LA FIESTA MONUMENTAL

Me invitaron a una fiesta, pero solo me llegó el parte. Busqué con afán por todos lados, mas no encontré nunca el pase para el baile. Algunos amigos habían conseguido su ticket, para los amigos de sus amigos, para sus sobrinos, sus compinches y hasta para la vecinita del barrio. Pero nadie pensó en mi. Allí estaba yo, nuevamente, con la convidada palabrería de ir a la fiesta monumental, pero sin el bendito boleto en la mano y sin darme cuenta, me estaba corriendo el riesgo de quedar, como dice la canción: Como un burro amarrado en la puerta del baile.

Era hora de echar mano a los buenos amigos. Era sábado y apareció Raúl, sencillo y campechano, pero muy allegado a los anfitriones. Me ofreció un lugar especial, mas le dije que solo quería estar cerca de mis amigos. Yo no quería bailar, no era mi fiesta, pero si deseaba compartirla, desde un rincón y sin molestar. Raúl me trajo la entrada y yo quedé muy agradecido y se fue como llegó, con su rostro risueño y su gentileza espontánea. Para eso están los amigos -me dijo con agrado- ponte tu mejor traje, mañana quiero verte en la fiesta y me dio un abrazo. Seguro que si le respondí, allí estaremos temprano.

El fútbol, tiene el poder de dividir emociones y juntarlas en un solo corazón. A veces suele ser una buena excusa para ir a la cancha, aún y cuando las camisetas no nos pertenezcan y los ardores que se viven en la grada, sean ajenos. Es ese amor al fútbol lo que nos hizo llegar al Monumental, para vivir en carne propia, esta nueva versión de un clásico, entre un Alianza urgido de necesidades y una U que tenía a su gente tranquila y serena. Un estadio que estaba vestido de fiesta, con rostros complacientes y animosos que denotaban confianza, aquella que la habían conquistado una semana atrás y que les permitía adelantar la decoración al coloso de Ate y dejar todo listo para que empiece la fiesta.

Mis amigos son cremas de nacimiento unos y por devoción otros. Cada uno vive a su manera esa efervescencia y pasión febril por la crema, que se palpa entre la gente que desgañita la garganta, aún y cuando la fiesta en el verde todavía ha empezado. Mientras ellos buscaban acomodar sus posiciones, con bastante dificultad, yo me sentí un privilegiado en medio de la muchedumbre. Como no tenía color de camiseta, me ubiqué en la franja que dejó la policía, para separar la barra crema de oriente -que hervía de pasión loca- y un puñado de hinchas aliancistas, que mas parecían rezagos del comando sur. Allí estaba yo, sentado en un lugar favorecido y una vista perfecta del verde, que lucía lindo y las tribunas pobladas que le daban un ambiente de fiesta a este monumental, que reventaba de éxtasis por todos lados. A la salida de los equipos, nuestras ropas quedaron impregnados de un color cobrizo y amarillento que no amilanaron nuestra complacencia. Mis amigos tenían el corazón en la mano y solo esperaban el pitazo inicial.

Se preveía un partido apretado, deslucido en juego pero con la adrenalina en cada jugada. Era un partido para que lo diseñen los DT en el camarín y lo ejecuten los protagonistas en el verde. Mucho le criticaron a Reynoso, la rotación de sus piezas y él fue parco para la respuesta. Costas fue mas romántico y apeló a la sandunga y el donaire de sus hombres. A uno le fue bien como resultado necesario y al otro le hizo bien por momentos pero fue discontinuo en su proceder. La U llegaba mejor. Un marcador favorable le daba un plus que debía aprovechar en base a sapiencia. Alianza estaba urgido de repetir los últimos 20’ de matute, pero conforme pasaban los minutos, la misión empezaba a tener grietas en su diseño y sus hombres fueron tropezando con sus limitaciones.



Reynoso fue inteligente. Mandó cercar a Quinteros y dejar sin socio a Montaño. Entonces, el colombiano no encontraba espacios y buscaba a Gonzáles Vigil o Aguirre y le devolvían un ladrillo. Se fue ofuscando y su impotencia se hizo necedad. Está visto que este Alianza juega según como se levante Montaño y con el desgano en las posaderas del volante, poco o nada había por hacer y solo quedaba jugar al pelotazo. Fue creciendo esta U, en base a la solidaridad de sus hombres, a la unión de esfuerzos para recuperar el balón. A esa presión que le ha impuesto Reynoso y para lo cual se debe tener gente con un estado físico prodigioso y mas que individualidades, marcar la diferencia con hombres dispuestos a correr toda la cancha sin desfallecer.

El Negro Galván, es de esos guardianes de furgón, que cumple su labor y también hace la del resto, sus argumentos pasan por sentir lo que dicta la tribuna y ya se ha ganado un lugar en la trinchera. Calheira nunca tuvo sintonía con el gol y para reivindicarlo, Reynoso le puso el overol. Rui Díaz es una grata aparición, porque lo que le falta de tamaño le sobra de talento (casi hace el gol soñado). Solano, lo que no corre, suple con la asistencia que le permite su prodigioso pie derecho y Rainer Torres, es el todoterreno que devora los espacios. Mención aparte es Raúl Fernández, cada día le demuestra al hincha crema que su arco, tiene un sello de seguridad, inviolable y de garantía, que lleva su nombre.


El partido ha culminado, el marcador quizás haya sido mezquino pero poco importa. Tampoco es intrascendente, que esta U no juegue bien, pero en el fútbol de hoy todo lo que se produzca en bien del resultado es válido. Es urgente conseguir alguien de jerarquía en el área contraria, porque en la Libertadores no tendrá rivales de nivel paupérrimo como el nuestro. Pero si algo se debe reconocer a Reynoso, es que hizo de este grupo de jugadores, un equipo que se faja entero y es solidario. Que presiona al rival desde el camarín y que a despecho de su hosca personalidad, le ha devuelto la mística de equipo luchador y aguerrido. Aunque en desmedro de su trabajo, tenga un equipo carente de fútbol vistoso, hoy es un laborioso trabajador de resultados positivos.


La gente de Alianza se ha marchado de la tribuna sur y el monumental, presenta una herradura llena de gente de corazón merengue y camisetas cremas, que le da una imagen impresionante. Mis amigos se reúnen para hacer un solo grupo y celebrar abrazados este nuevo campeonato que les ha llegado al borde de una década. Sus rostros alegres, denotan una satisfacción y orgullo por sus colores. Todos me abrazan y me hacen sentir parte de esta efervescencia. Abajo los jugadores dan la vuelta olímpica y siento una alegría ajena, pero complaciente.

Hoy, he compartido con mis amigos cremas de esta fiesta de color merengue, donde me llegó la invitación, sin los tickets para la pista de baile. Era en una casa ajena, pero me recibieron con mucho cariño. Aunque voy a ser edil hasta que deje de respirar, me quedará para siempre el recuerdo imborrable de haber estado junto a mis amigos en este campeonato de la U que ha hecho una fiesta monumental. Lo mejor de todo, será saber que a mi no me lo contaron, porque yo lo viví, porque yo estuve allí presente.