PERÚ al Cuadrado

Dicen que la mejor medicina para curar la ansiedad en el fútbol es la victoria. Y aunque ésta sea automedicada, definitivamente cura en una sola dosis. Acaso importe no contar con receta médica y se corra el riesgo que la cura resulte más cara que la enfermedad, pero para un pueblo con urgencias de triunfos inmediatos -si se mira con ojos resultadistas- en un torneo tan corto como la Copa América, le valen los puntos y clasificar a siguiente instancia, de cualquier manera. Resulta válido pues siempre trasciende mejor el análisis desde una secuela positiva, porque lo otro es patético, apegado al corazón y lejano al raciocinio lógico y equilibrado de la cabeza.
 
Y los resultados esconden los problemas al equipo del “Tigre”. Le pasó contra Venezuela con un triunfo balsámico que escondió las serias falencias colectivas e individuales, similares al debut ante Brasil y en este empate contra Colombia, que si bien lo pone en cuartos, fue otra vez sufrido y resistido, de inicio y final angustiante. Y es que hoy Colombia jugó mal porque Perú no jugó bien, pero tampoco dejó que lo haga el rival. Hoy aparecieron las virtudes, pero también los defectos, sobre todo en la manera tan rápida como se pierde el balón y que se difuminan con el resultado, que para el concepto de Gareca debiera ser una consecuencia y no una casualidad fortuita que se presente en cada partido.
 
Este equipo de Gareca está en formación, se muestra forzado por lograr una idea futbolística, privilegiando el control del balón en todos los sectores del campo. Despliegue físico y eficiencia para no dejar vacíos en el retorno, una rígida marca y proyección de los laterales, el toqueteo en espiral, sin abusar del pelotazo, solidaridad en la recuperación y solidez defensiva, para a partir de ello, buscar el partido en tres cuartos de cancha, sin “ratonear” a mansalva, ser no solo un equipo contragolpeador, sino uno que también proponga juego. Pero en el fútbol, una cosa es lo que se propone y otra la que se dispone, sobre todo cuando el rival –que también juega- cambia el rumbo con un gol inesperado o una situación coyuntural del partido.

Colombia después de ganar a Brasil, colocaba una valla difícil y planteó asegurarlo con un inicio furioso, presionando muy arriba, cuestionando la capacidad de salida, apretujando el pensamiento de Zambrano y Ascues. Descolgando por los extremos y buscando el gol tempranero que le permita hacer su propio partido. James conectado, Falcao y Teo acompañando con potencia y Cuadrado repiqueteando por los costados. Perú zafó el sofocón en la medida que controló la pelota y dio forma al planteamiento: Cuidar el cero, cerrando el acceso a los torpedos de los extremos y obstruir los caminos a Cuadrado y aislar a James. En esta labor fueron vitales Cueva –partidazo del chato- y Advìncula, en un ida y vuelta infernal, Sánchez recogido por derecha y Vargas muy seguro por izquierda. Ballón y Lobatón muy metidos en el partido, para cortar la asociación cerrando espacios. Colombia se hacía Cuadrado y James no encontraba precisión y tampoco su apellido en la cancha.
 
Colombia fue una tromba y Perú solo dejaba la incógnita, hasta cuando podía aguantarlo. Pero el “Tigre” reacomodó las piezas y logró equilibrarlo. Un Perú que entendió que en estos partidos hay que rascar y pegar inteligentemente. A un equipo compacto como Colombia lo tienes que quebrar a partir de neutralizar su eje principal y para ello hubo una asolapada “demolición” sin ser arteros, cortando el juego en los lugares neurálgicos de creación, disciplinada actitud de no rifar el esférico, jugar con la desesperación cafetera que para la segunda mitad influyó en los de Pekerman, cuando el reloj le empezaba a morder la camisa. El tramo final nuevamente puso en vilo a la bicolor, ese fantasma incognito que asecha el minuto 90 y que siempre está rondando nuestra área, con esa bata blanca y el alma negra, que de cuando en vez, nos hace pasar de la alegría infinita a la congoja execrable y de la victoria asegurada a una realidad paupérrima.
 
Gareca parece haber encontrado en Christian Cueva, el jugador idoneo para romper frentes, encarador y valiente, con dinámica para generar espacios, incansable para la marca –fue vital para anular a Cuadrado- hace que Sánchez se potencie, aunque le falte explotar y se da maña para que Lobaton y Ballón alivien la marca y formen el bloque que acompaña a Paolo y Pizarro arriba, o ser el complemento perfecto de Farfan que aún no logra estar 10 puntos. Cueva fue el mejor de la cancha, a desmedro que muchos dudaron de su capacidad, pero su actuación hasta hoy, nos ha cacheteado el rostro de la suspicacia, confirmando que nuestros jóvenes futbolistas necesitan oportunidades como estas, para demostrar realmente de que están hechos.
 
Esto es parte del proyecto y desarrollo de una idea futbolística, pero para el hincha sediento de victorias le resulta difícil entender que los proyectos, tienden a tener etapas, ciclos y periodos de pruebas para lograr un objetivo. Gareca apuesta por no renunciar a la identidad del futbol peruano y niega ser ultra defensivo porque tiene claro que de pronto no haya mucho con qué, pero si exista el COMO hacerle daño al rival, con una sola consigna: TENENCIA del balón, que finalmente es la esencia y el objetivo de este bendito deporte. Sin balón difícilmente alguien te puede dañar. En ese camino se están dando los primeros pasos. Hoy contra Colombia se ha cumplido el primer objetivo. Celebremos por ahora, después de esta clasificación a cuartos, somos un PERÚ al cuadrado.
 

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