James al cuadrado

Tiene la cara de niño travieso y los ojos vivaces. Mucho de su físico es atrayente para las mujeres que miran el fútbol desde otra óptica. A sus frescos 22 años, muchos chicos están recién pensando que será de sus vidas, sin embargo James Rodríguez, ya se hizo un nombre propio y tiene la graduación master en un escenario donde se encuentran los mejores exponentes de la materia que más domina: El fútbol. Y ello le viene de familia, está inmerso en su entorno donde ha crecido y se consolida en base a un talento puro y lleno de fascinación. Su padre fue participante en algún momento de la Selección Colombia. Cuanto lo lamentará hoy, pues desde que James tuvo tres años, lo abandonó junto a su madre quien es su mejor amiga y consejera. Ella alguna vez dijo: "James David nunca quiso ser futbolista, sino que él desde que nació fue futbolista".
 
James estudia Ingeniería de Sistemas en una Universidad a Distancia, por el poco tiempo disponible, pero en el futbol se encuentra titulado. Su precocidad no es factor de la casualidad, debutó a los 15 años; marcó su primer gol a los 16 y es el extranjero más joven en debutar en la liga argentina -lo hizo a los 17, con la camiseta de Banfield. Se casó a los 19 con la hermana del arquero David Ospina y quién es su verdadero mentor. Desde que aprendió a jugar FIFA en el Play Station, se convirtió en su hobbie favorito. Al principio se creaba un personaje a su medida, hoy su figura, forma parte de ese juego que tanto lo ha encandilado.
 
Dueño de una zurda prodigiosa, es de esos talentos que no necesitan mucho tiempo para despegar. Es un 10 completo, con capacidad del buen pase y definición. Suma lo que es vital para el futbolista moderno: La disposición a la disciplina táctica, aprendida en Europa, solidario al recorrido y el respaldo al esfuerzo grupal. El 10 de la Selección Colombia tiene una visión periférica mucho más amplia que un ser humano promedio, lo plasmó en una jugada genial contra Uruguay. El balón le vino al pecho, estaba de espaldas al arco. Cualquiera lo hubiera distribuido de manera natural para armar juego. James hizo lo anormal, lo extraordinario. Dueño de ese control fantástico del panorama, con el balón en el pecho, sin que caiga al piso, se dio media vuelta y soltó un bombazo, asombroso, colosal, que fue a zarandear el arco y meterse en un ángulo, donde la humanidad de Muslera, solo le puso marco a la foto. GOLAZO. Un gol que ya se inscribió en la historia, por el Maracaná, por el rival, por la plástica y maravillosa forma de ejecución.
 

Y James le hace bien a Colombia, que juega y juega bien. Que se complementa con el desborde de Cuadrado y la fortaleza anímica de Teo Gutiérrez, la peligrosidad de Jackson Martínez y una muralla atrás llamado David Ospina, secundado por un eterno Yepes. La ausencia de Falcao ha repotenciado las bondades de los que deben cubrirlo y allí radica mucho del colectivo colombiano que suele prevalecer ante la individualidad. No se sintieron intimidados ante la reciedumbre de Uruguay y funcionaron como equipo, moviendo el balón, defendiendo con futbol, con hombría y una calidad técnica que se describió en el segundo gol. Jugada de tiqui taca, abriendo el juego, centro al segundo palo, Cuadrado cabezazo al medio y James, con la derecha, sellando un triunfo categórico, inapelable, una sinfonía de fútbol, que mete a Colombia en cuartos de final, en la mejor actuación en copa del mundo en toda su historia.
 

Fue una actuación extraordinaria de James Rodríguez, Viejo zorro, Pekerman lo sustituyó a cinco minutos del final del encuentro, para que todo el Maracaná lo aplauda de pie. Muchos en sus casas viendo por TV, seguro tuvieron ganas de hacerlo también. Merecido homenaje para James que nos regaló su talento a borbotones, él solo sonreía, satisfecho, orgulloso, a sabiendas que amanecerá siendo goleador de esta copa del mundo y que su nombre, ya no es un simple recordatorio, por el contrario a los que vaticinaban que sería una revelación, se quedaron cortos, porque hoy es un crack completo.
 
Pekerman ha repotenciado el carácter natural del futbolista colombiano y le ha agregado el aspecto muscular, para presionar en tres cuartos de cancha, ser agresivos reduciendo espacios y soltar el invento, la destreza y la habilidad para desequilibrar al rival. Sabe imponerse y hacer daño en el momento justo. Aún queda tiempo para pensar en Brasil, el gigante herido en su orgullo, que sufrió demasiado para ganarle a Chile. Por ahora Colombia ríe a carcajadas. Tiene fútbol y dinámica, pero también tiene al jugador del mundial. En una ecuación matemática, podría decirse que hoy en Colombia, James + James = James al cuadrado.
 

Samba gris, ilusión rota

El rostro de Neymar arrodillado en el piso, lo decía todo. Entrelazando las manos imploraba al cielo y su ruego se hacía un coro entre el silencio nervioso de los casi 55 mil brasileños que llenaron el Mineirao y el abrazo perturbado de los jugadores brasileños que esperaban llorando la consumación de una definición por la pena máxima que marca el futbol y a la cual había sido obligado, al no haber podido superar a un rival hidalgo, peleador y corajudo, que había puesto al anfitrión al borde del infarto colectivo. El miedo desnudado de quedarse fuera tan temprano era de terror. La desconfianza fue una nube gris que se posó sobre la cancha y se tuvo que prolongar el sufrimiento hasta el instante final. Por ello se entiende el desfogue de Neymar que se hundió en el césped llorando de alegría mientras sus compañeros solo reían nerviosos, complacidos si, pero con el corazón aun latiendo a mil por hora.
 
Qué partido, que angustia y que emociones repartidas hasta el instante final. Brasil el anfitrión, el candidato natural, hizo todo lo que estuvo a su alcance o lo poco que le dejó hacer el rival. Chile, tremendo Chile. Qué duda cabe hoy que tiene la mejor generación de jugadores de todos los tiempos. Que ha encontrado su identidad de juego, que calza con su raza con su forma de ser. Pero que ahora trasciende. Brasil habrá podido ganar el partido, pero Chile fue el verdadero gigante que salió del Mineirao con la cabeza en alto y masticando la amargura entre los dientes. Los chilenos conjugando sus lágrimas de impotencia y los brasileños desabotonándose el pecho de alegría, es la postal de este partido que tuvo un epílogo de infarto.
 
Un inicio de desconcierto para Chile. Scolari propuso un Brasil agresivo que intentaba desnivelar por desbordes y agrupamientos escalonados que debían culminar en un gol temprano. El mismo planteamiento chileno hasta hoy en el mundial, lo quiso revertir el DT brasileño. Presión arriba y triangulación efectiva. Pero la actitud del pentacampeón se fue diluyendo en los errores que lo obligaron a cometer cuando Chile se paró con firmeza. Cuando controló los espacios álgidos y logró con paciencia esperar que se mueva el rival, que deambule por su área, que husmee su jardín, pero que no se acerque a la puerta, menos a la ventana. Rodear al entorno de Neymar, controlar la zona medular brasileña para que queden aislados, desconectados y se hagan tan largos como los minutos que se desbordaron más allá del tiempo reglamentario. Brasil adolece de un juego colectivo cuando se anulan los circuitos que alimentan la energía de Neymar.
 
El gol brasileño no fue otra cosa que la circunstancia de la presión de la tribuna que explotó y que le regalaba confianza en los primeros 20” del partido. Pero una grosería de Hulk deja con visión de gol a Vidal y Sánchez, para que el del Barcelona puntee el balón lejos de Julio César. Era una paridad que dejaba la tranquilidad puesta en la mesa. La tribuna rugía pero de impaciencia. No había forma de entrar a la casa. Era Hulk o era Neymar que intentaban, que buscaban sociedades, que movían los accesos, pero siempre, enseñoreado Medel, Díaz, Vidal, Aranguiz. Siempre en el lugar adecuado, donde no se avizoraban espacios, donde el camino se veía espinoso. La tribuna exigía, Brasil apelaba a tirarla arriba, Bravo era el jefe. Partido equilibrado tácticamente. El desgaste fue pinchando pulmones y corazones agotados. El tiempo se hacía demasiado largo para algunos. Medel que había jugado con desgarro, ya no daba más. Crecía Hulk en la individualidad, Neymar estaba cerca de abandonar. Bravo lucia su fichaje al Barza y el partido era una prueba de resistencia.
 
Sampaoli ha logrado hacer de Chile un equipo que más que jugar, lucha, se entrega y defiende un dogma de fe, con coraje y valentía. Hizo parecer a Brasil un equipo pálido, desconcertado, pero a costa de mucho sacrificio. El tiempo suplementario fue una embolia al sentimiento. Un cumulo de emociones que desgarraban las pasiones y cada minuto que se iba, era un aumento de la presión, del miedo y la desconfianza ante el menor error que sea fatal. Había que terminar de pie. El instante final fue en arco brasileño. Mauricio Pinilla tuvo la oportunidad de pasar a la historia. Acomodó bien su perfil y el zapatazo de la gloria se estrelló en el horizontal. Luego la suerte de penales, no son otra cosa que una suerte de circunstancias que hacen héroes o villanos a los ejecutantes o los arqueros. La esperanza chilena se quedó pegada en el poste ante el penal fallado de Jara. El boleto de regreso a casa fue confirmado, injusto quizás, pero real como todo en el futbol.
 


Meritorio lo de Chile, más que un buen equipo ha logrado ser un buen plantel, las lágrimas de sus jugadores, hoy pueda que sean de desconsuelo, pero ese orgullo magullado por la impotencia, los va a reforzar en la interna, vienen haciendo mejor las cosas desde que decidieron revolucionar sus estructuras. Los sureños más que perder un partido han ganado un prestigio, quizás tendrán que pasar muchas décadas para que se vuelva a presentar, una nueva oportunidad, de tener a Brasil, el gigante Brasil, contra las cuerdas, que finalizó su angustia en el último aliento, que hasta el Cristo de Corcovado terminó implorando sus brazos al cielo. Chile hoy alimenta su espíritu de valor para resurgir en la esperanza, porque más que el final de un mundial, es el inicio de algo mucho más grande que lo puede demostrar el próximo año, cuando le toque organizar la Copa América 2015. Que no nos sorprenda a nadie, que sean los futuros campeones.
 
 

El Príncipe Villano

Erase una vez un muchacho que nació predestinado para ser protagonista de su propia historia. Tuvo una niñez difícil, a los 9 años vio partir a su padre del hogar. Su madre tuvo que sobrevivir con seis hijos a cuestas. Su vida empezó a pintarse de drama, pesadumbre y pruebas de superación extrema. Se las rebuscaba cada día por las calles de Montevideo, cuidando carros y barriendo calles. Su educación callejera y la vida nocturna, lo hizo probar el alcohol muy temprano. Cuando la adolescencia le brindaba la frescura de sus años, el dolor era más grande que la alegría. El fútbol era un desahogo, un regocijo, una forma de exportar su cuerpo y mente lejos de la realidad. Empezaba a mostrar su talento, pero el alcohol, era un amigo perverso que lo acompañaba seguido.
 
Luis Suarez, intentaba jugar al fútbol, pero su formación, estaba resumida en más minutos perdidos en la noche uruguaya, que los goles que ya empezaban a notarse en las canchas. El futuro pintaba de color oscuro y nada alentador. Hasta que apareció la princesa de sus sueños, la mujer que cambiaría su vida por completo. El tenía 16 y ella 13. Ella era rubia, linda y encantadora. El, con los devaneos juveniles y su eterna sonrisa de conejo que la cautivaron. Ella de clase media, vivía acomodada. El conocía solo la calle y vivía cerca de los arrabales. Se juraron amor eterno. El era el príncipe Luis y ella la princesa Sofia. El juró luchar por ella, que le pidió a cambio no abandonar el colegio y tampoco el fútbol. 

Ella se mudó con su familia a España y él sintió que el mundo se acababa. El desconsuelo lo volvió a llevar a las calles, a las andanzas y nuevamente al alcohol para olvidar la pena. La única razón que lo mantenía en pie era la promesa de amor a Sofía. Ella en la distancia, lo animaba a no perder la oportunidad de lograr su sueño de ser una estrella del fútbol. Luis empezó a avivar en su ser, la ilusión de irse a Europa en busca de su princesa.
 
Luisito Suárez había nacido para ser un devastador del gol, un asesino en el área y un delantero con mucho temple. Su instinto goleador en el primer equipo del Nacional logró que con 19 años lo llevaran a Holanda. Logró estar cerca de su princesa. La promesa de amor se hizo real y la hizo su esposa. Su estrella dentro de las canchas empezó a brillar con luz propia. El Ajax lo compró en 10 millones de dólares. Después el Liverpool lo llevó a la Premier League por 30 millones. La vida parecía que le retribuía todas las carencias y sufrimientos de niño. Fue el delantero estrella, disciplinado y entregado a su única pasión enfermiza de inflar las redes y alegrar a sus fanáticos que lo convirtieron en ídolo del gol.
 
Pero mientras en la cancha Luisito era una maquina goleadora, empezó a mostrar una faceta oscura y controvertida; La poca tolerancia y manejo de sus emociones que lo hacían salirse de sus casillas. Asumiendo en él una rara costumbre de morder a sus rivales, razón por la cual fue sancionado en las ligas holandesa e inglesa con suspensión de partidos. Además de mostrar un carácter irascible, iracundo e intolerante, recibiendo incluso castigo por mensajes racistas, hasta hoy en que volvió a morder a un rival y se ha convertido en el indecoroso que ha sufrido la sanción más drástica que ha impuesto la FIFA a un jugador en pleno Mundial de fútbol en los últimos años.
 
Dicen que la vida de las grandes estrellas del fútbol no suelen estar exentas de drama, sufrimiento y duras pruebas de superación, pero la de Luis Suárez tiene un tinte de tragicomedia. Antes de empezar el mundial fue operado de meniscos y era duda para Uruguay. Pasó de una silla de ruedas a ser el héroe de su pueblo. Le hizo dos goles monumentales a Inglaterra. El príncipe se sintió Rey. Pero en una semana se hizo villano. Suárez mordió al italiano Giorgio Chiellini y ha despertado todas las bajas pasiones de los que condenan con ahínco y los que sopesan esta actitud deplorable desde todo punto de vista.
 
Dicen que el uruguayo rechazó el ofrecimiento de ayuda psicológica, asumiendo conciencia de lo que hace. Los expertos dicen que su diagnóstico es que “no soporta la idea de perder”. Es un modelo de persona sana, no fuma, no bebe y muy dedicado a los entrenamientos, pero se enferma cuando la frustración dentro de la cancha le toca el hombro o cae en la provocación. Algo propio de las personas que llevan dentro algún trauma no superado desde niños o quizás el simple hecho de no tener control sobre las emociones que en el fútbol, desperdigan adrenalina todo el tiempo.
 
Los uruguayos para ganar lo que han ganado, siempre necesitaron de un espíritu de lucha denominada la ‘garra charrúa’, Suárez encarna ello que lo hace un semidiós idolatrado entre su gente, haciendo ello aún más difícil que él cambie. Luisito pueda que sea uno de los mayores talentos del gol de los últimos años, pero no deja de ser un jugador de carácter incorregible. Los hinchas del planeta lo han dilapidado como persona. Nadie se puso a pensar lo que hay detrás del ser humano, lo que quizás no se entienda, que es un enfermo del alma, que requiere ayuda y que ha podido tapar el sol con una mano, mientras ha hecho felices a los que disfrutan de sus goles.
 
El príncipe logró salvar a su princesa, pero no pudo superar el mal recuerdo que marcó su pecho cuando niño. Finalmente, en el fondo, Luisito solo es un héroe que se hizo villano, que tiene el poder de pasar del día a la noche en un segundo o simplemente, resulta siendo el príncipe, que sin desearlo siquiera, terminó de convertirse nuevamente en sapo.
 


 
 

Messi, el superheroe

Todo comenzó con un bombazo. El pase a Di María para que el “fideo” defina en su mejor perfil. El Zurdazo fue seco pero hubo rebote. El Lio que la sigue y a la carrera suelta el botín mágico para inflar el arco de Enyeama aquel arquero que en el 2010, le impidió con su humanidad y una actuación memorable que se haga presente en el marcador. El grito de la tribuna fue descomunal, por la velocidad del arranque argentino, por la justeza de la jugada y por la definición magistral de Messi, porque otra vez era el que se hacía presente, con todo el brillo de su talento, para comandar el barco. Comienzo electrizante, espectacular.
 
Demasiado temprano para morir. No duró demasiado la alegría, vaya uno a saber, aun se estaba saboreando el primer gol argentino y las repeticiones hacían sentir el saborcito de dulzura en la boca, cuando vino el empate. Contragolpe Nigeriano agarró en subida al equipo, en plena cuesta, Musa, la pone lejos del “chiquito”, que fue a destiempo y la igualdad llegaba justo para ponerle más picante a este inicio vertiginoso. El gol fue un desbarajuste que se tiene de forma, de base, es la parte neurálgica de la albiceleste, la pata coja de la mesa. El sistema defensivo, que es un viento tibio y no hace sintonía con el vendaval del ataque. No son los nombres, es la forma como se defiende, hay un ataque demoledor que cuando llega al área contraria, deja al desamparo los espacios y ello para un equipo tan potente de músculo como el Nigeriano resulta fatal si te encuentra desacomodado.
Pero tener al mejor jugador del mundo, a veces no es un plus, es una bendición. Lo que jugó Messi hoy es lo que produjo Argentina. Lo que significó Messi hoy, definitivamente es lo que pesa en este equipo. Es el todo y el complemento, es el mas y el distinto. Quizás quien por ahora lo secunde sea Di María, pues el "hijo del viento" al que solo e falta el gol, pasa por el mejor de sus momentos. Cuando se iba cerrando el primer acto, vino la obra de arte en escena. Ya lo había avisado antes. Falta contra el 10 que acomoda para su zurda. El chanfle fue perfecto, exquisito y elegante, la pelota se fue haciendo una parábola y dibujando un cuadro de colección. El buen arquero Enyeama no quiso malograr el trance, solo la siguió con los ojos, la pelota obediente, fue a descansar donde el genio ordenó. Tremendo pedazo de gol. En el día siguiente del cumple, era la cerecita en la torta. Bajen el telón.
Inicio del complemento arrebatador, Argentina al frente y otra vez lo dicho, nula culminación en ataque y contragolpe fatal. Desconectados al medio y cierre remendado. Otra vez Musa, como para que lo recuerden en sus sueños, despunta por el medio y clava el empate, sorpresivo sí, pero muy ajustado a lo que pasaba en la cancha. No pasaron ni cinco minutos y un bombazo en el corner, encuentra a Rojo, que tenía pensado cabecear, terminó metiéndola de rodilla, acaso importaba, era el gol que daba tranquilidad. El que daba la calma para esperar el tope en octavos con la siempre difícil Suiza. Era el momento para darle un respiro a Messi y ensayar a tenerlo cerca, pero a jugar con su ausencia. Y se hizo diferente, todo, se empezaba a jugar a media luz.
Por ahora sirve este resultado, desde el mejoramiento en el juego, aunque con la siempre materia pendiente atrás. El curso de cargo, la mochila pesada. Hay un problema serio por resolver. Puede que con otros equipos y en otras instancias, se juegue diferente. Pero se sigue en el mismo problema. Lo mejor está en el ataque, es fulminante, pero el recorrido de Mascherano y Gago se empequeñecen cuando le quedan hectáreas de terreno por cuidar. Argentina puede hacer cuatro goles, pero fácilmente puede encajar lo mismo. En su área, en el mano a mano, hay distensión, puede que cuando se transforme todo lo que se elabora, la basurita se esconda en la alfombra, pero sigue la duda y crece el rezo para que Messi siga frotando la lámpara.
Hoy estuvo el Pep Guardiola en butaca, ha gozado con los goles de su hijo putativo, lo vino a saludar por el cumple y lo ha vuelto a mimar y se ha sentido complacido de volver a sentir de cerca su magia. Pero Messi aunque parezca a veces que es de otra galaxia, es tan humano como cualquiera, es un predestinado y genio del futbol, pero a partir de ahora, ya no hay tiempo para equivocarse, a partir de ahora empieza a jugarse el todo o nada. Es tiempo que los otros también intenten ser protagonistas. Por ahora alcanza para zafar y Messi sigue siendo el superhéroe, el que ha hecho todo y ha dejado desparramada la esperanza argentina por todo el planeta, porque hasta ahora solo se ha visto, la magia de Lio Messi y los demás. Es difícil, pero ojalá que con solo eso alcance.
 

El PaTICO Feo

Bryan Ruiz corre extasiado con los brazos abiertos, cual Cristo Redentor de Rio de Janeiro, gritando descontrolado y sintiendo de cerca la explosión que hay en la tribuna colorida pintada de rojo carmesí. El estadio de Recife se desborda de bramidos alocados y enerva un grito que llega hasta San José, donde una muchedumbre se ha desparramado por el pavimento y suelta su euforia descomedida, funde su alegría con un toque de locura. Hay motivos de sobra. Bryan Ruiz hizo el gol histórico ante Italia y los “ticos” pasaron a octavos dejando en sala de cuidados intensivos a un enfermo archi conocido. Los “tanos” acostumbrados a remontar la adversidad, hoy se sintieron tocados en la impotencia, los centroamericanos a puro futbol, dinámica y mucho orden ganaron el partido y en una especie de daño colateral, embarcaron a Inglaterra que a estas horas debe estar arribando a Londres.
 
Jorge Luis Pinto, viejo conocido nuestro, explota en su interior, salta eufórico, desmandado, se abraza hasta con el cuarto hombre, con el utilero, el asistente, quiere abrazar a todo el estadio, a todo un país que le sonríe complacido y dentro de su orgullo natural solo tiene palabras para hacer prevalecer la calidad de sus jugadores. Aunque mucho de lo que muestran pasa por su cabeza, no por gusto anda por los 30 años ejerciendo de entrenador. La clasificación costarricense en eliminatorias avisaba que venía al mundial un equipo aplicado tácticamente, con criterio para rotar el balón, que siempre estaba proponiendo jugar, antes que resignar y sobre todo, demostraba una disciplina a prueba de tentaciones y un orden en todas sus líneas. Nadie lo miró con atención, nadie le revisó la valija.
 
Para este partido, la disposición de Pinto era clara, quitarle el balón a Italia, hacerlo caer en la monotonía del pase largo de Pirlo a Balotelli, al trajín desbocado de sus hombres y provocar el error que llegó con una pelota perdida de Chiellini, carrera de Campbell, intenta el italiano recuperar y le hace penal, que el árbitro escandalosamente decide no cobrar, provocando la furia de Pinto. Pero había tiempo de revancha inmediata. Junior Díaz mete el centro cruzado que calza Brian Ruiz y no llega Buffon. Hubo duda si entró o no el balón que choco en el travesaño. El detector automático lo estaba demostrando y todo el estadio ya lo estaba celebrando. Costa Rica estaba derrocando a un ex campeón mundial.
 
Quién lo diría. Si cuando se hizo el sorteo y cayeron tres campeones del mundo en el mismo grupo, todos hablaban del “grupo de la muerte” y a Costa Rica lo señalaban como el patito feo, el rival a ganar, golear y vapulear. El pleito era entre los tres consagrados. Costa Rica en teoría, debía ir con poca ropa a Brasil, el regreso estaba anticipado y hasta los pasajes tenían fecha fija de retorno. Hoy todos hablan de Campbell, de Bolaños y de Ruiz. Pinto ha sido visto con otros ojos y el portero Navas interesa a los grandes de Europa. El mundial ha dado un vuelco con esta realidad que ha confirmado que el fútbol en su modernidad premia al que propone jugar, al que aparte de saber defender, mira el arco contrario y sabe qué hacer con el balón en los pies.
 
Estas son las cosas lindas del futbol. El que menos atracción tenía y el menospreciado de gustos ajenos, se encaramó en el pódium, alzó los brazos triunfadores, primero con el 3-1 lapidario a Uruguay y hoy este 1-0 ante Italia, que deja a ambos la disputa del segundo cupo por muerte súbita. Quién lo diría, solo el futbol puede brindar estas contradicciones de realidades agradables y con tinte de fábula. El niño pobre recogido de la calle, se hizo príncipe, el vagabundo que se hizo millonario. La “cenicienta” del mundial. El “paTICO” feo que se hizo cisne.
 




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 
 
 

Luisito corazón

Increíble lo que hoy el futbol nos ha regalado. Las imágenes que quedaron en el Arena Corinthians serán difíciles de borrar de nuestras memorias. Que importa si somos, brasileños, argentinos, croatas, peruanos o musulmanes, todos nos hemos emocionado hasta conmovernos de una manera brutal. El causante de tanto delirio se llama Luis Suárez, el mejor delantero del mundo, el 9 letal, el “pistolero” venido de la tierra oriental y que a punta de huevos, garra y pundonor, hoy marcó dos golazos matadores y decisivos que fueron como dagas asesinas para un Inglaterra que se debe despedir del mundial, de la forma como menos se imaginaba.
 
Aquel día del debut de Uruguay y del costalazo que sufrió ante Costa Rica, Luisito estuvo obligado en el banco, padeciendo en cada oportunidad que sentía su ausencia en la cancha, cuando veía como su Uruguay querido, era mancillado en el honor y el orgullo, la pesadumbre de no haber podido estar dentro para defenderlo lo abrumaba. Pasaban por su cabeza tantas cosas, la impotencia lo hacía repasar imágenes de hace un mes, cuando debió someter su voluntad a los galenos para operarse de los meniscos de su rodilla izquierda y terminar en una silla de ruedas. Muchos lo dieron de baja, pero solo algunos repararon que a este pistolero, aun le quedaban en el tambor algunas balas de rebeldía.
 
El Maestro Tabares quiso cambiar el chip y metió cinco cambios, esta vez ante la buena nueva de contar con Suarez, en paralelo debió resignar la ausencia del capitán Diego Lugano, que quedó fuera por lesión. José Giménez y sus frescos 19 años debía asumir tamaña responsabilidad. Y hasta la media hora aguantó bien la celeste, metiendo pierna fuerte y buscando la aproximación, en base a presionar desde la media cancha, quitarle la pelota al conjunto inglés, peleando más que jugando. Pero manteniendo el cero con hidalguía.
 
Ninguno se animaba por asumir riesgos. Anunciaba el “cebolla” Rodriguez, punzaba Cavani, pero respondían Johnson y Baines por las bandas para surtir de balones a Welbeck, Sturridge y a Rooney. Se salvaba Muslera, por el poste y el destino se empezó a pintar de color celeste, para que aparezca el héroe del partido.
 
Jugada de Lodeiro para limpiar la cancha y ceder a Cavani, ambos hicieron la pausa justa, uno para aguantar la marca y el otro para mirar donde estaba ubicándose Suarez. El pase fue justo a la cabeza de Luisito que hace el giro oportunísimo para dejar fuera de sitio al portero inglés. GOLAZO, el “Pistolero” corre desaforado, los uruguayos se vuelven locos. Inglaterra estaba más cerca de hacer el primero, Uruguay se iba al descanso con el balón bajo el brazo.
 
Partido de terror se jugaba en San Pablo, debía haber un solo ganador, no se aceptaba el empate, el que perdía, se alistaba para regresar a casa. Inglaterra el inventor del futbol, no se sentía el elegido para irse. Lo tuvo hasta dos veces para doblegar la resistencia charrúa. Hasta que Rooney embocò el premio a la insistencia y emparejaba el marcador haciendo más difícil el esfuerzo de un Uruguay que no jugaba bien, pero no dejaba de morder, de rasgar y no dejarse sucumbir ante el asedio inglés. El partido se hizo conmovedor, las fuerzas cada vez más escasas las piernas que ya no ayudaban. Se sacaba el vigor desde las entrañas para resistir a poco del final.
 

Pero estaba Suarez, el prócer uruguayo. Casi 40 días sin jugar, guardaba el jolgorio para el final. Saque largo de Muslera que sobra a todos Gerrad habilita sin querer al pistolero. Luisito la ablanda y perfila el impulso para sacar un zapatazo con toda la rabia, potencia y la agresividad contenida, con toda la furia guardada dentro. Cuando el balón inflaba la red y el estadio pintado de celeste reventaba de alegría, el buen Luisito solo lloraba, tenía las piernas acalambradas, el cuerpo temblando de emoción y el corazón demasiado acelerado. El crack, el héroe exhausto, había agotado todas sus fuerzas. Hizo dos golazos y dejó casi fuera a los ingleses. Justo él, que juega en el Liverpool inglés, que irónica coincidencia.
 
Un regreso glorioso, para Suarez que llegó con lo justo, con el riesgo latente de una delicada lesión recién salvada. Grandiosa recuperación de un delantero de lujo, para este mundial que cada vez se juega con más adrenalina. Un cabezazo inteligente y un derechazo asesino le han devuelto la vida a la celeste. Un partido de alto riesgo que han sacado adelante, ante Inglaterra, el inventor del futbol que hoy se perdió en su propio laberinto de la confusión. El héroe fue Suárez, que jugó con el alma y el corazón. Uruguay sigue soñando.
 
 

El fin del reinado

Tomar bebidas alcohólicas en exceso es dañino para la salud. Comer en abundancia a pesar de ser agradable, también es perjudicial para el cuerpo. Abusar del dulce también es un inofensivo peligro para el organismo. Todo en exceso es peligroso, todo en exceso resulta dañino, los avisos nos previenen pero a veces y solo a veces le hacemos caso. Siempre terminamos empalagando la esperanza para que nunca se acabe. España nos regaló seis años del futbol que nos encandilo el alma, nos hizo sumisos de este Tiqui Taca demoledor y destellante que lo hizo rey reinante hasta nuestros días. Pero llegó el día en que el toqueteo diabólico en exceso, resulto nocivo, sin esa profundidad y variantes que lo hicieron invencible, fue dañando una imagen hecha a pulso. El dulce se hizo empalagoso y terminó envenenando la sangre.
 
Todo tiene un límite, todo tiene su tiempo y su lugar, hasta el sueño que nos adormecía la pasión, un día se tenía que terminar. El futbol español había recibido campanadas de alerta con la bajada del bus del Barsa de Messi, que el jolgorio no duraría para siempre, pero nadie quiso hacer caso, ni siquiera Del Bosque, que quiso ser el capitán de su barco y hundirse muriendo en su ley. Puso a 16 de los 23 héroes de Sudáfrica. Las mismas caras con cuatro años más de desgaste, los mismos jugadores que jugaron instancias finales de sus clubes, pero que se sintieron ser los mismos de antes y todos le creímos. Será por eso que esta eliminación, les afecta a todos los que sintieron que el sueño de gloria se podría seguir eternizando, fuera de la realidad.
 
Chile fue el verdugo, que hoy salió vestido de blanco, pero con el corazón encendido, pintado de rojo intenso, rojo fuego. Salió a encarar a una España somnolienta, insípida, cansina. Chile salió a jugar la final del mundial, a ganarla con dientes apretados y España parecía estar en un partido amistoso de fecha FIFA. De entrada sin miramientos, a su estilo, el equipo del “hombrecito” ya había creado varias interrogantes en área española. Vargas y Jara ya estaban tocando la puerta. Chile era el atrevido, España el sonrojado. Los sureños parejos en todas sus líneas, le corrían a todo, sin descanso, sin tregua, sin miramientos de lo que tenía enfrente. No tardó en caer el primero. Jugada colectiva, pases precisos en velocidad, la recoge Vargas, desparrama a Casillas y abre la puerta. Pudo llegar el empate, mas por individualidad, por obligación moral, que por el fusionado juego ibérico.
 
Chile no dejaba de correr y meter, mucho vértigo, demasiada entrega total, algo bueno tenía que pasar. Tiro libre que cobra bien Alexis Sanchez y el vapuleado Casillas que despeja al medio y Aranguiz, acomoda el puntillazo final, fulminante, letal, inatajable, que fue como la estocada mortal. La espada que se metió en la nuca y destrozó las arterias. España estaba tocada de muerte. Sampaoli plantea bien el partido, desde la posesión, que es un factor que domina el rival. Fue a pegar el primer golpe y después a tomar las precauciones para no ser sorprendido, aglutina hombres en las divididas y aunque no ataca fluido, rota con criterio el balón para buscar la sorpresa. Atacó poco pero fue más eficaz. Su táctica obedeció al rival, al campeón del mundo, al equipo que debía superar a pesar de que hubo de cambiar su forma de jugar.
 
 
Así como le pasó a Francia en el 2002 y a Italia en el 2010, el campeón reinante no pasó la primera ronda. Murió en su intento vano de hacer prevalecer la dinastía, pero sucumbió en sus propias limitaciones. El futbol ha cambiado demasiado, las distancias están más cortas entre las naciones y hoy más que los nombres rutilantes prevalecen los planteles, el estado físico y la renovación constante de jugadores. España culmina una exitosa generación que durante 6 años entregó una mutación de furia por encanto, de fiereza por sortilegio, de juego aguerrido por una revolución futbolística, el toqueteo diabólico que hizo felices a los amantes del futbol.
 
Hay que ser hidalgos en reconocer lo de Chile, ha sido una escobita nueva que se ha llevado los restos del último campeón, con mucha sangre roja y muchos huevos. Meritoria clasificación. Es hora que nos deje de sorprender, invirtieron en renovación y esto es el resultado. Para España, es seguro que se obliga a un cambio. Primero habrá que despedirse con dignidad del mundial y después alistar las maletas para el viaje intempestivo. El Tiqui Taca no se va a extinguir nunca, solo habrá que dosificarlo mejor, para que el licor nos embriague de alegría, pero no nos enferme, para que la comida sea mas nutritiva que dañina y para que el dulce no se haga veneno en la sangre. El cambio será generacional, de nombres, la sinfonía deberá cambiar de ejecutantes, de seguro le ocupará tiempo y dedicación para volver a la senda, pero por ahora el rey del futbol que le gusta a todos ha abdicado, por ahora, esto significa el fin del reinado.
 

Actuacion MEMOrable

PARTIDAZO!! Otro más de este mundial que se ha puesto bárbaro, con equipos entregados, proponiendo y dándose íntegramente Brasil el anfitrión, el eterno favorito y México, el equipo tricolor que entraba al Fortaleza con la mentalidad de hacer un partido memorable. Y vaya que lo consiguió, a punta de vigor, buen futbol por momentos y una capacidad de generar verticalidad en la salida, con tranquilidad y precisión cuando recupera el balón. Hoy tuvo las chances de aguarle la fiesta a un Brasil que no jugó mal, pero tampoco pudo jugar bien. México pudo ganar como pudo perder, pero hoy tuvo como gran figura a su portero Guillermo “memo” Ochoa.
 
Fueron cuatro atajadas monumentales. Primero fue un cabezazo de Neymar, que se colaba en su poste derecho, estiró su esfuerzo hasta el límite máximo de su humanidad y su mano alcanzò a impedir el primer gol de Brasil. El segundo fue un achique frustrado que tocó justo Paulinho, el “memo” impidió el gol. La tercera se la sacó con el pecho al mismo Neymar que por el otro lado bajó una pelota con clase y se hamacó para soltar un remate mordido como venenoso. Y la última y no menos trascendente que la primera, fue un cabezazo a quemarropa de Thiago Silva en la puerta del arco, cuando se acababa el partido, que el buen portero sacó con las manos y le puso cerradura al marcador. Una actuación sensacional, que demostró que Brasil atacó bien, intentó solo hasta donde lo dejaron elaborar futbol y amenazar la portería blindada del “Superman” mexicano.
 
Brasil tuvo oportunidades para llevarse el triunfo, pero no hubiera sorprendido que se llevara un chasco. Su arquero Julio Cesar tampoco fue un espectador de lujo. Se hizo importante y valioso en los momentos que México apeló al remate de media distancia -su mejor arma- cuando no encontraba los espacios para encarar al gol. Miguel Herrera dispuso el mismo esquema anterior. Un 5-3-1-1 que se sostenía en la función tapón de sus laterales Layun y Aguirre, que trepaban en las espaldas de Dani Alves y Marcelo. Es el punto flaco de Brasil, que se desordena cuando lo asfixian en medio campo y solo se sustenta en la individualidad antes que en el colectivo. “Felipao” fiel a su estilo conservador, puso un claro 4-2-3-1 incluyendo a Ramires de soporte de Neymar y Oscar, para romper el cerco apoyando a Fred, pero recostó el juego por izquierda y por momentos la táctica fija solo era nominal, mostraba un desbarajuste en la elaboración y todo se apoyaba en lo que podía hacer Neymar. Y aquí hay que hacer un renglón aparte.
 
Neymar tiene una capacidad impresionante para improvisar e inventar sobre la marcha, juega libre en el frente de ataque y estuvo en todas las jugadas de peligro. En cada arranque saca un lujo, mete un enganche o descarga con propiedad. Está en la edad perfecta para correr todo el partido y la chapa de estrella no le pesa. Hizo un par de jugadas que dejó demostrado su talento, obligando la falta mexicana. Pero en soledad le es difícil cuando el rival amontona hombres, lo obligan a la maniobra descomunal que a veces sale, otras no tanto y si no hay goles, sus jugadas se eclipsan. Pero no se puede dejar de alabar la tremenda habilidad que posee y que resulta vital cuando el juego no tiene sintonía, entre lo que se propone en el banco y lo que se dispone en la cancha.
 
 
México hizo el partido esperado. En el primer tiempo, esperó más de la cuenta, un poco obligado, por la presión brasilera pero sus contragolpes rápidos y furiosos tuvieron en Guardado y Herrera, dos expresivos exponentes. Cuando se dieron cuenta que presionando unos metros más adelante había posibilidades de ganar y Brasil sufría, les falto el atrevimiento para hacerlo. Tácticamente el partido les favorecía, pero los aztecas no terminaron de convencerse ellos mismos que podían lograr algo más que resistir y hacer daño sin sonrojarse. En muchos pasajes del partido fue superior a Brasil, pero no terminaron de consolidar el intento.
 
De cara a lo que viene en sus próximos partidos, el empate le sabe a ambos de distinta manera. Brasil no puede disimular que le disgustó no ganar, porque necesita estar más libre de tensiones, para desarrollar mejor su juego. A México le vino perfecto, un envión anímico importante, le jugó de igual al anfitrión, sin complejos y hasta lo pudo doblegar en el resultado. Hubo actuaciones descollantes en ambos pórticos, pero definitivamente lo del “memo” Ochoa fue espectacular. Su actuación hizo ver a México como una fortaleza inexpugnable.
 
La caipirinha sabe hoy desabrida, pero calma la sed y alivia las tensiones, en cambio el taco mexicano está más picoso que nunca y le sabe sabroso a los aztecas. Los de la “canarinha” pueden lograr la clasificación en el siguiente partido, pero mejorar el juego de conjunto, les queda como materia pendiente. El Tri, se fue feliz del Fortaleza, sin ser privilegiados del juego atildado, hicieron prevalecer el orden, para resistir con inteligencia. Por ahora sirve para los dos, mañana será otra historia. México le debe mucho del empate al Chavo del Ochoa. Brasil no pudo celebrar anticipado por culpa de este portento de arquero, que hoy sencillamente tuvo una actuación MEMOrable.



 

Tanque aleman modelo CR4-0

Aquella desaforada celebración en la final de Champions, cuando el marcador consumado no lo ameritaba, CR7 tenía una marketera razón. Estaba actuando. Había una cámara siguiéndolo y tomando imágenes para su película “Cristiano The Movie”. Después la TV española captó que no festejó el agónico gol del empate de Sergio Ramos, solo caminó cabizbajo, sabiendo que no había hecho nada meritorio para lograrlo, pero resultó evidente que andaba con la cabeza en otro sitio. No debió jugar aquel día pero tuvo que hacerlo, porque el dinero es lo que realmente está en juego.
 
 
Los médicos del RM lo alertaron de su lesión y aconsejaron descanso, bajo riesgo que la tendinitis rotuliana de su rodilla izquierda, pueda volverse crónica. CR7 aceptó a medias, cuestionando a los médicos y siguiendo un tratamiento con galenos particulares, del entorno de su poderoso manager y mejor amigo Jorge Mendes. Quien tiene la obsesión de hacer de CR7 el mejor de todos los tiempos. Le infunde la idea de que debe ganarlo todo y a toda costa, aun a desmedro de su estado físico. Y es que el monstruo del marketing tiene metida la cola en el entorno del portugués y que en su primer partido del mundial demostró que no está ni siquiera al 80% de su nivel. La razón es una sola, CR7 nunca pudo parar a tiempo y vino a Brasil solo a hacer presencia.
Así y todo salió a la cancha a enfrentar su primer partido del mundial mermado físicamente. Alemania solo confirmo que es un candidato serio al título. Su mejor muestra han sido los 4 goles que le aplico a Portugal, dejándolo moribundo, con dos jugadores claves fuera y CR7 en algodones. Oscuro panorama que le espera al equipo lusitano. Los alemanes jugaron a un ritmo de maquina recién aceitada. Vapuleó y humilló a Portugal, lo hizo ver un equipo mediocre, sin vida.
Un triplete de Müller y uno de Hummels marcaron la diferencia teutona. Pudo alargarlo si aceleraba, pero fue cauto para dosificarse. Y es que Alemania ha conseguido que sus jóvenes maduren antes del mundial y lleguen consolidados, para hacer una mixtura con los más grandes. Sigue siendo el mismo Alemania que te demuele, te pasa por encima como un tanque de guerra. Cuenta con un Ozil determinante, un  Müller y su instinto asesino en el área, la calidad en la pegada de Kroos, el desequilibrio de Goetze y una dinámica que lo hace ver imponente, equilibrado y demasiado contundente. Hoy ofreció variantes distintas sin exponer a Klose. Tiene un banco de lujo, un recambio generacional necesario, consiguiendo ser un plantel antes que un equipo.
Lo de hoy ha sido concluyente, después de ver a la mayoría de equipos, esta Alemania no tiene fisuras, se mueve tácticamente perfecto y los 10 años de preparación que ha tenido Löw, en Brasil pueden culminar con éxito. Habrá que esperar los siguientes partidos, pero lo que dejó hoy han sido seguridades, para propios y extraños, para los que habían puesto sus ojos en otras selecciones y han volteado la mirada y han concentrado la atención en el verdadero candidato. Por demolición completa.
La estrella del partido, sin duda Thomas Müller, que no solo se limitó a estar en área enemiga, colaboró en todas las líneas e hizo jugar a sus compañeros, además marcó el primer hat-trick del torneo y puso en alto el gran apellido Müller junto al número 13 no le queda grande. Por otro lado, Cristiano Ronaldo, terminó llorando, de impotencia, de querer y no poder, ni física ni colectivamente. Termino como un fantasma. Deambulando y observando como el tanque alemán pasaba por sobre los cadáveres que se convirtieron sus compañeros. Quizás no sea culpa suya y no se haga responsable de la derrota, pero acaso y su irremediable responsabilidad haya sido el detonante, para que a pesar de la campaña millonaria de su nombre, hoy quedó aprisionado, entre las ruedas de este “panzer” que aniquiló a los lusitanos, con lo mejor de su futbol y la potencia de la que vino precedido. Candidato es, ahora solo falta asegurarlo con contundencia en el verde.
 

Es Messi, que queres que te diga

En el futbol dicen que un equipo juega hasta donde le permite el rival y lógicamente si hay trabas, ofuscación y mucha presión, esto se hace cierto independientemente quien sea el equipo. Argentina salió al debut esperanzado como todos, en lo que podía hacer Messi, pero nadie reparo en sus acompañantes. Bosnia le apuntó no al 10 argentino sino a los que debían surtirlo de balones para que el genio frote la lámpara. Y lo que metió el equipo bosnio, lo que corrió en la primera media hora de juego, defendiendo con 9 hombres bien distribuidos, respirándole la nuca a todos los de celeste y mordiendo los tobillos de los más creativos. Atacando en bloque y en un gran despliegue de energías, terminando de taponear todas las salidas albicelestes.
 
Ni siquiera el gol tempranero que cayó como un bálsamo, fue aliciente para jugar bien. No prevaleció en su juego la circulación del balón, con el fin de hacerlo dinámico para marcar el desnivel, desde la capacidad para asociarse. El “Pachorra” diseño un esquema 5-3-2 que alejó y retrasó a Messi y mantuvo a Di Maria aislado, lejos de encontrarse con el Kun que más andaba peleando que jugando. Si arriba no funcionaba el equipo, abajo se generaban dudas. No había una salida limpia, no había precisión para tocarla bien y llegar de manera higiénica al área contraria. Siempre había una pierna bosnia que interceptaba las ideas. Siempre ganaban las divididas y se veía un equipo argentino demasiado largo, frustrado y sin ideas.
 
Messi no trascendía, tampoco el equipo argentino, que llegaba poco al área rival, pero sí lo hizo Bosnia, primero con un mano a mano que salvó Romero y segundo cuando salvó en la línea un potente cabezazo. Si entraba la historia hubiera sido terriblemente distinta. Se jugaba mal y lo poco de inventiva se esfumaba demasiado rápido. La idea de Sabella de los 5 defensores no pudo durar más de 45 minutos. Porque en definitiva, Argentina terminaba perdiendo su potencia ofensiva y no solucionaba para nada las incertidumbres atrás. Los ingresos de Gago e Higuain estaban cantados.
 
Para el segundo Argentina volvió a la vida. Gago fue el patrón, se vio otra intención en la salida, en el inicio de la jugada. En la precisión tan escasa.  Messi, encontró la sociedad y volvió a tener protagonismo. El tridente ofensivo volvió a estar vivo y demostraban que había sido error de Sabela no arrancar de esta manera. Y apareció el que tenía que aparecer. Lionel Messi, un toqueteo con el “pipita” deja a Leo de cara frontal al arco y se perfila para su perfil zurdo, en su clásica jugada, apila y amontona dos rivales, los deja enredados y suelta un zurdazo bajo, rasante que choca de carambola en los dos postes y se cuela en arco bosnio. Golazo que la “pulga” celebra desenfrenado, eufórico por el momento y por la bronca que acumulaba hace 8 años sin marcar en mundiales.
 
 
Aunque Bosnia, no renunció a encontrar el empate a toda costa y a cualquier precio, saco a relucir su rebeldía, no se creyó inferior, pero cundo dejo de apretar y debía jugar se encontró con una realidad carente de una mejor disposición táctica ofensiva que lo ayude a remontar. El descuento de Ibisevic a los 84 minutos fue más un premio a la insistencia que al buen juego. Ya nadie quería arriesgar las piernas y el pitazo final hizo pasar la mano por la frente, satisfacer la conciencia y silbar distraído para irse de la cancha tranquilos por el resultado pero inconformes con el rendimiento colectivo e individual. Messi hizo un partido discreto pero el golazo que marcó lo eleva a la máxima potencia de su capacidad para trascender en el partido.
 
Este triunfo no esconde las dudas del funcionamiento, hay demasiadas cosas para mejorar, empezando por la extremada dependencia de su mejor futbolista, deberá descubrir el verdadero potencial en el transcurrir de los partidos, por ahora los puntos dan tranquilidad, pero queda latente la duda si podrá Argentina mostrar su mejor versión. No se puede descalificar a nadie por un solo partido, tampoco un funcionamiento intermitente de 30 o 45 minutos, lamentablemente la expectativa sobre el mejor jugador del mundo y el equipo argentino tiene tintes mediáticos, por eso sus errores y deficiencias colectivas e individualidades suelen ser magnificadas. Por ahora sirve, mas adelante se verá realmente si hay fundamentadas razones para creer o no en el repunte, ya sabemos que solo Lionel Messi tiene el poder para cambiar en un segundo las montañas de críticas en cordilleras de elogios desmesurados. Es Messi, que queres que te diga.