Los mejores hinchas del mundo

“Si hubiera un mundial de hinchas, seguro que seríamos campeones”, reza el eslogan de un comercial que no está lejano de la realidad. Porque sino como se puede entender que un equipo impresentable como el nuestro, que tiene el rostro desencajado, que no infunde miedo a nadie y que solo parece un puñado de entusiastas peloteros que se meten a la cancha para la pichanga semanal, pueda producir tanta pasión, aún y a sabiendas que se sentará ante la TV y volverá a vibrar y maldecir al Chemo y a sus jugadores, a despotricar de Burga y su deslustrado presente.
Un equipo que a despecho de su historia futbolística, hoy sea el furgón de cola de este tren llamado Sudamérica. Este hincha peruano, debe ser lo mejor que tenemos, porque sino, no se entiende, como salta y grita un gol de empate, que ni siquiera fue nuestro. Pero igual desata su euforia y lacónicamente hace la pausa para el comentario, hasta que la realidad vuelve a inflar nuestras redes. Pero vuelve a levantarse en cada ataque peruano y se vuelve a sentar emocionado. Suelta su ironía con arengas y jodas, que en el fondo solo tratan de maquillar su impotencia y enfado, al no sentirse recompensado. Será porque este hincha se pone la camiseta, brinda lo suyo y se entrega a su bicolor sin pedir nada a cambio.

Si maniobramos el dial del recuerdo, nunca Venezuela había sido mas y tampoco, nos había humillado tanto. Es verdad que en el fútbol las distancias se han acortado, pero también es verdad que algunos –como nosotros- han retrocedido demasiado. Anoche se ha vivido otro capítulo de una novela que tiene el mismo argumento, pero que ha cambiado de títulos y protagonistas, el final es el mismo y en cada actualización los héroes terminan siendo villanos y el galán -léase el Chemo- solo gana popularidad, para que su imagen pueda venderse a costa del sufrido hincha. Un Perú que hace cuatro días, se aferró de la solapa de la fortuna, para hacer creer que había algo porque luchar, salió al campo, sin esconderse, tocando, Solano, Palacios, Fano y hasta Guerrero, que se fue temprano, quizás a ponerse a pensar mas en su futuro alemán, que en arriesgar por nada. Era ese Perú que siempre está en la cancha, aunque no tiene juego, que atropella sus ideas, pero no condensa juego. Pero vino lo de siempre, regaló un gol “primarioso” y de allí para adelante, salieron todos los errores. Al final, nos convertimos en la vitamina perfecta para este Venezuela, que renace y sorprende, que se encarama al árbol de la esperanza y que después de lo de Chile, aguarda callada lo que haga el resto, porque ellos ya la tienen bien clara.

Argentina, ha dejado sus opciones regadas por el piso y sus hinchas pisotean todo lo que hasta ayer era sinónimo de pleitesía. Hoy todos apuntan directo a la frente del Diego y sus jugadores. Ni Messi se salva y así como lo endiosaron y hasta lo compararon con su DT, hoy todo no es mas que una suerte de reproches y exigencias, que lo único que han logrado, es quebrar el endeble andamiaje albiceleste, lleno de individualidades superlativas, pero carente de fluidez, porque nunca pudieron ser una sociedad de ideas colectivas. Todos se preguntan, porqué Messi, Tévez, Agüero y otras estrellas no brillan como en sus clubes, y la pregunta no solo se la hacen en Argentina, es un tema mundial de marketing, que vende la marca registrada de un jugador, como parte de lo que hoy predomina en el fútbol: El vil dinero.

En sus clubes los Mesis, Tevez y Agueros (podríamos incluir los Pizarros, Farfán y Guerreros) tienen socios estratégicos –de nivel A1- que los habilitan o son habilitados y que a partir de una sociedad de responsabilidad ilimitada, invierten en la bolsa de acciones, de juego de conjunto, con horas de vuelo y con kilometraje controlado, que los hace pulir defectos y virtudes de cara al objetivo común. Allí nacen las marcas registradas, los íconos que se venden al mundo y mueven el fútbol, convirtiéndolos en héroes millonarios de la noche a la mañana.

Esos mismos íconos, cuando se enfundan la camiseta de su selección, al no encontrar los mismos socios, tratan de resolverlo todo individualmente y allí pierden protagonismo y hasta credibilidad. Los dioses se hacen terrenales y los resultados no son los mismos. El balance marca en rojo y la paciencia toca el límite del descrédito. Primero fue Bielsa, después Peckerman, Basile y ahora Maradona. Nadie supo manejar esta coyuntura y la crítica ante el resultado es nefasta y el enfado es unánime. Argentina ha dejado de ser ese equipo que avasallaba con juego en conjunto y esa gran virtud de marcar, con la pelota en los pies, ha pasado a ser una suerte de intentos heroicos de Messi y desorden en sus líneas.

Maradona, no encuentra respuestas en los suplentes y quizás sus elegidos no sean los idóneos, o mas cuerdo aún, él mismo sepa que no sea el elegido, aunque no lo aceptará nunca, y ensaya el discurso fácil, fungiendo de mártir extemporáneo, diciendo que dejará su sangre hasta lograr la clasificación. Ahora se tocan nombres que antes los apartaron. suenan los Riquelmes, los Cambiasos y hasta los Crespos. Dicen que la impaciencia es un sentimiento que tiene que ver mucho con la angustia y en medio, siempre hay un extraño temor que infunde la misma muerte, a veces, se muere mucho antes de la hora señalada o quien sabe para cambiar el destino, se deba morir un poco. Argentina tiene a la mano a Perú otra vez en el camino y no le va a pedir permiso para matarlo, porque es conciente que definirá su suerte en el Centenario, ante Uruguay, en un partido que no sabemos si al Diego, aún le sobre sangre.

El hincha peruano, hoy no quiere hablar de fútbol. Se enfada si le tocas el tema. Pero mañana, cuando deba ir a Buenos Aires, otra vez se sentará frente a la TV LCD, con su entorno de jolgorio y compañía agradable, especialmente preparado para vibrar, gritar y volver a maldecir, total -se dirá para sus adentros- que importa si Argentina, tiene al D10s enfadado, que Messi no brilla o que ya no jugamos por nada ni por nadie. Que no somos nada en el fútbol y el último lugar nos sienta bien o sea una señal de alarma. Que importa todo, si al final, mañana volveremos como tantas veces, a volver a creer en la ventura de nuestro futuro, en forma de balón.

Hoy, somos los jueces sin rostro, que juzgaremos si Argentina va o no un mundial y ese hincha peruano, recordará que alguna vez les dimos la mano, dejando a Paraguay fuera y en otra nos sacaron, para que Maradona, sea el Rey de México 86’. Algunos fieles al libro de historia, evocarán hasta la hazaña de la Bombonera, de hace 40 años. Pero, será mejor que sigamos viendo el comercial, con el hincha fervoroso, el fanático, el matemático y hasta el que se cree DT. Total todos sienten la blanquirroja, a su manera y cada uno vive el fútbol como mejor lo hace vibrar. Después del partido, seguiremos pensando que somos los campeones mundiales, pero en el mundial de hinchas y que vivimos nuestro sueño, hasta que se apaga el televisor.

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