La mar estaba en calma
y la noche Serena, los adictos al fútbol, los que siguen al mejor del mundo, se
habían regodeado durante 45 minutos con un equipo argentino, fiel a este nuevo
estilo que impone el Tata Martino, de nuevos movimientos tácticos, intentando
ser un equipo radicalmente ofensivo, que presiona arriba y la posesión del
balón, es una obsesión para dejar que el genio explote en el momento oportuno.
Una constelación de nombres que recarga el volumen en cancha contraria y que
disimula algún problema defensivo, que se resuelve en la medida que Messi frote
la lámpara.
Y ante un
Paraguay con un objetivo directo del “pelado” Díaz de maniatar a Messi, con
escalas en su recorrido, de plantar dos líneas de cuatro esperando que Leo no
enlace con los de arriba, la predisposición para defender con todo y contra
todo. Aguantar el embate hasta donde se pueda. Y Leo creaba, dibujaba y
pintaba, Agüero punzaba y Pastore acoplaba. El gol era una cuestión de tiempo,
la duda era cuanto tiempo podía aguantar Paraguay. Vino el primero del Kun y el
segundo de penal de Messi. Todo pintaba para fiesta, para goleada y en media
mitad de juego.
Pero el fútbol
tiene estas cosas, los goles que no se consiguen, cuando el partido se presenta
preciso de definir, producen una ansiedad cuando el contrario se repotencia de
esa eventualidad. No se presumía que Paraguay podía revertir ni siquiera el
juego, no había generado ninguna en el primer tiempo, pero se alimentó de la
intranquilidad albiceleste, de su indefinición frente al arco, de sus ansias de
seguir siendo netamente ofensivo, se fue quedando largo y Paraguay, cogió las
oportunidades. Primero para el empate en una dividida y otra en el epílogo,
para mojar la torta de la decepción y apagar las velas de la fiesta por el
primer triunfo con aroma de goleada.
Ni las apiladas y
genialidades de Messi, que pudo haber marcado dos goles de antología, ni los
cambios del Tata, pudieron mantener el ensueño del primer tiempo, al albirroja
se superó a sí mismo, con una presión más lejos de su área y ganando todo por
arriba y vivos para la segunda jugada. Lo que pegaron los paraguayos ante la complicidad del arbitro y Argentina se sintió tomada en la torre,
se sintió estremecida y el empate final pudo ser un resultado bizarro y hasta
trágico. Después de haber estado con las banderas listas para pasearlas por las
calles celebrando un debut apoteósico, el equipo de Martino, sintió un mazazo
que lo adormeció y paso de hacer un inicio con triunfo asegurado a un simple y
luchado empate pelado.
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