FIN DE CICLO

Era mejor dejar de respirar. La agonía argentina había tenido un leve recupero, pero tan solo para falsear un final que ya estaba escrito en su obituario futbolístico. Era mejor dejarse ir, abandonar el presente para ser pasado. Era mejor que se acabe de una vez esta tribulación, forzarlo más allá de lo humanamente permisible, hubiera tenido rasgos de crueldad y también de masoquismo. El sueño etéreo se ha esfumado en el aire como el humo de ese último cigarrillo, antes que llegue el tren del adiós. Argentina se ha ido del mundial y de la manera más contundente a manos de una Francia categóricamente superior, demostrando una vez más, que, cuando la diferencia del nivel futbolístico se hace tan notoria, con la actitud solamente no alcanza.
 
El planteo de Sampaoli en un 4-3-3 nominal para cerrar espacios, resultó inoperante desde el falso 9 que empezó Messi y que a la larga fue un falso 10 y una falsedad total del equipo para hilvanar juego a su alrededor. Banega desconectado, Pavón y Di María demasiado abiertos y obligados a realizar mucho tránsito infructuoso. Mascherano duplicando esfuerzos para apagar incendios. Francia bosquejando la posesión desde la oportuna recuperación del balón con un medio estelar. Pogbá imponiendo su carácter, Kanté laborioso y Matuidi dinámico, teniendo a Griezmann como un enganche funcional y arriba a un Giroud pegado a los centrales y a Mbappé tan veloz como un rayo. Fracaso del plan de Sampaoli y acierto el sistema de Deschamps, referenciando a Messi, en una marca zonal muy efectiva y después para cortar el tenue circuito albiceleste.
 
La superioridad de Francia, mostrada desde un buen posicionamiento y su mejor circulación del balón, tuvieron su mejor expresión, en la profundidad para romper líneas con las diagonales infernales de su joya más preciada Kylian MBappé. El chico fenómeno que nació el mismo año en que Francia alzaba la Copa del Mundo en su país, con una descollante actuación de Zidane en la final ante Brasil. La promesa que se va haciendo realidad y que para superar la defensa argentina le bastó poner un cambio más. Primero ensayó una empilada diabólica que acabó en tiro libre y después un arranque monstruoso que desbarató a Rojo y el penal que cristaliza Griezmann. Fue fundamental para sentenciar el resultado. Hace el tercero internándose en un bosque de piernas definiendo de izquierda y el cuarto, en una jugada colectiva extraordinaria que es una oda a la efectividad. Seis toques desde el arquero, recibe de Giroud para una definición exquisita. Credenciales oficiales presentadas de un portento de CRACK.
 
Argentina solo dio manotazos. Nunca un golpe franco, esos que samaquean y obligan a tomar aire. Mascherano dando su último aliento, Messi sin encontrarse consigo mismo, menos con alguien que sea un partner adecuado. Francia es de esos equipos que tiene fisuras en su sistema defensivo. Pogba con más vocación ofensiva, deja espacios detrás y Kanté debe hacer doble relevo, al igual que Griezmann. Sus laterales resultan mejores en el desborde por bandas. Cuando se hace vertical le cuesta el retroceso dúctil. Pero aunque pueda recibir goles, aprieta el acelerador y marca la diferencia. Estos partidos de octavos es donde recién se aprecian a los equipos en su real dimensión. No hay mucha discusión, Argentina lo dio todo, pero Francia fue demasiado superior. Por algo apunta a levantar la copa.
 
"Lo mismo que nos une hoy nos desintegra" decía Cerati en “Bomba de tiempo”. Esa ilusión pasional, a veces irracional, del hincha albiceleste de ganar la Copa del Mundo, ha estado siempre apañada de una testaruda convicción que se cuenta con jugadores de élite, que en realidad están sobrevalorados. Que basta con la historia, que no termina de construirse, para sentirse los más grandes sin merecerlo siquiera y persignarse a la suerte de contar con el mejor jugador del mundo, el cual tiene una formación ajena a la del argentino intolerante y que su humildad choca contra la petulancia de sus compatriotas. Este mundial ha sido el cachetazo que los devuelve a la realidad. Argentina ha quedado fragmentada, se crearon ilusiones desde la utopía forjada de una resurrección apócrifa y un pase a octavos milagrosa. Lo que se viene es la búsqueda implacable de los culpables. Sean los jugadores o Sampaoli hay algo muy serio que deberán resolver desde su interna, más ceñida a lo organizacional y al margen de lo deportivo.
 
No es el mejor final  para esta generación argentina. Es el fin de ciclo en medio del dolor de un adiós que ya tenía su suerte anunciada. El fútbol no solo se juega en la cancha, menos a nivel de selección, hay detrás todo un soporte dirigencial que marca la pauta para el desarrollo de un proyecto serio. Esta generación, que disputó tres finales, puede que tenga alguna revancha en el corto plazo, pero ya no le quedará espacio en el próximo mundial para muchos jugadores. Quizás éste ha sido el último mundial de Messi y siempre existirá la eterna y absurda comparación, como la descabezada recriminación por no ganar una Copa del Mundo. Pero no será el fin de una carrera exitosa, la cual no está supeditada a un título específico. Lo que no se podrá borrar es este sinsabor, esta amargura que se queda impregnada al recuerdo de este mundial, donde en pocas horas se pasó del sueño a la pesadilla.

 


 
 

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