Era una figura
repetida y la ocasión más oportuna para volver a verse las caras. Argentina de
Messi con todo su arsenal dispuesto a llevarse puesto a un Paraguay que aparecía
guapo, irreverente, con el recuerdo fresco del debut donde aguantó a pie firme el
vendaval albiceleste, se recompuso y sacó una igualdad que lo catapultó hasta
estas instancias de copa. Era una nueva ocasión para el equipo de Martino, de
hacer una actuación acorde con las figuras estelares con que cuenta y que no
había podido reflejarlo en el marcador de manera contundente.
Todos habían
esperado una oportunidad para conseguir la consagración en el juego, logrando
poner en la red todo lo que genera este equipo, cuando Messi se enchufa, trasciende
en el juego asociativo, Di María vuela como hijo del viento y el Kun Agüero es
una pesadilla de alto calibre para toda defensa. Esta vez con la frescura y la desvergüenza
de un Pastore, que se hizo figura en cada partido y le pone el toque de locura,
la exquisitez para el segundo pase y la efectividad cuando está de cara al gol.
El único problema que no ha podido resolver a medias es la salida en defensa,
un talón de Aquiles que los paraguayos buscaron sacar ventaja. Lo aguantaron
los primeros 15 minutos, hasta que Rojo pintó la señal del triunfo.
Después se vino
Pastore definiendo a lo crack, luego el “fideo” por partida doble, para la
ventaja, pero el descuento paraguayo vino de Lucas Barrios -como la vez
anterior- definiendo luego de una fallida salida de Otamendi anticipada por la
fortaleza paragua, que agarró en paños menores a toda la defensa albiceleste. Luego
el Kun pone la tranquilidad para el quinto de la noche y el “Pipita” recién
ingresado pone este 6-1 que mete miedo a un Chile que espera en su fortín,
haciendo cuentas para buscar hacer realidad su sueño acariciado. Esta vez la
historia no fue igual para un Paraguay rendido, se definió como debió ser en el
debut, pero fue una clara muestra que el fútbol da revanchas.
Esta Argentina
resulta de apetito insaciable para devorar el gol, lo ha buscado todo el torneo
y se dio contra un Paraguay que mostró aleteos de defensa, pero que sucumbió
ante el poderío de la artillería pesada que soltaron Messi y sus amigos, fue la
noche que apareció el fideo, más entero, doblegando metros sin cansancio y fue
la noche en que la albiceleste ha logrado convencerse a sí mismo que lo único
que faltaba para ganar confianza y ser un equipo demoledor, era el gol, tan
acariciado tan peleado y negado también y que hoy llegó en abundancia y cada
grito sonó como un canto a la confianza. Si algo faltaba era descargar toda la munición guardada en los pies de sus delanteros y hoy aparecieron en su real dimensión letal y contundente.
Este partido de la Argentina tuvo casi el mismo libreto,
pero resulto siendo diferente a los otros La misma intención de control del
balón y del juego, pero muy diferente porque esta vez acompaño la efectividad, quizás
solo faltaba el gol de Messi, quien fue gestor de cuatro de ellos, pero fue desprendido
para que sean sus compañeros los que anoten. Total a Leo no le quita el sueño quien
sea el autor, le interesan las consecuencias. Igual la “pulga” sigue siendo
determinante en sus arranques frenéticos de tres cuartos desparramando rivales
y con los ojos puestos en el compañero, solo le falta ponerle su firma al gol,
para refrendar una presencia insustituible, para este equipo que ha empezado a
dormir junto a la gloria.
Se han pasado 8
largos años para que Argentina ponga su nombre en una final de Copa América, la
cual Chile nunca la pudo levantar y tampoco Messi. Una gran ocasión para quitarse
el maleficio para ambos y una oportunidad de medir cuan poderosos son el equipo
avasallador de Martino y el vertiginoso Chile de Sampaoli. Por lo pronto en el banco, ya hay
final argentina.
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