Antes de entrar a la cancha, para
disputar la primera semifinal del Mundial de Rusia 2018, Francia y Bélgica ya
generaban entre los amantes del buen fútbol, una extraña sensación de
melancolía. De los dos equipos con la mejor expresión futbolística, uno debía
marcharse a casa, dejando atrás la posibilidad de llegar a la instancia máxima.
Las singularidades de las llaves de grupos los llevaron a una final adelantada.
Una punición para los que esperaban que un partido de este calibre se exponga
en el escenario del cierre del mundial.
Francia y Bélgica tienen
semejanzas en su idiosincrasia, por efectos de sus realidades fundidas en la
inmigración, que los acerca en sus árboles genealógicos. Semejanzas que también
se dejan ver en el factor futbolístico y en el buen trato al balón. Francia un
equipo muy físico, con una mutación constante y variantes defensivas como ofensivas.
Mas oficioso para el buen posicionamiento y la verticalidad, antes que la
propia posesión del balón. Bélgica por su parte, más versado con el balón, adecuado
planteo ofensivo y el intercambio de roles. Un traslado optimo y uso a veces
excesivo del vértigo. Ambos se parecen, pero no son iguales.
San Petersburgo albergaba por
última vez a uno de estos dos países. Muy al margen de sus semejanzas, cada
partido es una historia distinta y alguien que lo tiene muy claro es Roberto
Martinez, el DT de Bélgica. Ya había dejado ante Brasil su sapiencia, cambiando
los roles de su tridente vertiginoso. Contra Francia hace un 4-3-3 con Witsel y
Dembelé por fuera y Fellaini adelantado, en el intento de ganar la posición en el
medio, más arriba suelta a Lukaku de 9 y retrasa a De Bruyne para que sea
Hazard, el que busque el desequilibrio por el lado de Pavard.
Deschamps, reitera su 4-2-3-1
con Kanté y Pogbá delante de la línea de cuatro y Matuidi tirado por izquierda para
desestabilizar a un improvisado Chadli. Muy abierto MBappe haciendo las
diagonales para superar el cerco. Detrás de Giroud, juega el mariscal de campo Griezmman,
que es el eje donde se referencian los de arriba, cuando los galos son
ofensivos y el enlace para hacer la transición, cuando le toca asumir la
salida.
El inicio es explosivo con MBappe
en un galope fulminante y una Francia intimidante. Es un primer aviso, pero una
mejor disposición, fiel a su estilo, hace que Bélgica asuma el protagonismo. De
Bruyne un jugador que juega de 8 con funciones de 10 o de 6 sin problemas,
crece descomunalmente al igual que Hazard que encara sin remordimientos a Pogba
o Kanté, desequilibra a Pavard y genera las opciones más claras. Lloris se hace
muy determinante, sacando hasta tres pelotas venenosas. Los de Martínez dan la
señal que saben por dónde hacer daño. Es esa primera hora donde Bélgica hace
gala de su mejor expresión y el gol parece una cuestión de tiempo.
Pero Francia tiene los hombres
que imponen su capacidad y su jerarquía. Deschamps, reactiva su sistema para cortar
los circuitos que conectan a Hazard y De Bruyne. Lukaku terminó estrellado
contra los centrales que le ganaron hasta la personalidad. Le llega ayuda a
Pavard con Matuidi en una función mixta y desgastante. Recupera el juego
Francia. Griezmman maneja los hilos y crece MBappe que tira un lujo espectacular
para habilitar a Giroud de cara al gol. Pero el 9 francés no es, ni tiene siquiera
la pinta del “gato” Benzemá, aunque trabaja encomiablemente en otras labores,
como para evitar la irremediable comparación. Courtois –igual que contra
Brasil- se hace tan importante cuando Francia pone quinta. Le hace el “Cristo” a
Pavard y le saca el gol, cuando mejor estaba Bélgica.
La tendencia de este mundial,
el balón parado, nuevamente se hizo presente. Umtiti le gana por una cabeza a
Fellaini y hace el gol de la clasificación. Una especialidad de la casa. Sus
centrales son eficientes en ambas áreas. Bélgica no logra recomponer su esquema
inicial y Francia se enseñorea en el juego y en la posesión, su ventaja física tiene
el plus de no haberse desgastado tanto, en la etapa anterior donde definió todo
en los 90 de juego. Bélgica insiste en una sola forma, centros buscando la
humanidad de Lukaku, que más sonaron a desesperación que a una planificación.
La propuesta belga de irse al
frente era temeraria, tomando en cuenta el vendaval que se hace Francia con
espacios. Un asedio por todos los flancos, donde siempre el sistema galo,
lograba imponerse. Bélgica no tuvo la efectividad que requería y el pitazo
final lo encontró ahogado en intenciones. El oficio francés se impuso en el
tramo final, sin sufrir demasiado ni tampoco alguna angustia que se le parezca.
Bélgica era la seducción, pero Francia fue la determinación y el convencimiento.
Bélgica ha dejado un recuerdo nostálgico
en el mundial. Rusia era la parada final donde recalaba ese ambicioso proyecto
que se inició hace 20 años y que incluyó una reestructuración integral de todo su
sistema. Un sueño que no tendrá realidad. Roberto Martínez, fue el elegido para
impartir una filosofía de ser siempre ambicioso, sin temores ni complejos, asumiendo
siempre el riesgo como parte integral de su funcionamiento. A su lado en el banco,
estuvo Thierry Henry, un histórico francés, que irónicamente fue su máximo goleador
y que hoy vivió un dilema de sentimientos encontrados. Son las cosas que brinda
el fútbol. “Tití” ha sido parte de este proyecto, pero hoy, aunque no pudo
clasificar con Bélgica, su corazón sintió una alegría interna. Francia, su país de origen, va a disputar la
tercera final de su historia.