LA FIESTA MONUMENTAL

Me invitaron a una fiesta, pero solo me llegó el parte. Busqué con afán por todos lados, mas no encontré nunca el pase para el baile. Algunos amigos habían conseguido su ticket, para los amigos de sus amigos, para sus sobrinos, sus compinches y hasta para la vecinita del barrio. Pero nadie pensó en mi. Allí estaba yo, nuevamente, con la convidada palabrería de ir a la fiesta monumental, pero sin el bendito boleto en la mano y sin darme cuenta, me estaba corriendo el riesgo de quedar, como dice la canción: Como un burro amarrado en la puerta del baile.

Era hora de echar mano a los buenos amigos. Era sábado y apareció Raúl, sencillo y campechano, pero muy allegado a los anfitriones. Me ofreció un lugar especial, mas le dije que solo quería estar cerca de mis amigos. Yo no quería bailar, no era mi fiesta, pero si deseaba compartirla, desde un rincón y sin molestar. Raúl me trajo la entrada y yo quedé muy agradecido y se fue como llegó, con su rostro risueño y su gentileza espontánea. Para eso están los amigos -me dijo con agrado- ponte tu mejor traje, mañana quiero verte en la fiesta y me dio un abrazo. Seguro que si le respondí, allí estaremos temprano.

El fútbol, tiene el poder de dividir emociones y juntarlas en un solo corazón. A veces suele ser una buena excusa para ir a la cancha, aún y cuando las camisetas no nos pertenezcan y los ardores que se viven en la grada, sean ajenos. Es ese amor al fútbol lo que nos hizo llegar al Monumental, para vivir en carne propia, esta nueva versión de un clásico, entre un Alianza urgido de necesidades y una U que tenía a su gente tranquila y serena. Un estadio que estaba vestido de fiesta, con rostros complacientes y animosos que denotaban confianza, aquella que la habían conquistado una semana atrás y que les permitía adelantar la decoración al coloso de Ate y dejar todo listo para que empiece la fiesta.

Mis amigos son cremas de nacimiento unos y por devoción otros. Cada uno vive a su manera esa efervescencia y pasión febril por la crema, que se palpa entre la gente que desgañita la garganta, aún y cuando la fiesta en el verde todavía ha empezado. Mientras ellos buscaban acomodar sus posiciones, con bastante dificultad, yo me sentí un privilegiado en medio de la muchedumbre. Como no tenía color de camiseta, me ubiqué en la franja que dejó la policía, para separar la barra crema de oriente -que hervía de pasión loca- y un puñado de hinchas aliancistas, que mas parecían rezagos del comando sur. Allí estaba yo, sentado en un lugar favorecido y una vista perfecta del verde, que lucía lindo y las tribunas pobladas que le daban un ambiente de fiesta a este monumental, que reventaba de éxtasis por todos lados. A la salida de los equipos, nuestras ropas quedaron impregnados de un color cobrizo y amarillento que no amilanaron nuestra complacencia. Mis amigos tenían el corazón en la mano y solo esperaban el pitazo inicial.

Se preveía un partido apretado, deslucido en juego pero con la adrenalina en cada jugada. Era un partido para que lo diseñen los DT en el camarín y lo ejecuten los protagonistas en el verde. Mucho le criticaron a Reynoso, la rotación de sus piezas y él fue parco para la respuesta. Costas fue mas romántico y apeló a la sandunga y el donaire de sus hombres. A uno le fue bien como resultado necesario y al otro le hizo bien por momentos pero fue discontinuo en su proceder. La U llegaba mejor. Un marcador favorable le daba un plus que debía aprovechar en base a sapiencia. Alianza estaba urgido de repetir los últimos 20’ de matute, pero conforme pasaban los minutos, la misión empezaba a tener grietas en su diseño y sus hombres fueron tropezando con sus limitaciones.



Reynoso fue inteligente. Mandó cercar a Quinteros y dejar sin socio a Montaño. Entonces, el colombiano no encontraba espacios y buscaba a Gonzáles Vigil o Aguirre y le devolvían un ladrillo. Se fue ofuscando y su impotencia se hizo necedad. Está visto que este Alianza juega según como se levante Montaño y con el desgano en las posaderas del volante, poco o nada había por hacer y solo quedaba jugar al pelotazo. Fue creciendo esta U, en base a la solidaridad de sus hombres, a la unión de esfuerzos para recuperar el balón. A esa presión que le ha impuesto Reynoso y para lo cual se debe tener gente con un estado físico prodigioso y mas que individualidades, marcar la diferencia con hombres dispuestos a correr toda la cancha sin desfallecer.

El Negro Galván, es de esos guardianes de furgón, que cumple su labor y también hace la del resto, sus argumentos pasan por sentir lo que dicta la tribuna y ya se ha ganado un lugar en la trinchera. Calheira nunca tuvo sintonía con el gol y para reivindicarlo, Reynoso le puso el overol. Rui Díaz es una grata aparición, porque lo que le falta de tamaño le sobra de talento (casi hace el gol soñado). Solano, lo que no corre, suple con la asistencia que le permite su prodigioso pie derecho y Rainer Torres, es el todoterreno que devora los espacios. Mención aparte es Raúl Fernández, cada día le demuestra al hincha crema que su arco, tiene un sello de seguridad, inviolable y de garantía, que lleva su nombre.


El partido ha culminado, el marcador quizás haya sido mezquino pero poco importa. Tampoco es intrascendente, que esta U no juegue bien, pero en el fútbol de hoy todo lo que se produzca en bien del resultado es válido. Es urgente conseguir alguien de jerarquía en el área contraria, porque en la Libertadores no tendrá rivales de nivel paupérrimo como el nuestro. Pero si algo se debe reconocer a Reynoso, es que hizo de este grupo de jugadores, un equipo que se faja entero y es solidario. Que presiona al rival desde el camarín y que a despecho de su hosca personalidad, le ha devuelto la mística de equipo luchador y aguerrido. Aunque en desmedro de su trabajo, tenga un equipo carente de fútbol vistoso, hoy es un laborioso trabajador de resultados positivos.


La gente de Alianza se ha marchado de la tribuna sur y el monumental, presenta una herradura llena de gente de corazón merengue y camisetas cremas, que le da una imagen impresionante. Mis amigos se reúnen para hacer un solo grupo y celebrar abrazados este nuevo campeonato que les ha llegado al borde de una década. Sus rostros alegres, denotan una satisfacción y orgullo por sus colores. Todos me abrazan y me hacen sentir parte de esta efervescencia. Abajo los jugadores dan la vuelta olímpica y siento una alegría ajena, pero complaciente.

Hoy, he compartido con mis amigos cremas de esta fiesta de color merengue, donde me llegó la invitación, sin los tickets para la pista de baile. Era en una casa ajena, pero me recibieron con mucho cariño. Aunque voy a ser edil hasta que deje de respirar, me quedará para siempre el recuerdo imborrable de haber estado junto a mis amigos en este campeonato de la U que ha hecho una fiesta monumental. Lo mejor de todo, será saber que a mi no me lo contaron, porque yo lo viví, porque yo estuve allí presente.

De sangre blanquiazul

Hay quien dice, que el fútbol, se parece tanto al amor. Será porque ambos te estimulan y subyugan los sentidos, hasta hacerte esclavos de una loca pasión, o quizás, porque ambos tienen ese extraño poder de romperte el corazón en mil pedazos y al siguiente día volverlos a juntar en un solo abrazo. Será que ese sentimiento, a veces incomprendido, a veces tan irracional, tenga en el fondo que ver, con la sangre que corre por tus venas y te haga ser mas o menos apasionado, cuando demuestras tu fervor, por una camiseta o por el afecto hacia quien mas quieres.

Mi amigo Juan, es de alianza a muerte. Le dicen “Puma” de cariño y somos cercanos de sentimientos. Nuestros hijos tienen edades similares y estudian en el mismo colegio. Su retoño se llama Jordan y es tan o mas fanático “grone” que su progenitor. El mío se llama Sergio y le gusta el fútbol, pero no le apasiona tanto como a su amigo. Era domingo y en Matute, Alianza ante Cristal, se jugaba mas de tres puntos, porque era la oportunidad para sacar ventaja y hacerse mas líder que nunca. La fiesta estaba pintada y acudimos los dos padres con sus dos hijos. Ellos pintados en cuerpo y alma de blanquiazul y yo con mi fierita, que hoy, se deja llevar por el fanatismo de su amiguito y me asegura que ya es hincha de Alianza. Yo solo sonrío. Hace unos meses me acompañaba a hinchar por mi Muni querido y hoy, solo pienso que es un niño, al que no obligo a pintarse una camiseta, sino a que el mismo, aprenda a sentirla.

Matute estaba reventando. Entre rostros adustos de policías, los barristas y los que se disfrazan de aquellos, van tomando sus lugares. Unos pintarrajeados, otros vociferando cánticos y alegorías, que Jordan canta junto a su padre y nosotros contemplamos con gesto complaciente. En el verde, los protagonistas hacen la calistenia y la tribuna se va vistiendo de festejo. El sol calienta nuestras cabezas y el estadio va tomando un color blanquiazul. La barra de Cristal es pequeña en número, pero deja escuchar su voz. Veo pasar a Oblitas y no puedo dejar de recordar, ese tremendo golazo de chalaca ante Chile, en esta misma cancha, la vez que vine con mi viejo, aquel memorable Sudamericano del 75’, donde fuimos campeones.

Empezó el partido. Todos a sentarse, es la consigna, fuera los vendedores y acomódense donde puedan, es el mandato de la hinchada. Jordan está nervioso, el Puma, se persigna y lanza su arenga que llega hasta la cancha. Este Cristal, inicia bien y es quien llega mejor al arco contrario, es sólido en defensa y mueve sus hombres sin perder el orden. Alianza no encuentra claros, porque Oblitas ha hecho un rombo para cortar el circuito medular íntimo y se le hace difícil a los íntimos remar parejo. El partido cobra energía y la tribuna hace sentir su presencia. Montaño empieza a generar peligro y a tomar la manija de su equipo, pero este Alianza, está tímido, no se encuentra a gusto con la marca, prefiere agazaparse y esperar para contragolpear. El juego rimense se va haciendo predecible y lo que origina Lobatón –no me explico como no estuvo en la selección- con juego prolijo y notable en función mixta, no lo culmina un intrascendente “Malingas” que se la lleva fácil y no termina de encender el motor el “Vagón” Hurtado para dar la embestida final.

Es el momento en que debe aparecer la vergüenza y el hambre de triunfo. La hinchada sigue soplando fuerte. El “Karioca” Velasquez le roba la pelota a “Flemita” Perez –No entiendo que diablos hace en Cristal y mucho menos como pudo estar en una selección- y enrumba hacia adentro. Hace la pared con Montaño, quien le pone el guante y devuelve una pelota bendita. El argentino dice gracias y define como debe ser. Estalla todo Matute.

El Puma se vuelve loco y Jordan, grita hasta quedarse sin aliento. Mi fierita y yo solo nos contagiamos de este fervor incontrolable, nos sentimos un poco extraños entre esta muchedumbre de almas pintadas de blanquiazul, que gritan y se desviven, desbocados en su alegría y hacen alarde de su inflamado orgullo. Abajo el abrazo de Montaño y Velasquez ha logrado hacer una pirámide de júbilo que comparten con la tribuna. Un señor toma asiento y comenta, lo bueno que sería si Montaño fuera peruano. Te imaginas, las pelotas que les pondría a Farfán, a Guerrero a Pizarro, le dice emocionado a su compañero. Y todos son de Alianza le contesta éste, ensanchando su complacencia. Yo solo sonrío y en el fondo apruebo su imaginación, total, soñar en un estadio extraño, con tanta gente alegre y salerosa, con un ambiente de pueblo futbolero, como que no resulta tan descabellado.

El partido pierde intensidad, pero la tribuna sigue siendo un jolgorio. Cristal empuja sin orden y Alianza soporta el embiste con propiedad. El reloj no da mas tiempo y cuando suena el final. La gente se arremolina frente a la puerta del camarín y llenan de improperios a los rivales, que solo miran el suelo en señal de capitulación. Pudieron haber hecho mas en este encuentro, pero a este Cristal le sigue faltando sangre caliente, esa que le sobra a los íntimos y a su hinchada que hoy se siente aliviado de su carga emocional que lo acompaño en la semana. Los rimenses ya dieron el adiós a los presentes y los íntimos respiran un liderazgo que los hace esperar tranquilos, porque la final con el compadre, se va haciendo cada vez mas real.

Jordan y Sergio están abrazados. Saludan y se toman fotos con los jugadores. Los miro y pienso que estas cosas los van a unir bastante. El fútbol, permite compartir amores y pasiones y a esta edad, debe marcar una etapa significativa de sus vidas. Acaso y me importen dos centavos, que camiseta se ponga mañana mi hijo, pues si la siente, será él quien la elija. Yo ya llevo tatuada mi franja al pecho y mi sangre siempre será edil y eso difícilmente pueda cambiar, pero por lo vivido hoy, sospecho que la próxima vez que vayamos a Matute, él va a querer llevar puesta, una igual que su amigo y me va a pedir que se la firmen los jugadores. Por el amor que le profeso, es mas seguro que cumpla su exigencia. Total, el amor y el fútbol, tienen tanta afinidad y siempre terminan unidos a un solo sentimiento.

Lo que hoy he comprobado en Matute es que nuestro fútbol sigue tan igual de intrascendente y que lo mejor que tenemos son nuestros hinchas, de esos incondicionales y apasionados, como mi amigo el Puma y su hijo Jordan, quien me mira y me dice convencido que su corazón y su alma son de alianza. Yo le sonrío en silencio y solo le tomo la cabeza. El me vuelve a mirar y tomándose el brazo, me asegura que por sus venas, corre sangre blanquiazul.

Echa Muni por siempre

Te pareces tanto a él. Tienes a los hinchas mas lindos del mundo y por tu pecho blanco inmaculado, llevas tatuada esa franja color sangre. Has podido ser un verdadero equipo, pero te contentaste solo con ser: El equipo de todos. Puedes ser una verdadera institución seria, pero te has llenado de ratas inmundas, que pululan por tus conciencias y te han carcomido hasta tus mas escondidas vergüenzas. Podrías tener a los mejores jugadores y fundirlos de identidad por tu camiseta, pero solo te has llenado de simples asalariados, que al final de la jornada, solo van a pedirte el pago de su sueldo y mañana se irán a buscar trabajo a otra parte.

Muni de mi vida, Muni de mi corazón, te pareces tanto a mi Perú. Esta patria mía, que siente al fútbol como el deporte mas popular, pero que ha permitido que el fracaso sea su eterno compañero en la tribuna. Muni querido, hoy que tu realidad te abofetea el espíritu sin remordimientos y esa franja roja, se desangra por dentro, se parece mas que nunca a nuestra bandera peruana. Quizás el tiempo, nos ha hecho el alma de roble y seamos masoquistas por excelencia y hoy los peruanos nos hayamos convencido que en el fútbol, los anhelos o las ilusiones, son simples quimeras que tan solo podemos hacer realidad, en alguna noche de francachela. Ya nos hemos acostumbrado a ser tan apáticos e indiferentes ante nuestra realidad, que esos incapaces de cuello y corbata, que se disfrazan de líderes emprendedores, de dirigentes consecuentes o de entrenadores de categoría, nos venden sueños enlatados, que compramos con los ojos cerrados, sin mirarle la marca o mucho menos comprobar, la fecha de vencimiento.

Muni querido, este Perú se parece tanto a ti. Ayer me dejaste sentado en la grada, mascullando un sollozo, escondiendo una lágrima, pero mordiéndome los labios de impotencia y de rabia. Hoy, me he levantado distinto. He cambiado el dolor y la resignación, por un arrebato de locura insana, que me ha hecho fijar la mente en que esto, no es mas que una cruel pesadilla y que pronto voy a despertar. La razón me dice, que a mi patria no le va a cambiar su realidad desdichada, si mañana va al mundial, pero este enclenque y terco corazón, me dice que a mi equipo, le va a costar toda una vida, poder regresar de esas tierras lejanas, a donde lo han sentenciado a morar en soledad. Acaso y sea lo mas injusto para con su historia, para con su gente, para con la misma patria que un día lo parió para darle su misma sangre. Pero es la ley de los desdichados que tienen la mala suerte de tener padres inhumanos. Acaso y en lo único que se diferencien, sea en la esperanza. Perú, siempre tendrá una segunda oportunidad, pero mi Muni querido, quien sabe, haya perdido la última que le quedaba.

Ese anciano de cabello cano, que se seca las lágrimas con su camiseta, ha llevado a sus hijos y a sus nietos, para que lo acompañen hasta el norte. En el fondo, él sabía que se estaba vistiendo para las exequias de un sentimiento. Por eso llora en silencio, pero tiene una mueca de serenidad ante la tragedia. El viejo se siente orgulloso. Conoció al Muni de Tito, Vides y Caricho, gozó con nuestro “Cholo” Sotil y lo siguió a todas partes. Cuando estaba arriba, cuando estaba abajo, cuando era bueno, cuando lo hicieron malo. En cada partido, vivió la misma sensación de alegría, cuando se ganó o cuando se perdió, cuando estuvo en la grada o cuando lo tuvo lejos. Hoy, pierde la mirada en el horizonte de sus recuerdos y recrea el rostro de su hijo, que abrazado al suyo propio, se estremecen con furia descontrolada Hoy, han viajado juntos, como siempre, unidos a esta banda de pasiones insensatas, pero fieles a su franja, por sentimiento eterno. Ya no hay nada que hacer en el estadio, es la hora de regresar a casa. El niño recoge sus banderolas, abraza a su abuelo, toma la mano de su padre y se retiran de este funeral de emociones.

El viejo hincha, reposa su cansancio y le enseña a su nieto, que ser hincha del Muni, no es una cuestión de simple pasión o sentimiento. La franja, es una religión y un credo que permanece en el tiempo y se va haciendo perpetuo de generación en generación. El niño sonríe y besa la camiseta. El padre los mira nostálgico y el viejo cierra los ojos y acaricia la cabeza de su nieto. No sabe si será la última vez, que haya visto a su “academia” en un estadio, tampoco si volverá a verlo algún día en primera. Pero sabe muy dentro suyo –aunque no lo dice- que cuando alguien muere, no sufren los que se van, sino los que se quedan a enterrar a su muerto.

Donde estés y con quien estés, mi corazón te seguirá a todas partes.
ECHA MUNI POR SIEMPRE!!


El pitufo vestido de rojo

Puede ser que su metro sesenta de estatura, engañe al que lo mire por la calle y solo repare en ese rostro marcado por los años. Pero sus ojos, no dejan escapar esa picardía que lo ha acompañado por siempre. En Santa Marta, su ciudad natal que abriga Magdalena, departamento de Colombia, lo conocían como "El Pipa" debido al apodo de su padre a quien llamaban "Pipón". Nació pequeño de estatura, pero con un don que lo distinguía del resto: Era valiente para reñir y hábil para resolver y encontrar siempre una solución a sus problemas.

Su nombre de pila es Anthony William de Ávila, pero todos lo conocen como “Pitufo”. Aunque este, es un Pitufo diferente. El fútbol le cambió la vida. Recaló en el América de Cali, quien le pintó de color rojo su atuendo, con el cual marcaría los diferentes matices de su personaje, en una dilatada trayectoria por las canchas, que le han permitido consagrar un lugar privilegiado, en los corazones de la hinchada americana. Sus 29 goles en Copa Libertadores, le han dado un nombre propio en la historia, amén de los mas de 200 que conquistó con la casaca roja. En la selección Colombia, tiene pergaminos de color mundialista, siendo parte de la plantilla en Estados Unidos (1994) y en Francia (1998). Ha sido parte de la generación de futbolistas mas venerada en Colombia y fue muchas veces subcampeón de América, quizás le quedó pendiente alzar la copa.

Este Pitufo, dentro de una cancha de fútbol, ha sido vanidoso y gruñón, algunas veces y hasta tontín, otras tantas, pero jamás le podrán achacar que haya sido un Pitufo perezoso o temeroso, porque supo ser valiente cuando le tocó estar y mas de un defensa de apellido conocido, se acuerde hoy de sus gambetas endemoniadas y ese rush que le imponía a los contragolpes.

Este Pitufo hoy tiene 45 años y descansaba placidamente en sus aposentos construidos a punta de goles. Pero tuvo que ser su alma mater, el América de Cali, quien al estar pasando momentos financieros amargos, lo timbró, y esta vez no fue para saludarlo. Lo invitaba a ponerse de nuevo el disfraz de Pitufo bromista, todo de rojo, para regalarle a su gente, la mayor de las sorpresas y poder llenar el Pascual Guerrero, que lucía vacío y sin vida.

Un ex futbolista que frisa los 46 años, tiene su cabeza llena de pensamientos, que involucran a su familia, sus negocios o hasta puede ser tomado como referente para un cargo administrativo o deportivo, incluso como entrenador, pero es difícil pensar que se pueda meter a la cancha y competir a nivel profesional. Son muy pocos, los que han logrado pasar la barrera de los cuarenta y seguir dándole a la redonda. Anthony de Ávila es un caso excepcional.

El Pitufo se puso de nuevo la indumentaria roja y nada menos, que en el clásico dominguero del Cali pachanguero, contra el Deportivo. Comandó la delantera, cargando en la espalda sus casi 46 años. Al frente estaba el peruano Mariño, que no pasa los 30 y en el arco, con su cara de niño y con 19 primaveras, se plantó Jaiber Cardona. El América ganó 3-1 y el Pitufo marcó y celebró como antes y como siempre. Ganó el delantero mas viejo del planeta, dándole un portazo en las narices a cualquiera que haya pensado que a esa edad, un futbolista, solo mira el partido por TV.

Si cuando anunciaron su retorno, muchos solo lo vieron con sorna y hasta fijaron que solo era una estrella de circo para llenar los estadios. Esa misma gente, hoy hojea con avidez las páginas de los diarios y mira el noticiero del día en Cali: El Pitufo ha vuelto. El no sabe hasta cuando, pero ya ha marcado un récord mundial. Es imposible no sonreír complacido, al verlo correr y picar el balón, con esa misma picardía y ese mismo número 7 que lo acompañaron en su vida y lo hicieron querido en esa hinchada, que hoy llena las gradas, para ver a su equipo y a este Pitufo vestido de rojo, que cual viejo diablo, al borde de la media vida, pareciera que ha hecho un pacto eterno, con el reloj del tiempo.

Los mejores hinchas del mundo

“Si hubiera un mundial de hinchas, seguro que seríamos campeones”, reza el eslogan de un comercial que no está lejano de la realidad. Porque sino como se puede entender que un equipo impresentable como el nuestro, que tiene el rostro desencajado, que no infunde miedo a nadie y que solo parece un puñado de entusiastas peloteros que se meten a la cancha para la pichanga semanal, pueda producir tanta pasión, aún y a sabiendas que se sentará ante la TV y volverá a vibrar y maldecir al Chemo y a sus jugadores, a despotricar de Burga y su deslustrado presente.
Un equipo que a despecho de su historia futbolística, hoy sea el furgón de cola de este tren llamado Sudamérica. Este hincha peruano, debe ser lo mejor que tenemos, porque sino, no se entiende, como salta y grita un gol de empate, que ni siquiera fue nuestro. Pero igual desata su euforia y lacónicamente hace la pausa para el comentario, hasta que la realidad vuelve a inflar nuestras redes. Pero vuelve a levantarse en cada ataque peruano y se vuelve a sentar emocionado. Suelta su ironía con arengas y jodas, que en el fondo solo tratan de maquillar su impotencia y enfado, al no sentirse recompensado. Será porque este hincha se pone la camiseta, brinda lo suyo y se entrega a su bicolor sin pedir nada a cambio.

Si maniobramos el dial del recuerdo, nunca Venezuela había sido mas y tampoco, nos había humillado tanto. Es verdad que en el fútbol las distancias se han acortado, pero también es verdad que algunos –como nosotros- han retrocedido demasiado. Anoche se ha vivido otro capítulo de una novela que tiene el mismo argumento, pero que ha cambiado de títulos y protagonistas, el final es el mismo y en cada actualización los héroes terminan siendo villanos y el galán -léase el Chemo- solo gana popularidad, para que su imagen pueda venderse a costa del sufrido hincha. Un Perú que hace cuatro días, se aferró de la solapa de la fortuna, para hacer creer que había algo porque luchar, salió al campo, sin esconderse, tocando, Solano, Palacios, Fano y hasta Guerrero, que se fue temprano, quizás a ponerse a pensar mas en su futuro alemán, que en arriesgar por nada. Era ese Perú que siempre está en la cancha, aunque no tiene juego, que atropella sus ideas, pero no condensa juego. Pero vino lo de siempre, regaló un gol “primarioso” y de allí para adelante, salieron todos los errores. Al final, nos convertimos en la vitamina perfecta para este Venezuela, que renace y sorprende, que se encarama al árbol de la esperanza y que después de lo de Chile, aguarda callada lo que haga el resto, porque ellos ya la tienen bien clara.

Argentina, ha dejado sus opciones regadas por el piso y sus hinchas pisotean todo lo que hasta ayer era sinónimo de pleitesía. Hoy todos apuntan directo a la frente del Diego y sus jugadores. Ni Messi se salva y así como lo endiosaron y hasta lo compararon con su DT, hoy todo no es mas que una suerte de reproches y exigencias, que lo único que han logrado, es quebrar el endeble andamiaje albiceleste, lleno de individualidades superlativas, pero carente de fluidez, porque nunca pudieron ser una sociedad de ideas colectivas. Todos se preguntan, porqué Messi, Tévez, Agüero y otras estrellas no brillan como en sus clubes, y la pregunta no solo se la hacen en Argentina, es un tema mundial de marketing, que vende la marca registrada de un jugador, como parte de lo que hoy predomina en el fútbol: El vil dinero.

En sus clubes los Mesis, Tevez y Agueros (podríamos incluir los Pizarros, Farfán y Guerreros) tienen socios estratégicos –de nivel A1- que los habilitan o son habilitados y que a partir de una sociedad de responsabilidad ilimitada, invierten en la bolsa de acciones, de juego de conjunto, con horas de vuelo y con kilometraje controlado, que los hace pulir defectos y virtudes de cara al objetivo común. Allí nacen las marcas registradas, los íconos que se venden al mundo y mueven el fútbol, convirtiéndolos en héroes millonarios de la noche a la mañana.

Esos mismos íconos, cuando se enfundan la camiseta de su selección, al no encontrar los mismos socios, tratan de resolverlo todo individualmente y allí pierden protagonismo y hasta credibilidad. Los dioses se hacen terrenales y los resultados no son los mismos. El balance marca en rojo y la paciencia toca el límite del descrédito. Primero fue Bielsa, después Peckerman, Basile y ahora Maradona. Nadie supo manejar esta coyuntura y la crítica ante el resultado es nefasta y el enfado es unánime. Argentina ha dejado de ser ese equipo que avasallaba con juego en conjunto y esa gran virtud de marcar, con la pelota en los pies, ha pasado a ser una suerte de intentos heroicos de Messi y desorden en sus líneas.

Maradona, no encuentra respuestas en los suplentes y quizás sus elegidos no sean los idóneos, o mas cuerdo aún, él mismo sepa que no sea el elegido, aunque no lo aceptará nunca, y ensaya el discurso fácil, fungiendo de mártir extemporáneo, diciendo que dejará su sangre hasta lograr la clasificación. Ahora se tocan nombres que antes los apartaron. suenan los Riquelmes, los Cambiasos y hasta los Crespos. Dicen que la impaciencia es un sentimiento que tiene que ver mucho con la angustia y en medio, siempre hay un extraño temor que infunde la misma muerte, a veces, se muere mucho antes de la hora señalada o quien sabe para cambiar el destino, se deba morir un poco. Argentina tiene a la mano a Perú otra vez en el camino y no le va a pedir permiso para matarlo, porque es conciente que definirá su suerte en el Centenario, ante Uruguay, en un partido que no sabemos si al Diego, aún le sobre sangre.

El hincha peruano, hoy no quiere hablar de fútbol. Se enfada si le tocas el tema. Pero mañana, cuando deba ir a Buenos Aires, otra vez se sentará frente a la TV LCD, con su entorno de jolgorio y compañía agradable, especialmente preparado para vibrar, gritar y volver a maldecir, total -se dirá para sus adentros- que importa si Argentina, tiene al D10s enfadado, que Messi no brilla o que ya no jugamos por nada ni por nadie. Que no somos nada en el fútbol y el último lugar nos sienta bien o sea una señal de alarma. Que importa todo, si al final, mañana volveremos como tantas veces, a volver a creer en la ventura de nuestro futuro, en forma de balón.

Hoy, somos los jueces sin rostro, que juzgaremos si Argentina va o no un mundial y ese hincha peruano, recordará que alguna vez les dimos la mano, dejando a Paraguay fuera y en otra nos sacaron, para que Maradona, sea el Rey de México 86’. Algunos fieles al libro de historia, evocarán hasta la hazaña de la Bombonera, de hace 40 años. Pero, será mejor que sigamos viendo el comercial, con el hincha fervoroso, el fanático, el matemático y hasta el que se cree DT. Total todos sienten la blanquirroja, a su manera y cada uno vive el fútbol como mejor lo hace vibrar. Después del partido, seguiremos pensando que somos los campeones mundiales, pero en el mundial de hinchas y que vivimos nuestro sueño, hasta que se apaga el televisor.

Reflexión en el arroyito

En las horas tranquilas, resulta placentero reposar el cuerpo y estirar las piernas, mirando discurrir el agua de este pequeño riachuelo de emociones, que nos ha dejado el tan esperado Argentina–Brasil. En este entorno, resulta mas objetivo el pensamiento y se puede mirar mas allá de un resultado trabajado, que tuvo su punto de quiebre, en esas dos pelotas paradas que fueron aprovechadas al máximo, cuando Brasil aún no terminaba de atarse los zapatos y el equipo de Maradona, apostaba por buscar el riesgo desde el inicio, con desorden y apelando a lustrar la lámpara de Messi y dejándose llevar por la efervescencia, que marcaba un estadio rosarino, agradecido y repleto de ansias locas. Pero, el fútbol no sabe de agradecimientos, tampoco de vigor, entrega o merecimientos. Tampoco entiende, de motivaciones y palabras lanzadas al viento. Menos puede aceptar que, con solo tener un nombre enchapado en oro en la historia, le baste para ser superior o pueda encontrar eco en sus elegidos. Esa gente que llena la tribuna, que grita y enloquece, entiende mejor que nadie, que su pasión tiene sentido y existe, por lo mas importante y valioso, que sirven en el fútbol: LOS GOLES.

En las horas felices de Dunga, hay una acertada pausa y reflexión. Ha pedido controlar la euforia, a esos mismos hinchas que pidieron su cabeza, su cuerpo y su alma y que lo llamaron desde dictador hasta inútil. Esos mismos hinchas que siempre van a exigirle mas y que en estos tres años, ha aprendido a convivir con ellos, de la única manera como entiende el fútbol y que le dieron un nombre propio, cuando era jugador: Autoridad y liderazgo. Ha jugado su partido, de otra manera y ha hecho prevalecer su don de mando. Es medianamente conciliador y ejecutor de una férrea disciplina, que su grupo lo ha entendido y por eso han sellado su pasaporte al mundial. Dunga, podrá sentirse privilegiado de contar con un extraordinario jugador como Kaká o un matador del gol como Luis Fabiano. Un par de torres gemelas que son fundamentales atrás como Lúcio y Luisao. Puede sentirse tranquilo pues por fin, tiene el mejor arquero del mundo, nada menos. Pero quizás, lo que mas le llene de satisfacción, es haber logrado un equipo, que ya no juega para divertirse, sino para ganar. Ha encontrado el punto de equilibrio, donde puede mandar y dirigir, pero sin dejar de lado su ecuanimidad y con los dos pies bien puestos en el piso.

En las horas tristes y amargas de Maradona, hay un sabor a enmienda, pero que va cargada con una embustera forma de evitar la impotencia. Acepta que se viene lo peor y que el camino se va haciendo estrecho. A despecho de Dunga, el D10s pueda que tenga a mano, mas figuras de trascendencia individual y en ello se asemejen a él en todo su genio y figura. Para los Argentinos, Diego, es un tótem, al cual le van a rendir pleitesía por toda la vida. Mas ello en lugar de haberlo hecho santo, lo ha hinchado de un orgullo malsano que ha devenido en un proceder irracional que no tiene nada que ver, con su andar maravilloso dentro de una cancha de fútbol, pero que ha tenido consecuencias funestas y hoy en una coyuntura futbolística, difícil como complicada, han salido a la palestra los yerros y culpas ajenas que empezaron desde el mismo momento en que Grondona, quiso congraciarse con el Diego y de paso, limpiar con agua tibia su gastada imagen, o quien sabe, decidió darle el timón, solo para deshacerse de una vez por todas de alguna deuda personal o de esconder bajo la alfombra, algún pasado tormentoso.

Lo que ha dejado el partido para ambos bandos, es una tranquila forma de pensar en el futuro, de parte de Dunga y una oscura presión que empieza a carcomer sus miedos en Maradona. Ha quedado desairado en su afán por valerse de su imagen para vender una ilusión devaluada y fracasó en su intento. Arriesgó hasta donde lo dejó Brasil y una vez asegurado el marcador, sus pequeños soldados rebotaron una y otra vez sobre la pirámide verde amarilla. Brasil jugó sabiendo hasta donde podía arriesgar y tuvo en Kaká, al fenómeno que prendió la lámpara, en el momento justo, en que despertaba el gigante de arroyito, se puso el equipo en la espalda y dejó su sello impregnado en ese pase espectacular que definió con sabiduría Luis Fabiano. Allí quedaron desparramadas las fuerzas argentinas y la cara de Maradona, era el rostro de la desventura, esa que hoy parece un viento lejano que intenta apagar la esperanza de ir al mundial.

De cara a lo que se viene para ambos DT, Dunga, sabe que su equipo está firme y así como definió con eficiencia, es conciente que le falta ser eficaz en sus líneas y no dejarse avasallar de manera frecuente. Tiene la ventaja que sus jugadores son mas concientes a la hora de la verdad y mantienen un perfil bajo para explotar en los momentos claves de un encuentro, su mente y alma ya está en el mundial, lo que le queda por estos lares es jugar un poco, a retomar esa diversión que había perdido en la cancha, congraciarse con sus congéneres y acumular mas kilometraje, para canjearlo por horas de vuelo, directo a Sudáfrica.

En Buenos Aires, hay un descrédito y un Maradona desprotegido. Se avecinan nubes oscuras para esta selección que ya empieza a ser cuestionada y el ambiente no es de lo mejor, el equipo se encuentra expuesto y débil, el chaparrón lo puede encontrar sin paraguas y coger un resfrío mortal. Por querer romper la realidad, ha intentado porfiar a la aventura de cogerle la cola al león, vestido de amarillo, sin darse cuenta lo peligroso que resultaba. Ha sucumbido en su experimento y el zarpazo le ha dejado una herida que ha empezado a sangrar de a pocos, pareciera mentira que con tan buenos jugadores, hoy solo le queda ir a defender el resto o morir en el intento.

El show de los sueños

El hombre de mirada esquiva se aproxima al monumental. Lleva un gorrito de colores alusivos a la blanquirroja. En su mirada hay una suerte de despreocupación, que solo disimula cuando intercambia alguna sonrisa con su pequeño hijo de 7 años, que se aprisiona de su mano y se emociona conforme se acerca a la puerta de ingreso. En la grada, los ojitos del niño, se llenan de un brillo de asombro, al ver el coloso de cemento, con esas bancas de colores que le llaman la atención. Su padre le va explicando, los detalles y el niño pierde la mirada embelesada, en el verdor de la cancha. El sueño de su padre, es que algún día pueda ver a su vástago, vestido de corto y anotando un gol, igualito que el “Chorri” Palacios, ante Paraguay. Aquella noche inolvidable, que lloró emocionado y que marcó su admiración eterna por quien hoy puede jugar su último partido con la selección, en esta suerte de adiós sin despedida y por quien lleva - igual que su hijo- el polo con el emblemático lema: TE AMO PERU.

Acaso y a este hombre ya no le importe que el estadio asome medio vacío, tampoco que no encuentre la misma efervescencia de otros partidos. Acaso y no le importe, que entre la gente hay una suerte de represalia, que no tiene que ver con el honor o la dignidad, que ya fue perdida hace tiempo. Más pareciera una cuestión de querer remendar un presente, a punta de perversidad y a costa de un rival que nos cae pesado por antojo insano. El niño distrae la mirada en esa gente que no se inmuta como otras veces y que solo sonríe con sorna, cada vez que De la Haza, recupera un balón para volver a entregarlo al rival y ensaya un rumor cada vez que el “Loco” Vargas embiste con fuerza y demuestra que está en un nivel por encima del resto o cuando Solano, hace las paces con el “Chorri” a través del balón. Ya nadie se molesta si la salida de Zambrano, es temeraria o que Chavez no se dé cuenta que lleva la blanquirroja en el pecho. Acaso y lo único que en este momento les importe a todos, sea que la selección gane, pero más que para sentirse felices, lo haga para sentirse desagraviados.

El partido, va dibujando dos caras, una la peruana, de tranquilidad con desparpajo y la otra, la uruguaya, que ve pasar la hora y extraña más que nunca a Forlan para embocarla. El niño está tranquilo, sonríe con alegría y se pone a pensar, en lo feliz que se sentiría su padre, si algún día se cumple su sueño y en lugar de estar en la grada, lo salude victorioso desde la cancha. Son los instantes finales y el “Chorri” está a 10 metros de donde están ubicados y responde el saludo y las arengas del mítico jugador. Lo ven lanzar el corner, que llega a los pies de Vargas, que en su porfía habilita al “charapa” Rengifo, quien define con sangre fría y hace que esta gente, que se animó a último momento, a poblar el monumental, celebre un triunfo que da tres puntos, pero que son solo bálsamos para un espíritu doblegado y que en esta hora, le resulte tan insignificante e irreverente, para con su propia realidad futbolera.


En la calle ya no hay carros con bocinazos, ni sonrisas desperdigadas por doquier, solo hay una mirada del niño a su padre, que el hombre interpreta como una promesa silenciosa, porque algún día no muy lejano, ese sueño de estar en un mundial, lo encuentre como protagonista principal. El hombre se va satisfecho. Ha visto a su ídolo bañado en aplausos y pidiendo más, a pesar de los años que no perdonan. Ha podido sonreír ante esta victoria insospechada, como insolente, que ha dejado un sabor a revancha por lo de Montevideo y una encrucijada en los “charrúas” que pueden quedarse sin mundial y sean estos puntos perdidos, los que les hagan falta más adelante.

El hombre aprisiona la mano de su hijo y lo ayuda a cruzar la calzada. El niño lo mira y sonríe. los dos parecen adivinarse los pensamientos. El padre sueña con su hijo, como el futuro “Chorri” de la selección. El niño ha decidido ser como el “Loco” Vargas. Ambos sueñan con la misma pasión con que se vive el fútbol, ambos se mezclan entre esta gente que ha venido al estadio, con esa ilusión insana, de comprobar hasta cuando aguanta su corazón y cuan diferente se siente, jugar sin miedo a perder y ganar solo para presumir de un resultado, que solo sirve para recuperar algo del crédito perdido, aún sabiendo que ello, se puede volver a hacer añicos en unas cuantas horas.


El balon hace una pausa

Mientras en la Videna, los encopetados representantes de los clubes, se reúnen entre bocaditos y sorbos de líquidos efervescentes, para el sorteo del fixture de nuestro torneo doméstico, el balón ha quedado adormitado después de su cansado viaje desde la ciudad heroica. Le toca hacer la siesta después de digerirse un atracón de partidos que tiene confundidos a los hinchas, que no le encuentran pies ni cabeza a un torneo, difuso, enmarañado y hasta cierto punto impreciso.

Se han despejado los cielos de las incertidumbres y ya los equipos tienen un panorama mas claro de lo que les toca de aquí en adelante. Ya se definieron los grupos pares e impares (no sé de donde salió esta idea) que agrupa a los equipos según su puntaje, en una suerte de “chocolateo” para sacar el boleto de la pareja de baile. Lo que queda claro es que no habrá clásico, por lo menso en esta liguilla. Pero los siempre llamados candidatos, la tienen harto complicada, pues el sorteo, mas allá de brindarles los rivales de turno, también les adjuntan su lugar de residencia y donde su condición de visitante, va a pesar en demasía.

Juan Aurich, ha sido el campeón de la regularidad (no ha existido otro premio oficial) y lidera la serie impar junto a Cristal y Alianza como sus rivales a vencer y a quienes como mayor dificultad les toca jugar en campo sintético, donde los íntimos han tenido mejor perfomance que los cerveceros, pero todos van a tener que subir a dos ciudades de altura: Recuay y Ayacucho, menudo problema antes de empezar a subir la cuesta, en el tramo previo al “play off”.

El grupo de pares, lo encabeza la U, aunque va a tener que jugar en Huancayo, Cusco y Arequipa, no tiene la dificultad de los campos sintéticos y además lleva seis puntos de ventaja sobre el Huancayo, un rival temible en su casa y que cuidará a muerte. Cienciano viene siendo irregular desde su fundo dirigencial y Melgar puede que se convierta, en el “patito feo” que no gane puntos, pero tampoco deje que se los lleven otros.

La novedad es que van a poder estar en cancha. Cuatro extranjeros, poniendo como condición que se debe haber acumulado mas del 70% del total de la bolsa de minutos, cuyo total es de 2,420. Esto beneficia solo algunos equipos, dentro de los cuales están la U, Alianza, Cristal, Aurich, Huancayo, Ancash, A. Atletico, entre otros, pero deja fuera de juego a la San Martin, Vallejo, Galvez y Cienciano. En teoría esto es una ventaja pero solo de manera individual. La efectiva franquicia que pueden tener lo equipos son sus puntajes acumulados hasta el momento y que serán sus mayores armas con las que afrontarán el resto.

Así está pintado el panorama del fútbol local, el hincha peruano hace una pausa y se alista a otra jornada de eliminatoria mundialista, que la digiere con aroma desabrido, melancólico y hasta con desidia. El balón del fútbol nuestro, hace una pausa y desparrama su cansancio en un rincón de la casa, después del descanso, saldrá de nuevo a rodar por las canchas, acompañando nuestra a veces insana pasión por el fútbol, pero que nos llena la vida cada fin de semana.

Cumpleaños con sabor a merengue

Yo era aún pequeñuelo, cuando empezaba a sentir el fútbol en la piel. Eran los tiempos en que mis amigos eran hinchas de la U o de Alianza. Tiempos en que aún no se percibía la parafernalia que hoy envuelve al fútbol, con su publicidad mediática, que puede influenciar a un niño, con solo presionar el botón de su computadora. Tiempos en que decidías por uno de los dos, a veces mas por convencimiento amical, que por algún sentimiento interno o normalmente, porque nuestro viejo, nos infundía la pasión desde pequeños, en cada relato de sus vivencias juveniles.

Mi padre era un confeso hincha del Cristal, porque trabajaba en la cervecería y se hizo seguidor, desde que se llamaba Sporting Tabaco. Me contaba que Rafael Asca descolgaba el balón con una mano, pero admiraba a Valeriano López, porque entraba como una tromba al área y su cabezazo era una patada mortal. -Era de temer el negro- Me decía. En cada relato, siempre encontraba una anécdota distinta, pero tenía una especial devoción, cuando recordaba al gran “Lolo” Fernández, había en sus ojos un brillo especial cuando hablaba del goleador. A veces, cuando me contaba que podía hacer 5 goles en un solo partido, pensaba que exageraba y mas de una vez, puse en duda que rompía redes y que incluso en algún partido se tiró abajo un arco o que lograba meter goles con todo y arquero. Aquella leyenda la comentábamos entre los amigos, que aún éramos unos mocosuelos imberbes que dábamos rienda suelta a nuestra alegría, corriendo cándidamente detrás de un balón y “Lolo”, era una especie de héroe mitológico que solo conocíamos por narraciones, pero que ya era un referente en nuestras aún nacientes memorias.

Nunca fui crema, porque aquella vez en el estadio, cuando mi viejo me llevó a ver a su Cristal, vi al “Cholo” Sotil y desde ese día sentí, que mi franja me acompañaría por toda la vida. Pero vaya que he sentido una envidia ajena para con la U y su linaje aguerrido, todo pundonor y garra que le llamaban. Desde chico fue el rival a vencer, al que siempre respetamos y el que tenía mas hinchada (se disputaban la otra mitad con Alianza). Tremendos partidos que vieron mis ojos. Por la memoria desfilan tantos y buenos jugadores que se pusieron su camiseta. Aunque nunca pude ver a “Lolo” Fernandez, si vi a un Roberto Challe, aquel maestro que parecía jugaba con una computadora en el cerebro. A Lucho Cruzado y Nicolás Fuentes con su elegancia y al legendario zaguero, llamado Héctor Chumpitaz (lo subrayo por respeto). A un goleador por excelencia como “Cachito” Ramirez. Un emblemático “Trucha” Rojas, un extraordinario wing, como Juan Carlos Oblitas o un avión hecho futbolista como JJ Muñante. Recuerdo con nostalgia como un emblema edil y dechado de virtudes futbolísticas, llamado Germán Leguia, salvó de la baja a mi franja y se fue a vestir de crema, porque ese era su destino, su legado y su vida entera. Mas cercana a la memoria, la leyenda de “Lolo” se reencarnó con el “Puma” Carranza, con toda la efervescencia de la trinchera norte, se hizo pasión con Roberto Martínez y la devoción crema creció con ese hincha que se bajó al verde, llamado “Chemo del Solar (jugador por si acaso). Tantos símbolos y nombres ilustres que la memoria se va quedando corta. Sería mezquino dejar de lado a los buenos entrenadores, desde Marcos Calderón, Scarone, hasta el mismo Ángel Cappa, hoy confeso hincha crema. Los extranjeros memorables desde Techera, Ballesteros, Silva, hasta Jorge Amado Nunez

Hoy que la U cumple 85 años, se hace mas lejano, aquel sueño juvenil de José Rubio y Luis Málaga, en las aulas de la UNMSM, que se fue haciendo realidad y junto a los Plácido Galindo y los Quiroz, De las Casas y Astengo, para fundar la Federación Universitaria de Fútbol, lo que después se convirtió en Universitario de Deportes. Aquel sueño, que ha sido compartido por cada corazón crema, ha permanecido altivo en el paso del tiempo. Cuando se hizo el primer campeón del torneo descentralizado y el primer equipo peruano, en participar en una Copa Libertadores, disputando la final. Y vaya que hay muchas hojas por leer en el libro de historia crema en estos torneos. Denominado el equipo “Copero”, nos dejó un recuerdo imborrable, allá por el 72’ cuando, prendidos al radio transistor, “Pocho” Rospigliosi nos hacia vibrar con “Ovación” desde el mismo Avellaneda y recuerdo haber sentido rabia, cuando nos daba el resultado final que dejaba a la U sub-campeón de América. Ese día no me sentí crema, pero si muy peruano.

Tengo muchos amigos, acérrimos hinchas cremas. Pero hoy recuerdo a Javier –un crema a muerte y amigo entrañable- siempre nos unió la misma pasión por el fútbol, pero nos dividía los colores de camiseta. Pero tan fuerte, es nuestra amistad, que recuerdo con nostalgia aquel día, cuando estuvimos juntos en la tribuna oriente, partido de Copa Libertadores, el estadio era un jolgorio. Estábamos abrazados, él lloraba emocionado y yo gritaba desaforado. En ese momento era un hincha más de la convulsión merengue en toda la tribuna. El “Cenizo” Nunez había hecho el segundo gol, el del triunfo crema, que yo compartí con mi buen amigo. Ese día no me sentí crema, pero si un amigo de verdad.

Dicen que la U, tiene lo que al fútbol peruano le falta: La garra. El laureado Mario Vargas Llosa: describe que la U tiene pundonor, locura y corazón a la hora de salir a la cancha. Un factor emotivo y pasional. Angel Cappa dice que la U es especial, porque lo hizo feliz cuando tenía todo para no serlo y no quiere regresar, para no borrar, los buenos recuerdos que ha dejado. Sus emblemáticos jugadores, dicen que la U tiene esa esencia especial que baña el espíritu y contagia de raza al que se pone la camiseta, que logra hacerlos más que jugadores en fanáticos. Dicen sus hinchas, que esa camiseta crema tiene un no sé qué, una especial forma de encandilarte, acaso sin importarle dos centavos, que su color original, haya sido blanco y que se hizo crema, por error de lavandería y que hoy sea una de las tantas anécdotas, de sabor merengue. O como rezan los dichos de la Trinchera Norte, el bastión crema que tiene como lema: Morir de pie para no vivir eternamente arrodillados.

Como sea que cada hincha crema sienta su devoción, hoy tiene una buena razón para inflar el pecho con orgullo. El tiempo lo ha hecho fuerte y aprendió que la esencia del hincha es saber soportar los momentos difíciles, que su aliento jamás debe decaer y que aún en la derrota o en los problemas, se puede ser más grande. Porque en el fútbol, existen los triunfos y las derrotas, pero que es más valiosa la dignidad y que por muy difícil que resulte un partido, cada fin de semana siempre habrá oportunidad para la revancha.

FELIZ CUMPLE CON SABOR A MERENGUE, para todos mis amigos de corazón crema
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Con la fuerza de un León

"Si ve una bruja montada en una escoba, ese es Verón, Verón, Verón que está de moda".

Era el grito que bajaba de la tribuna, allá en finales de los 60, en la Argentina y en toda América. Eran las gargantas de esa afición que deliraba en cada partido del Estudiantes de La Plata, aquel equipo del extraordinario Juan Ramón Verón y del exuberante Osvaldo Zubeldía, que hizo historia en las Copa Libertadores del 68, 69, y 70. Eran los tiempos del fútbol aguerrido, pero vistoso, ese fútbol de mística enteramente ganadora que podía pararse en el emblemático Old Trafford y ganarle la Copa Intercontinental al poderoso Manchester United, solo por citar un marcado detalle. Aquel equipo de espíritu cojonudo, fue creando esa mística para una nueva generación.

El equipo "pincharrata" fue haciendo su propia historia. Juan Ramón Verón o la "Bruja", fue uno de sus máximos referentes y es toda una institución para Estudiantes. Tuvo una carrera exitosa, disputó cuatro finales de Libertadores y tuvo un paso triunfante por el fútbol europeo. El día que nació su hijo, Juan Sebastián, él estaba disputando un clásico argentino y su entrenador era nada menos que Salvador Bilardo, un "pincha" emblemático, quien haciendo gala de sus artimañas, le ocultó la noticia hasta que finalizó el partido. Aquel día la "Bruja" definió con un golazo y una buena nueva lo esperaba en casa, para darle vuelta al ciclo de vigencia de su ilustre apellido.

Hoy la "Bruja" tiene 65 años y a casi 40 años de la última conquista de la Libertadores, ve con alegría, como el equipo de su corazón, ha vuelto a escribir su nombre, en la placa sacrosanta que solo tiene destinado un lugar para los grandes. Esta vez, su alegría es mayor, pues en la cancha, hay una parte suya que llora y se abraza con todos, que corre como niño y solo atina a desfogar su inmenso júbilo que le desbordan los sentimientos. Es su hijo, Juan Sebastián, o la "Brujita" como más lo conocen. Un jugador de temple, quizás diferente a su padre, pero con la misma personalidad para pararse en una cancha de aquí, de allá, de local o de visitante.

Y vaya si es importante Verón, en este nuevo Estudiantes. Si empezar perdiendo una final es difícil, mucho mas si es ante un rival Brasileño, como Cruzeiro y en Belo Horizonte, ante 70,000 almas, ya es bastante decir. Pero allí se vio esa mística "pincha" de sus antecesores. Remontar con coraje un marcador para superar el batucazo de Henrique que sorprendió a todos, menos a Verón, que mantuvo la calma y generó fútbol y jugó con la fuerza de un león, poniendo el corazón en cada pelota. Así vino su desplante para dejar habilitado en pase estupendo a Cellay, quien la mandó al núcleo brasileño, para que la "Gata" Fernandez la pueda añadir con clase. Después cobra un corner, con un efecto hacia fuera que Boselli, gana en el mano a mano y desata la euforia argentina. Después un tiro libre, paso silbando el vértice, que si entraba, cerraban el Mineirao y nos íbamos todos a casa.

Es la importancia de un jugador para un equipo. No tendrá el desplazamiento veloz, ni tampoco las virtudes de un habilidoso imitador maradoniano, pero a despecho que los años castigan su permanencia en el fútbol, pareciera que sus 34 años, se hicieran nada, cuando hace gala de su talento para leer un partido, jugar en primera o ejecutar su potente pegada.

Verón, es el distinto de este "pincha" que se ha convertido en campeón de América. Los nuevos "pinchas" que han seguido la huella que le dejaron los padres y los abuelos, tan hinchas como el mismo Juan Sebastián, que cual "hijo pródigo" después de pasear su clase por la Sampdoria, Parma, Lazio, Internacional, Manchester United y Chelsea, ha vuelto para cerrar un ciclo virtuoso, que se ha coronado con esta vuelta olímpica, que quizás sea la mas importante en su vida, pero también la última.

Dos cabezas piensan mejor que una

Cuánta razón tienen los que saben, cuando dicen que el fútbol es un cúmulo de afinidades y desavenencias, que solo se gana un partido cuando se sabe sacar provecho del yerro del rival, cuando se impone la inteligencia sobre la fuerza, el talento ante la vehemencia y se riega sobre el césped, eso que a veces cuesta tanto en un partido de sangre caliente: La Paciencia.

Un clásico que presentaba un marco espectacular, pintaba para ser un partido trabado desde el vamos, que marcaba distancias individuales, pero solo para la estadística. Un clásico como tantos otros, solo que esta vez, el escenario se había vestido de crema y no dejaba espacio para una sola banderola blanquiazul.

Costas, frente a Reynoso asemejando estar en un juego de estrategia detrás de sus controles remotos, frente al TV de 50" que mostraba un campo de batalla virtual a punto de empezar. El rioplatense, precavido a guardar el orden atrás y descargando su confianza a su tridente amenazador, con Montaño, Sánchez y Fernández, para apretar desde el inicio. El "Cabezón" apelaba a una suerte de guerreros sin nombre, casi todos del mismo tamaño y con la esperanza de encontrar la red penetrando diagonalmente, con Espinoza y "Toñito" Gonzales, zurciendo los pasos que perdería Solano, ante una marca predecible, pero confiado al toque y desmarque de Labarthe y la arremetida punzante de Orejuela.

Es en estos partidos, donde las figuras individuales toman cuerpo y se hacen importantes, en la medida que trascienden para el desarrollo del juego y son los referentes a ponerse el equipo a las espaldas. Montaño, pudo ganarse la roja infantilmente, muy temprano, pero siguió en juego, para empujar, hacer la pausa y generar peligro con un pase gol o una falta. Solano no estaba en el partido, tapada su visión con Jayo y Ciurlizza, era Toñito Gonzales, el que sobresalía en una U que jugaba como visitante. Por eso muy rápido el marcador de abrió, como consecuencia de una jugada vistosa del tridente blanquiazul. Sanchez que remata y Bazán se estira al máximo, dejando regados, el balón para que Fernández la anide y su hombro, que se fraccionó como la defensa crema que se quedó perdida en la sorpresa.

A veces, los cambios intempestivos hacen tanto bien, como los goles tempraneros o pueden ser tan fatales, como las propias ausencias o el manejo de un resultado. Llontop, atajó su primera pelota y desde allí se hizo dueño de su posición. Alianza perdió a Montaño, era un solo jugador aliancista, pero en la cancha parecía que le faltaban como tres. El duelo de estrategias, llegaba a su punto crítico, mientras Reynoso, cambiaba muy suelto de huesos a su mejor hombre -hasta ese momento Toñito Gonzales- buscando profundidad. Por el otro lado, Costas no encontró mejor manera de hacerse un autogol, con una lectura tergiversada, mandó a Trujillo, renunciando al fútbol de Quinteros y después terminó de desarmar su tridente, para dejarle espacios a Solano que cobró protagonismo.

Es un mal endémico de nuestro fútbol. La bendita pelota parada, que se origina de faltas a veces creíbles, otras necesarias o simplemente las que resultan estúpidas, como infantiles, por decir lo menos. A Solano lo pueden guardar en el camarín 80 minutos y como en el básquet, solo sacarlo los últimos 10' para que le pegue en una falta. Y es que el Ñol, no patea, acaricia con un guante el balón y la pone donde quiere. Para despecho aliancista, esta vez la puso primero en la cabeza de Labarthe, que hizo lo que manda el código, cuerpo arqueado, giro de cabeza y adentro. Luego a Piero Alva, que ganó la posición a Uribe q se dejó estar y se llenó la boca de gol. Un gol que lo gritó la mitad del país y el "Zorro" lo celebró como el mismo lo siente, como hincha crema que es.

Se puede decir que este clásico no tuvo fútbol, pero si mucha fibra. Reynoso, se encontró con el infortunio de Costas que deambuló en las ideas concretas y careció de un plan de contingencia ante la ausencia de Montaño. La U no podía pasar el cerco aliancista, pero fue paciente para esperar el momento oportuno, pudo no haber ocurrido, pero cuando se habla de la garra crema, hay ocasiones en que no debería sonar a leyenda, porque los cremas le pusieron vértigo en la parte final y digamos que el resultado, fue un premio a su constancia, aunque el banco aliancista, le dio un cheque en blanco y se quedó sin fondos.

Hoy hay caras felices, ante un triunfo valioso, traído desde los escombros y otros compungidos ante la fatalidad y la precaria suma de argumentos para asegurar, lo que hasta el minuto 80 era una alabanza al orden colectivo. Dicen los que saben, que el fútbol tiene sus caprichos y que los clásicos no solo se juegan, se ganan y para ello, ya no hay tiempo para aprendizajes. Se puede perder con cualquiera, menos con el eterno rival. Son las derrotas que duelen mas, que tardan en olvidarse y se hacen visibles en el tiempo. En el fútbol de hoy, si no puedes encontrar la red con los pies, se hace necesario tener paciencia y pensar, aunque para ello se deba aceptar que dos cabezas, piensan mejor que una, o por lo que se vio en el clásico, dos cabezazos, que pudieron cambiar toda una historia casi concebida.

La trilogía mágica del fútbol

Hugo “Cholo” Sotil es una leyenda de nuestro fútbol. Un predestinado que hacía diabluras en una cancha de fútbol, capaz de darle un baile a sus rivales, en un metro cuadrado, siempre sonriente y divertido. Aunque por sus venas corra sangre aliancista, en su pasado glorioso se puso la franja de mi Muni querido y la selección nacional. Pero su mayor logro, fue allá en la madre patria, aquella tierra que nos trajo hijos paridos para conquistar y que con su gambeta endemoniada, logró resarcir el orgullo peruano. Fue ese sortilegio calzando botines, el que encandiló a un pueblo azulgrana, logrando que se rinda a sus pies y lo adore para siempre.

Hoy a sus 62 años, el “Cholo”, reposa en su sofá, toda la adrenalina vertida, después de haber visto como su Barza se ha llevado la Champions de una manera fabulosa. Tratando de esconder algún suspiro asolapado, ha dejado que los recuerdos vivitos le adormiten la mente. Fueron tantos momentos gratos, tardes gloriosas con la camiseta azulgrana y sobre todo aquella inolvidable Liga española de 1974, por la cual hasta el día de hoy, le guardan un agradecimiento demasiado especial.

De alguna manera, los peruanos nos hicimos hinchas del Barza, a partir de nuestro “Cholo” Sotil. Fue nuestro distintivo insertado en las páginas del libro de historia del Barcelona, un grande que ha visto pasar por sus filas fenómenos del balón, que marcaron épocas tan gloriosas algunas y tan desabridas otras tantas. Sotil y Cruyff antaño, la triple “R” brasileña, encumbrada con Romario, Ronaldo y Ronaldinho. Fue la cuna que recibió al D10s Maradona, a quien lo llenó de lisonjas por doquier, sin saber que empezaría entre sus brazos, esa terrible adicción a lo prohibido. De alguna manera siempre hubo una razón para sentirse admirador de este equipo catalán, que ni siquiera su archí enemigo el Real Madrid, con todos sus “galácticos” pudo destronarlo en simpatía.

Somos privilegiados observadores del Barcelona de estos tiempos, un equipo fantástico, que ha logrado el trébol de tres hojas, la Liga, la Copa nacional y finalmente la Champions de una manera encandiladora. Es una hazaña mítica que lo encumbra como una leyenda. Este Barza es un agradable deleite para la vista, un bálsamo para la pasión, cada vez que hace una oda al fútbol bello, produciendo sensaciones de placer que llegan al éxtasis. Este Barza, tiene todo lo que otros quieren y no le falta nada, de lo que otros tienen, le sobra eso que seduce al hincha, que vibra con ese toqueteo que trastorna al rival, lo saca de quicio y lo lleva por los caminos prohibidos de la seducción, hasta hacerlo su vasallo, un simple plebeyo que doblega sus fuerzas, ante tanta perfección que se desparrama en cada centímetro del terreno de juego.

No fue suficiente el arranque fantástico y agresivo de los hijos de la Reyna, tampoco aquel espíritu guerrero de un “apache” ni tampoco el pergamino de algún Cristiano ilustre. En Roma se ha consolidado la trilogía mágica MIX (Messi, Iniesta y Xavi) para hacer del Barza, el equipo del fútbol total, con ráfagas de preciosismo que pregona Xavi, el cerebro que se puso botines, el abanderado del pie fino, a veces tan perfecto y letal como un beso apasionado lleno de veneno. Iniesta, el genio con overol que trajina la cancha, doblegando las marcas y haciéndose espacios para generar la pared y el pase exacto, como alguna lección de geometría, y Messi, el cada vez más cercano sucesor del D10s, el sabio que se hizo futbolista, el pequeño gigante venido de alguna galaxia lejana, donde viven los dioses del balón. El mejor del mundo, que vino a Roma para llevarse la Champion y el balón de oro, en un solo paquete.

El primero fue una puñalada de Iniesta al área y Eto’o se llevó de paseo a Vilic para ejecutar con rabia y dejarla en la red, en un instante del partido que fue fundamental para su trámite. El segundo, fue otro pase de Iniesta que surcando los aires, fue buscando destino. El Lio Messi, se eleva como un pajarillo doblegado por el viento y le pone la cabeza, como si fuera su propia zurda bendita. El balón, fue a dar al fondo, quedó sonriente, allí donde se esconden las ánimas y se producen las más grandes sensaciones de alegría. Fue suficiente para sentenciar un partido espectacular e inolvidable, que marcó el compás para esta danza de figuras dentro del Estadio Olímpico de Roma

El Pep Guardiola debe sentirse orgulloso hoy más que nunca, su sueño de estrellitas y duendes, se ha hecho realidad y ha entrado a la posteridad. Como el mejor técnico debutante de la historia. Ha logrado que su equipo, sea la fantasía acariciada de todos. La precisión y el pressing asfixiante, es su norma para jugar. Una tenaz lucha para recuperar el balón y echarse a jugar bonito cuando lo tienes consigo. Ese es el estilo de este Barcelona que ha roto el viejo paradigma, que los equipos bellos no ganan y tampoco saben ser campeones.

Hoy se han prendido las luces multicolores del Camp Nou, para albergar a sus hinchas, que reciben a sus héroes embriagados de gloria y los pasean por ese mítico escenario, que hoy es un coloso vestido de magia y regocijo eterno, nadie está sentado, todos están de pie, para ver pasar coronado a su nuevo rey, el que hoy es la mejor expresión del fútbol en el mundo y que se asemeja a la perfección divina de una trilogía fantástica y exquisita. Solo queda aplaudir, porque el fútbol bello y total si existe, que nunca se muera. Que Viva el Rey.


Futbol de sentimientos encontrados

Es Sábado al mediodía y llega a casa mi amigo Juan con su esposa. Compartiremos el almuerzo. Juancito, como lo llamamos, es Aliancista a muerte y hoy es su cumpleaños, ha dejado que su hijo menor se vaya al estadio con unos amigos del colegio y los padres de éstos, tan Aliancistas como su vástago. Después del almuerzo, Juancito quiere ver en la TV a su Alianza, yo le digo que hoy golea y que el CNI está fácil, que mejor veamos una película, él me insiste y me responde que debe ganar, pero que por su cumpleaños, quiere que por lo menos juegue bien, que guste y que vuelva a ser el Alianza que siempre admira y recuerda. Su deseo solo se cumplió a medias.

Montaño ha ensayado tres asistencias seguidas y no está fino, falla demasiado y Alianza no asume su papel de local, se va dejando llevar por la inercia. Velásquez enredado con sus arrebatos y De la Haza, luce desordenado y Jayo mas intrascendente que nunca. Pero está escrito que en el fútbol, la genialidad y la habilidad son valores agregados, que pocos jugadores pueden jactarse. Montaño, empieza a sacar de la galera esa picardía, innata que suele contagiar a Alexander Sanchez y entonces todo pasa por lo que ellos puedan hacer. Primero un remate rasante que abre el arco y luego una asistencia de tres dedos, mortífera a Velásquez, después dos remates que pudieron ser golazos y varias habilitaciones destacadas que hicieron al colombiano, la figura de la cancha. De la Haza, con un fierrazo, le pone la cereza a la torta, que degustamos con mi buen amigo, Aliancista de corazón y tan íntimo como nuestra extrema confianza.

Es una fiebre de sábado en el Callo. Acaso y para los que pueden ver en la TV tanta gente en el Miguel Grau, parezca otro partido de primera, tan importante como una final de campeonato. Es el primer partido del Boys en segunda división, pero eso, no les parece importar a sus hinchas, que han reventado las tribunas, llenándolas de banderolas, alegría y vibración al máximo, brindando un espectáculo impresionante de fervor rosado. Resulta paradójico, que mientras al lado, en el cementerio, algunos chalacos, recen en silencio por sus muertos, a unos metros de allí, muchas gargantas están haciendo eco a un grito de aliento incesante, por las once vidas que están en el verde, se desgarran, en cánticos y alabanzas que hacen un panorama apoteósico y conmovedor. Quizás el resultado final, solo sea una anécdota, porque después de ver este frenesí chalaco, mas de un hincha de otro equipo de primera, haya sentido una envidia ajena y asolapada, cuando ha mirado el espejo de su propia tribuna.


Ya es casi medianoche y en el teléfono mi amigo Edwin, tiene la voz entrecortada. Él ha estado en el estadio y no puede terminar de contarme lo vivido, porque alguna lágrima de emoción, le corta las palabras. Ha podido estar junto a su hijo, sentado en la tribuna y el único gol del partido, el del triunfo lo ha gritado abrazado a su vástago, ha reventado la garganta y se ha sentido feliz de tener puesta la rosada en el alma. Nadie quizás entienda su irracional pasión por sus colores y tampoco nadie pueda entender como un equipo que juega en segunda, con jugadores que tienen el DNI vencido, pueda lograr convocar tanta gente y tanta pasión loca en un mismo lugar. Eso, solo puede lograrlo un equipo de tradición, tan arraigada como el mismo amor que siente Edwin por su, tierra, su barrio, su gente o su propia familia. A veces esas cosas no se entienden, solo se viven, a veces intensamente, a veces tan irracionalmente, pero es parte del fútbol.

Es Domingo, hora del almuerzo y Javier sale de su casa rumbo al estadio. Él es Trujillano, noble habitante de Ascope, tierra bendita de la buena gente y exquisita comida. Esta vez tiene los sentimientos encontrados, el equipo que defiende su tierra, bajo el membrete de la Universidad Cesar Vallejo, debe afrontar su encuentro ante lo que representa el amor de toda la vida, Universitario. Es difícil la elección, es difícil el compromiso, pero ha optado porque hoy su corazón, sea quien lleve las riendas de sus sentimientos y espera vivir las emociones al máximo dejando que sea su entusiasmo, el que acompañe esta tarde trujillana que se torna placentera.

La U ha adelantado en el marcador, pero ha perdido a su arquero Fernández. Javier está tranquilo, pero hay un mal presentimiento que va tomando forma de fantasma. El marcador se va moviendo, según el “Pompo” Cordero –un ex hijo crema- va sacando del sombrero nuevas suertes, que sus compañeros aprovechan dos veces seguidas y ya dieron vuelta al marcador. Javier tiene una desazón en el pecho y espera la igualdad para sentirse tranquilo. Pero dicen que los hijos que se van de la casa, siempre te darán dolores de cabeza. Arremetida merengue, contragolpe trujillano y es el hijo pródigo, el que se fue un día, el que le dicen “Pompo” por su cara de niño travieso, el que asesta la puñalada feroz y mortal, que matan las alegrías cremas. Javier abandona el estadio, su hija mayor está con ella, ambos sonríen, esta vez no hay dolor, tampoco resignación, cualquiera de los dos habría podido alegrarles el corazón, trujillano de nacimiento, pero crema por devoción.

En la sala, está el Rafo, junto a sus hijas, miran la TV donde está jugando su Cristal y recrean su vista en la mirada perdida de Oblitas. Se oyen los gritos despiadados de los hinchas huancaínos que esperan “ver” por última vez al “Ciego”. Su cántico es cruel y no entiende de consideraciones dirigenciales ni procesos a largo plazo. Su herencia es guerrera y espera aniquilar al rival no importando las consecuencias ajenas. El Rafo, tiene confianza, ha visto que el equipo no gana pero amaga jugar bien y por entrega no hay quejas. El inicio del partido, lo hace tener arcadas, hay un mal presagio en su pensamiento, que tiene una pelea con el optimismo de su corazón. El Huancayo ha arremetido con todo y solo espera que su rival decaiga en cansancio. Pero si hasta ayer no había tenido seguridad en defensa, esta vez Carvallo, se estaba convirtiendo en héroe. Señal de que nuevamente hay amenazas para que este Cristal vuelva a romperse.

Oblitas, firmaba el empate y el Rafo, frente a la TV, había puesto su mano en la Biblia. La misma que usa el "Vagón" Hurtado, la única que podía echar a mano Cristal, la única forma y medio por el cual Oblitas podía lanzar una plegaria y pedir algún milagro. El cielo huancaíno se abrió de par en par, como el arco de su equipo. Hurtado define cuando faltaban doce para el final y lo celebró todo el Rímac. Ataque frontal, contragolpe letal. El "Chorri" asoma en su último aire y asiste al "Vagón" que logra anotar, casi pidiendo permiso, casi como una invocación, una oración, para que este Cristal no termine hecho añicos. Su gente que confiaba tanto, no se merecía tan pesada cruz. Pareciera que en ese abrazo final de todos los jugadores rimenses con Oblitas, hubiera un pacto de solidaridad, que han asumido con entereza. Pudo haber sido el final del "ciego" y quien sabe nadie lo asegure, este Domingo, haya significado demasiado para todos los rimenses, que han sentido que la tormenta ha calmado parcialmente las angustias. Lo que si es seguro, que Oblitas, después de varios días ha podido regresar a Lima, mas tranquilo y en casa, abrazado a su almohada color celeste, ha podido dormir plácidamente.

Ha sido una semana, cargada de sentimientos encontrados, de alegrías y tristezas, pero de esto está hecho el fútbol, es su esencia, su razón de ser y por eso nos entusiasma tanto, por eso nos llena los ojos de fervor y el corazón de una pasión descontrolada, pero que siempre nos regala un motivo para disfrutarlo tanto.


El fùtbol verdadero si existe

Pocas veces un partido de fútbol, puede terminar llevándonos por un mundo de fantasías y emociones, hasta el límite de nuestras agitaciones y dejarnos sumidos al éxtasis infinito. Pocas veces un equipo de fútbol, puede dejarnos en la boca, ese dulce sabor a complacencia por tanta magia y efectividad junta. Pocas veces, un partido entre Barcelona y Real Madrid, nos ha dejado el disfrute en el pensamiento y que cada vez que se repasa en el recuerdo, resulta mas agradable y mas seductor, como cada jugada y cada minuto de juego concebido.

Y es que resulta difícil, olvidarse tan rápido de un partido tan memorable como exquisito. Este Barcelona que ha conseguido cristianizar el fútbol con su evangelio sacro, de jugar demasiado bien al fútbol, de ser soberbio en avanzada y prolijo en la salvaguardia de los ofensivas rivales. Con una exactitud de movimientos que raya en lo perfecto y con un talento puro en esencia al servicio de la táctica, que transforma su juego en poesía, logrando un inspirado concierto, capaz de recitarse en el mismísimo santuario de su eterno rival, el Real Madrid, nada menos.

Este Real Madrid, aún con el karma de súper poderoso y ese vano intento por querer lograr que los nombres notables funcionen juntos y borrar ese estigma de "galácticos" que tiene adherido al pecho, es un equipo que se ha hecho mas veloz que sus pensamientos, pero es un barco que zozobra cuando lo atacan por los estribores y se hace vulnerable cuando acelera los motores y sale a buscar un resultado, sin siquiera sentirse seguro de la tormenta en su propia guarida. Este Madrid que en la previa ha tenido a su tradición como mejor aliado, jamás pensó que en medio de la fiesta le tocaría bailar con la mas fea, tampoco que en su libro de historia, debería escribir una página con tinta de sangre, con lágrimas de tormento y rabia de impotencia.

El Pep Guardiola no tendrá los años y el kilometraje de un técnico consagrado, pero tiene la facultad de haber sido un crack en la cancha y hace entender la idea de juego colectivo y entonces solo saca la varita mágica y desparrama los ases para que entreguen su talento al servicio del fútbol exquisito, ese que nos encandila, nos subyuga y nos hacer reventar de fervor en cada minuto feliz que el balón besa la red. Ese fútbol de ensueño que este Barza ha sabido cristalizar en cada fecha de esta liga, que ya tiene su nombre propio, desde el primer día que decidieron jugar como los mismos dioses.

Lio Messi, es hoy el mejor exponente del fútbol explosivo y vistoso, como letal en tres cuartos de área enemiga. Desde que usa la 10, pareciera haber heredado los poderes del D10s del fútbol y siempre que toma el balón, nadie sabe lo que va hacer o hacia donde vaya a salir, aunque todos esperan siempre, un desenlace feliz. Henry, ha conseguido el punto de equilibrio entre la exquisitez y la potencia, ahora es dúctil y generoso para el colectivo, la exactitud en el pase y el desmarque continuo, hacen que cada intervención suya, sea una versallesca oda al glamour en un campo de juego. Samuel E’too, aunque no estuvo presente en el marcador, tiene su lugar privilegiado, ese que está adornado por albores de energía y epílogos de efectividad consumada en el romance eterno con la red. Pero si hay un jugador que pueda calificársele de exento de errores y escribir su nombre con letras mayúsculas, ese es el enorme Xavi y su virtud para jugar bien y pasar desapercibido, es un gigante que se complementa con otro casi infalible como Iniesta y que al final hacen que este Barza funcione como una máquina de fútbol y con motor de lujo.

No sabemos que ocurra mas tarde cuando este Barcelona de endiosado fútbol, visite Londres y se mire a los ojos con el poderoso Chelsea de Drogba. No sabemos si logre repetir otra actuación igual o si el resultado sea un complemento de lo que hoy por hoy nos regala este Barza, solo sabemos que será otro partidazo y aunque le toque algún sabor amargo, solo queremos quedarnos con el lindo recuerdo de un sábado de fútbol que a pesar de los días transcurridos (creo que pasarán muchos mas) aún permanece en nuestra mente. Es que cuando uno ama con pasión el fútbol, este tipo de partidos, hacen que nuestro sentimiento se fortalezca y se agigante nuestro amor por este deporte bendito. Gracias a Dios por darnos fútbol y gracias Barcelona, por este imborrable recuerdo. Nos has demostrado que el fútbol verdadero si existe, ojalá y pudiera durar para siempre.

Una noche de cuervos

Tengo amigos hinchas de la U por doquier. Conozco fanáticos cremas y me he encontrado con hinchas acérrimos que destilan sangre merengue por sus venas. Pero mi buen amigo Erick, es un caso especial. En cualquier lugar que lo encuentro, siempre hay una arenga o una vivencia para con su equipo, que me conmueve en demasía. Para alguien que tiene el pecho edil, acostumbrado al sufrimiento, cada vez que lo escucho, siempre me queda esa rara sensación, que uno puede ser, hincha apasionado y amar una camiseta, pero muy pocos, pueden ser predicadores del evangelio futbolístico de su equipo, mas aún, cuando en ese amor y fidelidad confeso por sus colores, siempre están presentes, sus vivencias compartidas a veces alegres, a veces tristes, con su hija, quien ha heredado ese sentimiento, a veces irracional por Universitario.

Erick, se fue al “Lolo” Fernández -un templo de fervor crema- y mientras su hija sudaba en el voley, con la U en el pecho, él, apretaba las manos y rogaba porque sus temores escondidos de perder ante los “cuervos”, sea al menos por la mínima diferencia y al final, no sea una señal de un mal presagio, por lo que pudiera pasar en Asunción. Temprano me comentaba, esa forma desdeñosa y exagerada que tenían los “fanas” del “ciclón” en su dignidad, como valoran y comparan con sus rivales acérrimos, las estadísticas de eliminaciones en copa, la menor asistencia en un estadio y el simple hecho de no permitir -aunque estén eliminados- de que estén demasiados peruanos en la popular visitante y la U pudiera parecer, ser local en su propia casa. Debe ser una cuestión de actitud calenturienta o parte de la identidad del hincha argentino, pensaba para mis adentros.

Pero el nuevo Gasómetro lució despoblado de hinchas “cuervos” y en cambio, muchos corazones cremas en la tribuna, lo llenaron de banderas. Esta U solo debía ir por la igualdad y lucía confiado. Este San Lorenzo, sumido en sus pesares internos, solo se arreglaba el cabello para salir a un compromiso asumido por las circunstancias. No era su lucha, tampoco su responsabilidad, esa era una carga para el rival. La U solo jugaría a no dejarse vencer por San Lorenzo, pero debía evitar la fatiga mental, por la ansiedad de saber que pasaba en Asunción, con el San Luis mexicano. Pero este equipo “cuervo” no esperaba –y tampoco es su culpa- que su rival salga timorato, deshilachado y por momentos autosuficiente, quizás ensalzados mas de la cuenta, por ese exceso triunfalista de la prensa peruana, que siempre logra poner en un pedestal a un equipo o un jugador y mandarlo al demonio al día siguiente por un mal resultado.

Era el minuto 21” y mi amigo Erick, acompañado de hinchas cremas, digerían un trago amargo. Calheira, el que debía meterla para estar tranquilos, traiciona su función y marca en su propio arco. Era lo previsible –pensaba Erick- pero otra desatención crema, deviene en un 2-0 que más que una sorpresa, ya era una fatal preocupación. Los hinchas no dejaban de alentar en la tribuna. Pero la U no aparecía y entonces el partido se hizo una pantalla de TV dividida entre Bajo Flores y Asunción. El reloj en el “Lolo” era otra pantalla gigante y los temores y angustias, fueron calando los nervios como perros de presa. Esa garra crema, tan enaltecida, tan orgullosa, no apareció nunca y el desgano fue un jugador que se metió a la cancha y para desgracia, se puso la camiseta crema.

El fútbol es una cuestión de oportunidades, es cierto, pero debe existir una cuota de actitud y entrega, para que se muestren a favor. Buscar un resultado de visitante, implica guardar precauciones y tener mucha paciencia para ir dibujando el panorama dentro del verde. Un planteamiento defensivo, no solo es cuestión de amontonar nombres, también es una cuestión de estrategia y un cachito de inteligencia. Si Solano no arrancó es porque no llegó 10 puntos al partido, sus minutos en la cancha fueron nada y ese botín derecho tan recordado en Argentina, se quedó en Lima, junto a ese equipo dúctil y funcional, que hizo ilusionar tanto a los peruanos y los pasquines, ya celebraban por adelantado una clasificación merengue.

Hoy temprano, vi a mi amigo Erick. Su rostro melancólico y su andar desencantado, me hicieron sentir una congoja ajena, mucho más cuando me contó que su hija, aún sabiendo el resultado, trataba en su inocente fervor, de seguir haciendo cuentas con la calculadora, quizás no resignando una suerte definida por un gol de diferencia. Talvez tratando de remendar su desazón por ese gol mexicano en el epílogo de sus angustias. Quizás también porque ella tiene la misma sangre de su padre, tan crema como la suya y tan caliente como esta noche de cuervos, donde se esfumaron esas alegrías que estuvieron tan cerca de los ojos y han quedado regadas por el suelo, tan lejos del corazón y hecho trizas en el sentimiento
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