PARTIDAZO. Así en mayúsculas,
negritas y subrayado. Y es que solo las finales de Champions garantizan un
encuentro de alto voltaje, con esa adrenalina que copa las mentes de sus
protagonistas y los hinchas de todo el mundo. La espera del pitazo inicial, que
hace desechar las pancartas de la especulación y uno se deja llevar por la
embriaguez de sentir muy cerca al fútbol, para vislumbrar esta lucha de
poderes, que logra hacer que el corazón de sus amantes tome forma de balón.
El Barcelona de
Messi y la Juventus de Tevez y su espumante subida. Para algunos era Real
Madrid, pero estaba la Vecchia Signora
dispuesto a dar el batacazo, bajo el argumento del furor
y la vehemencia de sus jugadores. Un primer tiempo electrizante, con un
Barcelona amo y señor del dominio del balón, una Juve tratando de copar cada
centímetro de su campo, sacrificando rendimientos individuales y prevaleciendo
el orden táctico para arroparse, presionando a Suarez y alejando a Messi del área,
esperando forzar el error del rival y buscar la sorpresa. Pero el extremo
cuidado solo duró 3 minutos. Rakitic culmina una jugada de Neymar junto a
Iniesta y marca el inicio del espectáculo blaugrana con fútbol y movimientos
perfectos, en menos de media hora Vidal jugaba gratis y Buffon ya era figura
sacando dos tiros de gol y evitando que sea real la goleada. Se fueron al
descanso con un Barsa enseñoreado, con un Iniesta y su inmensidad mental para
tejer juego y una Juve enmarañada más dedicada a controlar al rival que al
balón.
Si algo tuvo esta
Juve para llegar a esta instancia, fue fortaleza mental para remontar las
circunstancias. Barcelona le había movido la pelota, lo había superado pero no
lograba claudicarlo. Con la presión en área ajena como constante de los dos, cuando
el tridente asesino empezaba a generar peligro y parecía calco del primer
tiempo, la Juve encontró sus 10 minutos de ensueño, primero logrando equiparar
el marcador con Morata ante media vuelta de Tevez y luego en el juego, creciendo
sus individualidades, con un Pogba y su tranco elegante en un nivel altísimo,
sometiendo la defensa blaugrana y dejando la impresión que podía resolverlo
contra corriente. Barcelona se samaqueaba en su andamiaje, le costaba
encontrarse. Suarez se iba minando, víctima del juego vedado –lo que le pegaron
a Luisito- y el juego dio giro de 180 grados. Un ida y vuelta de infarto, con
intentos claros en ambos arcos y con la Juve que tomaba por asalto las huestes
blaugranas que parecía entrar en tromba.
Pero había que
llamar al superhéroe, o frotar la lámpara, algo que pueda detener la tempestad que
presumía un desastre no previsto. Y una vez más fue Messi, el genio, el mejor
del mundo, el que logró una liga española con una actuación individual y
colectiva preponderante, en una temporada extraordinaria, para los goles y las
asistencias perfectas. El que fue vital para lograr la Copa del Rey y que
estaba a un paso de lograr el triplete copero. Y fue Leo el que tomó el balón
para agarrar de contra a los tanos y hacer una vez más esas corridas memorables,
un arranque espectacular, limpiando rivales y ganando espacios de cara al gol. Intentaron
detenerlo de la camiseta, puso quinta y metió un zurdazo fulminante que Buffon
dio rebote y allí estaba Luisito, el “pistolero” con lo último de la cacerina
para vaciarla en la red y revivir a un Barcelona que bamboleaba y entraba en
trance. Era el martillazo necesario para recomponer la calma luego de la
tempestad. El grito de Luisito reflejaba el éxtasis de la diferencia de este
duelo de titanes.
Fue el punto de
quiebre para la Vecchia Signora, el punto de apoyo para un Barcelona que volvió
a tomar el control, cambiando el gesto alegre por el adusto, dejando el futbol
de lado y luchar un poco. La tribuna culé remachaba los fallos del juez y la de
la Juve seguían empujando por el milagro de Carlitos, que tuvo en sus pies el
empate en una corajuda jugada colectiva en el final, pero titubeo en el área.
En el epilogo Neymar hace la diferencia cuando encuentra una Juve jugada,
entregada al todo o nada y define seco, fulminante ante una contra asesina
propia de este Barsa que si hubiera estado fino en definición, no hubiera
habido necesidad de pasar tanto susto. Cosas del fútbol.
Resulta un gran
campeón este Barcelona de Luis Enrique, que ha logrado consolidar un vestuario
y potenciado a un Messi en su mejor momento físico y mental, un Neymar más
consolidado y vital, a un Mascherano predominante, a un Iniesta más lúcido y a un
Luisito Suarez más crack que nunca. Un equipo que sigue apostando al mismo
estilo que se genera en la masía. Este Barsa que apuesta a buscar el arco rival
aun a riesgo de jugar con dos centrales en el fondo y que a desmedro de poder
ser comparado con el equipo glamoroso de Guardiola, tiene su valor agregado en
mantener su esencia y su propia identidad. Un equipo que tiene la suerte de
contar con grandes cracks y la bendición de tener a Messi, para disfrutarlo y
hacerle ganar una extraordinaria triple corona. Una justa y esperada Champions
Tri.
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