Que difícil se hace digerir
esta derrota. Se hace un nudo de impotencia en la garganta, por todo lo vivido
dentro de la cancha. Por lo cerca que se estuvo para alcanzar un triunfo. Por
el esfuerzo y la entrega del equipo. Por todas las circunstancias que se han
dado alrededor de este encuentro ante un rival tan difícil como Dinamarca. Por
todo ese marco impresionante en un estadio ajeno por distancia, pero que se
hizo tan nuestro por todos los corazones y almas peruanas que pintaron de rojo
y blanco sus gradas. Un escenario conmovedor, desde el canto emocionado
del “Contigo Perú” y el Himno Nacional, que nos hizo derramar lágrimas sinceras
de emoción a los 33 millones de peruanos, viendo a nuestra selección en un
mundial después de tantos años de espera.
Nada que reprochar, demasiado
por agradecer. Desde los huevos de Gareca para imponer su personalidad
sobreponiendo al clamor popular. Dejando en el banco a Paolo, en una simple aplicación
de teoría de conflictos. Cuando ya tienen bien analizada nuestra mejor
opción, puede que escondida resulte mejor estrategia. El equipo parado en un
4-2-3-1 con Farfán de 9 y Carrillo con Flores para sostener la franja. Un
comienzo intenso, el toque fino y velocidad para asociar el juego en la
precisión de Yotun, los desbordes de Carrillo la entrega de Farfán y la
habilidad de Cueva. Los cambios de ritmo
y de lado, trataban de desestabilizar a una Dinamarca que tiene oficio, es un
equipo fuerte cuando hace bloques y trata de neutralizar al rival. El
posicionamiento peruano, lograba imponer su ritmo, había un claro dominio y estábamos
más cerca del área enemiga que de la nuestra.
Cuando Dinamarca despierta,
hace la presión a nuestra salida. Sisto encima de Advíncula y Poulsen imponiéndose
sobre Flores. Tapia sin espacios y Yotun tirado muy a la izquierda, obligaban a
que Cueva o Farfán retrocedan más. La asociación se hizo más difícil de
sostener para los nuestros y el rival impuso su dominio, manejando mejor el
balón y salida más dúctil. Fuimos más emotivos que efectivos. Se crearon
las oportunidades, pero no se concretaban y ello aumentaba la tensión. La
fluidez del juego pasaba primero por controlar la dinámica que imponía Dinamarca,
para pasar de defensa al ataque, siendo corto o largo según la necesidad. Carrillo
en su mejor expresión fue el baluarte, para generarse espacios, para hacer las
diagonales y el desequilibrio que extraviaban la contención danesa. Cuantas
veces lo hemos dicho, si quisieras André, si quisieras. Este mundial puede ser
tu trampolín de la consagración en un equipo de élite.
La jugada crucial y que marco
el punto de quiebre, la creo Perú con una elaboración atinada, con mucha
paciencia y sensatez para las pausas. Cueva se interna en el área, hace el
freno y Poulsen que queda desairado se lo lleva puesto. Tuvo que sonar la
alarma del VAR para el cobro del penal. Justo cobro en un momento crucial del
partido. Cueva, con el globo terráqueo de la esperanza de los 33 millones de
peruanos en la cabeza, asume la responsabilidad y le da muy abajo,
con Schmeichel vencido, su disparo se fue perdido en la tribuna. Allá donde estaba
el hincha peruano -el mejor del mundo- ese que primero en Buenos Aires, después
en Miami, Suiza y en Rusia, ha hecho su propia historia, copando las ciudades,
invadiendo los entornos ajenos. Ese hincha que ha jugado su partido y que
sintió partirse en dos, ante esta oportunidad perdida.
Para el complemento Perú
ansioso y Dinamarca más consistente. Se creaba peligro, se llegaba al área, a
veces solo con el talento, con las ganas, pero también con buenos momentos de
futbol. El 4-3-3 que defensivamente obraba bien, ofensivamente movía la defensa
danesa, sobre todo desde el desborde y la individualidad para internarse en el
área. Con un Perú jugado, vino la fatalidad, en el único error defensivo
compartido. No se retarda la jugada ni se hace presión cuando se pierde el
balón y la contra es mortal. En un solo pase Eriksen queda libre para habilitar
a Poulsen que enfrenta a Gallese y la pone por su palo. Virtud en salida
danesa, única desconexión defensiva peruana. Un gol que nos rompió el corazón a
todos.
No hay que desmerecer la
entrega peruana. Al final tuvimos
momentos muy buenos, con más claridad cuando ingreso Paolo ante una defensa
desgastada. Cueva y Carrillo generaron varias ocasiones, Rodríguez de cabeza y la
más clara de Farfán, que hizo héroe al portero Schmeichel. Aquel taconazo de
Guerrero, con recursos de crack, que a estas alturas estaríamos hablando de uno
de los mejores goles de los mundiales. Fuimos eficientes pero la eficacia, fue
nuestro peor rival. Nos tocó esos partidos, donde puedes amanecer jugando y el
balón nunca va a entrar. Llamémosle suerte, fortuna, azar, destino o fatalidad.
Algo de ello hubo. En el fútbol, la efectividad también requiere un poquito de
esa extraña ayuda.
Tanto tiempo el peruano
oprimido, que en sus ansias su deseo escondió. Tanto tiempo esperamos este
momento y un resultado adverso, en estas circunstancias, no nos puede sacar del
contexto. Analicemos como llegamos al mundial, cuánto costó y cuanto hay que
agradecer a estos chicos que hoy nos representan. Es natural la sensación de rabia
e impotencia, pero lo más importante es que el equipo se la jugó entero y hemos empezado
a competir, para romper la historia de la pelada participación. Como diría el
gran ausente, Daniel Peredo “No sé si es
justo, solo que es cierto”. Tan cierto como que el futbol no entiende de justicias
y no queda más que mantener el aliento, para decirle a este grupo, que es
hora de levantar cabeza, porque nada aun se ha terminado.
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