TU AMOR ME HACE BIEN

Tu amor me hace bien, pero necesito saber cómo reaccionaré, cuando te sienta ausente, cuando los momentos felices sean escasos y mis sentimientos se pongan a prueba. Tu amor me hace bien, pero necesito experimentar y aprender de los errores. Solo así sabré cuán grande es lo que siento y cuanto debo mejorar para recompensar ese amor, que me hace tanto bien.
 
Otro triunfo y otra demostración que se va por el camino correcto. Otra oportunidad para revalidar la pasión del peruano que vive un estado de gracia y sumido en la embriaguez mundialista. Ese hincha que hoy embandera su pecho con orgullo y camina por la calle con su camiseta bicolor o se vuelca en muchedumbre al estadio en cualquier parte del mundo. Ese hincha que se ve reflejado en su selección, que solo le regala ocasiones para tener una sonrisa imperecedera. Ese hincha que hoy saborea su presente y mira con optimismo el futuro mundialista, sintiendo confianza y credibilidad en ese grupo que representa a su patria.
 
Islandia fue el rival aparente para mostrar cuan fuertes estamos de la cabeza –literalmente- por ese encadenado trance que pasamos cada vez que un equipo de juego frontal, con jugadores de físico superior, cimienta su juego en meter bombazos al área, donde siempre hemos pasado zozobra y mas expuestos a errores nos mostramos. Además resulta exigente al ser extremadamente ordenado defensivamente en el repliegue, formando una cortina de hierro infranqueable, obligando a la inventiva para penetrar el muro, con paciencia y movimientos adecuados, llevando el balón a zonas específicas de la cancha, buscando la oportunidad de profundizar y generar riesgo. Es cuando se debe ensayar en pleno partido, la rotación de puestos, los cambios de ritmo y variantes para equilibrar las acciones, acomodando el juego a nuestro antojo y conveniencia.
 
Rendimientos para resaltar: Tapia más sólido que nunca y Flores de buen “partner”. Cueva con mejor panorama por el medio. Carrillo sobresaliente en ese atrevido perfil que se necesita para romper esquemas y un Jefferson Agustin Farfán, en toda la expresión de CRACK, solidario, eficiente y eficaz, con un despliegue encomiable en bien del colectivo. En la dificultad encajamos un gol en pelota parada y aún falta ser más prolija la determinación para vincularse con el balón, buscando el control del juego. Un PT áspero y equilibrado, se corrigió en el segundo sin ejercer presión alta. A un equipo rustico, sin buen manejo del balón en salida, es mejor darle espacios que venga y triangular para salir desde el fondo sin rifarla.
 
Han quedado reflexiones y también algunas dudas, quizás solo de nombres, pues el funcionamiento que requiere el equipo para que se potencien, hace sinergia con la idea de Gareca, que en líneas generales, apuesta por un ESTILO DE JUEGO, no tenemos porque ser rústicos ni mecánicos, nuestra esencia es ese toque fino, la triangulación, la filigrana, a ello debe adicionarse la potencia, el musculo, la velocidad y precisión, requisitos ineludibles del futbol de estos tiempos.
 
Los partidos de ensayo son valiosos, cuando más allá del resultado se justiprecia la forma como se ha conseguido. Gareca viene apostando por lograr un modo de juego, una identidad que predica ejercerla de acuerdo al rival con quien se enfrenta y que prime el juego colectivo por encima de la individualidad. Este partido fue especial por la similitud del rival con Dinamarca y Australia, que permitió hacer ese juego en bloque vertical y al ras el piso, buscando la profundidad para desarmar un esquema defensivo a ultranza. En ambos partidos se hizo notorio ser uno mismo e imponerse al rival en base a una capacidad propia, no negociable.
 
Hay un balance positivo y existe una sintonía agradable en este amor de música ligera que genera en el hincha, pero requiere hacerse fuerte desde el aprendizaje de los errores, no hay que cegarse por un presente auspicioso, hay que ser permeable para aceptar que en la dimensión como se piensa afrontar el futuro en Rusia, debe existir mucho de raciocinio y sentido común, el ensayo es el mejor método para discernir las dificultades y superarlas, no solo con el marcador a favor, sino con un rendimiento que sea soporte de la confianza. Aunque falte aún parte del tramo experimental, de cara a la justa mundialista, se ha consolidado el amor filial entre el hincha y su selección, se ha esperado tantos años, pero hay que ir con calma, seguir experimentando de los errores y las falencias para fortalecer las virtudes y este amor por la blanquiroja siga creciendo y haciéndonos tanto bien.
 

 
 

EL INICIO DEL CAMINO

Si hay un hincha que hoy tiene el orgullo inflado en el pecho, como un globo de gas, ese es el peruano. Quizás se deba a ese kilométrico periodo de anonimato mundialista, la forma vibrante y excitante de la clasificación a Rusia o simplemente se trata de un estado emocional de desfogue, producto de una coyuntura política y social de un país éticamente destartalado, que encuentra en el fútbol ese bálsamo que permite calmar su decepción. Es la única explicación para lo que se vivió en el Hard Rock Stadium de Miami, que pareció el Nacional de Lima, con banderas y gente de rostros felices, comparsas y el aliento desgañitado del hincha, que ya no solo sigue a su selección a todas partes, ahora cree en ella y apuesta la camisa. Un marco impresionante que conmovió a todos por TV, una experiencia inmortal para los que cantaron el himno con lágrimas en los ojos y una daga de nostalgia en el corazón.
 
Estos partidos de preparación, antes de la justa mundialista, son tubos de ensayo, sondeos que hacen los técnicos, para evaluar el terreno que pisan y hacer las pruebas de sus equipos, sus sistemas y el funcionamiento colectivo más allá de una evaluación de rendimiento individual. Para Gareca fue precisa la ocasión, Croacia un rival con nombres descollantes y con similitudes a Dinamarca, primer rival a vencer en Rusia, el primer y más importante escollo a salvar.
 
Se hizo un buen primer tiempo, con el posible once titular y un 4-4-2 con variantes y cambios posicionales en los hombres de avanzada, con Farfán y Carrillo en buen nivel competitivo, Cueva y Flores más laboriosos que lucidos, solidarios para la oportuna presión alta, reduciendo espacios a una Croacia que no está aún en su pico de rendimiento, pero que tiene a un excelente jugador como Modric, al que Tapia anuló con marca posicional, siendo baluarte en la recuperación y el equilibrio con Yotun para la salida prolija. En defensa, un nombre para ponerle atención al rezo de contar con alternativas de titularidad permanente: Anderson Santamaría.
 
Hacer un partido con un buen resultado como este 2-0 ante Croacia apagando estrellas de la talla de Modric, Rakittic, Perisic, Kalinic y Mandzukik, tiene su valor agregado, desde la premisa de acostumbrarnos a esta sana costumbre de saborear la victoria, tuteando a cualquier rival y sus emblemas, jugando sin complejos y con mucha actitud. La templanza de un jugador, justamente parte por creer primero en sí mismo, en su capacidad física y técnica, para luego medirlo ante el rival. El primer gol de Carrillo, fue producto de provocar el error pujando y porfiando bien arriba, sin miramientos a los galones. El segundo fue una conclusión de imponer un estilo, una forma de juego autentica, del toqueteo y la sorpresa vertical, como alternativa valida y plausible de llegar a la red.
 
Gareca sigue encontrando esas variantes que requiere para el ensamble, basado en la versatilidad de sus jugadores, no es bueno hacerse predecible y que los rivales nos encuentren muy fácil la tuerca. El balón al piso, siendo muy ordenados para pararnos defensivamente, mucha movilidad cuando se recupera el balón y profundidad cuando se busca la verticalidad en ataque. Precisión para enlazarnos mejor con el balón y edificar el juego desde el fondo. Una idea de juego que se intenta fortalecer, jugando bien, que no necesariamente tiene que ver con lo estético, pero muy tácticos, para los relevos, el retroceso y copamiento de los espacios. En todo ello hay un porcentaje de riesgo que debe asumirse en cada partido y en ello se ve una buena disposición para encarar el reto con una buena cuota de valentía.
 
Era una oportunidad para ver a Benavente, aunque pisó el verde en un momento complicado, cuando los técnicos hacen las variantes. El hincha calenturiento desea ver al “Chaval” eludiendo rivales y anotando o que Beto da Silva sea el nuevo Paolo, No razona que con los cambios los rivales corren y meten, haciendo un partido más peleado que jugado. Lo importante en estos partidos es que con los reemplazos no se pierda la posición y el juego no decaiga, que se priorice el funcionamiento colectivo antes que el individual, apuntar a un plantel y no solo a un equipo. Este resultado es importante, pero solo es anécdota, hay muchas conclusiones que tendrá Gareca, el hincha por su parte celebra y tiene la sonrisa limpia, eso está bien, pero tranquilos, esto simplemente es un ensayo y solo es el inicio del camino.
 

CORAZÓN PARA COMPETIR

La premisa de no celebrar los empates es una acción forzada en el fútbol. Pero cuando se tiene un rival de categoría como Boca, hay de por medio un respeto extremo por la historia y delante se tienen figuras que destacan en el firmamento internacional, se valora mucho una paridad, mas allá del juego, es por la actitud, por el temple y por los huevos que se pusieron para emparejar rendimientos colectivos y dejar sentado en el marcador que así como se pudo perder, también se pudo ganar. Jugar partidos de copa son muy distintos al torneo domestico, las referencias de cotejos anteriores quedan de lado, pues se afronta un duelo con el orgullo del país en la espalda primero y con la capacidad individual y colectiva después. Alianza hizo su debut y no hay nada reprochable en la intención de hacerse competitivo.
Un partido intenso, con un Boca intencionado a llevarse el juego de arranque y un Alianza que le costó ir llevando el trámite a su objetivo de neutralizar en su campo desde un 4-5-1 muy marcado, alejando a Hohberg del resto y posicionando en medio a Costa como primer volante y emparejando a Velarde y Ramirez en el retroceso con Jara y Fabra. Por otro lado Lemos y Cruzado tomaban a Buffarini y Reynoso, en una idea de aislar a Tévez, que ya no será el “Apache” que resolvía partidos, pero sigue teniendo en su movilidad su mejor arma de desequilibrio. Boca en un 4-3-3 fijo con mucha rotación de sus interiores, buscando las espaldas de los centrales y abriendo la cancha para hacer daño por bandas.
El Boca de todas las semanas tiene en Cristian Pavón su mejor jugador es el eje donde Guillermo fija el rendimiento del equipo. Como cualquier jugador, tuvo una noche oscura, en parte por la desidia y también la marca celosa de Costa y Lemos. La responsabilidad recayó entonces en Cardona, jugador de físico descuidado, pero que es un crack en cada kilo demás que lleva en el cuerpo, maneja con inteligencia y decide los cambios de ritmo oportunos, sumando categoría al ataque en sociedad con su compatriota Fabra por banda izquierda. Alianza controlaba el juego, Boca los tiempos. Una posición pacifista de ambos para no presionarse muy arriba y descuidar las espaldas. Pero fue Boca el de las más claras, Butrón con desgarro y todo salvó hasta dos seguidas Tevéz dejó una en el poste y a Lemos por Alianza le faltó centímetros al cuello para abrir el marcador antes de darse ánimos para la segunda parte.
El segundo fue otro partido, con más intensidad, más riesgos que asumía Alianza y más profundidad que le imponía Boca. Tévez asumió la conducción por fuera para verticalizar sus ataques y Cardona sumaba más protagonismo al juego. Creció Cruzado en Alianza, mandando, marcando y dejando que ese buen pie otorgue una salida prolija desde el fondo. El ingreso de Ascues, aun sin estar físicamente diez puntos, fue positivo para darle movilidad al ataque. Buen partido de Godoy atrás, Costa ganando siempre el segundo balón y un renglón aparte para Hohberg. Tenía el 8 en la espalda pero debajo llevaba ese 9 de guerrero solitario, le corrió a todas las pelotas divididas en un derroche de energías encomiable, un despliegue de ganas y pundonor que resultó conmovedor. Pudo salir como héroe del Nacional si le bajaba un cambio en ese rush final que lo suele desequilibrar. Hoy se hablaría más del pase a “Cachito” que de la propia culminación de la jugada. El hincha llevado por la emoción pide selección, resulta comprensible, pero con ojos de Gareca aparte de dispersar carácter y energías, le exigirá un cachito de eficacia y orden táctico, ojalá siga en ese nivel ascendente, porque el corazón, a veces y solo a veces, también juega.
El empate para Alianza reconforta desde el dolor de Leao para dejar un puesto clave en manos inexpertas, pero que cumplieron su cometido. Desde la inexperiencia de Garro y Duclós para enfrentar con valentía a los duetos Cardona-Fabra y Pavón-Jara, nada menos. Desde el kilometraje de Cruzado y “Cachito” para verse respaldados por el carácter de Costa, Lemos y Godoy, aunados a la solvencia de Araujo y el desprendimiento vibrante de su propia existencia de Hohberg. Mucho sacrificio para frenar a un Boca diminuido, pero con un plantel rico, que puede echar mano del banco para cada puesto. Alianza debió asumir un talante distinto, mirando de frente a los ojos al rival, neutralizarlo y proponer ganarlo, como ese bombazo de Cruzado que se fue diciéndole algo al poste, ese mismo poste que le negó dos veces a Boca y que en algo contribuyeron a que el “Xeneize” se lleve el trago amargo a Buenos Aires. Como decía el buen Daniel Peredo “Los palos son así, a veces juegan para los porteros …”
En el inicio de copa, el resultado no es malo para Alianza, aunque lo que viene será tan igual o más de complicado y en ello Bengoechea debe hilar fino, no siempre los postes podrán salvarlo y en el juego quedan dudas de funcionamiento, no siempre la pasión y la entrega resultarán suficientes, Por ahora sirve para apaciguar el ímpetu, antes del partido se veía a Boca como un monstruo de siete cabezas, con sus figuras rutilantes y un presente victorioso, pero que en la cancha del Nacional, Alianza para igualar capacidades, tuvo que hacerse competitivo, mostrando raza, mucha actitud y dejando una parte de su corazón en la tribuna y otra muy significativa –y muy necesaria- en la cancha.