El hombre de mirada esquiva se aproxima al monumental. Lleva un gorrito de colores alusivos a la blanquirroja. En su mirada hay una suerte de despreocupación, que solo disimula cuando intercambia alguna sonrisa con su pequeño hijo de 7 años, que se aprisiona de su mano y se emociona conforme se acerca a la puerta de ingreso. En la grada, los ojitos del niño, se llenan de un brillo de asombro, al ver el coloso de cemento, con esas bancas de colores que le llaman la atención. Su padre le va explicando, los detalles y el niño pierde la mirada embelesada, en el verdor de la cancha. El sueño de su padre, es que algún día pueda ver a su vástago, vestido de corto y anotando un gol, igualito que el “Chorri” Palacios, ante Paraguay. Aquella noche inolvidable, que lloró emocionado y que marcó su admiración eterna por quien hoy puede jugar su último partido con la selección, en esta suerte de adiós sin despedida y por quien lleva - igual que su hijo- el polo con el emblemático lema: TE AMO PERU.

El partido, va dibujando dos caras, una la peruana, de tranquilidad con desparpajo y la otra, la uruguaya, que ve pasar la hora y extraña más que nunca a Forlan para embocarla. El niño está tranquilo, sonríe con alegría y se pone a pensar, en lo feliz que se sentiría su padre, si algún día se cumple su sueño y en lugar de estar en la grada, lo salude victorioso desde la cancha. Son los instantes finales y el “Chorri” está a 10 metros de donde están ubicados y responde el saludo y las arengas del mítico jugador. Lo ven lanzar el corner, que llega a los pies de Vargas, que en su porfía habilita al “charapa” Rengifo, quien define con sangre fría y hace que esta gente, que se animó a último momento, a poblar el monumental, celebre un triunfo que da tres puntos, pero que son solo bálsamos para un espíritu doblegado y que en esta hora, le resulte tan insignificante e irreverente, para con su propia realidad futbolera.

El hombre aprisiona la mano de su hijo y lo ayuda a cruzar la calzada. El niño lo mira y sonríe. los dos parecen adivinarse los pensamientos. El padre sueña con su hijo, como el futuro “Chorri” de la selección. El niño ha decidido ser como el “Loco” Vargas. Ambos sueñan con la misma pasión con que se vive el fútbol, ambos se mezclan entre esta gente que ha venido al estadio, con esa ilusión insana, de comprobar hasta cuando aguanta su corazón y cuan diferente se siente, jugar sin miedo a perder y ganar solo para presumir de un resultado, que solo sirve para recuperar algo del crédito perdido, aún sabiendo que ello, se puede volver a hacer añicos en unas cuantas horas.
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