ASADO Y VINO TINTO


Argentina está en semifinales y lo ha logrado desde el vestuario, con una predisposición a logar que la solidaridad prevalezca por encima de la figuración. No fue fácil Venezuela –hace un rato que no lo es- porque cada vez se siente más atrevido y seguro de su capacidad colectiva. Ha tenido que poner mucha determinación el equipo de Sacaloni, demasiado sudor y temperamento, pierna fuerte, aunque con poco fútbol. Fue un partido con un Messi más terrenal dando pie para que prevalezca lo colectivo. Se le hace difícil a Leo jugar como sabe, siempre encuentra poblado su camino y no trasciende, pero siempre es una preocupación que libera otros espacios. Lo que para sus oportunistas detractores puede sonar a decepción, para los jóvenes que hoy forman la nueva albiceleste, es una razón especial para que desarrollen su capacidad por la generación de un natural estado de necesidad.

Juntar al Kun con Lautaro ha sido un respiro para Scaloni. El 9 le ofrece frescura y arremetida, siempre va adelante y por ahí tira un lujo delicioso como el primer gol de taco que abrió el marcador. Hasta antes de Paredes, la figura de Mascherano era insustituible y los rezos para que el tiempo se detenga eran masivos. Leandro Paredes está logrando cada día que el “masche” sea un lindo recuerdo y se va consolidando como titular inamovible. Anticipa exacto y corta el juego con una gran lectura. Lo Celso brinda más opciones de creación y el aporte de Foyth ha sido una grata realidad como De Paul y Acuña cuando les toca estar. Son los nombres de una nueva propuesta que empieza a priorizar el colectivo pero sin obviar que los históricos aparezcan en su momento oportuno, pero sin que deba ser la única expectativa que genere la ilusión.

Venezuela se ha ido de la Copa América pero ha dejado su tarjeta de presentación. Las eliminatorias serán su prueba de graduación y no sorprendería que luche una plaza con cualquier selección. Cada vez sorprende menos esa posibilidad. Dudamel fijó su idea de juego en la posesión del balón para garantizar opciones y neutralizar a un equipo argentino que había sido intermitente. No pensó encontrar un equipo con bandera independiente, sin preocuparse de rodear a Messi y más bien sumándolo al colectivo para dar una mano. Se vio a un equipo argentino comprometido, enérgico, resuelto y hasta luchador. Hizo un partido jugando más con la cabeza que el corazón, inteligente y estratégicamente lo asumió como un real partido de copa.

El Maracaná no pudo ver a Messi en su esplendor y el propio Leo lo reconoce no estar haciendo una buena Copa América. Todos esperan que ante Brasil sea la gran oportunidad. Argentina está en formación e independientemente de cómo le vaya, de aquí en adelante parece haber encontrado el camino y los hombres adecuados para el resurgimiento. Este pase a semifinales revierte momentáneamente la baja actuación que ha tenido la albiceleste., pero no ha sido por un incógnito Messi, tampoco por un Agüero opuesto al que complace al Pep cada semana en el City, por un intermitente Otamendi y mucho menos por un Di María más cerca de ser un “fideo” light. Se puede decir que se va cerrando un ciclo y la base que sustenta el recambio está en los nuevos nombres, a quienes les faltaba ese cachito de seguridad para brindar lo suyo y no depender de lo ajeno.

Se viene el clásico del Atlántico y un choque de poderes en una final adelantada, con un Brasil que por momentos es fulgurante y contundente versus una Argentina que va enderezando su camino. El fútbol en estas instancias tiende a ser demasiado voluble en su predicción, se juega más al límite y las propuestas son extremadamente tácticas. Brasil resulta un par de escalones arriba, pero los partidos hay que jugarlos. Argentina deja de lado su Messi dependencia y propone ser un equipo sólido antes que un grupo de amigos condescendientes.



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