La Santa Paciencia y la Dignidad

Era una tarde linda para ir al estadio. Solcito tibio y un extraño presentimiento que nuestros sentimientos se iban a encender más de la cuenta. El Monumental lucia colmado de gente. Un marco especial para una definición del fútbol peruano. Al margen que en la cancha, se enfrentaran un equipo repatriado de Copa Perú, con jugadores que cargan la mochila de los años y un kilometraje honorable, que le permitió marcar diferencias en el medio local. Por el otro lado, un equipo sin hinchas, pero con una organización envidiable, una estructura sólida y ojo clínico para contratar. Los grandes del fútbol, léase Alianza, la U o Cristal, esta vez, les tocó, adormecer su cansancio, estirar las piernas en el sofá y prender la TV, para consolar sus desaventuras, lejos de la cancha y muy cerca de la resignación.

Un ambiente caldeado por el epílogo de Huánuco en la ida, dejaba fuera de la final al que de lejos, pelea para ser considerado el mejor jugador del torneo: Gustavo Rodas. Pero un fallo descabellado de una comisión de impresentables, le daba al argentino, una carta debajo de la mesa, para que pueda estar en el verde. Y la gente huanuqueña, asistió entusiasmada al estadio. Llevaron a sus hijos y sus esposas, su familia entera, listos todos para la fiesta. Su mejor jugador, estaría iluminando sus esperanzas, que en tierra ajena, los llevaría a festejar y llenar sus corazones de alegría. Había muchas razones para unirse en un puño y entonces, llenar la grada era la consigna.

Franco Navarro, fue mi ídolo desde aquella vez que con su chompa de colegio, llegaba al entrenamiento del Municipal y mientras nuestros ímpetus juveniles, soñaban con estar un día con la franja en el pecho, él a sus 16 años ya se fajaba con los mayores, de igual a igual. Llegó a ser un goleador fenomenal a punta de carácter y mucha calidad. Aquel golazo ante Chile en Santiago y el baile a Pasarella en el Nacional, fueron íconos para guardarle un cariño especial. La vez que Camino, lo partió delincuencialmente, lo sentí en el alma. Cada vez que podía lo saludaba, como un hincha más, pero en el fondo le guardaba una profunda admiración. Le puse su nombre, a mi hijo mayor, como mi mayor homenaje.

El “Maño” Ruiz, es un viejo campechano y un zorro viejo del fútbol. Con su pergamino mundialista, llegó a la San Martín pidiendo refuerzos, pero lo convencieron que trabaje con lo que había. El Barco, estaba alineado y solo bastaba la mano del capitán. Con un plantel rico y una infraestructura digna de cualquiera que se tilde de entidad deportiva, le bastó aceitar la máquina y mantener un estilo propio a su manera de ver el fútbol. El equipo santo, fue de lejos el mejor, por méritos propios, pero también por defectos de los demás.

Dicen que los equipos, juegan según el técnico que tienen. El León, hizo de la experiencia un valor agregado. Navarro le puso su carácter y los grandes su sapiencia. Con un Rodas bárbaro para el desequilibrio y arriba, el colombiano Perea, un jugador realmente extraordinario. Franco, encontró la mixtura exacta para hacerse fuerte en cualquier escenario. El “Maño” encontró en el “Churrito” Hinostroza, el eje principal. Es de andar pausado, pero veloz de pensamiento. Ha conseguido que Vitti, Alemano y Arriola, le den ese toque rioplatense, de velocidad, sorpresa y gol. Pero si hay algo que identifica a este San Martín, es esa serenidad, para jugar, correr y esperar el momento oportuno. Una especie de frialdad y sabiduría, al servicio del fútbol, hoy convertida en la Santa Paciencia.

Ayer Franco Navarro, hizo una demostración de hombría y dignidad. Convenció a su gente, que hay códigos que se juegan en el fútbol y deben cumplirse dentro de la cancha. Dejó en el banco a Rodas, para demostrar que la pelota no se mancha y lo que se hace mal fuera del verde, no debe influir para sacar ventaja, de manera vil y descarada. Se jugaba un campeonato, pero con ese gesto, ya había ganado el partido de la decencia.

Ayer estuve en el estadio y terminé con los sentimientos encontrados. Franco Navarro, hoy es más ídolo que nunca y mi admiración traspasa las fronteras de una cancha de fútbol. Ayer lo vi sentido, acongojado y quebrado por dentro, pero feliz, porque se fue del monumental con la cabeza en alto. Hizo un acto de dignidad y valentía, que no muchos, podrían tener los cojones de hacer. Y el “Maño” Ruiz, es un viejo querendón, tan amable y buena leche. Físicamente, se parece y me recuerda tanto a mi viejo, que cuando lo vi disfrutar del triunfo, no pude reprimirme en compartirlo y abrazarlo con cariño.

Ayer, fue una tarde donde por cosas del destino, Navarro se encontró con el “Maño” y dejó en claro que siempre se aprende de los grandes. Una tarde, en que ambos aprendieron una lección: Si queremos cambiar el fútbol, debemos cambiar todos. Una tarde en que no pude repartir con equilibrio mis sentimientos. Una tarde de fútbol, donde se encontraron la paciencia y la dignidad.

Una paliza por tanto Lio

Acaso y de fútbol nos alimentamos, los que lo vivimos con apasionamiento. Acaso de fútbol estamos hechos, los que sentimos el placer de oler la grama, sentir el rugir de la tribuna y estremecernos cada vez que abajo en el verde, hay un equipo que tiene como mejor virtud, ser auténtico, fiel al principio de la concepción del fútbol, poner el balón al piso y hacer de la astucia y el regate, una comunión con el gol, para convertirse en un arte maravilloso y una suerte de diversión y fiesta consumada.

Después de esta exhibición de futbol encandilador y contundente, uno se pone a pensar, quien más se anima a desafiar a este Barcelona, que ayer fue una orquesta, con músicos vestidos de etiqueta y que vapuleó a un Madrid, que atinó a sentirse como una simple banda de pueblito olvidado. Quien se atreve a retar a este equipo del toqueteo recalcitrante y provocador, que logra quebrar la paciencia y hace añicos la tolerancia. Quien levanta la mano y puede decir que no se puede ser defensivo, contundente y efectivo en ambas áreas, con el balón en los pies. Quien puede argumentar que un insurgente concepto resultadista es más placentero que una exhibición de fútbol, que llena los sentidos y alegra el corazón.

Fue un paseo y bailoteo descomunal. Una paliza alucinante y una diferencia desvergonzada que empezó con ese primer número de magia que ensayó Lio Messi. Acariciando el balón para que haga una parábola desquiciada, pegó en el madero de un Casillas, que ya olía su crucifixión. Allí hubiera sido para cerrar el estadio, pero era muy temprano. Lo que vino después, fue una lucha desigual, un Barza, dueño del balón y un Madrid que no era tan real, como pintaba. Un toma y daca, un tic tac seductor y despliegue descomunal. Messi, un genio, con el 10 en la espalda tirado atrás para sacar la defensa contraria y haciendo de titiritero, mágico y esplendoroso. Adelante un loco desatado, El “Guaje” Villa, un vagabundo del área, un desenfrenado cazador de balones, que si algo tiene de particular, es saber leer las jugadas y siempre quedar de cara al gol. Se vino el primero de Xavi –un equilibrista total- el doblete maravilloso de Villa, el de Pedrito y cerró Jeffren. Una avalancha de fútbol y goles. Un festín azulgrana, un equipazo que humilló a su cásico rival.

Mourinho hace el aguante a la impotencia, para decir que devorarse cinco goles no es para llorar y que debe jugar mañana mismo, para recuperarse. Experiencia tiene el portugués, de allí mismo salió con una mano atrás y otra adelante y al final se llevó la Champions. De este mismo Camp Nou se fue silbando bajito y después besó la gloria. Y es que el fútbol se vive de momentos, de oportunidades. No existe un equipo mejor que otro, sino diferente, dice con naturalidad el Pep Guardiola. En este partido, el Barza, fue un conjunto de individualidades, que funcionó como equipo. El Madrid, solo fue un grupo de nombres y egos disparejos, que nunca encontraron el balón, porque se lo escondió Messi y compañía. Solo atinaron a despojarse de sus vergüenzas y desfogar sus arrebatos a punta de patada limpia. A cambio recibieron una paliza, por tanto lio armado y por tanto que jugaron todos y lo que jugó Messi, al que solo le faltó el gol, para purificar tanta exquisitez junta.

Solo queda decir GRACIAS, por tanto y tan poco. Por lo mucho que alegra y por lo poco que dura. Para los resultadistas, puede que sea solo una anécdota y esperen al final de la liga. Pero para los que amamos el futbol de verdad, nos hincha el pecho de orgullo, nos hace sentir que se puede vivir y sentir el fútbol en su génesis y realidad. Esta vez el Barcelona del toqueteo hipnótico, pintó el cielo de azulgrana y puso la música. Yo no sé mañana, pero hoy, los amantes del fútbol, somos realmente felices y aunque podrán pasar muchas cosas, nadie nos quitará lo bailado.




Clásico a mano

Clásico es sinónimo de tradición, y el fútbol, está hecho de ritos y cultos tradicionales, que se descarnan en ese amor ardoroso e impulsivo, a veces maniático y perturbado a un color de camiseta. Pero un clásico, tiene también su lugar, en esa mixtura de sabor que puede encontrarse, en un combinado de arroz con leche y mazamorra morada. Hablar de clásico, en nuestro fútbol, es remontarse al encono y rivalidad de antaño, que nace un día sin saber cómo y se mantiene hasta hoy, enquistado en cada corazón de color merengue o un pecho carbón, de matiz blanquiazul.

Y le hace mucho bien a nuestro fútbol ver clásicos tan disputados como el de anoche. Porque se ha visto entrega, con ráfagas de buen fútbol y vibrante de principio a fin. Y es que Alianza y Universitario, pueden estar luchando la misma baja –en un ejemplo peyorativo- pero cada vez que se pongan al frente, quedarán atrás los puntajes y las estadísticas o lo valioso que se pueda estar jugando. Y es que un clásico se transpira y se respira desde adentro. Un clásico no se piensa, se siente. Y es que un crema y un blanquiazul, saben que un clásico no se juega, se gana.

El sueño de llegar a la Copa Libertadores, es el consuelo para los compadres, que lejos del deseo de levantar un título nacional, andan enfrascados en agarrar un cupo y más allá del honor, hay una razón muy valiosa como inevitable para ambos llamada dinero. En una coyuntura de deudas tributarias y malas inversiones –léase contrataciones- jugar un torneo internacional, es de necesidad vital ,es una tabla de salvación que se ha ido convirtiendo en una desesperada angustia. Alianza mantiene su ventaja de cinco puntos y es la valla que los cremas intentan saltar, aunque parezca -en el papel- que no tienen como, ni con que hacerlo.

Fueron los cremas -quizás por sus necesidades urgentes- los que sin importarles que estaban en casa ajena y en un baile sin tarjeta de invitación, los que salieron a danzar la primera pieza musical. Era un ritmo cadencioso, sandunguero y salsero, pero que los morenos parecían tímidos para afrontar en público. Era el minuto 32 y la tribuna aliancista enmudece, por obra y gracia de Miguel Angel Torres, justo cuando Alianza hacía presentir que el gol, era una cuestión de paciencia. La U, había dado el campanazo, con mucha fibra y garra. El partido cobra intensidad, en la medida que Alianza y sus nuevos “potrillos” empezaron a meterse más al partido y hacerse serios en la cancha. Antes del descanso Cristopher Soto, en fulgurante aparición, recoge el rebote de Fernandez(otra vez), pone la paridad y todos a sentarse nuevamente.

El complemento, fue un ida y vuelta constante, con torbellinos momentos de brusquedad, pierna fuerte, pero también buen fútbol. El “Chemo” apostó por asegurar el medio y hacer del contragolpe el arma letal. Costas, fiel a su estilo, con el desdoblamiento por las bandas y apelando a la velocidad de sus hombres. Pero los clásicos tienen esa pizca de ironía, que siempre juega con los sentimientos ajenos. Cuando era parejo el partido y el gol tocaba la puerta de ambos arcos, el infortunio le toca el hombro a Villamarin y en una jugada confusa, le da la ventaja a la U, que empezó a crecer en fútbol y en anhelos. La porfía blanquiazul, siempre encontraba bien parados a Galván y compañía. Pero un partido tan parejo, no podía nombrar un ganador todavía. La caldera se impacientaba y la luz se hizo en el banco.

Adré Carrillo, es un chico que desde su aparición, deslumbró por su velocidad de saeta y su dribling endiablado. Los hinchas aliancistas, ya lo encumbraron como un nuevo salvador, quizás para borrar ese presente oscuro de Manco y Farfán. Uno lo escucha decir que a él, no le va a pasar lo mismo y que su mejor consejero es Waldir Saenz ¿? y es como para sonreír con desconfianza. Si algo caracteriza a Alianza, es en sacar buenos peloteros, pero con escasa formación personal y es hartamente conocido, ese clan de “referentes” que ya bautizaron a este “Potrillo”. Ojalá, por el bien de nuestro fútbol, pueda consolidarse y no ser uno más de los que se vistieron de blanquiazul y se quedaron en promesas. Anoche entró, con pocos minutos por delante y desequilibró. Era un fantasma que le jugaba la espalda estudiantil y generó peligro en el contragolpe. La igualdad llegó luego de frustrados remates, le quedó servida a Fleitas para fusilar a Fernandez, que salió sin convicción, un mal que se va haciendo costumbre.

Pudo jugar mejor Alianza, pero la U le tomo bien el pulso, sin pasarse de revoluciones, fue equilibrado, mas no contundente. Pudo haberse llevado los tres puntos la U, pero Alianza le puso alegría a su juego. Pudo ganar la U, como lo pudo hacer Alianza. Al final, en un partido vibrante, en un clásico a pulso, en mano a mano, con mucha palpitación, salió ganando el hincha crema y el blanquiazul. Salió ganando el fútbol.

No piero ganarte compadre

Era un sábado distinto, una tarde de clásico, pero también un día donde el fútbol y la fiesta, se guardaban en un bolsillo y en el otro se hacía un ovillo la angustia con la desconfianza. Esta vez era diferente, porque se disputaban puntos valiosos, pero se jugaría pensando en el santo, con el temor de quemar cartuchos y quedarse desarmados. Por un lado estaba la obligación por ganar y por el otro, el conflicto emocional que resulta, saltar a la cancha, presionados, con la adrenalina propia de lo que significan estos partidos, pero con un aire susceptible y mediático, que hacía este clásico diferente a los otros. Había que ganarle al eterno rival, como sea, no había de otra, desde el camarín, la ansiedad, ya tenía el cintillo de capitán.

Dos tiempos, uno para cada uno. Un partido donde esta U, que ya no apuesta a defenderse a ultranza y que más bien, recarga las bandas y verticaliza el juego, reordenando su medio campo, le pudo poner color crema al clásico. Pero en cada ataque siempre quedaba un signo de interrogación. Un Alianza que necesitado de puntos, apuraba sus limitaciones de cara al gol, con chispazos de fútbol, pero intrascendentes para con el objetivo. Costas es vivo y escondió sus figuritas, para hacer su equipo más liviano pero dúctil. El “Chemo”, en cambio, ya sabemos que juega con lo que tiene, no es mezquino como Reynoso, pero tampoco es osado para arriesgar. Era su casa, su gente, pero parecía por momentos que no quería ganar. Alianza con lo poco que hizo, tranquilamente pudo salir silbando bajito y una sonrisa socarrona, con sus tres puntos tan necesitados, en el maletín de la conveniencia.

El fútbol, te da alegrías y tristezas, también te da revanchas, pero a veces, es un verdugo que te hace pasar de héroe a villano, en lo que dura un aplauso y convierte la idolatría en injuria, en lo que tarda en desinflarse el globo de las ilusiones. Piero Alva, debe ser el jugador-hincha más amado, pero también vilipendiado por la gente crema. Vive peleado con la tribuna, pero ha podido enrostrarle tardes gloriosas que lo tienen en una vitrina, donde pueden mirarlo, pero no pueden tocarlo y menos prenderle alguna vela. Autor de ese golazo de Playstation del Play Off del 2009, fue genio y figura de ese equipo campeón. Ayer esa misma gente que desgañitó la garganta, le gritó –y bien feo- que su actuación ni siquiera paso los 4 puntos.

Minuto 56, un penal dudoso para la U. Piero se para frente al balón. Aunque los códigos del fútbol dicen que un jugador que está jugando mal, no es el más indicado para patear un penal tan trascendente. No es una ley que se cumpla, pero por lo menos ante tanta presión, se necesitaba alguien de experiencia, alguien que tenga los genitales bien apretados. Libman había sacado un par de mérito. Estaba ofuscado, se ganó la amarilla por reclamar y su rostro era de pocos amigos. Piero cerró los ojos y dejó que ese mismo pie que hizo delirar a su gente en Matute en el 2009, le pegara a un balón que fue a darse con la pierna del golero y marró un gol que, esta vez no era de campeonato, pero sí de mucha esperanza. Libman salió del monumental como el héroe, pero la satisfacción para ambos, tuvo un resultado de color gris decepcionante.

Al final los compadres se fueron como vinieron, abrazados, saludándose fraternalmente, con el sudor y la fatiga que recorría sus emociones, pero con un frustrante gesto que expresaba que había sido en vano, más aún que en la noche, los santos alargaban la ventaja y lograban que la rabia se haga más sentida y penetrante. Cremas y blanquiazules, jugaron a querer obtener un resultado sin arriesgar, cuidando la puerta y se quedaron apretando los puños de impotencia. La gente crema, se fue del Monumental arrebatada. La blanquiazul, se desquitó con la violencia de algunos vándalos. En los camarines, se quedaron un héroe y un villano, que fueron los artífices y culpables de que este clásico no tenga ganador, pero si dos compadres derrotados.

Una copa con furia y belleza

El balón ha cruzado la defensa española, que ha quedado desairada y como una centella Arjen Robben, cabalga camino a la gloria, con el balón pegado a su zurda. Es la hora final, el mano a mano entre el verdugo y la víctima. El holandés llega al instante supremo de la decisión final y asesta el disparo fatal. Iker Casillas ha salido mirándolo a los ojos, echa el cuerpo a un lado y usa su botín para besar el balón y decirle que aún no es la hora de morir. Robben, tiene rostro de angustia. Casillas, le ha hecho un guiño a la posteridad.

Dicen que los partidos de final en un mundial, lejos de jugarlos bien, hay que ganarlos a cualquier precio. El equipo encantador, puede vestirse de aguerrido luchador y el menos vistoso, en feroz gladiador. Todo es válido, porque ganar un mundial, equivale a quedar vivo y glorificado, pero perder, es una suerte de agonía, lenta y descarnada, mirando como tu rival eleva las manos al cielo para bañarse de felicidad. Y es que en un mundial, nadie se acordará del valor o la entrega del vencido, solo habrá ojos y atención para quien al final, levante orgulloso la copa.

Este era un duelo especial. Dos estilos diferentes de encarar la red. Dos reinos similares, pero muy distintos para hacer del fútbol una forma de identidad. Holanda no necesita jugar bien para hacer daño, es de esos equipos que hace lo natural en impredecible. Puede agazaparse o parecer extraviado, pero golpea y bien. Su pegada puede ser mortal si te agarra mal parado. España, es lo opuesto. Hace de la paciencia una virtud y el toque exagerado, una forma de adormecer al rival, es más pulcro para tratar el balón y tiene el virtuosismo de sus hombres como una marca registrada.

En la tribuna estaba Cryff, con un conflicto de sentimientos en el corazón. En el pecho tenia la bandera de Holanda, pero en sus ojos, guardaba una mirada a la nostalgia. Esta Holanda no juega como él percibe el fútbol y como jugaba en el 74’y del cual fue influyente predicador. En sus recuerdos asomaban mas, aquel Barcelona de los 90’, del cual fue técnico, imponiendo un estilo para controlar la furia y brindarle más cariño al balón. De alguna manera, su ideología se asemejaba más a esta España, del toque fino y elegante, que el de su propio país, al cual criticó duramente. Y es que estos Villa, Iniesta o Xavi, han crecido con un poster de Romario, Laudrup o Guardiola en la puerta de sus cuartos y han querido emular sus hazañas. Cruyff, no dejaba de ser holandés, pero desde sus adentros, deseaba que gane España, porque de alguna manera, era el fútbol, “su fútbol”, el que representó, el que le gusta y del cual se siente su precursor.

Y fue un partido, que España pudo haberlo liquidado en los primeros 10’, cuando desató el vendaval. Pero si algo tiene esta Holanda, es ese poder de recuperación, sin perder la calma. Una frialdad para ir tejiendo soluciones, mientras las balas le pasan silbando la orejas. Sabe defender y esa seguridad lo hace sentirse presumido, por momentos autómata, se sabe fuerte y busca que el rival se fastidie o falle, para descargar el puñetazo letal. Fue sacando a España de su campo, para invitarlo a que abra la puerta y dejar que Robben, se escurra entre los errores y sea la punta envenenada de color naranja. Sufrió España, y bastante con una Holanda que, lejos de aquellas finalistas del 74 y del 78, pegó de lo lindo. Quiso mostrar que la vida se la jugaba en cada dividida, pero se le pasó la mano. El inglés Webb, fue muy permisivo como en aquella patada terrible de De Jong a Xabi Alonso en el primer tiempo. Era roja directa y dos días de cárcel. En el suplementario expulso a Heitinga, porque ya se había cansado de pegar tanto. El equipo naranja, primero quiso mostrar los dientes y después jugar.

Pero más allá de de los golpes, la Furia pasó momentos de zozobra. Porque Robben, se perdió dos mano a mano que tapó Casillas. Y también tuvo un cabezazo más tarde. España llegó más y le falló la puntería además de encontrarse con un arquero iluminado. Pero cuando el suplementario ya avisaba, que los penales nuevamente decidirían la suerte del campeón. Apareció Iniesta, el que sabe, el que maneja los hilos y es el socio perfecto de Xavi. Una jugada gestada desde un taco elegante y cuando quedó a merced de la consumación, definió cruzada, con la cabeza rapada de temores, con la displicencia de un verdugo implacable, con la frialdad de un campeón mundial. Si Xavi es un portento de jugador, Iniesta es un capo.

Iker Casillas, tiene el rostro de gloria triunfal y accede a la entrevista de la bonita Sara Carbonero, periodista española que es su novia en la vida real. Nerviosamente le hace la pregunta al capitán español. Hace unos minutos acaba de besar la copa FIFA, como campeón mundial y luego de agradecer a su familia, se quiebra, con los ojos llenitos de emoción y tiene el arrebato de besarla, con arrojo y valentía ante los ojos del mundo. Igual como cuando le puso el botín y después toda su humanidad, para matar las ilusiones holandesas en los pies de Arjen Robben.

“La Furia y la belleza son posibles juntas. Lo uno no quita a la otro", asentaba Del Bosque, como para que este nuevo estilo, en realidad de los últimos años, no opaque la mística española de toda la vida. Y demostrar que si pueden convivir, la doctrina de mirar siempre el arco contrario, pero sin descuidarse en defensa. Siendo coherentes para asumir riesgos y hacer de la tenencia del balón una pulcra y sacrosanta manera de hacer daño. Si ganaba Holanda, esta Holanda de juego fuerte y talentos como Sneijder y Robben, de seguro iba a haber escándalo. Pero ganó España. Y así, de esta manera, como para que no se tengan dudas, ganó el fútbol.



Uruguay, gracias totales

Jugar por el tercer lugar en un mundial, puede que tenga la necesidad de cumplirlo, pero la motivación es distinta. Los ánimos son ajenos a la euforia o tensión que se guarda para la final. Alemania, al perder con España su posibilidad de alzar la copa, dejó un aroma a decepción que alcanzó a algunos de sus emblemáticos jugadores. Lahm hablaba que no tenía ganas y Schweinsteiger, dejaba entender que no era lo mismo. Quizás en la habitación hablando con la almohada el equipo alemán, tenía más cosas para la pesadilla que alguna resignación que le calmara sus arrebatos. Por el lado uruguayo, era diferente. El mismo hecho de llegar a la semifinal ya era una hazaña, tentar el tercer lugar no era otra cosa que irse bañados de gloria, subir al pódium de la proeza engrandecida a su máxima expresión.

Las formaciones hablaban de quien quería cumplir el programa y quien quería jugar el partido y ganarlo con todas sus armas posibles. En casi todos los mundiales, siempre el tercer lugar es una forma de consuelo y una manera de limpiar la cara a sus protagonistas. Bueno en casi todas, no en las que estuviera un equipo uruguayo. Mientras Alemania, se puso la ropa deportiva, la entre casa, para salir al jardín a regar las plantas. Uruguay se puso su mejor traje, con smoking de gala y sus zapatos de baile más apreciados y un pañuelo color celeste en la solapa.

No se puede ser mezquino. Este equipo alemán es uno de los mejores de los últimos tiempos, de aquel blindado que aplastaba rivales, a punta de fútbol frio, con individualidades cargadas en años y experiencia. Hoy este equipo muy joven, es más moderno y versátil. Ha conseguido mezclar lo colectivo con la frescura de sus jugadores, hace un fútbol simple pero efectivo, compacto y muy letal en el contragolpe. Tiene en Schweinsteiger, Müller y Ozil, un tridente que desdobla y hace daño con propiedad. El no haber llegado a la final no lo deja minimizado, pues el tercer lugar, solo ha sido a una respuesta a un bravo Uruguay que se plantó delante, porque dejó algunos valores en el banco, como para demostrase a si mismo que hay futuro y no es cosa de locos, hacerse ilusiones que en los próximos cuatro años, pueda estar luchando una final.

Pero a este Uruguay, hay que aplaudirlo de pie. Acaso y nos importan dos centavos que perdió el partido, cuando pudo haberlo ganado y nuestro sentimiento no hubiera cambiado, solo se hubiera sentido un cachito más orgulloso. Pero la bravura de sus hombres y la entrega incondicional que dieron en cada partido, a todos los sudamericanos nos hizo vibrar al máximo. Quien sabe nos encariñamos y nos prestamos la celeste para alentarlos con el pensamiento, porque dejaron todo cuanto tuvieron en los pulmones y pusieron su corazón en una mano, para dejar que el mérito, se haga una ofrenda y el sacrificio una entrega voluntaria de su humildad y nobleza.

Este Uruguay, será recordado por siempre. La promoción exitosa de Enzo Francéscoli, sumó 3 copas Américas, pero nunca pasó a octavos en un mundial. Esta promoción en Sudáfrica ya hizo historia. Se hizo un nombre propio, a punta de esfuerzo, de entrega total y un cachito de suerte. Fue un equipo fuerte y equilibrado, desde que el Maestro Tabárez, apostó a contar con un Diego crack por línea. Un caudillo en cada zona clave del campo. Diego Lugano, atrás con toda su entereza, y sus errores, pero eficiente en general. En el medio, Diego Pérez, quizá uno de los mejores volantes centrales del Mundial, y arriba, un supercrack, con letras mayúsculas. DIEGO FORLAN, un jugadorazo, que juega de 10 muy moderno: no solo se limita a meter pases desde el medio sin pisar tu área; Forlán se corre la cancha, conduce, patea, asiste y hace goles, en este mundial fueron golazos. Un jugador que marca la diferencia.

Pero no se puede obviar a otros valores que dejaron huella. Muslera que defendió su arco como si fuera su propio hogar en peligro. Fucile, el mejor (o uno de los mejores) marcadores izquierdos del mundial,. El maxi Pereira y su corazón de león, Cavani y Lucho Suarez y sus goles decisivos. Mención aparte, para el “Loco” Abreu, ya se puede retirar tranquilo. En su casa no tendrá ninguna medalla del mundial, pero cuantas veces vea ese penal, picando traviesamente el balón, solo sonreirá y dejará que sus sueños de loco lo invadan, para pensar que estuvieron tan cerca de la hazaña, pero dejaron los corazones sudamericanos, llenos de un orgullo prestado, pero sentido como propio.

En esta vida hay que ser agradecidos. Por todo lo que nos hicieron sentir, en cada partido que dejaron el alma y contagiaron de emoción a nuestros corazones. Solo podemos decir en el nombre el fútbol, el fútbol nuestro de cada día:

URUGUAY, GRACIAS TOTALES.

El viejo sabio Del Bosque

Vicente del Bosque es un viejo que cuando uno ve su rostro, tranquilamente puede reflejar a nuestro padre o nuestro abuelo campechano. Ese viejo que en su silencio guarda la sabiduría que le han brindado los años y con su sonrisa, puede decirte lo que estás pensando, por el simple hecho de haber aprendido en la vida, el arte de mirar más allá de donde un jovenzuelo le cansa la mirada. Por esos ojos hinchados e impregnados de sapiencia, han desfilado tantas páginas de libros, de tantos autores y escritores olvidados, que hasta el día de hoy, no le aburre leer lo que escribe, el que sabe o el que aprende, el que tiene la razón o el que se la inventa, mientras que a los jóvenes y no tan jóvenes, les aburra leer más de una página y prefieran regodear su complacencia en algún pasquín que encuentran en cualquier esquina. A este viejo la vida le enseño a escuchar y se ejercitó en el arte de aprender de los errores y que la paciencia, es un don que solo la tienen los de corazón sincero.

Del Bosque, es un viejo que conoce el fútbol español, desde que los ibéricos le empezaron a pegar a la redonda y convirtieron las ganas en furia y asemejaron la fuerza de un toro de lidia. Tiene tan cansados los años, que ya nada lo sobreexcita demasiado, porque mientras otros técnicos se desesperan en ademanes, el permanece impávido, sereno y razona en silencio con la imperturbabilidad que solo le pueden brindar, esos años vividos y gozados que le han tocado a su humildad para saberse falible. Por eso cuando todos lo abrazan, celebrando la Eurocopa o esta clasificación a la final de Sudáfrica, él solo hace una mueca sencilla, como si hubiera salido del cine de ver una película que lo emocionó y que calmó con un bocado de Pop Corn. Quizás, Del Bosque, tenga más la mente en sus pocos años que le queden en vida, que en compartir una euforia que será un recuerdo imborrable, con el que se queden los que creyeron siempre en su capacidad de estratega, de esta España sorprendente.

Era evidente, que en estas instancias del mundial, los DT serían los protagonistas principales y los jugadores, los encargados de llevar a cabo el libreto aprendido de memoria. Del Bosque le ganó a Löw, porque tuvo más paciencia y criterio para leer sus anteriores partidos. Alemania, avasalló a la Argentina, porque Maradona, quiso darle gusto a la gente y se entregó a este equipo teutón, que su mayor virtud, era el orden y el contragolpe mortal. El único equipo que tuvo contra las cuerdas a Alemania fue Ghana y Serbia le ganó jugando a defender en bloque y hacer que los teutones pierdan la paciencia. Era cuestión de hacer una tesis con esos datos referenciales.

Uno miraba la formación española y pensaba igual que el resto, solo falta Messi y es una copia fiel del Barcelona exitoso, pero reforzado. Y acertó el DT español, dejando en el banco a un “Niño” Torres que a pesar de no estar en forma, es un jugador táctico importante. Puso a Pedro, un chaval que tiene tanto talento como adrenalina a veces descontrolada. Pero era necesario, para jugarle las espaldas a Phillip Lahm, un lateral poli funcional que rompe los esquemas con sus trepadas vertiginosas. Le cortó los circuitos entre Ozil y Podolski y rodeó siempre al que puede ser el jugador del mundial, Bastian Schwensteiger, resignándolo siempre para el esfuerzo supremo, sin dejarlo pensar y atándole las piernas con marca escalonada. Trochowsk y Khedira, son muy jóvenes aún como para pensar que asumirían un liderazgo huérfano.

España jugó, defendiendo con orden y alimentando siempre el gusto por el buen toque de balón. Ese buen pie que identifica al Barcelona exitoso, con Iniesta, en la dimensión de un jugador de una calidad sobresaliente y un Xavi, exquisito, sabio y siempre desequilibrante, acompañados esta vez de ese loco desatado que es David Villa. Un Xabi Alonso que rompía cualquier vínculo medular que intentaba crear Alemania y atrás un Piqué más seguro que nunca, ganando todo arriba, de la mano de Casillas que mas allá de un par de remates, no tuvo tanto trabajo, como si la defensa española, que batalló con orden para tener el balón lejos de su área.

Pero si hay algún jugador que representa a la furia española en toda su expresión ese es Carlos Puyol. Apodado “Tarzan”, esta vez no se colgó de ningún árbol ni mató alguna fiera salvaje. Mandó, pujó, despejó hasta las dudas que rondaban su área y fue protagonista de dos llegadas fundamentales al área contraria. La primera fue un cabezazo que pasó muy cerca y puso la clarinada que algo fuerte se venía. La otra, centro perfecto de Xavi y el salto sin lianas de por medio y “Tarzán” que conecta un testarazo brutal, asesino y despiadado, que rompió la red y la ilusión alemana. Faltaba poco para el final y Puyol, se consagraba de líder en su último mundial. Pedro, Pedrito, el chaval irrespetuoso, tuvo para ceder al “Niño” Torres y desatar el vendaval, pero el libro se quedó sin páginas y esta historia, igual fue tan roja como la camiseta color sangre española.

Puede ser que Vicente del Bosque, es un viejo, que es tan viejo, que nada lo inmute o emocione en demasía, así sea porque le ganó con su sapiencia a una Alemania favorita o quien sabe cuando su España torera, sea campeón del mundo. Para alguien que tiene los años de almohada y la experiencia tan ceñida al sentimiento, cualquier desatada alegría que enloquezca a sus compatriotas, para él, solo sería una algarabía, sentida, pero que guardará en esos ojos cansados y esa mirada de viejo bueno y sabio.

Si quieres celeste que te cueste

No pude resistir la tentación y fiel a la condición de fanático afiebrado y jacobino, me puse a ver la repetición del partido donde la selección uruguaya, dejó en Sudáfrica la última gota de sudor que le quedaba y sucumbió a sus débiles piernas, que tomadas de la mano de una bravura sin límites, tuvo que desfallecer cuando el corazón ya no tenía latidos y su dignidad lo abrazaba como una bandera. No es necesario ser uruguayo, para que una derrota como esta, nos duela a todos. A todos los que tenemos la sangre sudamericana, a todos los que amamos el fútbol que tenemos y a todos los que se sienten orgullosos de su patria que los ha parido. Los demás solo serán unos alienados, que les será indiferentes el dolor del país hermano, así sea esta, una desgracia de algún cataclismo, fenómeno natural o una debacle en una cancha de fútbol. Lo de ayer duele y muy fuerte, porque al final del partido, no vi ninguna lágrima lastimera en los ojos de sus jugadores, más allá de esa sonrisa resignada del ‘Maestro’ Tabárez, que solo ocultaba una pesadumbre propia de un resultado, pero sus ojos estaban llenitos de orgullo. “Si hay una forma de perder, elijo ésta” sentenció, el artífice de esta gesta inconclusa.

Y cuando uno mira el partido con los ojos y deja a un lado el corazón, puede tener una visión más objetiva, cercana a la realidad y un tanto alejada del sentimiento. Todos los equipos holandeses, siempre han jugado mirándose al espejo de aquella Holanda 74’, la de Cruyf, la del fútbol total y revolucionario, la que nunca pudo alzar la copa, pero que siempre estuvo en la pelea. Hoy esta Holanda es diferente, es fina en su trato al balón y puede parecer vulnerable cuando la atacan, pero tiene dinámica y poder de recuperación. Es un equipo compacto que ha llegado a este mundial con una preparación física sobresaliente y parece haber aprendido de los errores. A ese fútbol total de la Holanda de Cruyf, a este equipo le ha sumado el tema defensivo, aunque, el mismo Johan lo critique de mezquino y aburrido, por clavar cinco hombres en propia área, pero cualquier selección no se puede dar un lujo de estar invicto más de 20 partidos. Algo debe estar haciendo bien. Esta Holanda, no será la “naranja mecánica” del 74’, pero ha conseguido ser un grupo laborioso. Tiene en Wesley Sneijder a un jugador completo, que está jugando para los 9 puntos y tiene en Arjen Robben, al jugador distinto que genera el desequilibrio constante. Mark van Bomme es el soporte y la pausa y Robin van Persie el complemento perfecto, para hacer de este equipo un candidato al título.

Pero ayer era la batalla del corazón, contra la razón. Uruguay llegaba mermado. La mano bendita de Suarez lo dejó en el banco y Fucile –uno de los mejores marcadores del mundial- el llamado a desaparecer a Robben, tampoco estaba. Para ponerla más difícil, recibió un mazazo con ese fierrazo de Gio van Bronckhorst, que fue un golazo de otro partido y en el momento menos oportuno. Y la mochila se hizo pesada. Es entonces cuando deben aparecer esos grandes jugadores, los que se ponen el equipo al hombro y demuestran de que están hechos. Uruguay, no tiene a Messi, pero si a un Diego Forlan, un super-crack, por sus cuatro costados. Jugó, peleó y le partió la sonrisa color naranja, con un soberbio zurdazo que puso las esperanzas a mil y los corazones a punto de reventar. Le pegó como siempre, pero esta vez le hizo un pacto a la Jabulanni, para romper la resistencia de Stekelenburg. Solo el cansancio extremo lo pudo doblegar y sacar del partido. Jugadorazo.

El complemento, no trajo buenas nuevas. Cuando las ilusiones estaban calmadas en el pecho celeste y la confianza renacía en la arenga del ‘Maestro’ Tabárez, Vino el gol de Sneijder, que no debió ser validado porque hubo posición adelantada de Robbie van Persie y este participó de la jugada tratando de hacer un taco cuando el balón iba al arco de Muslera. Pero gol al fin y al cabo que golpeó en lo anímico al equipo ‘Charrua’. Después ya era una lucha contra el tiempo, contra las piernas que flaquean y contra un gran equipo, como Holanda que tuvo su premio cuando Kuyt hace el centro violento que Arjen Robben, acomoda el cuerpo y conecta el testarazo letal, asesino, que se cuela cerca al poste. Allí quedaban sepultadas las esperanzas y solo quedaba en vida el orgullo, para ir con lo poco que quedaba, con el corazón en la mano y el último aliento. El descuento del Maxi Pereira a los ’92, solo era la exhalación del último suspiro. La hazaña charrúa ya era una utópica forma de seguir mirando el partido con el sentimiento, pero, desde la razón, era imposible, porque al frente se tenía una sólida selección holandesa.

Duele esta derrota uruguaya y les duele a todos, pero es real y auténtica como el propio fútbol. Será esta la hora en que deban alistar maletas para ir a buscar un tercer puesto, con otra actitud de seguro, porque ya las fuerzas y las ganas han quedado desparramadas en el verde. Pero lo hecho hasta hoy ya es meritorio. Un equipo que clasificó casi tropezando y se subió al avión cuando ya partía, vino a este mundial, sin que nadie diera un peso por ellos, pero estuvo a punto de escribir una página de gloria. Un país con tres millones de habitantes, que tiene varios títulos mundiales en la vidriera y regados por el mundo tantos jugadores, es sinónimo que en su país, el fútbol, más que un deporte es una religión.

Y como dijo el ‘Maestro’ Tabárez, Uruguay llegó a una fiesta donde no lo habían invitado y no se quiso ir por propia cuenta. Lo sacaron a empellones, con personal de seguridad y atado de pies y manos, apaleado y jaloneado. Pero no se fue callado, porque se fue vociferando a voz en cuello a los invitados que lo miraban con asombro: “Si quieren fiesta, tiene que ser celeste y sino que les cueste”.


La muerte súbita del D10s

Para los argentinos. Diego Armando Maradona, más que un héroe o mito viviente, que tocó la gloria con sus manos en México 86 y que los hace sentir orgullosos del país que ha parido al mejor futbolista del mundo, es un tótem, un Dios alterno, que tiene su religión propia y su credo, que puede ser cuestionado por su vida personal trastornada, o su forma de mirar el mundo desde su omnipotencia creada por la misma gente, de su país y del mundo entero, pero Dios al fin y al cabo que cuando habla, lo escuchan todos, cuando opina, crea polémica y cuando se equivoca, le perdonan todo. Maradona, para los argentinos es un sinónimo de fe, de confianza, pero también de infamia y decepción.

Cuando argentina se venía cuesta abajo en las eliminatorias para Sudáfrica 2006, Basile dijo no voy mas y siguió el mismo camino de Bielsa y Peckerman. De que vale tener tantas individualidades superlativas y al mejor jugador del mundo -pensaron ellos- si no existía una forma de llegarles y convencerlos que podían unirse y dejar de ser los millonarios futbolistas, para ser los soldados que su patria reclamaba dentro de una cancha de fútbol. Cuando las opciones se agotaron en la tierra, Grondona le tiró una plegaria al Olimpo del fútbol, allí donde Maradona tiene su morada. Si no había algún ser humano que podía resolver el problema, la única manera, era recurrir al D10s, al único capaz de enfrentarse a todos, al único capaz de inmolarse, al único D10s del fútbol, que los argentinos le pueden pedir un milagro.

Y Maradona, tuvo que bajar de sus aposentos y vestirse de mortal, para fungir de entrenador. La mitad del mundo le dio la espalda, solo los fieles, lo siguieron bancando. Está claro que un entrenador, debe estar preparado y es esclavo de los resultados y Maradona no tendría que ser la excepción. Argentina llegó al mundial con el pantalón en la mano. Se fajó la primera vuelta y pasó a octavos, dejando la impresión que el teorema maradoniano, la paternidad para con sus jugadores y el feelling divertido entre progenitor y sus vástagos, era suficiente para lograr llegar lejos, sin apelar a un trabajo serio y comprometido. Contra México, el resultado ocultó una falencia defensiva que era evidente y un poder de recuperación escaso. Esa vez, las individualidades, lograron que el D10s mortal pueda seguir creyéndose divinidad y sus fieles, seguir rindiéndole pleitesía.

Pero contra Alemania, era la prueba final para ver cuán grande o creíble era el enigma de Maradona. Y la realidad fue demasiado cruel. Estaba orgullosamente enamorado de su equipo y no lo cambió, a pesar que los códigos del fútbol indican, que todos los partidos no son iguales. No bastó tener al mejor futbolista del mundo en el ataque, ni al D10s en el banco, disfrazado de director técnico. Tampoco alcanzó el carisma y la motivación. Lo de Alemania fue una indiscutible masacre. Primero porque el cachetazo del gol tempranero de Muller, tiró abajo la estantería de una formación caprichosa y para remontarlo, tuvo que apelar a la entrega y el corazón inmenso de Tevez, al impulso de un Messi ensombrecido por camisetas negras y un Di María, laborioso, pero desenganchado. Un mediocampo que siempre dio espacios y un Mascherano sacrificado. Un equipo con mucha gente de vocación ofensiva, pero con poca disposición para ponerse el overol y una defensa que nunca ofreció garantías.

Alemania, en cambio, fue un equipo compacto en todas sus líneas, eficiente, seductor por momentos y muy apasionado para recuperar el balón. El equipo de Joachim Löw, jugó muy cerca de la perfección. Ozil, Muller y Podolski fueron los baluartes, para la recuperación y Klose, tan letal y efectivo, como en cada mundial que ha jugado. Pero si hay alguien que jugó para los diez puntos, ese fue El ‘Kaiser’ Bastian Schweinsteiger. Tremendo jugador, cuanta evolución, desde aquel tractorcito, que recorría la cancha, cumpliendo fielmente su función. Hoy es un jugador, que marca los tiempos, tiene marca y vértigo para llegar al fondo. Un jugadorazo.

La última razón del triunfo de Alemania se basa en ese concepto tan elemental como verdadero: el funcionamiento colectivo siempre es superior a la inspiración individual. Argentina no fue un equipo, sino un conjunto de jugadores, que con ganas intentó dar vuelta una historia. Alemania fue muy superior, ganó por demolición, sometiendo a su rival, hasta dejarlo exhausto y matarlo sin compasión. Los goles fueron producto de esa capacidad y dejaron la tristeza en cada rostro argentino en la tribuna, en esa carita desconsolada de Maradona, buscando el desahogo con sus hijas, reanimando a sus jugadores, en las lágrimas de Messi, de Heinze, de Tevez, de Burdisso... De todos.

Los argentinos tienen una forma de sentir el fútbol muy especial. Es una mezcla de pasión enfermiza y entusiasmo afiebrado. Una eliminación como ésta, deja una sensación de dolor inmensa. Y no solo por el resultado, sino por cómo se dio. Fue una eliminación con paliza, una paliza histórica. Por eso ha sido sorprendente, como los argentinos han recibido a su selección, con una resignación sin precedentes. Han vitoreado a sus jugadores, les han agradecido su esfuerzo. Ellos han pedido perdón y ha existido un abrazo sincero de reconciliación, incluso entre aquellos que antes, no hubieran soportado un resultado tan catastrófico. A estas horas estuvieran pidiendo la cabeza del técnico y crucificando a sus jugadores.

Puede ser que este dolor compartido los haya vuelto sensibles y puede que sea el consuelo a una herida abierta y por allí, el punto de quiebre para recomenzar una nueva era. Otros, los más fieles, dicen que esto, solo lo puede lograr la idolatría por alguien que es su tótem, ese D10s que les hace falta y que tuvo que fungir de guía. Quizás los argentinos no entiendan o no quieran entender que Maradona, será para siempre el D10s del fútbol, por todo lo que hizo dentro de una cancha de fútbol y hoy sea un recuerdo fósil de aquel 86, con el que viven muchos de los que lo admiran en el mundo entero. Pero para ser entrenador, debió ser tan mortal como cualquiera que lo idolatra y en eso, tiene demasiadas cuentas pendientes, porque se ha fallado a sí mismo, a su gente y a su familia, sacando como castigo, tener que morir un poco, con esta eliminación tan penosa de un mundial de fútbol.


Uruguay, bendita locura

De todos los partidos jugados en el mundial, este Uruguay –Ghana será recordado, no por el fútbol mostrado y que se escondió, apareciendo tenuemente en la cancha, sino por esos minutos electrizantes en el epílogo del suplementario, que precedieron a esa jugada inédita, donde Luis Suarez se hizo el villano mas vilipendiado y posteriormente en el héroe, que permitió que la luz de esperanza que alumbraba los corazones uruguayos, no se apague y renazca, por su raza y su temperamento. Si tenía el papel de goleador, del verdugo que tiene un romance con la red, le tocó esta vez hacer de guardameta y salvar la historia gloriosa que viene escribiendo este equipo uruguayo.

Este partido presentaba un equilibrio de poderes. Estaba para cualquiera que propusiera, algo de sí mismos, algo que sea su identidad y algo más que fútbol. Algo que pudiera rimar con entrega, sacrificio y pundonor. Y fue Ghana quien propuso mas, estuvo cerca del primero, más por ocasiones de gol creadas, que por juego mismo. Fue una fase del partido en la que los jugadores africanos dispusieron de varias opciones, lo que se unió a unos minutos plagados de adversidades para Uruguay, primero con la lesión y sustitución del capitán Lugano por Scotti, y luego por un fuerte golpe en la cabeza de Fucile.

Uruguay no entró bien en la segunda mitad, encontró con un rival duro, que lo complicó, ya que al principio mostró las mismas deficiencias que en la primera. Sin embargo, a los diez minutos de juego, una falta lanzada con potencia y colocación por Diego Forlán puso el empate en el marcador. Tremendo golazo, que fácil era para elevar el ánimo al tope y liquidar el partido aprovechando el letargo Ghanes. Y Uruguay tuvo varias, en los pies de Forlan y Suarez .El fútbol brilló por su ausencia en el tramo inicial del partido, con dos equipos indecisos e imprecisos, que no sólo no coordinaban acciones de peligro ante la meta rival, sino que eran incapaces de dar dos pases seguidos.

Uruguay se aferró a esta premisa. En el último minuto del segundo período, llegó el momento que marcó el comienzo de todo para los sudamericanos y el principio del fin para Ghana. Luego de varios rebotes y una tapada de Muslera, un cabezazo ghanés mandaba la Jabulani derecho a la red. Pero en el camino estaba Luis Suárez. El delantero del Ajax no lo dudó: puso la mano y la sacó. Penal y expulsión con el reloj pasando los 120'. Noche cerrada, oscura, para Uruguay.

Asamoah Gyan fue el encargado de devolverle el corazón a todo Montevideo. El delantero remató fuerte arriba, al medio, la pelota dio en el travesaño y salió disparada a la tribuna. Pitazo final y penales. Tabarez y su comando técnico respiraban y establecía su chance final, a todo o nada.
La serie de penales la arrancó, quién si no, Forlán. Sereno, marcó y dio confianza. Luego fue el turno de un corajudo Gyan, que volvió a elegir pegarle alto. Esta vez sí entró. Siguió Victorino y la cruzó. Appiah no falló. Empate. Turno de Scotti y adentro. Llegó Mensah, tomó poquísima carrera y Muslera le adivinó el palo. Pero la ventaja le duró poco a Uruguay: Pereira la mandó a la tribuna. Sin embargo, Muslera volvió a contener el siguiente, esta vez a Adiyiah.

El último penal merece un párrafo aparte. Tranquilo, el Loco Sebastián Abreu fue el que se llevó todos los flashes: definió picando la pelota, como supo hacer tantas veces en el campeonato charrúa y en su paso por el fútbol argentino. Fiesta total en el Soccer City. Dicen que para ganar un partido en un mundial, se debe contar con un buen grupo de jugadores, estar 10 puntos físicamente, tener un cachito de suerte, pero también se necesita un verdadero toque de locura.

Ahora, Uruguay se enfrentará en la semifinal ante Holanda. Será el próximo martes, a las 15.30 hora de la Argentina. El Maestro Tabárez tendrá mucho trabajo para intentar frenar a una Naranja que llega con todo tras vencer en los noventa a Brasil. No podrá contar con el expulsado Suárez y con Fucile por acumulación de amarillas. Deberá rezar por la recuperación de su capitán Diego Lugano, que hoy salió lesionado. Pero queda algo de tiempo: es hora de celebrar.

Brasil, el gigante derrotado

Las cosas que tiene el fútbol. Brasil nuestra mejor carta sudamericana, que dejó en la previa de octavos, una esperanza que no había mostrado todo, que se guardaba, lo mejor para estas instancias, ha tenido que morder su orgullo y agachar la cabeza. Ha hecho su equipaje de dolor y sufrimiento, para regresar a casa, donde le espera una muchedumbre de rostros desencajados y despechados. Por un lado, los hinchas, los de la torcida fiel y por el otro, los enemigos que hizo Dunga, cuando les enrostró sus pergaminos, pregonando su cuestionable argumento resultadista. Este Brasil, que había dejado la impresión que si no reverdecía el “jogo bonito” de antaño, por lo menos mostraba una solidez defensiva, que asolapaba los errores. Este Brasil, del que todos se aferran con sentimiento ajeno, para obligarlo a ser el candidato de siempre, se ha ido del mundial y a partir de este momento, ya lo hemos comenzado a extrañar.

El fútbol es una cuestión de momentos, de oportunidades y circunstancias. Duele esta debacle de la “canarinha”, porque ha sido de una manera indigna. Después de un comienzo vertiginoso, encontró muy rápido la red, pero también al conformismo. Se dejó estar, se cautivó de superioridad y aquella fortaleza defensiva que demostró en sus anteriores encuentros, está vez fue su mayor debilidad. Fue preso de sus errores involuntarios, pero errores al fin, que hicieron que un resultado que en el comienzo, tenía un tinte triunfalista, se fuera diluyendo en una inseguridad, que lo hizo ver como un equipo desconcertado y desequilibrado, herido en su esencia hasta perder el sentido y morir, sin atenuantes, abandonado a su propia suerte.

El partido con Holanda tuvo un comienzo a mucho vértigo. No habían pasado ni 10 minutos y Brasil ya había marcado dos veces en puerta naranja. Uno fue anulado (tranquilamente lo hubiera cobrado) y el otro, fue un pase magistral de Felipe Melo, para que Robinho defina espectacular. Brasil estaba muy concentrado y jugando al compás del reloj. Pero el fútbol, tiene esas cosas impredecibles. Tiene el poder de crear un astro y generar un Rey, pero también de poder destruirlo en un solo segundo. Puede hacer que una jugada o un gol, marque la pauta para definir un resultado y también, hacer que tu mejor defensa, se convierta en tu mayor debilidad y convertirse en esa daga asesina que pulveriza los sueños de mucha gente y los corazones del mundo entero.

Felipe Melo, va a recordar este mundial para toda su vida. Es de los volantes que le gustan a Dunga, mixtos, con mucha marca y recuperación, sobre todo de buen pié. Esta vez el destino le jugaría una mala pasada. El pase a Robinho, en la apertura del marcador, fue notable. Después, en complicidad con Julio César, fue su cabeza la que se hizo enemiga e introdujo el balón en propia valla, en el empate. Después permitió que Wesley Sneijder conecte el frentazo que dejaba fuera a los brasileños. Más tarde se llevó de encuentro a Robben, y no contento con eso, lo pisó y el árbitro japonés Yuichi Nishimura, lo mandó a las duchas, dejando que la carga se haga más pesada. Lo que hizo con la mano derecha, lo borró con la izquierda.

El punto de quiebre le correspondió vivirlo a Kaká. El del Real Madrid encontró un rebote, midió la parábola y la puso al ángulo, Stekelenburg a mano cambiada, ahogó el grito de gol. Si entraba se aseguraba el partido, Brasil lo sabe jugar en ese escenario. A partir de allí, Holanda fue otro, con cambios de ritmo y marca cerrada. Apelando a la presión y bombardear el área forzando el error, recostando el accionar de Robben para hacer diagonales y sociedad con Sneijder y Van der Wiel. Kaká tuvo el empate en sus botines. Le puso el pie como manda el código, pero la Jabulanni, caprichosamente solo besó el parante. Lo demás no alcanzó.

Brasil se ido del mundial. Duele porque tenemos la sangre sudamericana, pero también porque hoy Holanda desnudó la retaguardia verde amarella, lo atacó como nadie y expuso lo que nadie había visto hasta hoy, Que hasta el mejor arquero del mundo no es invencible y que el fútbol mezquino de Dunga, le dio resultados en otro entorno, pero en Sudáfrica, solo ha sido un espejismo, de la verdadera esencia del fútbol brasileño.


La Copa America del mundial

El mundial Sudáfrica 2010 está en el pico de efervescencia. La fiesta en las tribunas va dejando su huella de vistosidad, belleza y colorido. En el verde algunos participantes han tenido que abandonar la fiesta, porque no fueron invitados a los cuartos de final. Se quedaron con el traje de gala sin usar, con muchas desilusiones rotas, un boleto de regreso a casa y una valija con algunas decepciones individuales que golpean la confianza y esa expectativa que generaron, cuando llegaron a esta cita mundial del balompié.

Si algo ha tenido este mundial, es una clara muestra que las distancias en el fútbol ya no existen y la lógica, es solo una quimera circunstancial y endeble que tiene una credibilidad cada vez menos aceptable. Uruguay, Paraguay y Chile, eran las selecciones que acudían al mundial, con las mismas esperanzas de antaño, buscando cambiar la historia o morir en el intento. No pasar los octavos era predecible, regresar temprano no era sinónimo de fracaso, por la simple razón de no tener la bandera brasileña o argentina, que siempre son los llamados a ser los representantes y candidatos a pelear lugares de privilegio, pues un regreso prematuro tiene repercusiones tormentosas. Pero en ninguno de los pronósticos más creíbles estaba previsto que los representantes de Sudamérica, se pusieran de acuerdo, para colarse a la fiesta y vestidos de etiqueta, primero pasando los octavos y luego cuatro selecciones a esta instancia de cuartos de final, con la cada vez más creíble posibilidad, que hasta se pueda dar una final sudamericana.

Ya se han definido las llaves y los que han llegado a esta instancia lo han logrado de manera diferente y algunos de forma notable, meritoria y hasta histórica. Uruguay ha pasado la barrera generacional que dejó Enzo Francéscoli quien dejó sentado un liderazgo futbolístico, mas nunca pudo colocar su nombre en la siguiente ronda. Hoy en la era de Forlan y Suarez, está escribiendo una página gloriosa, como inolvidable, acaso y después de casi 40 años, se ponga tiro para definir un momento trascendental.

Paraguay, con gente corajuda y envalentonada por su raza, también está tejiendo su propio camino memorable. Ha conseguido ser un equipo sólido en defensa y con lo justo ha privilegiado su característica aguerrida y esta vez con una delantera que mete miedo. Puede pasar de ser una agradable sorpresa a una embriagante realidad, porque tiene con qué hacerlo posible.

Chile se ha ido dejando la sensación que su atrevimiento de jovenzuelo avezado, le costó caro y sangró demasiado temprano. Pero ha quedado sentado que hay aires de cambio generacional y actitud en su fútbol. El equipo de Bielsa se fue raspando la posibilidad de querer y no poder, pero dejando latente, que hay madera para seguir la senda. Por lo pronto ya tiene el respaldo de su gente, algo que algunos vecinos les ha quedado como materia pendiente.

Argentina, ha plasmado en la red la calidad individual de sus hombres y con eso le alcanzó mas no le sobró nada. Su ícono Lionel Messi, solo ha jugado para 7 puntos, y solo le falta el gol para convertirse en lo mejor de este mundial. Por encima de los sentimientos encontrados que Maradona tiene para con su engreído, el Lio marca la diferencia con el resto, mucho del éxito de Argentina, dependerá en demasía de los botines del Messi..as, es el único superhéroe que rompe los esquemas y los rivales, apuntan a encontrar la kriptonita. El D10s espera impaciente, que su estrella fugaz, lo siga iluminando, como en el 86, cuando tocó el cielo con las manos.

Brasil, tiene demasiada experiencia y mucha riqueza técnica que ha sabido sacar de pocos y según su necesidad. Es candidato firme para llegar a la final, porque su colectivo lo hace fuerte atrás y fulminante en ofensiva. Dunga puede que haya roto el molde tradicional, pero en esta era resultadista, hasta el mismo Brasil, se somete a los rigores de guardar el frac y ponerse el overol. Su calidad individual prevalece, pero su sistema rígido lo hace impenetrable. Solo le basta meter el cambio de ritmo, para avasallar al contrario, siempre que no haya algún iluminado que les estropee la fiesta.

Los partidos no se pronostican, se tienen que jugar. Cuando culminaban las eliminatorias sudamericanas, nadie en su sano juicio, pudo pensar siquiera, que cuatro representantes sudamericanos se estén jugando la posibilidad de entrar a cuartos de final y hacer que sea posible soñar despiertos. Los sudamericanos, estamos acostumbrados a soñar, es que además de ser gratis, se siente bonito y le hace bien al corazón. Solo queda, cerrar los ojos y esperar que la Copa América, se termine jugando en pleno mundial de Sudáfrica 2006.

Arrivederci Italia, è morto il campione

Adiós Italia, ha muerto el campeón. Lo deben llevar a casa de vuelta, los mismos que enaltecían su grandeza y le rendían culto al resultado y no les importaba como lo conseguían. El tiempo, las circunstancias y el mismo destino, le han dado muerte a ese fútbol mezquino, que alegraba corazones, porque llevaba coronas y trofeos de guerra, de manera generacional. Esos mismos que no les importaban dos centavos, si el equipo jugaba bien o mal, que solo era conjugable el verbo ganar, sin importar a qué precio, ni en qué tiempo ni lugar. En este mundial, donde los técnicos tienen un marcado protagonismo, Marcello Lippi asume su responsabilidad para su campaña, porque para los italianos, que solo les importa ganar, quedar fuera en primera fase, es un desastre total, un fracaso descomunal y una forma de morir demasiado joven.


Su funeral se ha escrito ante Eslovaquia, un equipo que hizo su negocio, que se paró al frente para mirarlo a los ojos y enrostrarle, que ya no existen los mitos, ni las devociones a la historia o los pergaminos. Se paró sin complejos y aprovechó las deficiencias que la escuadra azurra, ya mostraba desde los inicios de este mundial. Italia entró a jugar con su faja de campeón reinante y Eslovaquia fue tan irreverente, para con su estandarte que le bajó el pantalón y le dio las nalgadas de insolencia, para doblegarlo primero en el juego y después en el marcador.


Lo que marca este mundial es que ningún equipo, puede salir a jugar con el peso de su historia o el color de su camiseta. Italia, se aferró a los nombres que hace cuatro años le dieron la copa del mundo. Pero no pasó por la idea de Lippi, que los años pasan y pesan y ello es regla de oro incluso para los que tengan un nombre ganado o se crean dioses del Olimpo del fútbol. Gatusso y Cannavaro fueron en el 2006 los íconos de esa pared infranqueable que hacía de su defensa, una base sólida para ser ordenados y arriesgados en ataque. Pero hoy ya no son los mismos y no se encontraron sus reemplazos.

La razón de esa falta de renovación pueda que tenga que ver el propio calcio, donde prevalecen los nombres de otra nacionalidad. El último campeón de Europa, el Inter, su mayor referencia mediática, no tuvo a ningún titular en la lista, porque son extranjeros. Su base de jugadores, está en la Juventus que tuvo una campaña regular. Para este mundial, Italia apostaba al peso de su camiseta y tratar de ser el equipo de siempre, con defensa ordenada, mediocampo generoso y equilibrado en ofensiva. Por historia, se le daba el crédito de ser el candidato de siempre. Esta vez, se obvió el talentoso y el goleador, cada uno buscando su propio nombre y el resultado fue un equipo partido, sin orden y que solo apelaba a su orgullo marchito. No le alcanzó y aunque le anularon un gol legítimo, la historia ya está escrita.

Para Italia, esta eliminación es una catástrofe, por lo que significa hoy y lo que traerá a partir de mañana. El campeón reinante ha muerto pero el fútbol no descansa, el balón seguirá rodando, hasta encontrar su sucesor. A cada italiano que en el 2006 hincharon el pecho de orgullo cuando alzaron la copa, así como no les importó, que ante Francia fue un partido horrible, que Zidanne siendo Dios, se hizo hombre, para irse sin gloria. Que ganaron el mundial sin fútbol, solo con resultados, ahora no apelan a sus recuerdos, solo piensan en este fracaso de consecuencias funestas. A los jugadores que en el 2006, se convirtieron en héroes, nadie les quitará el mundial ganado, como tampoco le podrán quitar este bochornoso final. Una muerte súbita, una afrenta para su historia, un adiós repentino, un fracaso doloroso, pero tan real, como el mismo fútbol.

Arrivederci Italia, è morto il campione... Viva il nuovo campione


Sangre sudamericana en el mundial

El mundial sigue presentando sorpresas. Las apuestas imaginarias para elegir candidatos siempre pasan por una percepción que se nos queda en la retina, cuando culmina una eliminatoria o se vislumbran equipos que tienen un pasado reciente. Entonces, hay un antecedente para tomar en cuenta. Pero los partidos se deben jugar y en un mundial normalmente, no se reflejan en los resultados, lo que nos dice alguna corazonada o lo que mandan la lógica y teoría de la especulación, porque todo se rompe, cuando la ilusión decide no obedecer órdenes y se acuesta con el raciocinio.


Nadie pensaba que por ejemplo, que los equipos sudamericanos, llámese Paraguay, Chile, Uruguay y hasta la misma Argentina, que incluso llegó a clasificar de milagro y apretando los dientes, tuviera un inicio particularmente exitoso. Todos daban por descontado que Brasil, por historia y calidad de sus jugadores, no sorprenda con su pase a octavos. Que Paraguay y Uruguay lucharían un segundo cupo y que Chile sería un animador interesante. Argentina era la incógnita, porque dependía de cómo afrontaban sus hombres y sobre todo de cuanto explotaría su estrella donde reposa su éxito, Lionel Messi.

Casi finalizada la participación de los equipos, tenemos a una Argentina de los números redondos y un Messi que si sigue el mismo camino, puede ser la figura de este mundial, aún escaso de individualidades. Uruguay y Paraguay, han terminado de la mano en primer lugar y afrontan con optimismo su ascendente carrera para llegar a cuartos. Si todo sigue su curso como se ha venido dando, nada sería tan extraño como fastuoso, que en cuartos de final, se puedan encontrar equipos de sangre latina. Esto es fútbol y todo es posible, más aún después de ver partidos de equipos sorprendentes y otros decepcionantes.

Quizás la razón por la cual equipos como Inglaterra o la misma Alemania, al inicio no encontraron ese funcionamiento dúctil y armonioso del mundial pasado, tenga que ver que los teutones afrontan una renovación de sus jugadores, extrañen a Ballack o les falta un tiempo prudencial para afiatar sus líneas en esta nueva era. Inglaterra es el espejo de su realidad, problemas internos de alcoba, un grupo que no se ha soltado del todo y aunque tengan más tiempo juntos, ello mas puede significar una saturada forma de integración, que una seguridad de conseguir resultados. Ambos se enfrentan en la siguiente ronda y uno de los dos se debe ir a casa. Uno juega con la mixtura de juventud y sangre nueva, el otro con la experiencia de lo que queda de su historia.

Si hubo un equipo que hasta ahora ha significado la pasión, la incertidumbre y la alegría consumada ha sido EEUU. Ha sido eficiente para jugar pero no eficaz para ganar sus partidos, aparte que ha tenido una suerte negra con el arbitraje. Logró una clasificación de infarto pero merecida y se encontrará con una difícil Ghana. El equipo americano, de pasar a cuartos será un rival de cuidado y no extrañaría para nada que se pueda colar entre los elegidos. Todo va a depender del arresto físico que le sobre, porque en todos sus partidos ha jugado sin pausa y a 100 por hora. Ese desgaste puede ser su talón de Aquiles, porque lo que más le sobra es voluntad y el arrebato para ir al frente.

Uruguay en el papel le viene bien jugar ante un equipo coreano. Su solidez defensiva puede quebrar los arrestos asiáticos, que se basan en potencia física, pero tiene más oficio para definir arriba. Hay un buen indicador para buscar meterse a cuartos, su clasificación le brinda ese valor agregado, falta que lo demuestre en el campo. Argentina, repite contra México una definición del 2006, fuerzas distintas, realidades opuestas, pero un partido que en mucho va a depender de cuanto signifiquen las individualidades. Cuanto personifique Messi y cuanto lo puedan controlar, en un partido que es de pronóstico reservado, pero que lo puede terminar el que haga las cosas oportunas en el momento oportuno.

Portugal y la teoria del ketchup

Antes de llegar al mundial, uno de los grupos más difíciles de pronosticar, era sin duda el G, que tiene a Brasil, Portugal y Costa de Marfil como los candidatos y a Corea de Norte como el equipo a vencer y hacer puntos. Brasil ha empezado como empieza los mundiales, jugando con el motor encendido, pero sin el pie en el acelerador. Ya hizo sus 6 puntos que lo ponen a punto de pasar el umbral de octavos, no ha hecho partidos redondos, pero ha dejado la impresión que sus jugadores se guardan en los bolsillos, mucho por mostrar, porque la experiencia les dice que no vale la pena desgastarse en esta fase y es mas valioso el resultado, con lo justo y necesario

Portugal, vino precedido a luchar el cupo con Brasil. Su equipo no brindaba esperanzas, pero llegaba más envalentonado por tener en sus filas a Cristiano Ronaldo, como un emblema, una marca registrada que le daba un valor agregado a su nivel competitivo. Su primer partido ante Costa de Marfil dejó muchas dudas, Ronaldo más preocupado en las cámaras de TV y su look mundialista. Un empate a cuestas, un punto con olor a dudas y una paridad con más preocupación que alguna ilusión de triunfo inmediato.

Pero Cristiano Ronaldo y todo Portugal no se imaginaron que ante Corea del Norte, esa vieja teoría del kétchup, se haría realidad. La botella con la salsa de tomate, no sale al querer utilizarlo, pero de tanto agitarse, a la hora que afloja la masa sale un chorro, que puede manchar la camisa y hacer pasar un rato desagradable a la hora de comer. Un primer tiempo dificultoso donde Ronaldo solo hacía los gestos para la publicidad. Un gol y al descanso. Entonces un hombre que no tiene de Ronaldo, pero sí de cristiano, y se llama Tiago, se puso el equipo al hombro, generó juego, puso el toque distinto y se vino la avalancha. No fueron uno, ni dos ni tres, fueron 7, como el número de camiseta de Ronaldo, que también jugó fantásticos 25 minutos, marcó un gol pintoresco y Portugal puso una diferencia a favor muy difícil de igualar.

Costa de Marfil, sufrió un golpe anímico cuando Drogba sufrió la lesión del brazo. No se acomodó a jugar sin su referente mayor al 100%. No se reinventó para ser un rival de fuste y Brasil lo superó y lo ha dejado postergado, no está eliminado aún, pero deberá hacer todos los goles que soñó antes de subir al avión y esperar que el mismo Brasil que lo dejó sin ánimos, le haga los mismos goles a Portugal. Algo muy improbable que suceda, ni con la teoría del kétchup.

Francia pide una mano salvadora

En el fútbol existen códigos, que los equipos y sus jugadores, saben y cumplen a cabalidad. Aunque a veces parezca risible, siempre aquellas acciones que no tienen que ver con el cumplimiento de estos códigos, en el corto o mediano plazo, pueden pasarte la factura, cobrarte alguna deuda pendiente o simplemente hacer que se pague con la misma moneda.

Francia llegó a Sudáfrica, literalmente hablando, de la mano de Tierry Henry. Se metió por la ventana, a medianoche y cuando las conciencias dormían y la vigilancia se hizo de la vista gorda. Aquella jugada cómplice de Henry para meter una mano escandalosa y controlar el balón para cederlo a Gallas y empatar un partido que estaba cuesta arriba y su eliminación era un hecho, tuvo mas trascendencia por la forma como el árbitro sueco Martín Hansson, mandó al diablo al DT Trapattoni y calló todos los reclamos, dejando a Irlanda con las manos vacías y una desconsolada imagen, que en el fútbol no existe la justicia, ni cuando te ganan por las buenas o cuando te meten la mano descaradamente.

Pero si algo debía pagar esta selección de Francia, era esa afrenta a los códigos del fútbol. Clasificó de una manera inesperada y llegó a este mundial siendo un acertijo en su funcionamiento. Y esta Francia no es la misma ni a la del 98 ni a la del 2006, quien sabe por una razón sencilla, simple pero tan dificil de ocultar. Le falta ese genio llamado Zinedine Zidane, acostumbrado a jugar de frac, que siendo Dios se bajó a la tierra, para despedirse como un humano. Le falta ese líder con etiqueta de ganador, con laureles de campeón que aparecía cuando faltaba combustible o le daba la presencia y jerarquía que hoy no pueden asumir un puñado de voluntades.

Es cierto que este mundial ha traído muchas sorpresas, pero jugados los dos primeros partidos, Francia está mas cerca del descalabro que de la clasificación. Estos jugadores que cuenta hoy, son figuras en sus equipos, pero como grupo, han sido un fiasco. Francia ha hecho un papelón contra Mexico y su nombre está escrito en minúsculas. No tiene respaldo de su gente y su DT Raymond Demmenech, no solo se ha convertido en perdedor de partidos, si no también de confianza y su tarjeta de credibilidad, ha sido rechazada por el banco de la seguridad.

Hoy mas que nunca Francia pide una mano salvadora, al destino, a Platinni o al mismo Zidanne. Ellos ya no juegan, porque son genios en retiro que no pueden hacer nada y quien sabe la única mano que le quede por considerar, sea la de Henry, esa desvergonzada y vilipendiada mano, aquella que la clasificó a este mundial.


Cae Korea cae pantalón

Es cierto que una victoria reconforta, que alivia el ánimo y en un mundial hace soñar, pero ya lo habíamos dicho antes, Argentina tiene serios problemas defensivos que se lo han desnudado dos equipos que no son de primer orden, pero que tienen el factor físico como sorpresa. Es verdad también, que estos dos rivales han entrado a jugar, pensando en cómo anularle los espacios a Messi y no dejarlo crear, pues una ráfaga de descuido es fatal. En ello han descuidado su capacidad y se han visto superados, la diferencia entre un partido y otro es que hoy, los gauchos embocaron todas las que perdieron contra Nigeria.

A desmedro de los sistemas defensivos modernos y de última generación, que puedan mostrar otros equipos, Argentina soluciona sus problemas de alcoba, con lo que pueda resolver charlando y resolviendo en la sala, apelando a que Messi se vaya un rato al baño, se distraiga en el patio y de cuando en vez, se aparezca y frote la lámpara. Argentina termina resolviendo sus partidos, escondiendo la basurita en la alfombra y alzando el volumen de la radio para que los vecinos no escuchen las puteadas que mete el hincha, cuando lo atacan y se ve frágil y hasta timorato. Tapa sus errores defensivos con sus cualidades ofensivas.

Maradona no es un técnico calificado y es coherente pensar que no podrá resolver este problemita, con algún sistema revolucionario, porque solo tiene la capacidad de dar una buena charla motivacional. Está escrito que el D10s, apelará a que ese tridente mortal, con Tevez laborioso, Di María perseverante y el Pipita verdugo, siga metiendo miedo a todos y prendiéndole velas al único Supermán de este mundial, capaz de hacer de una individualidad, una genialidad y de un pase de gol una obra de arte: Lionel Messi. Bueno, eso hasta que algún técnico de nivel superlativo, pueda encontrar la kriptonita.

Todo hace pensar que Argentina ya está en la otra ronda, pero lo que se viene, son rivales de fuste y allí se medirá recién la capacidad de este equipo que por hoy, invita a soñar, pero que deja dudas atrás y que han sido obviadas por un marcador generoso. Argentina ha goleado, ha caído Korea, pero cuidado que al equipo de Maradona, se le puede caer el pantalón. Cada partido es una historia diferente y una forma distinta de jugarlo.


España, el puyazo fatal

Qué difícil es llegar favorito a un mundial. Desde que España tomó el avión a Sudáfrica, su gente, sus seguidores y el planeta entero lo daba como serio o el principal aspirante a llevarse la corona. Pero nadie se puso a pensar que ello, le traería demasiada presión a sus protagonistas.
Una cosa es tener un campeonato con estrellas rutilantes, con un movimiento de millones de dólares en cotización de los jugadores más renombrados del orbe y otra muy distinta, escoger de su propia raza y enfrentar tamaña responsabilidad. Ni siquiera el llevar sobre las espaldas una Eurocopa fue la base sólida para no darse cuenta que el fútbol, ha evolucionado mucho desde entonces.

Si algo puede tener España es que su selección ha absorbido lo que tienen de fortalezas los equipos de su liga.
Ottmar Hitzfeld El DT suizo, le tomó el pulso y repitió el mismo modelo por el cual el Inter destronó al Barcelona en la final de la Champions.
Un sistema aplicado en defensa con el asomo para dar el zarpazo en contragolpe. Consiguió su objetivo, logró el gol y con el marcador a favor, reforzó su impecable trabajo defensivo. Con once jugadores por detrás del balón y plantando defensa al borde de su propia área, el equipo fue capaz de soportar las acometidas españolas, que no cesaron hasta el pitazo final, pero sin resultados. España deberá ir por dos victorias ante Honduras y Chile, pero un mal arranque mundialista como éste, le puede pasar la factura

Alguien se ha llevado el fútbol del mundial

Se ha iniciado el mundial, y las tribunas se han llenado de fiesta colorida, en una mezcla de celebración enfervorizada y unión de sentimientos. Son diferentes colores las banderas, pero el mismo fervor que hace disfrutar y unir razas, nacionalidad o color de piel, en un solo mundo, convertido hoy en un balón de fútbol.

Los hinchas se sienten defraudados, porque han recibido muy poco, dentro de la cancha. Los amantes del espectáculo han visto su inversión tirada al tacho y los románticos del fútbol de antaño, de los nombres notables, aún creen que alguien va a frotar la lámpara para que aparezca el verdadero fútbol. Los impacientes, quieren que en el debut, los llamados candidatos hagan la diferencia. Los más exigentes, vaticinan el fracaso de este mundial y solo algunos cuerdos, aceptan que el mundo ha cambiado, que ha existido una evolución en todo aspecto y el fútbol, no es la excepción.

Lamentablemente, en esa evolución, el fútbol ha dejado de ser vistoso para ser resultadista, ha dejado el traje elegante por uno más práctico y útil, porque es un negocio que mueve millones de dólares en el mundo y como tal, ya no solo se juega en la cancha. Se juega en el escritorio de los mercenarios y se cotiza en la bolsa de las emociones de los hinchas, pero finalmente, se gerencia como una empresa. En ello se han convertido los clubes de fútbol, hay mucha inversión y riesgo, los capitalistas apuestan a ganar y por ende exigen resultados. Solo basta averiguar cuántos millones le toca a cada equipo eliminado en primera ronda, para saber que ir a un mundial, no solo es colmar la alegría de un país, sino la satisfacción económica de los que tienen a cargo la dirección, de una selección de fútbol. Pero es cierto también, que un país se beneficia asistiendo a un mundial, pues le da roce y crece su cotización, porque lo pone en vitrina (Equipo=Empresa-producto).

El fútbol de hoy, pretende priorizar a los equipos con jugadores más efectivos, los llamados prácticos, o mixtos, con capacidad de atacar y defender, por encima de los talentosos, salvo las excepciones que marcan los de nivel superlativo, esa es la tendencia. Hoy, se busca el resultado, desde la premisa de enrejar bien la casa y ponerle el sistema de seguridad de última generación, cerrando con 20 vueltas a la llave. Mientras eso no te da seguridad, no sales a la calle. Por eso los buenos partidos solo tienen ráfagas de buen fútbol, allí las individualidades deben estar rodeados de alguien de su misma especie, sino fracasan y no brillan como lo hacen en sus equipos. Los técnicos van tomando mayor importancia y los resultados de los partidos son ajustados. Es verdad también que los partidos del debut, no marcan lo que pueda venir después, pero se vislumbra, que cada juego es una lucha de estrategias y sistemas y una manera efectiva de adoptar la modernidad.

El fútbol es el arte del engaño, pero también de momentos y oportunidades. Este mundial es una muestra que todas las selecciones se han preparado para afrontar sus partidos de la misma forma. Primero sabiendo defender y después siendo efectivos cuando se ataca. En ello hay una mixtura de acciones que están enlazadas a un sistema defensivo y otro ofensivo, una cosa debe resultar como consecuencia de la otra, de lo contrario el error, te hace perder la llave y ya no puedes volver y entrar a tu casa. Salvo q algún extraterrestre o súper hombre, tenga los poderes para hacerlo y de nombres hay muy pocos.

La fiesta ha empezado, pero de fútbol y goles hasta el momento hay muy poco.