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Lazos de pasión y sangre

Mi amigo César llega al Monumental junto a su padre. Ubican sus asientos y reposan su humanidad, en un lugar de la tribuna que les brinda una vista preferencial. Su tez morena se confunde con las luces de los reflectores que anuncian la salida de los equipos. Para ambos es un día especial. Hoy, tienen los sentimientos encontrados. Son hinchas de la U a muerte, pero deben dividir su entusiasmo y apartarlas de su sangre, para sentir esa cosa especial que tiene el fútbol, llamada pasión.

El equipo visitante es el Sport Boys. Michael Guevara, el capitán y talentoso jugador de selección, encabeza el pelotón rosado, con el estandarte de su equipo de figuras escasas, que saluda a la grada. El fervor se llena de papel picado y Michael, mira a la tribuna, donde su padre y su hermano, han venido a alentar a la U pero también a él mismo, aunque sea parte del equipo rival. Saben que hoy le toca vestir la rosada, pero es tan crema como ellos mismos. El saludo se interrumpe y rápidamente el escenario toma otro matiz. La U ha salido al campo y la muchedumbre se llena de entusiasmo. César y su padre, aplauden a su equipo, pero no pierden de vista a Michael, que trota y se saluda con los rivales, que lo conocen por su pasado en tienda estudiantil.

El partido se ha iniciado y con él, los sentimientos del padre y sus hijos, se van entremezclando en deseos internos y emociones distintas. En la tribuna, César se frota las manos y sonríe nerviosamente. Abajo en el verde, Michael toma la batuta de su equipo y se va haciendo figura. El padre, siente un orgullo confundido, cada vez que su vástago toma el balón y genera peligro en contra de su equipo, que no atina a mostrar una pizca de juego colectivo. El planteamiento del “Chemo” se asemeja a un pescador, que prueba diferentes carnadas y no encuentra resultados. El partido se hace de ida y vuelta, no hay tregua. La lógica dice que la U debe ganarlo, por plantel y por convicción, pero la razón, se va con el viento, envolviéndose en una borrasca turbulenta para bajar de la tribuna en injurias insolentes.

Michael, está jugando mejor que nunca. “Toñito” Gonzales se ha devorado un par de caños monumentales y la U porfía para generar peligro, pero sus intenciones se escurren en tentativas vanas. Un Boys que crece en defensa pero es superado en ofensiva. Un partido parejo obliga a que entre uno de los dos surja el error. El primer tiempo se ha ido y con él baja el bramido de la tribuna norte, exigiendo justicia y encarando a sus jugadores de rostros adustos. El padre y el hijo se miran extrañados. Michael los saluda y ellos responden un poco regocijados pero otro tanto confusos. Tienen repartido el corazón en dos mitades y hay de por medio el amor de padre y hermano, versus la pasión por una camiseta.

La última parte, ha sido un juego de emociones fragmentadas. El Boys ha tomado en serio su visita a tienda crema y asesta la puñalada letal en el final de un partido que pintaba para empate meritorio. Un gol de buena factura y la gente rosada no deja de celebrar. Ya falta poco para sentir que valió la pena tanto sudor, aunque el color de su camiseta, se va destiñendo por demasiado desgaste. El reloj sigue su marcha y lo que era un merecimiento se va haciendo realidad. La U porfía más por desesperación que por convencimiento y solo quedan los descuentos. Michael, observa como en la tribuna, su viejo se ha puesto de pie y mira su reloj impaciente. Faltan los últimos respiros de este partido que se les va de las manos.

El “Chemo” que ha sido jugador, entiende que debe presionar al árbitro, para encontrar un respiro al agobio tribunero. Hay maneras para inclinar la cancha. Michael, sale jugando, le hacen una falta alevosa y el árbitro, que la iba a cobrar, se encuentra con el rostro adusto del técnico crema y deja seguir. Los hinchas cremas se encomiendan al cielo, hay un balón perdido en área rosada, todos quietos y aparecen San Pedro y San Pablo para hacer el milagro. Empate en el epílogo y la euforia estalla en el Monumental. Michael indignado se le va encima al árbitro, hay una frustración y rabia, que no le dejan advertir que su padre, reza en la tribuna para que esto se acabe y se vayan del estadio, con el corazón tranquilo a casa.

Dicen que el fútbol es para vivos y gana el que se aprovecha del error o parsimonia del rival. Cuando ya no había más espacio en el corazón y la garganta estaba seca de tanto gritar, Boys pierde un balón en salida y en lugar de hacer tiempo, se repliega a esperar que el “negro” Galván meta el testarazo, para la arremetida furiosa del Chileno Alvarez –un exponente del sentimiento crema- que sella una victoria conseguida más que con “garra”, con agallas y esfuerzo individual, pero con muy poco derecho a sonreírle a la tribuna. Los del Boys buscan al “culpable”, sin asumir que ellos mismos fueron víctimas de su propia desidia, en esos fatídicos instantes finales que se alargaron más de la cuenta, por obra y gracia del valor que tiene la tradición de un equipo, aunque para ello deba rebajarse a ganar un partido con el pantalón en la mano.

El padre y el hijo se saludan efusivamente y buscan la mirada de Michael, que se va contrariado. Quiso ganar y pudo hacerlo, aunque ello hubiera ido en contra de su propio sentimiento. Ha sentido la confluencia de pasiones porque es un profesional que debe defender una casa que lo cobija y se debe a ella. El partido ha terminado y el regreso a casa, se hace de manera disgregada y con rumbos a diferentes hogares.

Mi amigo César, se irá con una sonrisa complaciente, porque su equipo hizo una remontada que lo devolvió a su asiento, aunque su complacencia para con el hermano menor haya llegado a un límite desmedido. El padre, llegará con la sonrisa a casa, pero esconderá una vergüenza ajena, porque la esposa, es de pecho blanquiazul y no le aguantará mofas del eterno rival. Despacio y en puntillas de pie, se irá a su cuarto y desfogará su alegría contenida, pero también su orgullo. Su engreído, dejó de ser ese pequeñín que le daba a la redonda con inocencia infantil y quería emular sus propios sueños futboleros. Hoy es toda una realidad, que lo llena de satisfacción y una vanidad justificada.

Michael, se irá mordiendo su bronca y las horas serán su mejor medicina para calmar sus arrebatos. En el descanso merecido, encontrará la pausa, para sentirse tranquilo. Fue la figura del encuentro –como otras veces- y su presente le sonríe, gracias a ese talento innato que tiene en sus pies y porque está en su mejor momento para consolidarse. Hoy en el Monumental también tuvo los sentimientos encontrados. Hubiera querido ganar el partido por convicción, pero al final se llevó una derrota en el alma. De consuelo, le quedó una alegría inmensa, por haber estado cerca de su padre y su hermano, con quienes comparte el orgullo de sentir en la piel, un mismo sentimiento de sangre y una sola pasión por la misma camiseta.


Futbol de sentimientos encontrados

Es Sábado al mediodía y llega a casa mi amigo Juan con su esposa. Compartiremos el almuerzo. Juancito, como lo llamamos, es Aliancista a muerte y hoy es su cumpleaños, ha dejado que su hijo menor se vaya al estadio con unos amigos del colegio y los padres de éstos, tan Aliancistas como su vástago. Después del almuerzo, Juancito quiere ver en la TV a su Alianza, yo le digo que hoy golea y que el CNI está fácil, que mejor veamos una película, él me insiste y me responde que debe ganar, pero que por su cumpleaños, quiere que por lo menos juegue bien, que guste y que vuelva a ser el Alianza que siempre admira y recuerda. Su deseo solo se cumplió a medias.

Montaño ha ensayado tres asistencias seguidas y no está fino, falla demasiado y Alianza no asume su papel de local, se va dejando llevar por la inercia. Velásquez enredado con sus arrebatos y De la Haza, luce desordenado y Jayo mas intrascendente que nunca. Pero está escrito que en el fútbol, la genialidad y la habilidad son valores agregados, que pocos jugadores pueden jactarse. Montaño, empieza a sacar de la galera esa picardía, innata que suele contagiar a Alexander Sanchez y entonces todo pasa por lo que ellos puedan hacer. Primero un remate rasante que abre el arco y luego una asistencia de tres dedos, mortífera a Velásquez, después dos remates que pudieron ser golazos y varias habilitaciones destacadas que hicieron al colombiano, la figura de la cancha. De la Haza, con un fierrazo, le pone la cereza a la torta, que degustamos con mi buen amigo, Aliancista de corazón y tan íntimo como nuestra extrema confianza.

Es una fiebre de sábado en el Callo. Acaso y para los que pueden ver en la TV tanta gente en el Miguel Grau, parezca otro partido de primera, tan importante como una final de campeonato. Es el primer partido del Boys en segunda división, pero eso, no les parece importar a sus hinchas, que han reventado las tribunas, llenándolas de banderolas, alegría y vibración al máximo, brindando un espectáculo impresionante de fervor rosado. Resulta paradójico, que mientras al lado, en el cementerio, algunos chalacos, recen en silencio por sus muertos, a unos metros de allí, muchas gargantas están haciendo eco a un grito de aliento incesante, por las once vidas que están en el verde, se desgarran, en cánticos y alabanzas que hacen un panorama apoteósico y conmovedor. Quizás el resultado final, solo sea una anécdota, porque después de ver este frenesí chalaco, mas de un hincha de otro equipo de primera, haya sentido una envidia ajena y asolapada, cuando ha mirado el espejo de su propia tribuna.


Ya es casi medianoche y en el teléfono mi amigo Edwin, tiene la voz entrecortada. Él ha estado en el estadio y no puede terminar de contarme lo vivido, porque alguna lágrima de emoción, le corta las palabras. Ha podido estar junto a su hijo, sentado en la tribuna y el único gol del partido, el del triunfo lo ha gritado abrazado a su vástago, ha reventado la garganta y se ha sentido feliz de tener puesta la rosada en el alma. Nadie quizás entienda su irracional pasión por sus colores y tampoco nadie pueda entender como un equipo que juega en segunda, con jugadores que tienen el DNI vencido, pueda lograr convocar tanta gente y tanta pasión loca en un mismo lugar. Eso, solo puede lograrlo un equipo de tradición, tan arraigada como el mismo amor que siente Edwin por su, tierra, su barrio, su gente o su propia familia. A veces esas cosas no se entienden, solo se viven, a veces intensamente, a veces tan irracionalmente, pero es parte del fútbol.

Es Domingo, hora del almuerzo y Javier sale de su casa rumbo al estadio. Él es Trujillano, noble habitante de Ascope, tierra bendita de la buena gente y exquisita comida. Esta vez tiene los sentimientos encontrados, el equipo que defiende su tierra, bajo el membrete de la Universidad Cesar Vallejo, debe afrontar su encuentro ante lo que representa el amor de toda la vida, Universitario. Es difícil la elección, es difícil el compromiso, pero ha optado porque hoy su corazón, sea quien lleve las riendas de sus sentimientos y espera vivir las emociones al máximo dejando que sea su entusiasmo, el que acompañe esta tarde trujillana que se torna placentera.

La U ha adelantado en el marcador, pero ha perdido a su arquero Fernández. Javier está tranquilo, pero hay un mal presentimiento que va tomando forma de fantasma. El marcador se va moviendo, según el “Pompo” Cordero –un ex hijo crema- va sacando del sombrero nuevas suertes, que sus compañeros aprovechan dos veces seguidas y ya dieron vuelta al marcador. Javier tiene una desazón en el pecho y espera la igualdad para sentirse tranquilo. Pero dicen que los hijos que se van de la casa, siempre te darán dolores de cabeza. Arremetida merengue, contragolpe trujillano y es el hijo pródigo, el que se fue un día, el que le dicen “Pompo” por su cara de niño travieso, el que asesta la puñalada feroz y mortal, que matan las alegrías cremas. Javier abandona el estadio, su hija mayor está con ella, ambos sonríen, esta vez no hay dolor, tampoco resignación, cualquiera de los dos habría podido alegrarles el corazón, trujillano de nacimiento, pero crema por devoción.

En la sala, está el Rafo, junto a sus hijas, miran la TV donde está jugando su Cristal y recrean su vista en la mirada perdida de Oblitas. Se oyen los gritos despiadados de los hinchas huancaínos que esperan “ver” por última vez al “Ciego”. Su cántico es cruel y no entiende de consideraciones dirigenciales ni procesos a largo plazo. Su herencia es guerrera y espera aniquilar al rival no importando las consecuencias ajenas. El Rafo, tiene confianza, ha visto que el equipo no gana pero amaga jugar bien y por entrega no hay quejas. El inicio del partido, lo hace tener arcadas, hay un mal presagio en su pensamiento, que tiene una pelea con el optimismo de su corazón. El Huancayo ha arremetido con todo y solo espera que su rival decaiga en cansancio. Pero si hasta ayer no había tenido seguridad en defensa, esta vez Carvallo, se estaba convirtiendo en héroe. Señal de que nuevamente hay amenazas para que este Cristal vuelva a romperse.

Oblitas, firmaba el empate y el Rafo, frente a la TV, había puesto su mano en la Biblia. La misma que usa el "Vagón" Hurtado, la única que podía echar a mano Cristal, la única forma y medio por el cual Oblitas podía lanzar una plegaria y pedir algún milagro. El cielo huancaíno se abrió de par en par, como el arco de su equipo. Hurtado define cuando faltaban doce para el final y lo celebró todo el Rímac. Ataque frontal, contragolpe letal. El "Chorri" asoma en su último aire y asiste al "Vagón" que logra anotar, casi pidiendo permiso, casi como una invocación, una oración, para que este Cristal no termine hecho añicos. Su gente que confiaba tanto, no se merecía tan pesada cruz. Pareciera que en ese abrazo final de todos los jugadores rimenses con Oblitas, hubiera un pacto de solidaridad, que han asumido con entereza. Pudo haber sido el final del "ciego" y quien sabe nadie lo asegure, este Domingo, haya significado demasiado para todos los rimenses, que han sentido que la tormenta ha calmado parcialmente las angustias. Lo que si es seguro, que Oblitas, después de varios días ha podido regresar a Lima, mas tranquilo y en casa, abrazado a su almohada color celeste, ha podido dormir plácidamente.

Ha sido una semana, cargada de sentimientos encontrados, de alegrías y tristezas, pero de esto está hecho el fútbol, es su esencia, su razón de ser y por eso nos entusiasma tanto, por eso nos llena los ojos de fervor y el corazón de una pasión descontrolada, pero que siempre nos regala un motivo para disfrutarlo tanto.