Serenata con vals y festejo

Los resultados que más se valoran son los que se hacen difíciles y aquellos que te originan un esfuerzo mayor, o a veces, los que mantienen la angustia y la expectativa hasta el minuto final. Era el partido de la verdad, ante este México remendado, que sin ser un rival que tuviera una superioridad marcada, se hizo difícil, mas por errores en definición del equipo peruano, que por virtudes de los aztecas. Desde ese primer tiempo, donde su mayor preocupación, fue mantener el orden y maniatar al rival con disciplinada convicción y las claras oportunidades de gol desperdiciadas en el tramo final de un encuentro que pudo resolverse con un marcador holgado, sin embargo nos tuvo con la ansiedad en la boca, pero al final nos dejó una alegría en el alma, por este primer triunfo.

Este Perú tan nuestro, que nos tenía acostumbrados a generar pasiones atropelladas intentando jugar como nunca y perder como siempre, hoy parece que se hubiera lavado la cara y cambiado de traje. Y no solo tiene que ver con los resultados, porque hoy se ve un e quipo que se rige a un libreto bien establecido y con variantes en el juego, que empiezan desde la conducta en defensa, pasando por la generación del juego y la solidaridad para recuperar el balón. Hoy Perú demuestra que hubo un trabajo previo, concienzudo y confrontado a un compromiso para primero, asumir sus carencias y después aceptar el fortalecimiento de sus talentos.

Sergio Markarían ha tenido mucho que ver con este vuelco. Por algo le asumen el calificativo de “mago” y por algo la vida le ha entregado tantas horas de vivencias en una cancha de fútbol. Tiene ese don especial para construir grupos que se identifiquen con un pensamiento donde se pueden perder hombres, pero nunca un sistema de juego. Algo relevante en Markarian ha sido la recuperación de identidades como las de Lobatón, Cruzado y Guevara, que vagaban por el fútbol sin darse cuenta de su talento, brindándoles el soplo de vigencia y expedirles su DNI oficial a Balbín, Yotun y Advíncula, para que consoliden sus capacidades, junto a los nombres consagrados. Hoy es otro equipo, al margen de que resultado obtenga, se repite un aplicado respeto al objetivo y una idea conceptuada, muy distinto de anteriores procesos de selección.

Pero la magia está en los detalles. Si el Perú tiene hoy una nueva imagen, esa tiene que ver con el vigor del “Loco” Vargas. El equipo pareciera haber tenido un envión desde que ha empezado a ser protagonista. Es demasiado lo que genera, lo que corre y lo que mete. Un líder completo con demasiada vocación ofensiva. En cada arranque parece una locomotora sin control arrollando rivales. Tuvo dos tiros al palo, que hubieran justificado tremendo despliegue de energías y sudor. El equipo hoy pareciera que juega incentivado, con la potencia de Vargas, el impulso de Vargas, y no es locura decirlo, con el corazón de Vargas.

Paolo Guerrero, hace unas semanas estaba concientizado que haría sombra a Pizarro en el banco. Ante su ausencia y la de Farfán, ha asumido con mucha convicción su papel de 9. Es el Paolo que se extrañaba, valiente y arrojado, que se faja igual contra uno o contra cinco, sin importar que nombre tenga. Es el referente de cara a la red y al igual que Vargas, tiene en sus pies la difícil misión de ponerse al hombro esa jerarquía individual que necesita un equipo, para hacerse respetable en la cancha y lograr borrar ese impresentable antecedente, de ser los últimos de la fila.

La historia se escribe paso a paso, no sabemos que irá pasar más adelante, pero hoy, como para renovar la sonrisa y restablecer las emociones, nuestra bicolor hizo cuatro puntos, dejando con un pie en el avión de regreso a México. La clasificación a cuartos de final se encuentra a un pasito limeño de concretarse. Es la hora de la tranquilidad y de recogimiento de la cordura, pero hay espacio para la justificada celebración. Por eso anoche, después del triunfo, Perú se vistió de poncho blanco y rojo, le hizo una señal a los músicos y con recargada emoción, le cantó una serenata a la ilusión, a ritmo de vals y de festejo, bien peruano.







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