De la mano de Jesús

Un comienzo prometedor con un final predecible, pero que igual cala hondo, porque hiere el orgullo del hincha peruano y termina de apagar una euforia desmedida, propiciada en parte por una prensa cacareada y pancista, que eleva los triunfos efímeros y los jugadores hasta los niveles de ponderación normalmente lejanos de la realidad y más cercanos a la glorificación descomedida que hacen más dolorosas las caídas. Finalmente es lo que consume y digiere ese hincha que se aferra a la ilusión utópica de siempre, querer ir a un mundial con tan poco, pero que busca motivos para que su deseo tenga un soporte emocional que casi nunca coincide con la realidad que brinda el fútbol, que más allá del sentimiento, está regido firmemente por un negativo presente resultadista.
 
A Brasil lo tienes que madrugar, cuando esta somnoliento, cuando recién está despertando y desperezándose en la cama, cuando aún no abre su ventana y su visión aún es difusa, cuando su primer bostezo lo haga sin darse cuenta lo que pasa a su alrededor. Porque después, cuando ya está despierto y lúcido, es como esos dragones gigantes sacados de la mitología, que escupen fuego a discreción ante cualquier señal de movimiento, chamuscando toda intención agresiva física o imaginaria. Es una bestia de 7 cabezas que cuando está con ira o se ve acosado, destruye y hace añicos hasta las más simples intenciones de aquel que pretenda hacerle daño. Perú fue un intrépido adversario, con una realidad adversa, la ausencia de tres referentes y obligado a improvisar sistema y movimientos, buscando parecerse lo mejor posible a sus últimos rendimientos, infundido de valor con el resultado memorable de Asunción, sacó la espada y salió dispuesto a enfrentar a la bestia.
 
Una cosa es lo que se planifica y otra muy distinta la que se ejecuta en la cancha. Mucho depende de la capacidad individual y sobre todo la jerarquía del rival que se enfrenta. Un Perú que en los primeros 10´se mostró sólido, paciente y muy preciso en la posesión del balón, se puso a tiro de gol. Cueva devuelve una pared a Carrillo y lo deja frente a Alisson, pero no abre bien el pie y su definición mordida, sin convicción, le deja un beso travieso al poste. Hubiera significado una forma de afrontar el encuentro, muy distinta a los anteriores, donde a pesar de un buen rendimiento, se tuvo que remontar un marcador adverso. A Brasil no convertirle en las pocas que se presentan, es una invitación a sufrir más de la cuenta, porque empieza a predominar en el juego y posicionar todos los sectores del campo, moviendo el balón con propiedad y haciendo prevalecer su jerarquía en base a la categoría de sus jugadores. A Perú se le hizo muy difícil sostener el juego al igual que contra otros adversarios y poco a poco se fue minimizando su margen de error. Fallar era un pecado, resistir parecía estar supeditado hasta el momento en que Brasil encaje el primer gol.
 
Perú hizo un primer tiempo inteligente neutralizando a Neymar, con una sinergia de Polo, Aquino y Corzo, no dejándole espacios para explosionar. Gareca planeó neutralizar la movilidad del tridente brasileño, poblando bien la cancha, pero debió soportar el vaivén ladino de un JUGADORAZO como Philippe Coutinho, que a sus 24 años es el mejor socio de Neymar y probable compañero en el Barcelona. Es el que limpia la cancha, tiene habilidad, maneja los dos frentes y desequilibra en base a velocidad. Los rendimientos peruanos tuvieron en Rodríguez un baluarte, para anticipar y evitar sufrir la velocidad brasileña, teniendo en Ramos un defensa superado a sí mismo y complementando los cruces oportunos. Corzo toda entrega y devoción, Paolo y Cueva no trascendieron por la asfixiante marca ejercida por Fernandinho y Renato Augusto, al que se sumaba Miranda, con una dúctil disposición táctica para rascar y hacer bien los relevos en la anticipación. Relevante el debut de Nilson Loyola, lateral joven con un gran futuro, muy disciplinado tácticamente y a pesar de la jerarquía del rival, se comportó como un consagrado, cerrando bien su lado y si se extrañó en demasía a Tapia, no sucedió tanto con Trauco. Aquino y Yotun cumplieron con dedicación hasta donde les dio la gasolina. Lo de Carrillo le otorga otro peso, pero resulta intermitente y Polo no llega a ese pico tan deseado por todos.
 
En estas eliminatorias, los segundos partidos son marcados por afrontarse de manera metódica, porque la capacidad física está condicionada al desgaste del primer partido. Perú hizo un partido meritorio, desde las ausencias obligadas y el sobre esfuerzo para suplir sus propias carencias. Brasil lo manejó, desde el momento que sintió a la bicolor neutralizada en ideas y se le hizo más flexible la transición del balón a cancha contraria, con ráfagas de triangulaciones y despliegues generosos, que encontraban a un Brasil dueño del juego y a un Perú impetuoso que no se doblegaba fácilmente. Neymar cuando se vio despercudido de marca desplegó todo su potencial y la pasamos re mal. El primer gol fue producto de esas situaciones del juego, en que se beneficia el que las propicia y las sufre el que las trata de evitar. Gabriel Jesús recibe un rechazo fortuito de Aquino y define con propiedad. También gesta el segundo asistiendo a Renato Augusto que sentenció el marcador con un tiro colocado tras un error en salida de Loyola. Cuando Brasil apretó el acelerador la sacamos barata, tuvimos un par de ocasiones, es verdad, pero más fueron producto de la voluntad que de la contundencia.
 
Este Brasil, que hace unos meses no convencía a nadie de su capacidad futbolística, hoy tiene el puntaje perfecto en la eliminatoria, mérito al viraje total de su rumbo, partiendo desde la mano de un Tité que ha sabido darle el valor exacto a cada jugador, para devolverle su identidad y protagonismo, potenciando su innata técnica exquisita y capacidad individual, sumada al rendimiento colectivo. El “Scracht” sigue imparable, ha sumado su sexto triunfo consecutivo y cada vez muestra un volumen de juego que hace más difícil la tarea de neutralización para cuanto rival se tope. Ante Perú le costó acomodarse al principio, pero cuando despertó, fue demasiado superior a un equipo peruano cuyo juego mejorado tiene una valoración entre los rivales, no pasa tan inadvertido, menos para Tité, quien lo estudió, planificó como anularlo y poder superarlo. Brasil fue tan superior que le bastó una definición y una asistencia de la mano de Jesús.
 
Para Brasil es un final de año de caras felices, para Perú, una vuelta en U a su realidad. No teníamos nada antes de jugar contra Paraguay y los más entusiastas auguraban sacar un mísero punto, fueron tres finalmente pero que a la larga no significan demasiado, el camino a Rusia, sigue tan lejano como nuestro camino a ser una selección competitiva. Está claro que el compromiso no se negocia, hoy el equipo demuestra actitud y rebeldía que se ha consolidado en los últimos encuentros, que se está apostando por hombres y no por nombres. Hay un largo trecho por caminar, sin ponerse de cadenas ir a este mundial, seamos sinceros, no tenemos con que vernos representados. Por ahora podemos tomar en cuenta de manera seria, esta digna presentación ante el monstruo reverdecido, este Brasil candidato a campeón mundial, nos ha dejado la enseñanza que se puede mirar distinto, cuando las derrotas no significan un desastre, porque el futbol ofrece siempre una nueva oportunidad.


 

Cruzando el Chaco

Si el resultado es el Todopoderoso en el fútbol, que a veces y solo a veces marca un todo y un nada, el gol resulta siendo el esplendor y por ende en esa instancia la intención de juego significa el argumento, el sustento y el raciocinio para buscar llegar a esa consecuencia. Ya nada es casual en el fútbol moderno, el ganar como sea resulta utópico, los partidos se diseñan estratégicamente antes de salir a la cancha y los jugadores son piezas claves que adquieren importancia, en la medida que trasciendan en base al desarrollo de su individualidad y talento, tanto para desequilibrar los sistemas defensivos del rival y para ser el aporte fundamental del funcionamiento colectivo. El resultado es lo que gobierna el fútbol, es verdad, pero lo manipula y lo condiciona la intención para lograrlo, a veces para bien otras para mal, porque nunca se ha llevado bien con la justicia, pero es algo que el fútbol desconoce a ultranza y algo que el hincha no entiende, porque solo piensa con el corazón.
 
Tenía que darse un día, en que se encontrasen la intención con la razón, para romper una maléfica estadística que marcaba un tendencioso pasado de buenos partidos y malos resultados. Y es que los momentos que marca el fútbol, son básicamente las denominadas rachas, espacios de tiempo en el cual se marcan rendimientos primero de jugadores y consecuentemente de los equipos. Tenía que darse un día en que se cumpla ese adagio repetitivo, pero tan esquivo para los peruanos: “Las rachas están hechas para romperse”. Tenía que suceder un día en que el rendimiento positivo, aunque marcado en dos tiempos distintos, rindiera sus frutos en la red y en la cancha, en la culminación de lo que últimamente se había estado generando de buena manera, pero que al final siempre nos dejaba con las manos vacías.
 
Ganar en Asunción, más que plegarias y más que especulación previa, requería de una actitud predominante en el manejo de las emociones y sentirse fuerte de la cabeza. Ganarle a un Paraguay en plan ascendente, era una alucinación desde la perspectiva de mirar las estadística como una regla inexpugnable y obtener un resultado positivo fuera de casa era romper un estigma de 12 años, marcados por ese sinsabor que nos dejaba el “pudo ser” de siempre que finalmente se olvidaba tan fácilmente, como una puesta de sol esperando un nuevo día. Obtener 3 puntos en cancha ajena en ese “Defensores del Chaco” tan esquivo e indomable para los peruanos y para otros tantos, era una imposible empresa en la teoría, pero vaya que fue una agradable como emocionante realidad, tan increíble como cierta, tan concreta y contundente como esos cuatro goles que llenaron de alborozo a todos los peruanos.
 
Este Perú de Gareca ya venía demostrando rebeldía, ganas de revertir la historia y muchísimas intenciones de obtener ese resultado tan negado, porque los jugadores jóvenes que hoy se les mira como la sangre nueva, tienen ese instinto inmaculado de querer romperlo todo para conseguirse un nombre, algo que el consagrado, lo digiere de a poquitos, lo dosifica en base a sus conveniencias. Hoy hablar de un equipo joven, trae consigo esperanza e ilusión siempre latente, porque se le brinda el beneficio de la duda, de equivocarse y de volver a empezar. Gareca que ha estado en la búsqueda de un universo que garantice una idea de juego, ha ido encontrando de manera gradual, un rendimiento que ha estado de espaldas a los resultados. En los últimos tres partidos, hubo un común denominador, un primer tiempo discreto y por ahí uno horroroso ante Chile y segundos tramos brillantes, prolijos y exquisitos como este triunfo importante e hilvanado ante Paraguay, que cambia la historia para un Perú tan necesitado de alegrías de tamaña trascendencia.
 
Paraguay, equipo duro de siempre, la orden de Gareca poner el balón al piso y copar los espacios, tuvo su mejor expresión en las asociaciones, Trauco, Yotun y Flores por un lado y Corzo, Tapia y Carrillo por el otro, buscando en las variantes de puestos, los relevos para no generar esos espacios que hacen ver a un Perú largo y que suelen hacer daño en los contragolpes. Paolo esta vez tirado a los costados, fue el imán de marca, para sacar a los centrales de su área y generar espacios. A Carrillo le costó meterse al partido, pero después fue fundamental en el desequilibrio, pausando el juego y no rifando los balones, junto a Flores dieron esa movilidad tan necesaria para no dejar que el rival hilvane juego asociado por banda. La anticipación de Rodríguez y el ímpetu de Ramos lograron nivelar un soporte defensivo que estaba firme hasta el primer gol guaraní que se inició por esa dejadez que suele acompañar a Tapia y que costó un gol tempranero como injusto. El empate de Ramos fue un premio a lo que sucedía en el campo, un Paraguay indeciso, timorato y un Perú cohesionado y desequilibrante, con buen juego colectivo por momentos y fundido a sus raíces para intentar jugar bien el balón, administrándolo con propiedad.
 
Renglón aparte y aquí hay que ponerse serios, para resaltar la actuación de Cueva. Un primer tiempo discreto, pero el segundo fue de antología, con toda su habilidad innata al servicio del fútbol, manejo de los dos perfiles para encarar y generar el desequilibrio, con una rapidez mental propia de crack. Hoy asume una disciplina táctica que se la ha brindado la competitividad en el extranjero, evitando hacer la jugada del héroe, siendo cauto para generar el arranque fulminante, en base a su lectura del juego, haciendo la pausa y siendo inteligente para la toma de decisiones. Hoy luce maduro, seguro de sí mismo, de su capacidad y de lejos está en su mejor momento como futbolista. Fue desequilibrante en tres de los goles y en el juego mismo, fue ese soporte que requiere un equipo para revertir primero un resultado adverso, pero fundamentalmente para apabullar a una defensa como la Paraguaya, tan dura y etiquetada como infranqueable. Cueva fue el 10 que jugó para los 9 puntos y desplegó su magia propia y natural, sin necesidad de ser Aladino
 
Perú ha logrado un triunfo histórico e inobjetable. Esta vez de visita, el arroparse atrás y buscar el pelotazo facilista no fue argumento válido. Se optó desde Gallese por sacarla limpia desde atrás. Gareca hizo un planteamiento con variantes, para hacer la presión alta, recogerse neutralizando las ideas del rival, en el momento oportuno, incluso en el desorden que suelen caer Yotun y Tapia, hicieron los recorridos justos para marcar la recuperación del balón y su entrega fluida. Yotun es importante por su rapidez para pasar a cancha contraria y dar una mano a Tapia en cortar el juego. Las asociaciones para triangular y tocar bien el balón en distintos sectores de la cancha, dieron el respiro para soportar las arremetidas garanies. Paraguay se descompuso desde que Perú fue dueño del juego y propuso su identidad. Perú lo hizo parecer tan inofensivo que 6 o 7 goles no hubieran sorprendido, por la forma como se dio el tramo final del encuentro.
 
Si bien es cierto habíamos valorizado a un plantel y que la responsabilidad estaba por encima del descontado compromiso, dentro de la cancha necesitábamos encontrar un equipo de futbol, con una identidad definida. Hay distintas formas de jugar, un equipo debe demostrar a través de su buen colectivo, estar adaptado para distintas circunstancias, por hoy nos acercamos a ese estilo e identidad que nos estabiliza, el balón en el piso, triangulación y toqueteo, movilidad buscando el desequilibrio, todo de la mano de nuestros futbolistas talentosos y de buena técnica. El Jugar bien no significa siempre jugar bonito, lo estético es complementario, pero jugar bien es principalmente plasmar en la cancha lo que se planifica en la pizarra, es jugar mejor cada partido y aunque no garantiza nada, te acerca más a conseguir ese tan ansiado resultado, que finalmente es el bendito Dios que maneja el mundo del fútbol.
 
Que este triunfazo no nos ciegue del todo, queda mucho camino para andar y una titánica tarea por resolver y requiere aterrizar las ideas, bajarle el tono a la euforia si se quiere pensar en serio en clasificar, por ahora estamos felices y no lo tomemos de manera triunfalista, el fútbol es de momentos y por ahora solo hemos cruzado el Chaco.