Un café para el Scratch

En el fútbol moderno se hablan de dos momentos claves para ganar un partido. Primero es neutralizar al rival y segundo lo atacas, es la regla máxima del juego, el argumento más sólido para un equipo que se jacte de organizado tácticamente o que presuma de ser ordenado para defender y atacar en el momento justo. Pero el tema siempre será polémico, porque el fútbol nunca dejará de ser una cuestión de momentos y la duda siempre será, qué se entiende por neutralizar y como se ejecuta en la práctica. Para unos es tirarse atrás, marcar a todos en su campo y para otros es la tenencia del balón, sin él nadie te puede hacer daño. Pero para todo siempre será una prioridad, saber en qué momento oportuno ejecutas uno de esos dos momentos y para ello se debe contar con los jugadores idóneos. Lo que es bueno para unos, no necesariamente es para los otros. Lo que pueda hacer un equipo va a depender de cómo se plantee y el rival que se tenga enfrente.
 
El Brasil de esta Copa América, como suma de individualidades, deja mucho que desear, puede que sea el denominado “Neymar y 10 más”, pero no es válido tampoco menospreciar la calidad de los que integran este “scratch” pues los resultados han acompañado al equipo de Dunga, priorizando el colectivo para buscar el buen juego y exquisitez de la técnica brasileña, intentando recuperar su estilo añorado, dejando libre la inventiva y la magia de su joya más preciada Neymar, quien ha logrado que el equipo camine a su ritmo. Colombia es sin exagerar el equipo que ha llegado más consolidado y con figuras individuales que lo hacen fuerte en todos sus líneas. El resultado adverso contra Venezuela, son esos errores que se comenten cuando se intenta jugar igual todos los partidos, los venecos hicieron el gol y el resto solo neutralizaron el juego.
 
Y Dunga se equivoca, cuando enfrenta a una Colombia decidida a recuperar los puntos, quitando el 9 que inquieta los centrales y saturando su mediocampo de volantes, en un pensamiento apresurado de minimizar la asociación de James y Cuadrado, buscando proteger a Neymar y llegar al gol en base a la posesión del balón. Pero Colombia tiene un equipo con individualidades de buen kilometraje, que saben ocupar bien los espacios y desdoblar cuando recupera la pelota. Desde el saque impuso agresividad, temperamento y su cuota de fútbol. Brasil se sintió cómodo para tocarla y moverla en su cancha, pero no encontró nunca la forma de penetrar el cerco impuesto a Neymar, para maniatarlo, alejarlo del área y sacarlo de sus casillas. En esto hubo todo un complot armado que los cafeteros cumplieron a la perfección.
 
Las llegadas fueron colombianas, por fuera y por dentro, con un laborioso Teo para potenciar el lado por donde se mueve Dani Alves, llegadas de Falcao que sigue lejos de su mejor nivel y la presencia de Sánchez con su cara de perro molesto, que quitaba todo, habilitaba y rascaba si era necesario, dándose tiempo para dar una mano arriba. Brasil lateralizaba y Colombia copaba el campo. Hasta la jugada del enredo donde Murillo, que había trepado, la empuja y hace la diferencia del partido. No se volvió a encontrar Brasil y solo respondió con un centro pase de Alves que Neymar mete la mano casi sin querer y queda out por segunda amarilla. La impotencia empezaba a ganarle la cabeza, en lugar a jugar rumiaba y en vez de habilitar solo chocaba. El objetivo se iba haciendo real.
 
El segundo tiempo puso en juego la capacidad de Colombia para sostener el juego y Brasil para cambiar los roles. Coutinho le dio la claridad que necesitaba. El volante del Liverpool administró mejor el juego en el medio sector. Hubo la mejora para los de Dunga pero sin encontrar la luz. Firmino pierde la mejor ocasión con el arco vacío Brasil busca el empate con intensidad pero sin claridad. Colombia retrasa líneas y recupera los espacios. James pierde el segundo poco. La paciencia de Neymar se va colmando y no aparece nadie que tome la batuta.
 
El final encuentra a un Brasil rabioso, descontrolado y una Colombia con seguridad en el campo. Pekerman logró anular a Neymar como parte de una bien jugada estrategia y fragmentó a un Brasil que lució diezmado y sin luz. Dunga tuvo una lectura ajena del partido, iniciando sin 9 y dejando sin peso el ataque, logró el equilibrio a medias, pero la reacción llegó tarde. Para terminar un partido oscuro, cuando ya el triunfo colombiano se coreaba en la tribuna, Neymar reacciona con impotencia y se arma una trifulca, que lo deja con una tarjeta roja que le costará una fecha y una ausencia para el equipo, pero será un sufrimiento para todo un país.
 
 
 

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