PARTIDAZO,
por toda la adrenalina, los goles, la garra y la convulsión que derrocharon
Chile y México, en una batalla épica, con fuego cruzado de ambos bandos y una
lucha intensa por no capitular nunca, mordiéndole la yugular al rival, atacándolo
con argumentos propios y extraños. Un partido que mantuvo de pie a todo el
Estadio Nacional de un Santiago que se sintió sacudido, tomado y rasguñado en
su orgullo por un equipo mexicano alterno, porque no tiene nombres pero de primerísima
línea a la hora de plantear el partido. Primero poniendo bien los pies en el
piso y después afrontar un esquema táctico para quebrar el juego mapochino,
desde la salida de Bravo pasando por incomodar sus centrales y abrir la cancha
con ráfagas mortales por las bandas.
Y
Chile, este anfitrión que juega contra la presión de estar en casa y la obligación
de ganar todo, se hizo un nudo, el águila azteca se había apoderado del nido
del cóndor y le costaba dar tres pases seguidos. El grito de gol se paseaba por
el área chilena como un fantasma que dejaba en su camino un aullido tétrico y
de espanto. La campana sonó dos veces y en la tercera, se hizo silencio en el
estadio. Matías Vouso un argentino que juega con visa de goleador, encaja el
primero, terminando una jugada que era el corolario para un juego perfecto.
Ganando los espacios, maniatando los intentos mapochinos y no dejando que no
fluyan las ideas.
Pero
se recompuso Chile y el partido se encendió como una antorcha, forzando a un
ida y vuelta infernal, una pelea por el balón sin darse tregua, lo nivela Chile
con la asociación de juego colectivo, que premia el empate con el frentazo de Vidal
pero que responde México con Jiménez con otro testarazo. Chile lo empareja
nuevamente de la misma manera con Vargas y el partido llega al instante de
delirio extremo. El descanso solo es una tregua, porque la lucha sigue viva en
el epilogo. Primero la diferencia en el marcador que hace Vidal con un penal y el
3-2 que levantaba el estadio Cuando Chile estaba volcado en ataque y el estadio
empujaba, otra vez Vuoso que escapa y pone la punta para poner el 3-3 final para
que Mexico se encargue de enmudecer un país
entero.
Qué
generoso es a veces el fútbol cuando nos regala partidos así, cambiantes,
impensados, dinámicos, entretenidos, cargados de emociones. Partidazo, por los goles,
por emociones, por los cambios, por la sorpresa y fundamentalmente por lo
impredecible. México desnudó las miserias defensivas de Chile que despertó cuando
parecía golpeado, que pudo voletarlo a punta de vehemencia, si se validaban los
dos goles anulados, discutibles para la terna arbitral que tuvo ojos peruanos. Habrá
tiempo para recomponer fuerzas, por lo pronto los hinchas solo damos las
gracias.
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