El destino de un Jota Jota

El muchacho de pelo ensortijado, con el peinado a lo “African look”, domina un balón, esos de cuero de paños blanco y negro, lleva puesta la camiseta de la selección peruana. Es una foto gigante, ampliada y adorna la casa de Juan José Oré, mas conocido en el ambiente futbolístico como “Jota Jota”, un recordado goleador implacable en el área, que supo pasear sus goles por el Perú, Grecia y Chile. A su lado se posa el actual personaje, con los estragos que muestran el paso de los años, pero con la misma sonrisa dócil y su carisma de siempre.

De cuna humilde, guarda en su memoria el recuerdo de horas felices, la añeja cancha de tierra de Martinetti, en los Barrios Altos, reservada solo para los bravos del balón, pudo forjar desde pequeño, la técnica y bravura que acompaño su paso por el fútbol. Luis Cruzado, un vecino famoso, lo llevó a la “U” para una prueba. Desde aquel día empezó a cimentar su historia con la camiseta estudiantil, supo hacerse un nombre en base a esfuerzo, disciplina y sobre todo muchos goles, que llevaron su sello y se ganaron el cariño de la hinchada crema. Justamente a punta de ellos logró cruzar el charco, en el 79’ Panatinhaikos de Grecia –el más poderoso del país heleno– se lo llevó a sus filas.

Hoy, convertido en el entrenador de moda, por su gestión al frente de la selección Sub17, mas de uno lo ha encumbrado como el nuevo salvador de nuestras miserias futbolísticas y el responsable directo que los peruanos hayan visto renacer sus ilusiones. Pero él fiel a su apego al perfil bajo, aún no se ha tragado el cuento, aún no demuestra un ápice de orgullo desnivelado, tampoco ha mostrado esa extraña manera arrogante que tienen algunos estrategas, cada vez que la diosa fortuna del fútbol, toca sus cabezas y se hacen célebres de la noche a la mañana.

Es devoto fiel de San Judas Tadeo, siempre carga una estampita que besa y se encomienda antes de un empezar un partido, ha sido tocado por la providencia para ser el abanderado de una coyuntura futbolística que los peruanos hacen suya, pero ni el mismo sabe cuanto aguante, es que ha sido conciente que mucho de los resultados, se obtuvieron por esfuerzo conjunto, pero con la ayuda del de arriba y una pizca de suerte. El mensaje está claro, pero la ilusión del pueblo ha empezado a rodar como un esférico sin rumbo fijo y se hace difícil de dominarlo, porque viene con efecto y a una velocidad vertiginosa, si no se mete al arco de nuestras angustias, puede pegar en el palo.
Oré hace un trabajo silencioso, como él, muchos entrenadores nacionales, están a la espera de una oportunidad, pero cuantos chicos que forma con dedicación, llegarán a la élite superior, si los dirigentes de los clubes prefieren, a unos extranjeros sin cartel, que solo les dejan dividendos bajo la mesa que ayudan a engordar sus bolsillos. Cuantos de estos chicos, llegarán a la selección adulta, con un roce de nivel internacional, si es que ahora mismo no se marchan del país.

Si no se proponen objetivos del plazo inmediato, buscando afianzar las divisiones menores, donde realmente está el futuro, la historia de JJ Oré será una página más de nuestro libro futbolístico y lo vivido por los “Jotitas” terminará siendo una de las tantas fiebres mediáticas que, de cuando en vez aqueja a los peruanos, y que nos olvidamos rápido, cuando digerimos el calmante de la intransigencia y la indolencia consumada

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