Excitante, conmovedor y altamente
electrizante. Los peruanos hemos vivido en una semana momentos extremadamente opuestos,
pasando de la consternación a la algarabía en una cuestión de horas. Perú está
en semifinales de la Copa América por la ronda trágica de los penales, una
instancia en la cual se anidan nuestros más afligidos recuerdos y frente a un
respetable Uruguay más hecho para estos avatares del fútbol. Fueron instantes supremos
que nos hicieron sacudir el corazón y elevar nuestra adrenalina al tope cuando Gallese
atajó el disparo de Suarez y cuando el “Oreja” Flores le pega al centro y el
balón pasa a un centímetro del pie de Muslera desatando un desfogue de
emociones. Otra vez los astros alineados y el abrazo del alma de un país
reconciliado en el perdón y la indulgencia en el nombre del fútbol.
Después de la debacle del 5-0 el
análisis realista lo define como un Brasil perfecto y Perú anómalo e insólito.
Los expertos lo reducen como un accidente del fútbol y parte del juego, algo
difícil de entender para el común denominador. En el Arena Fonte Nova de
Salvador, Perú tenía un desafío para recuperar el amor propio y curar una herida,
con la consabida razón que una derrota sería una motivación de demolición mediática pero también convencido del ofrecimiento para que se haga victoria nuestra
gratitud.
Uruguay un rival durísimo al que
debía hacerse una contrapresión evitando las posesiones largas y los cambios de
frente. Gareca propuso un esquema conservador con un 4-2-3-1 de resistencia
donde Zambrano fue el baluarte y Paolo aguantando arriba. Carrillo y Flores de
medios externos tomando la salida uruguaya y el arranque de Suarez y Cavani. Asumir
los riesgos solo cuando se den las condiciones. Uruguay desde su 4-4-2 mostrando
su dominio por la capacidad y categoría de sus hombres. Perú decidido al
aguante y resistencia consumada pero con nobleza para no claudicar temprano.
Perú no llegó a inquietar con claridad.
Más preocupado en defender para después existir. Uruguay lo tuvo a merced. Primero
Suarez adelantado, luego Cavani que se la devora debajo del arco. El Pistolero anota
y Sampaio lo anula por Nández detectado en leve ventaja. En el 2T fue lo
increíble para Uruguay y oportunísimo para Perú. Otra vez Suarez y un gran gol
de Cavani que fueron cobradas por el VAR en posiciones de adelanto detectado en
milímetros por la tecnología. Un tema controversial con fallas aún, pero que finalmente
cumple con el reparto escrupuloso de justicia. Esta vez nos tocó a nosotros y
perjudicó a Uruguay. Sin el VAR otra historia estaríamos contando otro tipo de
lágrimas podríamos estar secando.
Mantener el cero costó un Perú.
Uruguay tiró toda la artillería al corazón del área donde Zambrano y Abram se
batieron con pundonor. Este puede que sea el mejor partido de Trauco y Advíncula,
se taparon bien los extremos y se pudo desbordar mejor por el lado izquierdo.
Paolo siempre es una preocupación arriba. No se pudo jugar bien y sigue siendo materia
pendiente. Cueva y Yotun siguen imprecisos siendo los llamados a ser los más
claros. Seguimos siendo predecibles y cuesta hacernos verticales. Seguimos
distantes del equipo que nos seducía hace un año.
Las imágenes del júbilo en el
vestuario son conmovedoras y dejan escapar alguna lágrima traviesa. Los rostros
de satisfacción quebrantan la imagen del llanto desconsolado de Suarez, el
goleador de élite que erró en el lugar y momento menos adecuado. El pistolero gastó
su bala de plata y asumió su culpa sumido en un desgarrador dolor que hizo
conmover hasta los más duros de corazón.
Te negaron más de mil veces
Pedro. Te escupieron y vapulearon los mal llamados hinchas que confunden los
sentimientos despertados y el mecanismo de expresión para sacar la peor versión
del ser humano. La pasión por el fútbol puede convertirse en obsesión y nublar
el comportamiento racional. Algunos creen que la selección no es la
representación deportiva de su país, sino que es parte de su inversión personal
y asumen el derecho de criticar con mordacidad una derrota y a subirse al tren
victorioso con total desparpajo. Pero el fútbol es tan generoso que siempre
brinda una revancha y un desagravio para quien tuvo un error propio de ser
humano, pero también una indulgencia para los recalcitrantes que lo miran con el hígado, viven exiliados de sentimiento y desviados del corazón.
Era el día especial para el resarcimiento, era tu día, el día de San Pedro.