“Como no te voy a querer... Como no te voy a querer, si eres mi país querido, mi país bendito que me vio nacer”...
Pero como duele esta derrota.
Tanto como la anterior, pero esta es una congoja que rasga nuestra franja del
pecho, porque es la despedida. Duele una vez más, por la forma como se ha
generado, por todo el entorno apasionado que el pueblo peruano se había forjado
en este mundial. Por todo ese tiempo que nos habíamos guardado nuestra emoción y
explotado por cada rincón del mundo, donde han conocido en vivencia propia, ese
amor que los peruanos tienen por su tierra. Duele tanto, sí. Porque el equipo
entregó todo lo que tenía sin reserva, equiparando la misma devoción de su
pueblo que lo acompañó en las tribunas de Saransk y Ekaterinburgo, entonando conmovidos
el Himno Nacional. Es difícil esconder nuestra tristeza, pero debemos estrujar
el pañuelo del desconsuelo y juntar las manos para el aplauso interminable,
para mostrar nuestro reconocimiento y gratitud.
Ante Dinamarca era el partido
clave para buscar la clasificación. La derrota nos condicionó jugar contra
Francia, con la ansiedad de buscar obligatoriamente el triunfo. Era una
epopeya, por el equipo francés y la constelación de estrellas que tiene y que
cuando se unen hacen de su colectivo muy funcional, dinámico y letal de contra.
Pero este Perú ha logrado consolidar su forma de jugar como una marca
registrada y ha demostrado que puede jugarle de igual a cualquiera. Gareca con
un 4-2-3-1, dejaba a Farfán en el banco buscando con Paolo presencia en el área
y no dejar salida a Varane y Umtiti. Pero despercudidos de todo apasionamiento,
diremos que a Paolo los siete meses de inactividad le pasaron factura. Un
mundial es otra cosa. Farfán potencia al equipo y ante Francia, la única forma
de emparejar el juego era con jerarquía.
Francia ya tenía estudiado a
Perú. Su 4-3-3 con Pogba, Kanté y Matuidi con mucha sobriedad para ser
soporte defensivo y apoyo ofensivo a Mbappé y Griezman en extremos y Giroud,
que entró para incomodar a nuestros centrales. Sin Tapia el reemplazo resulto
siendo la consagración para Aquino. No solo para la marca, también para el
juego mismo y pisar terreno ajeno. Yotun nunca termina de acomodarse por la presión
de Kanté –un jugadorazo- el enganche de Griezman que ocupaba los espacios y las
diagonales de Mbappé, que generaban desequilibrio. La salida peruana desde el
fondo, fue donde Francia puso atención y la recuperación del balón se hizo en
tres cuartos. La movilidad constante de sus atacantes desgastó a Rodríguez, que
sintió el trajín. Santamaría, fue una vez más una grata realidad.
Si bien es cierto Perú ha demostrado
mucha identidad en el juego, no es mal menor que el pelotazo a Paolo, nos hace tremendamente
previsibles. Con mucho pressing la asociación de Flores y Cueva generaron la
única opción de gol que Paolo define mal. Pelando más que jugando, pero nunca declinando.
El propio Paolo pierde en salida y genera la jugada fatal, que termina en el
gol que a la postre nos saca del mundial. El ingreso de Farfán fortalece al
equipo que gana en la posesión. Carrillo -que ha hecho un mundial excelente-
trasciende cuando encuentra espacios o cuando inventa generarlos. Cueva sin
hacer un partido redondo, siempre es opción para el desequilibrio. Perú luchó,
demostrando amor propio y no se dejó avasallar, puso a Francia en posición
defensiva, dominó territorialmente, pero una vez más la efectividad ausente,
nos carga la mochila de la capitulación. Francia es candidato a ganar el
mundial, su profundidad debe crecer en la medida que pasen los partidos.
El resultado nos ha quebrado a
todos. Las lágrimas de nuestros jugadores, son las mismas que derraman hinchas
en las gradas pintadas de rojo y blanco. Son las mismas que enjugan hoy los 33
millones de peruanos que teníamos la ilusión encendida siempre, quizás algunas más
exageradas que otras. Pero son lágrimas también de orgullo marchito, porque
peleamos los dos partidos, nos pusimos al mismo nivel, sin ningún tipo de timidez.
Quizás hoy tengamos que determinar que esa falta del control de las emociones,
nos llevó a cometer los errores en momentos cumbres, cuando la sapiencia y el
raciocinio son parte de la jerarquía, esa que se consigue con la competitividad
de los jugadores y la trascendencia individual que logren en sus clubes.
Perú ante los ojos del mundo
ha dejado un lamento anónimo, de todos los que han resaltado la idea consciente
del juego. Esa identidad de la que siempre anduvimos extraviados. La forma
atrevida de jugar sus partidos sin importar quien está al frente. La exposición
de sus nuevos nombres en la constelación mundial del futbol. La aplicación en
la prédica de Gareca, que el futbol se juega con la cabeza y se ejecuta con los
pies. Para que de una vez por todas, sintamos que no fuimos a participar simplemente
y hemos entrado de manera directa a ser invitados de honor a la fiesta de la
competencia mundial del futbol.
Hay que ser conscientes que
tenemos carencias y con muy poco los hinchas nos hicimos demasiadas
expectativas y es natural, soñar es gratis y despertar a veces suele ser
ingrato. Esas cuatro décadas nos hizo guardar mucho apasionamiento. El futbol siempre
será regido por el resultado, es inevitable. Pero no es excluyente, que siempre
será importante la forma como se llega a él. Aunque la desazón nos impida mirar
más lejos, para afrontar el futuro, primero hay que poner los pies en el suelo.
El recambio generacional incluye a una gran parte de este plantel, donde todos
son necesarios e importantes, adicionando a esos chicos sub 20 que acompañaron
la aventura mundialista.
Nos queda una última
presentación. Australia por su forma de juego, puede ser mucho más difícil que
Dinamarca o Francia. Pero aunque ya no sean valiosos los puntos, se espera sea una
oportunidad para que el hincha peruano que empeñó la camisa e hipotecó su sueño
mundialista, pueda gritar un gol peruano y celebrar un triunfo. Realmente se lo
merece, porque en la tribuna fue el campeón mundial. Será la oportunidad que
tenga esa muchedumbre de peruanos, para
despedir a su selección que se va con la frente en alto. Será una oportunidad
para que todos nos sintamos una vez más representados y agradecidos. La ocasión
para decirle mirándolo a los ojos y tocándole el corazón… “Perú, por tantas emociones vividas, como no te voy
a querer”.
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