma, al minuto 5’ Rondón agarra una volea que conjura Gallesse. La reacción llegaba con dificultad porque se perdía demasiado rápido en salida. Un factor primordial que no ha podido superar el equipo de Gareca, es la falta de precisión. Por momentos necesita imponerle velocidad al juego, pero luce apurado, cuando quiere ser rápido
 
El punto de quiebre se vino a dar en la media hora. La expulsión tonta de Amorebieta que pisó a Paolo después de jalarle la camiseta, facilitó las cosas. A partir de allí había que replantear todo, ser más agresivos arriba y tomar el mediocampo. Pero por momentos Venezuela hacia parecer que tenia 12 y Perú 10. Deficiente distribución del terreno, el toque intrascendente y los intentos vagos de querer romper el cerco a la fuerza no era el camino. Perú sin Farfan y con Paolo jugando entre algodones, se vuelve demasiado predecible. Cueva tiene el estilo difícil de marcar, por el atrevimiento y la valentía cuando encara, Sanchez aun no se consolida del todo cuando va por los costados y se potencia por el centro cuando tiene espacios. Se hicieron más importantes cuando hacían función mixta de recuperar y generar, cuando tenían tomados a Paolo –le pegaron por arriba y por abajo- y Pizarro, que era más voluntad que eficiencia.
 
El segundo tiempo encuentra a un Perú atacando desordenado y centralizando demasiado el juego. Venezuela perdió la brújula y solo apelaba a la contra, pero los minutos fueron solidificando a Zambrano y potenciando a Azcues que tuvo dos salidas elegantes al filo del área. Intentos de asociación que destruía la defensa vinotinto y desbordes de Advíncula que se hacía importante trepando y recobrando su zona en base a su velocidad. Demasiadas piernas y ninguna claridad, hasta el minuto 72, jugada de Cueva que recupera y el pase a Paolo, encuentra una pierna venezolana habilitando a Claudio que le mete el fierrazo que rompe el arco. Golazo y la alegría, por el esfuerzo recompensado. El mas resistido daba el triunfo. El desborde de un país que necesita triunfos a gritos, no importa que mañana se tenga que sentar a pensar en lo que se viene, el triunfo asegura una recuperación emocional, que por ahora calma los nervios y abriga esperanzas que nada es imposible para conseguir la victoria, aun y cuando no se tenga las armas para conseguirla.
 
Este resultado empareja el grupo, lo pone para definirlo en la próxima fecha y como están las cosas, cualquier cosa impensada antes de empezar el torneo más difícil del mundo, se puede dar y Perú puede decidir la suerte de otros, si es que no haya con qué decidir la suya propia. Colombia es muy superior, como lo era Brasil y como pintaba Venezuela, si se mira con ojos resultadistas. Pero hoy más que nunca las distancias en el fútbol no existen o al menos se hacen menos visibles y los partidos hay que jugarlos primero. Perú ha conseguido un triunfazo que le lava la cara, lo entona y le pone la incógnita al futuro inmediato.
 
El hincha peruano, hoy se puso la blanquirroja, su gorro bicolor y se ha ido a trabajar con su banderita flameando por la ventana del auto y tocando bocinazos. Muchos se han llenado de patriotismo otros de triunfalismo barato, pero el hincha peruano es así, siempre busca un pretexto para “celebrar”, mañana cuando la realidad vuelva a ser la misma, ese mismo hincha que hoy hizo héroe a Pizarro, va a protestar, gruñir y renegar de su presente, hasta que vuelva a presentarse otra oportunidad de encender la velita de ilusión. Y es que el fútbol es para muchos y son pocos los que miran más allá de un triunfo, porque añoran el cambio de una realidad y porque más que un luchador equipo, prefieren un sólido plantel. Yo no sé mañana, pero por ahora, solo queda aceptar que anoche nos acostamos peruanos y hoy nos levantamos hermanos.
 
 
 
 
 
 
 


Un café para el Scratch

En el fútbol moderno se hablan de dos momentos claves para ganar un partido. Primero es neutralizar al rival y segundo lo atacas, es la regla máxima del juego, el argumento más sólido para un equipo que se jacte de organizado tácticamente o que presuma de ser ordenado para defender y atacar en el momento justo. Pero el tema siempre será polémico, porque el fútbol nunca dejará de ser una cuestión de momentos y la duda siempre será, qué se entiende por neutralizar y como se ejecuta en la práctica. Para unos es tirarse atrás, marcar a todos en su campo y para otros es la tenencia del balón, sin él nadie te puede hacer daño. Pero para todo siempre será una prioridad, saber en qué momento oportuno ejecutas uno de esos dos momentos y para ello se debe contar con los jugadores idóneos. Lo que es bueno para unos, no necesariamente es para los otros. Lo que pueda hacer un equipo va a depender de cómo se plantee y el rival que se tenga enfrente.
 
El Brasil de esta Copa América, como suma de individualidades, deja mucho que desear, puede que sea el denominado “Neymar y 10 más”, pero no es válido tampoco menospreciar la calidad de los que integran este “scratch” pues los resultados han acompañado al equipo de Dunga, priorizando el colectivo para buscar el buen juego y exquisitez de la técnica brasileña, intentando recuperar su estilo añorado, dejando libre la inventiva y la magia de su joya más preciada Neymar, quien ha logrado que el equipo camine a su ritmo. Colombia es sin exagerar el equipo que ha llegado más consolidado y con figuras individuales que lo hacen fuerte en todos sus líneas. El resultado adverso contra Venezuela, son esos errores que se comenten cuando se intenta jugar igual todos los partidos, los venecos hicieron el gol y el resto solo neutralizaron el juego.
 
Y Dunga se equivoca, cuando enfrenta a una Colombia decidida a recuperar los puntos, quitando el 9 que inquieta los centrales y saturando su mediocampo de volantes, en un pensamiento apresurado de minimizar la asociación de James y Cuadrado, buscando proteger a Neymar y llegar al gol en base a la posesión del balón. Pero Colombia tiene un equipo con individualidades de buen kilometraje, que saben ocupar bien los espacios y desdoblar cuando recupera la pelota. Desde el saque impuso agresividad, temperamento y su cuota de fútbol. Brasil se sintió cómodo para tocarla y moverla en su cancha, pero no encontró nunca la forma de penetrar el cerco impuesto a Neymar, para maniatarlo, alejarlo del área y sacarlo de sus casillas. En esto hubo todo un complot armado que los cafeteros cumplieron a la perfección.
 
Las llegadas fueron colombianas, por fuera y por dentro, con un laborioso Teo para potenciar el lado por donde se mueve Dani Alves, llegadas de Falcao que sigue lejos de su mejor nivel y la presencia de Sánchez con su cara de perro molesto, que quitaba todo, habilitaba y rascaba si era necesario, dándose tiempo para dar una mano arriba. Brasil lateralizaba y Colombia copaba el campo. Hasta la jugada del enredo donde Murillo, que había trepado, la empuja y hace la diferencia del partido. No se volvió a encontrar Brasil y solo respondió con un centro pase de Alves que Neymar mete la mano casi sin querer y queda out por segunda amarilla. La impotencia empezaba a ganarle la cabeza, en lugar a jugar rumiaba y en vez de habilitar solo chocaba. El objetivo se iba haciendo real.
 
El segundo tiempo puso en juego la capacidad de Colombia para sostener el juego y Brasil para cambiar los roles. Coutinho le dio la claridad que necesitaba. El volante del Liverpool administró mejor el juego en el medio sector. Hubo la mejora para los de Dunga pero sin encontrar la luz. Firmino pierde la mejor ocasión con el arco vacío Brasil busca el empate con intensidad pero sin claridad. Colombia retrasa líneas y recupera los espacios. James pierde el segundo poco. La paciencia de Neymar se va colmando y no aparece nadie que tome la batuta.
 
El final encuentra a un Brasil rabioso, descontrolado y una Colombia con seguridad en el campo. Pekerman logró anular a Neymar como parte de una bien jugada estrategia y fragmentó a un Brasil que lució diezmado y sin luz. Dunga tuvo una lectura ajena del partido, iniciando sin 9 y dejando sin peso el ataque, logró el equilibrio a medias, pero la reacción llegó tarde. Para terminar un partido oscuro, cuando ya el triunfo colombiano se coreaba en la tribuna, Neymar reacciona con impotencia y se arma una trifulca, que lo deja con una tarjeta roja que le costará una fecha y una ausencia para el equipo, pero será un sufrimiento para todo un país.
 
 
 

KUN mucha dificultad

Partido durísimo, difícil para ambos, primero porque Uruguay sin Suarez, es consciente que  es huérfano arriba y Cavani solo de punta, es una lanza tirada al azar para ver si incrusta algún pecho rival. Argentina, sabedor que tiene más fútbol y la garantía que puede desnivelar en la individual, apegado al discutible estilo tan manoseado, se jugó tomar la iniciativa, jugando el balón pegado al piso buscando abrirse paso en un cerco de piernas y rostros rabiosos que cerraban cada avance. Pero este Uruguay, ordenado y férreo en la marca, impuso carácter, para hacerse sentir y marcar su terreno, mientras Argentina porfiando más de la cuenta y estrellando sus intentos en los cuerpos de los muchachos de Tabárez, que cortaban el juego, a la buena o a la mala y sin sonrojarse. Messi corrido del área por la rudeza de la marca, dejaba espacios para que los demás asuman protagonismo y fue Pastore el que se fue convirtiendo en figura descollante.
 
Clásico del Río de la Plata, clásico de los mates y las historias. Se había hablado tanto del estilo y de que Argentina es solo Messi, se había ninguneado a Uruguay por su carencia de fútbol, pero en la cancha había por un lado, a un equipo uruguayo defendiendo y atacando en bloque, sólido,  seguro y decidido a no abrir la puerta ni para saber quien toca y por el otro un puñado de nombres argentinos, que no encontraban forma de romper la cerradura. La abrumadora posesión del balón no fue garantía de encontrar la llave del partido, por ello la intensidad del juego se hizo un concierto de brincos y roces, con Godín rascando y afirmando presencia, Mascherano pasado de revoluciones y con un Messi que se vio obligado a guapear cuando los sorbos aislados de jerarquía, no brindaban los espacios para jugar libre.   
 
Y fue Pastore que regaló una genialidad iniciando el segundo tiempo, se sacó de encima un rival con un amague impensable, fuera de contexto, para el cabezazo del  'Kun' Aguero tras el centro desde la derecha de Pablo Zabaleta. Un golazo de 9, de puro macho, zambullendo su humanidad por entre los defensores uruguayos, a desmedro de lastimarse el hombro. Esta fue la diferencia en el marcador, porque en la cancha Uruguay lo emparejó a punta de huevos, metiendo, entregando todo y arriesgando la contra argentina que no estuvo fina en la conclusión. La entrada de Tevés fue una suma más a los nombres, aunque el “Apache” entró enchufado. A pesar del gol en contra Uruguay la tuvo, hasta dos veces, para empatarlo y ganarlo, si no fuera por las manos del “Chiquito” Romero y la poca fortuna de Rolan, que no es lo mismo que Forlan, lastimosamente para los uruguayos.
 
 
Argentina adoleció en el comienzo de una falta de movimientos tácticos oportunos para romper el esquema defensivo uruguayo y requería de un Messi más metido en campo contrario y no pidiéndole el balón a Mascherano. Se perdió la sorpresa y Uruguay se vio gigante por momentos, golpeando con ataques fulminantes aprovechando las  dudas que tiene la zaga argentina cuando retrocede. El partido cambia cuando Messi se adelanta y Pastore se consolida en la cancha. Trepar por las bandas era la consigna, Zabaleta se la puso al “Kun” y vacunó con raza en la jugada crucial del partido. La sombra del partido contra Paraguay se paseaba por el arco del “Chiquito”, pudo ser otro empate, estaba para cualquiera, uno lo liquidaba o el otro lo parchaba.
 
Fue un clásico durísimo, Argentina lo tuvo que aguantar con el equipo metido atrás y pidiendo la hora. Uruguay no claudicó nunca, se fue encima con todo lo que le quedaba en los bolsillos y solo el pitazo final les pudo frenar el ímpetu y la vehemencia. El resultado ha dejado al equipo de Martino -que se fue expulsado- acomodando la idea de pasar a cuartos y a Uruguay que deberá vérselas con Paraguay, en un partido donde el fútbol bien jugado estará ausente y los dientes apretados será la etiqueta visible. El Clásico del Río de la Plata esta vez se lo llevó Argentina, pero no se puede dejar de admitir, que fue KUN mucha dificultad.
 
 

Enchilada Mexicana

PARTIDAZO, por toda la adrenalina, los goles, la garra y la convulsión que derrocharon Chile y México, en una batalla épica, con fuego cruzado de ambos bandos y una lucha intensa por no capitular nunca, mordiéndole la yugular al rival, atacándolo con argumentos propios y extraños. Un partido que mantuvo de pie a todo el Estadio Nacional de un Santiago que se sintió sacudido, tomado y rasguñado en su orgullo por un equipo mexicano alterno, porque no tiene nombres pero de primerísima línea a la hora de plantear el partido. Primero poniendo bien los pies en el piso y después afrontar un esquema táctico para quebrar el juego mapochino, desde la salida de Bravo pasando por incomodar sus centrales y abrir la cancha con ráfagas mortales por las bandas.
Y Chile, este anfitrión que juega contra la presión de estar en casa y la obligación de ganar todo, se hizo un nudo, el águila azteca se había apoderado del nido del cóndor y le costaba dar tres pases seguidos. El grito de gol se paseaba por el área chilena como un fantasma que dejaba en su camino un aullido tétrico y de espanto. La campana sonó dos veces y en la tercera, se hizo silencio en el estadio. Matías Vouso un argentino que juega con visa de goleador, encaja el primero, terminando una jugada que era el corolario para un juego perfecto. Ganando los espacios, maniatando los intentos mapochinos y no dejando que no fluyan las ideas.
Pero se recompuso Chile y el partido se encendió como una antorcha, forzando a un ida y vuelta infernal, una pelea por el balón sin darse tregua, lo nivela Chile con la asociación de juego colectivo, que premia el empate con el frentazo de Vidal pero que responde México con Jiménez con otro testarazo. Chile lo empareja nuevamente de la misma manera con Vargas y el partido llega al instante de delirio extremo. El descanso solo es una tregua, porque la lucha sigue viva en el epilogo. Primero la diferencia en el marcador que hace Vidal con un penal y el 3-2 que levantaba el estadio Cuando Chile estaba volcado en ataque y el estadio empujaba, otra vez Vuoso que escapa y pone la punta para poner el 3-3 final para que Mexico  se encargue de enmudecer un país entero.
Qué generoso es a veces el fútbol cuando nos regala partidos así, cambiantes, impensados, dinámicos, entretenidos, cargados de emociones. Partidazo, por los goles, por emociones, por los cambios, por la sorpresa y fundamentalmente por lo impredecible. México desnudó las miserias defensivas de Chile que despertó cuando parecía golpeado, que pudo voletarlo a punta de vehemencia, si se validaban los dos goles anulados, discutibles para la terna arbitral que tuvo ojos peruanos. Habrá tiempo para recomponer fuerzas, por lo pronto los hinchas solo damos las gracias.

Una diferencia llamada Neymar

Mejor inicio imposible. Aunque hacerle un gol a los 3 minutos a Brasil, más que una ventaja es un problema difícil de resolver, primero porque significa jalarle la cola al león y esperar su reacción. El problema es cómo te encuentra parado y si solo tienes el látigo o la silla o de pronto tus limitaciones solo te dan opción de salir corriendo. Pero este equipo bicolor de Gareca fue atrevido, salió decidido a no hacer el papelón con una templada propuesta, se encontró la medallita milagrosa en el camino, pero la perdió tan rápido como una ráfaga de viento que te hace abrir los ojos a la realidad. Aunque la paridad en el marcador era previsible, envalentonó a un Perú, que empezó a tutear al gigante y le pisaba el dedo gordo del pié. El empate ajustado, fue un justo premio al atrevimiento.
 
Aunque Perú mostró presión, actitud, garra, inteligencia por momentos para frenar el vendaval brasileño, la verdad que la sacamos barata. El equipo de Dunga, que intenta recuperar su estilo perdido, siempre empieza estos torneos de menos a más, no tiene las luminarias de antaño por cada puesto, pero le basta tener a un portento de jugador como Neymar, una joya en el Nilo, un diamante de quilates incontables que deslumbra en cada jugada que asume el protagonismo y con sus 23 frescas primaveras juega con la camiseta brasileña como si estuviera en el patio de su casa. Exhibe una desfachatez para hacerse paso, encarar y limpiar la cancha, sorteando rivales y guadañas malosas. Inventándose espacios y tiempo para tirar dos sombreros seguidos, pegar una “hoja seca”  en el travesaño, haciendo un nudo en la garganta peruana, habilitando no con pases ni centros, si no con asistencias, precisas, justas que ponen a sus compañeros de cara al gol. Un jugadorazo que resulta tan impredecible como prodigioso, tan mágico como encantador y que mueve a su ritmo a este Brasil, que juega al kilometraje que le impone, cuando hace las diagonales o comanda la contra, con nivel de avalancha.
 
A pesar del empuje peruano, tranquilamente Brasil pudo irse al descanso con un triplete de Neymar, Perú inquietó al inicio, después solo era aguantar inteligentemente, poniendo el balón al piso, cuidándolo más que controlándolo, para no perderlo, porque cada vez que la tomaba Neymar era una locomotora que se venía encima. El segundo tiempo fue distinto, salieron a flote las deficiencias físicas, de Paolo al que le hicieron trabajo de demolición y Farfán que juega entre algodones. Con Cueva solo empeñoso, Sánchez intermitente y Lobatón más lúcido que todos, pero sin desnivelar. Atrás Ascuez lucia improvisado y Vargas con demasiados problemas para aguantar a William y las subidas de Dani Alves.
 
Mas era el coraje y guapeada del orgullo propio, que el juego y los movimientos tácticos. Gareca resoplaba, había poca respuesta para tanta pregunta mirando el banco, Brasil apuraba y Perú aguantaba. David golpeaba y Goliat destruía. Farfán solo caminaba y Paolo respiraba con lo poco del tanque de oxigeno. El empate pintaba la hazaña, quitarle un pelo a la bestia, era el comienzo soñado, pero fue una simple ilusión que se apagó como siempre en ese minuto fatal de cada epílogo, en donde nos ha tocado parecer guionistas de nuestra propia historia. Arranque furibundo de Neymar, scanea toda la cancha y ubica a Douglas Costa, se abre paso entre tanta pierna y suelta un pase soberbio que cruza toda el área, como un cuchillo que corta el pecho blanquirrojo y desangra en el último aliento, el mazazo nos dio en el mentón, con un golpe de KO que nos tiró al suelo toda la alegría que guardaban los peruanos que se hizo tristeza, en el instante final, ese fatídico final que siempre nos deja con las ilusiones rotas.
 
Otra vez Perú, dejando más de lo que tiene en la cancha y apostando más de lo que puede, pero finalizando siempre con los rostros compungidos. El inicio de la copa deja un sabor amargo en la boca, quizás el resultado trunco tenga un consuelo porque fue contra Brasil al que se le enfrentó con mucha bravura y la actitud haya dejado de estar en tela de juicio, igual este resultado pudo ser catástrofe o hazaña épica, el fútbol de hoy ha acortado las distancias y ser temerarios ya dejó de ser una utopía, como el sentirse perdedor antes de jugar un partido. Perú hizo un partido digno, lástima que no acompaño el resultado, por momentos equiparó el juego y le miro los ojos a este Brasil, que con Dunga ha ganado todo lo que se le puso enfrente.
 
Perú tuvo ganas, ímpetu y personalidad, Brasil tuvo a un Neymar en un nivel superlativo y extraterrenal. Se puede enfrentar a la dificultad y se puede ser hasta irreverente con la historia de un país, el fútbol permite estos artilugios, pero jugar contra alguien venido de otro planeta, ya resulta una imposible teoría de juegos mentales que no está permitida para los simples mortales. Ahí está la gran diferencia.