La Magia de tus sueños

Tuvo que ser en el mismo lugar, donde Perú escribió una página gloriosa para nuestra historia. El mismo estadio, donde Cubillas, Cueto, Velásquez, Oblitas y Quiroga, se hicieron célebres en el 78’ venciendo a Escocia, con un derroche de fútbol y contundente vistosidad, que nos llenó de un orgullo infinito, en una época brillante de nuestro fútbol. Ha tenido que ser el mismo lugar, adonde regresamos para volver a ser felices, donde vivimos la misma angustia de un penal en contra tempranero y el remonte de un partido, complicado, que nos llenó de un apasionamiento muy cercano al infarto y donde nuevamente la magia de Markarían, y este puñado de soldados vestidos de blanco y rojo, nos ha devuelto la misma ilusión de antaño, como una manera de hacerle un giño coqueto a la nostalgia.

Cuantas pelotas ha sacado “Superman” Fernández, saliendo a jugarse la vida. Cuantos duelos tuvo que ganar Rodríguez a Radamel Falcao -sin necesidad de hablar demasiado- anticipando impecablemente y otorgando en cada brinco, esa seguridad necesaria para contagiar a una defensa de pasado devaluado. Cuanta realidad resulto Revoredo, para creer que ya se hizo de un nombre propio. Cuantos kilómetros ha corrido Chiroque, para ser fundamental, casi en el ocaso de su carrera y cuán importante se hicieron Cruzado, Balbin y Lobatón para aguantar el embiste rival, haciéndose solidarios cuando el equipo debía ser prolijo y equiparar el orden, sin necesidad de colgarse del arco. Y cuan importantes y valiosos se hacen ese par de gigantes de alma y corazón que son Vargas y Guerrero. El “loco” y su jerarquía para ser líder, defendiendo y atacando con categoría. Poniéndose el equipo al hombro. Siendo un defensa de vocación ofensiva y un cañón en la pierna izquierda. Paolo, mas Guerrero que nunca aguantando en solitario y con coraje, sin importarle cuanto cartel tenga su cancerbero, soltando su talento goleador, que lo hacen ser el mejor delantero de esta copa, que duda cabe.

En estas instancias, donde los partidos se resuelven por un acierto, un error o la ecuación de ambos, hemos vivido un partido con la pelota en la garganta y la zozobra en el alma. Colombia, ha sido un rival demasiado duro y por ello, quizás se haga más meritoria la victoria. Porque si los cafeteros, culminaran todo lo que generan, estaríamos hablando de un finalista y no haciéndole el adiós en el aeropuerto. Se hizo un partido tácticamente inteligente, dejando los prejuicios defensivos y controlando eficazmente la zona medular colombiana. Cortando la sociedad, de Guarin, Sanchez y Falcao, cerrando las subidas de los laterales y llegando primeros al cruce, para recuperar las posiciones con orden, Había que dejar el alma, en cada jugada. Era un partido para brindarse entero, con mucho sacrificio y que costaría sangre, sudor y lágrimas.

Fueron 120 minutos demasiado largos, torturantes y apasionados. Desde el penal que erró Falcao, que pudo cambiar la historia, hasta ese remate de Guarin en el epílogo del tiempo reglamentario, que pudo paralizar nuestros corazones. Quizás fueron los 30 finales los que mejor se jugaron. Los que definieron el partido. El primer bombazo, fue de Lobatón, que la encontró mansita, coqueta y traviesamente se le escapó de las manos al portero Martinez. El “lobita” le pegó un fierrazo con alma, corazón y vida, que rompió el invicto colombiano y desató el llanto de alegría descontrolado en todos los peruanos. ¡Golazo!. El segundo, el definitivo, fue una jugada de Guerrero. Cimbreante, hábil y pendenciero, llegó al fondo enganchó con maña y se la dejó a Vargas. El “loco” le puso mucha pólvora y sacó un misil, que en su explosión, destruyó un país de ilusiones colombianas, pero encendió la luz de la reconciliación y la esperanza, con un golazo que unió un país sediento de alegrías.

Los triunfos no se valoran por cómo se consiguen, sino por la consecuencia que producen. Hoy este Perú, requiere ser de carácter conservador, ordenado, lejano de su identidad, porque reconoce sus carencias y potencia sus virtudes. Su realidad lo exige. No puede darse lujos ni excentricidades, debe ser efectivo en lo que le cuesta generar y ser metódico para administrar sus energías. Los peruanos necesitábamos, esta victoria sufrida, luchada y altamente conmovedora. Estar entre los cuatro grandes, nos brinda un retorno al grupo de los competitivos y dejar de ser los aborrecidos, los convidados, los olvidados. Dan ganas de soñar despiertos. Si algo valorable ha conseguido el “Mago” con nuestra selección, es el compromiso y después con resultados, alegrar a los 30 millones de peruanos, que hoy solo tienen un espacio para el agradecimiento eterno.


Dicen que la suerte no juega en el fútbol, aunque hace un tiempo atrás asumíamos que jugábamos como nunca pero perdíamos como siempre y le encarábamos nuestras desgracias a la escasa fortuna. Dicen que para triunfar, hace falta estar bien con Dios y tener un cachito de suerte. Cualquiera sea la disyuntiva, digamos que hoy ambas cosas nos están acompañando y son urgentemente necesarias. Después de soportar un partido para el infarto y haber sobrevivido para contarlo, aún con las lágrimas de alegría en los ojos, tengo que aceptar que Dios es peruano, vive en la Videna y se fue acompañando a la bicolor a la Copa América.


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