Dicen que lo más importante
como ineludible en el fútbol es el resultado, en ese afán no hay discusión que
es el objetivo a buscar, para ello todas las estrategias son válidas, las inteligentes, las conformistas, las
arriesgadas y hasta las antiestéticas. Finalmente es lo que cuenta, dicen las
voces resultadistas y si en esa pretensión, se usan armas anti futbolísticas o
conductas reprochables, que importan, dirán los amantes de la perorata del “todas
las armas valen para ganar un partido”. Al final es lo que cuenta y lo que
queda registrado es el marcador final, eso es lo más importante, asumirán los
que solo les importa el QUÉ y no reparan en el CÓMO. En conclusión, no dejan de
tener razón y no se trata de una cuestión de gustos, tan solo de puntos de
vista.
Este razonamiento
tiende a ser más enfocado cuando de definición de partidos de semis de una Copa
America, se trata, como ésta que tiene a Chile como anfitrión. Es una copa muy
pareja y que se ha encendido más de la cuenta. Primero porque el equipo
chileno, intenta prevalecer su condición de local en cada partido y en ello el
aliento de su gente es vital como irrevocable, incluso se suma la presión que
significa para el equipo en la cancha y lastimosamente para los árbitros que
les ha tocado en suerte. Al ya cuestionado fallo del penal de Pitana para el
primer gol chileno del torneo, se suma lo ocurrido anoche contra Uruguay con el
silbato de Rici. Uno argentino y el otro brasileño, ambos con fallos
discutibles, desacertados y que han influido directamente en ese resultado que
tanto se defiende.
No era para
menos, fue un partido friccionado de final acalorado y más allá del fútbol, fue
en la recta final donde los protagonistas no fueron los jugadores, sino la
terna arbitral, que no era necesario que inclinara la balanza para los locales,
que siempre propusieron, fieles a su estilo, profundizando y buscando abrir
brechas en una defensa charrúa que se hacía inexpugnable conforme pasaban los
minutos. Un inicio chileno muy impreciso y errático, con poca claridad que posibilitó a Uruguay crecer en defensa, aunque sin Suárez, le queda demasiado
largo el trecho para llegar al área rival. La roja buscó con insistencia pero
su ímpetu se fue apagando conforme chocaba con ese muro celeste que defendía
bien, pero le costaba generar peligro. La eficacia celeste para defender se
imponía a la intención ofensiva que mostraban los de Sampaoli.
Pero tuvo que
existir un punto de quiebre que marcó la diferencia y este se dio con la
decisión arbitral, primero para permitir que el partido adquiera divergencias.
Hasta la expulsión de Cavani, luego de una provocación de Jara, que el
“charrúa” explotó una semana cargada emocionalmente. El chileno logró lo mismo
que hizo con Suarez en eliminatoria anterior. Isla obtiene el gol de la
clasificación cuando el reloj apuraba y los ánimos yoruguas estaban
arrebatados. La celeste había aguantado el embate local y estaba para
cualquiera, finalmente Uruguay se va con su cerrojo y su rabia de regreso.
Perdieron el partido, a Cavani, Fucile y hasta el “Maestro” Tabares, porque
reclamó una injusticia. Pero perdieron también el orgullo, ese que debió
discutirse de manera equilibrada dentro de la cancha y sin atisbos de
preferencias marcadas.
El triunfo
chileno resulta justo si se mide por la propuesta del juego, la actitud
reprochable y provocadora de Jara, lo empaña y le pone picante al resultado. El
chileno debe ser sancionado si se actúa con la misma vara a todos, sobre todo
hoy en que CONMEBOL -hijo putativo de la
FIFA- está buscando motivos para lavar su alicaída y desprestigiada imagen. Chile
es semifinalista, lo mereció porque lo intentó siempre, es la propuesta que se
siente obligado, no hay discusión, pero estos actos fuera del verde, dejan un
aroma maloliente que no le hace bien a la realidad del fútbol.
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