Un debut amargo para Argentina,
tan amargo como el mate y contrario al sabroso café colombiano. Si se mira
desde el resultado el 2-0 hace presumir una superioridad en el verde que no fue
tan marcado. Colombia es hoy por hoy no un equipo solamente, es un plantel con
jugadores de nivel competitivo y que ya mostró sus credenciales de candidato.
Argentina en cambio, presenta un equipo renovado, nuevos nombres y el debut de
un DT joven y que aún no da visos de ser el realmente idóneo para dirigir a una
selección con un entorno tan complejo.
Para Argentina tener a Messi le
brinda una categoría especial, pero ello le resulta más para los rivales que
para su propia gente y aquellos que viven en una eterna comparación esperando
cualquier traspiés para soltar toda su antipatía encubierta. Es cierto que Leo
en su selección no logra los picos de rendimiento que en el Barcelona, pero no
es el único. Agüero es un 9 brillante en el City y referente de Guardiola, pero
tampoco da la talla en este equipo, donde le cuesta asociarse y generar el
desequilibrio. Di Maria figura del PSG, flojísimo y pasa desapercibido.
Otamendi no es el central de lujo que se requiere al fondo y los recién
llegados les va a costar suplir a los nombres en función y rendimiento. Pero
siempre será Leo el que reciba los palos.
Colombia ha hecho un cambio
estructural en su juego, tiene que ver con la idea de Queiroz, que basado en su
potencia muscular imprime precisión, orden e intensidad para jugar, coordinación
para presionar enérgicamente y solidez defensiva para avanzar con su 4-3-3
clásico y colectivamente hoy posee mejores jugadores que Argentina. Es un
plantel que no tiene suplentes, pues cualquiera que ingresa lo hace mejor que
el anterior. La albiceleste en cambio postula un 4-4-2 desprolijo que le cuesta
lograr que sus piezas logren el engranaje en la elaboración, se hace demasiado
dubitativo y previsible. Entonces las miradas van para Messi, que sin espacios
y con tres hombres que le hacen la marca zonal y con relevos, lo desconectan,
no encuentra la sociedad, se aísla y se hace más terrenal. La magia no aparece
y el rival se devora la imaginación ajena. Leo tiene una forma de jugar, ha
crecido en un entorno netamente europeo, donde las licencias y respeto a la
integridad es otra. Cuadrado pudo irse antes por una falta a Leo y quizás la
historia cambiaba, pero en Sudamérica le cuesta a cualquier figura estelar ser
el mismo de siempre.
Tampoco se puede lapidar a
Argentina por un partido. Un resultado que se define en el tramo final, en su
mejor momento y cuando más cerca estaba de imponer condiciones en el arco de
Ospina. James hace un cambió de frente con precisión y Roger Martínez impone el
músculo para la diagonal y suelta un bombazo que se clavó como daga filuda en
la confianza gaucha que hasta allí, latía con ganas para irse con un mejor
resultado. A sufrir cuesta arriba y cuando trataba de esfumar los fantasmas
Colombia le dio el cachetazo de realidad, con la triangulación de Lerma,
Martinez y la “bestia” Zapata que culminó una contra infernal para terminar de
pisotear el orgullo argentino.
Argentina muestra ser un equipo
en formación que le va a llevar tiempo consolidar. Colombia en cambio ya tiene
una identidad de juego, su individualidad está marcada y tiene un respaldo
colectivo que muestra un equipo sólido, muy fuerte atrás y con un trivote con
mucha dinámica. Barrios y Cuadrado repercuten más que Rodríguez y Paredes. Martínez
y Zapata en eficacia pesan mucho más que Lo Celso y el “Kun” y James insertado
en el colectivo trasciende más que el propio Messi. En una valoración objetiva
un mejor plantel siempre termina doblegando a un equipo que basa su poderío en
un solo jugador.
Colombia le sirvió a Argentina un
café amargo y de paso una exposición vivencial de lo que es un equipo que tiene
chapa de campeón. Pero el fútbol es generoso y también de momentos, por eso
esperemos tranquilos y sigamos disfrutándolo que esto recién empieza.
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