
En la TV pasan el Chile-Uruguay. Mas por la vanidad inflamada que por el orgullo mancillado, todos hinchamos por Uruguay, que estuvo a punto de "vengar" nuestra honra, pero el partido se acabó y el cero en los arcos nos dejó con algunos tragos demás y con esa agridulce sensación de que le pudo ir mejor a los platenses. Al final ambos siguen en la pelea de llegar al mundial y cuando todos juntamos nuestros vasos, para el brindis de rigor, nos disponemos a ver a nuestra desahuciada selección, el equipo de todos y el de unos cuantos, según sean las circunstancias.

Un buen amigo hace una visión empresarial de nuestra realidad y asemeja a Del Solar, con un gerente que se nombra en una compañía, previa evaluación del perfil y al que se le mide su labor en base a resultados y que es el responsable directo, si no hizo las previsiones, para contar con su recurso humano o por aceptar el cargo si no estaba preparado. Muy válido, decimos todos. Solo atino a pensar, que esa analogía podría darse, pero en otro escenario y en otra realidad. En una sociedad como la nuestra, de dirigentes de valores escasos, de clubes informales y formación paupérrima de sus futbolistas, el verdadero motor y motivo que mueve el fútbol, es el dinero. Nadie se hace futbolista, entrenador o se muere por ser dirigente, por el honor, la gloria o por el tan venido a menos "amor a la camiseta". Todos buscan vivir por y para el fútbol. Los Pizarros, Farfan o Guerreros, de tanto convivir en un nivel superlativo, se olvidan sus raíces y miran por encima del hombro a su propio país, porque manejan demasiado dinero y desde niños, jamás les inculcaron esa materia innata llamada IDENTIDAD, a querer su tierra y a defenderla con lo mejor que saben hacer en la vida: Darle a un balón. Por lo pronto hay una buena razón, por la cual el "Chemo" y los dirigentes no renuncien.
Mañana se va Del Solar y viene ¿quien? Oblitas, Rivera, Markarían, Bianchi o Bielsa. Igual se van a encontrar con esta misma realidad, no vale de nada cambiar de nombres, si no se mete la mano hasta el fondo y se hace una reorganización desde las raíces. Mientras nuestro fútbol no anhele y trabaje para lograr verdaderas Sociedades Anónimas Deportivas, con buena infraestructura y solvencia económica, con bases sólidas de formación de sus futbolistas y logren equipos fuertes y competitivos, será difícil que primero, mejore nuestro torneo doméstico y por ende tengamos jugadores de élite a nivel internacional y será difícil que tengamos una selección de competencia. Si buscamos la mas fácil, seguro será el nombre de algún culpable, pero sin un cambio radical, todo lo que hagamos o digamos, no será mas que seguir escondiendo la basura debajo de la alfombra.
El marcador indica 3-0 y los tragos van haciendo efecto, todos miran sus relojes, para que acabe de una vez esta amargura. Mis amigos y yo, hacemos "oles" cuando Perú podía hacer mas de cuatro pases seguidos, en una forma irónica, hiriente quizás, para esconder la vergüenza y rezongar por un presente infausto, pero tan real al fin y al cabo. Cuando suena el pitazo final, todos agradecemos que hayamos salvado el papelón y también que Brasil haya jugado solo para divertirse. Mis amigos y yo apagamos la TV y decidimos escuchar música, un rock de estridencia brutal que nos eleva la pasión, nivela las emociones, nos calienta el espíritu y nos aumenta la efervescencia, de esta noche que va llegando a su fin.
Cuando nos despedimos, cada uno enrumba su camino, todos han prendido sus radios para seguir adormeciendo sus oídos y seguir escuchando buen rock. Todos recuerdan lo divertido que la pasamos, lo agradable que disfrutamos una noche de "pichanga" y tragos. Por hoy, y solo por hoy, nadie quiere seguir pensando, ni hablando de fútbol. Mañana se reinicia el campeonato y fieles a nuestra costumbre, nos olvidaremos rápido de estos momentos desabridos y volveremos a esa misma tribuna, a entonar nuevos cánticos y defender otros colores. Como tantas veces, volveremos a esa misma tribuna, donde un día, nuestra ilusión por la blanquirroja, se quedó colgada y abandonada, como una banderola rasgada y con las letras despintadas.
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