Que Brasil siempre es
candidato a ganar la copa del mundo, siempre es una premisa, que no tiene mayores
objeciones. Últimamente no supera a sus rivales, los aplasta sin miramientos y
con la sonrisa en la boca. Que tiene un plantel rico, es tan cierto como que
sus encuentros los afronta como un parque de diversiones, donde cunde el
jolgorio y la payasada pura. Que es un gigante que ha recuperado su identidad y
a su génesis biológico le ha adicionado vértigo, precisión y dinámica, es una
realidad justa y sin cuestionamientos. Pero esto es un mundial y aquí se juega
a otra intensidad, otra forma de afrontar cada encuentro y no resulta nada
bueno que en el partido debut, se exagere en la exigencia física y se quemen
todas las naves.
Esta Suiza, que no tiene nada
que ver con su última participación mundialista. Es un equipo más luchador y
que suple su carencia de futbol, con mucho recorrido y juego aéreo. Brasil
salió como siempre, seguro de sí mismo, triangulando y reposando su juego en el
desequilibrio de Neymar. Pero su juego no era aniquilador, era más bien tímida e
incluso previsible. Hasta que apareció Coutinho. El nuevo crack del Barcelona
recogió fuera del área un rechazo de Zuber y ensayó una rosca descomunal. El
balón haciendo una parábola que pareció salirse de la cancha, dobló hacia el
arco suizo, tocando el parante y logrando un pedazo de gol. GOLAZO!!!.
El gol dio seguridad a Brasil
que empezó a dar indicios que estaba a punto de comenzar la fiesta. Pero solo
fue un chispazo. Juego horizontal con poca profundidad. Suiza bien posicionada,
obligando al traslado horizontal de Neymar y Coutinho. Fallando continuamente
en el pase final, ante una Suiza solidaria, defendiendo hasta con 9 hombres. Cortando
los circuitos, pero sin generar peligro.
Fue en el segundo tiempo, que Suiza
recupera terreno. Una ligereza de Marcelo regala un tiro de esquina. Brasil defiende
mal y Zuber, haciendo una falta de palomilla, desacomoda a Miranda y con un
frentazo empareja el marcador. Los reclamos del VAR no tuvieron oídos en el árbitro
mexicano Ramos. Brasil perdió el control se vio impotente de manejar los hilos, como lo
hacía antes de llegar a Rusia. Era muy precipitado, previsible y de escasa
profundidad.
Con el colectivo aprisionado Tite
buscó revertir el desacomodo, Paulinho y Casemiro, dan pase a Fernandinho y
Renato Augusto, para darle más juego asociado. Nada resultó y Brasil se vio supeditado
más a la individualidad que al engranaje demoledor. Primero Gabriel Jesús en un
penal que no fue Firmino y luego
Coutinho, ante gran pase de Neymar, la tuvieron pero no lo lograron.
El tiempo se fue diluyendo
como los intentos cariocas. El pitazo final dejó un sinsabor, mas por la
expectativa generada que por el funcionamiento, propio de un partido debut en un
mundial. Un Brasil desesperado arañando el epilogo no es el mejor final para el
mayor candidato a ser campeón. Suiza sacó un buen resultado y a Brasil le
jalaron la camiseta. Esto es futbol y ya no es preparación, es el inicio del Mundial.
Bienvenidos a la competición.
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