La estrella solitaria

 
El fútbol será hoy y siempre de momentos, así suene reiterativo y fatigoso. Ayer puedes haber hecho un partido de 10 puntos, convirtiendo todos los goles que pensaste y al día siguiente, te toca un partido pálido y esquivo, opaco de funcionamiento colectivo. Porque no siempre tener los mejores jugadores te va a garantizar que se juegue bien siempre, porque depende mucho del rival de turno, de cómo afronta el pleito, de cómo busca contrarrestar tus mayores virtudes y como haces prevalecer las tuyas. Depende también de cómo te paras frente a un escenario hostil con la personalidad que te brinda tu nombre ilustre. Finalmente el fútbol, es una disputa de ocasiones, que nacen desde la intencionalidad para generar las ocasiones que permitan contrarrestar al rival y doblegarlo, aunque eso lleve tiempo y mucha paciencia.
 
Jorge Sampaoli ha tenido éxito, porque siempre ha sido un DT que arriesga más de la cuenta, sus equipos juegan al filo de la cornisa, exponiéndose a encajar una derrota o más goles de los que pueda generar, pero nunca renuncia a ser protagonista en cuanto a la tenencia del balón y la presión en el campo de juego rival. Contra Argentina, había que proponer mucho vértigo ofensivo y protagonismo para copar los sectores donde el equipo de Martino se hace letal cuando elabora. Propone un 3-5-2 sorprendiendo con Silva de stopper y sus laterales muy adelantados, Medel por el centro del área y Marcelo Díaz por izquierda, para anular las ideas de Messi, no dejarlo entrar en el juego, alejarlo de Pastore, que anduvo impreciso, como todo el equipo. Vidal y Aranguiz lo anticiparon siempre. Valdivia en creación y arriba Alexis Sánchez en su mejor versión todoterreno, siempre zigzagueante y prolijo, acompañado de un incisivo Vargas. Un planteamiento audaz que requería un redoblado esfuerzo físico.
 
Argentina fiel a su esquema habitual, Mascherano de patrón atrás, subidas de Rojo y Sabaleta, buscar la asociación de Pastore, Biglia y Di Marìa por banda y hacerle el espacio a Messi para que el “Kun” tenga las oportunidades que nunca encontró. El fondo rojo, nunca perdió la compostura, siempre agrupando hombres para recuperar y haciendo bloque para ir de contra. Argentina tiene una pérdida inesperada, cuando el “fideo” corta la cancha y sin llegar a la meta, siente el pinchazo que lo saca de la cancha. Acaso y quien más sintió esa ausencia fue Messi, el 10 se volvió gris, frustrado porque no encontraba esa compañía alegre del Barsa y opaco para ser protagonista. Argentina lo pudo definir en la agonía con Higauin y Chile en una con Sánchez en el alargue. Ninguna se dio y fue el fatídico punto de la pena máxima que hizo sufrir una vez más a Leo y Argentina, como en el Mundial, por segunda vez se lleva a casa demasiado dolor en la valija.
 
Una final de mucha tensión, pero con poco juego, con mucho fuego y poco lucimiento. La mayor preocupación de neutralizarse hizo efecto en ambos, los sistemas defensivos fueron superiores a las intenciones ofensivas. Chile lo salió a ganar desde el camarín, al mejor estilo de Sampaoli en su mejor versión de aventurero que toma riesgos y que sus jugadores entendieron a la letra, estaban en su casa, en su tierra y con su gente, en la única oportunidad para ser monarcas de América, después de 22 años. Por eso lo jugaron con mucha pasión, con huevos, con garra y concentración, brindando una entrega total y desprendido desgaste, corriendo y metiendo incansablemente todo el tiempo. Por eso durante los 120 minutos que duró esta definición, en cada sector del campo, siempre hubo 4 chilenos por cada argentino que tomaba el balón.  
 
Chile es el campeón de América y no resulta siendo nada casual ni oportunista, hay un trabajo detrás que ha refrendado un deseo hecho obsesión y que sus jugadores han plasmado en la cancha. Quizás sean solo aquellos que guardan recelos prestados y resentimientos extremistas, los que puedan discutirle las formas, pero si hoy hubo un equipo que salió dispuesto a ganar la final, fueron los del sur. Se jugaron la vida en cada centímetro y todos los cuestionamientos previos, se esfumaron, cuando se mostraba en la cancha una marea roja que proponía y una albiceleste sombreada, maniatada y carente de alternativas. Argentina terminó siendo solo un puñado de nombres en un equipo y Chile un verdadero plantel con hombres que han consolidado un funcionamiento colectivo
 
Esta Copa América ha dejado un pueblo alegre, que sigue celebrando su fiesta, los invitados empiezan el retorno a casa. Hay celebración con champagne y vino espumante en la casa del sur. Hay un pueblo que sigue llorando un padecimiento por una herida que no cicatriza, porque su extremada confianza en sus figuras estelares le hizo preparar la celebración anticipada y lo hizo subirse una nube que hoy se evaporó en la tierra del Mapocho, donde le dieron el cachetazo cruel que avivó el dolor y excitó otra vez la pesadilla. No existe consuelo para una final perdida, más aun cuando tienes al mejor jugador del mundo, que hoy tuvo una triste y apagada estrella solitaria.
 

Un PERÚ en Concepción

Primer acto.- El balón surca el área paraguaya ante el córner servido por Cueva, en el corazón de la zaga guaraní se eleva Paolo Guerrero y presiona el rechazo paraguayo, caprichosamente la pelota va a dar donde se encontraba él, que incómodo, casi cayendo le pega justo como para que doble el esfuerzo de Justo Villar. Era el primero de Perú, que lo buscaba, lo intentaba con el mismo formato, sin especular, pero que le faltaba la paciencia para penetrar una muralla guaraní inexpugnable. Un gol que cambiaba todo el intento frustrado por una realidad de resultado inmediato.
 
Segundo acto.- Ataque guaraní que intenta el bombazo, rechazo de Ascues para sacarla del fondo, él va al encuentro del  balón, control perfecto, amague para dejar atrás un rival, pique corto, potencia de piernas para agarrar un envión adicional y sortear dos paraguayos que quedan en el camino, corta la cancha para habilitar a un Sánchez, fresco y listo para arremeter con todo, lo acompaña con su tranco largo, buscando culminar una jugada monumental. Joel mete la puñalada al área que encuentra el pie bendito de Paolo y marca el 2-0 lapidario, que sentencia el triunfo peruano.
 
Se llama André Carrillo, algunos lo acusan de tener una congeladora en el pecho, pero hoy deben haber cambiado de opinión drásticamente y lo llaman “culebra” a secas, pero de esas de ojos vivaces, que acechan maliciosas para dar un veloz zarpazo y emponzoñarte su veneno. Al otro lo llamamos “El Depredador” ese que tiene un pedestal, donde el pueblo peruano lo glorifica cada vez que se hace amigo del gol y enerva las pasiones del hincha, ese que hoy más que nunca, se siente devoto creyente de la bicolor y asume su derecho a ser feliz. Dos baluartes para un triunfo en dos actos determinantes, que devuelve el respeto prestado y que intenta recomponer su prestigio a su imagen y semejanza.
 
Paraguay aún con ausencias y desgaste, siempre es un hueso duro de roer, planteamiento avispado para estar siempre corto y no dejar que Perú desarrolle su triangulación en los tres frentes. El “pelado” puso un cerrojo y por más que se probaban llaves distintas, no se encontraba la correcta. Y fuimos un equipo por momentos extraviado, distinto a los anteriores partidos, con ráfagas de buen juego, pero con más intenciones que afianzamientos. Había que ir al vestuario por un poco de paciencia y mucho de criterio, para esparcirlos por algunos sectores de la cancha donde el rival intentaba posicionarse. Había que recomponer el fondo más que la forma, el estilo necesitaba una dosis de atrevimiento, para resolver oportunamente aquello que se quedaba solo en tentativa de transgresión a la red.
 
La segunda parte fue distinta, se apuntaló el control del balón, abriendo la cancha y mejorando la elaboración. Otra vez vimos un Ascues con salida limpia, Advìncula y Vargas potenciados para empujar por los carriles. Ballón devorándose la cancha de manera encomiable y silenciosa, Cueva envalentonado y corajudo para encarar los rostros de perro de los defensas paraguas, Carrillo y un recorrido superlativo –estuvo en los dos goles, el segundo fue una jugada monumental- Arriba Jordy buscando el desacomodo de la zaga, acompañado de un Paolo que en esta copa, ha sido un goleador temible y un portento de jugador, astuto para aguantar y rebuscarse la jugada, sin importar quién diablos sea el defensa de turno, ni los pergaminos que ostente. Y Perú volvió a ser el equipo fresco, alegre y vivaracho, de toque elegante, del desequilibrio individual y de un solidario funcionamiento colectivo.
 
Ha sido un triunfo gratificante de nuestra selección, dedicada a un pueblo peruano necesitado de alegrías urgentes, que le sirve para saciar sus emociones golpeadas y que llega con un tercer lugar digno y meritorio, dejando la sensación que el no estar disputando el pódium trascendental, solo se trata de una injusta realidad. Pero igual infla nuevamente el orgullo y cierra con brillantez una participación fenomenal en esta Copa América, donde los muchos que no teníamos la confianza afirmada y que tuvimos dudas, conceptos titubeantes como ambiguos, hoy nos alegramos de habernos equivocado. Porque esa confianza obstinada que tiene Gareca en la calidad del futbolista peruano, la ha logrado trasmitir, primero al propio jugador y después con esta realidad plausible, ha generado ilusiones y calado el inconsciente del hincha fiel, ese que se juega incondicionalmente la honra por su selección. Las camisetas al revés en el festejo, pareció ser un mensaje de los hombres que entregaban su nombre, en bien del equipo.
 
Esta euforia es una recompensa para el pueblo, que vuelca sus emociones y agradecimientos, por haber recuperado la chispa y la sonrisa extraviada. Partimos desde aquel primer día en que Gareca iniciaba este proyecto entre mucha incertidumbre, asumiendo hablar de “nosotros” y decir sentirse “Un peruano más”, algo que a simple vista, parecía una frase trillada y acartonada, un cuento conocido, pero que los resultados hoy avalan su prédica inicial, esa que el “tigre” reafirma con la misma mesura que ha tenido para su discurso mediático y que debiéramos asumir también, para no desbocar las ilusiones en demasía y entender que no solo se trata de continuación de un momento feliz, sino de consolidación de esta selección, que por ahora se trata de un equipo en etapa de concepción, falta lo más difícil, que es conseguir ser un plantel en el tiempo. Esperemos nos encuentre con los pies en el suelo.