Es un sentimiento, no debe parar

Nada que ver con “Pipita”, fue un pipa grande, fue Gonzalo Higuaín. El goleador esperado, el que se asumía extraviado. Recogió un desliz belga y sin darle tiempo a que reaccione nadie, ni el locutor desgañitado, ni el flash de la foto y mucho menos el arquero. Sobre el trayecto desorientado del balón, le dio de lleno, con el alma y la rabia contenida. Gol argentino, el de la tranquilidad para el equipo y la paz interior para un goleador que amenaza estar de vuelta. Y fue el del triunfo, pudo haber otros, pero era el necesario, el que significa que Argentina se haya metido a semifinales después largos y penosos 24 años.
 

Y el partido lo gana Sabella desde el banco. Avizorando que el buen juego belga, pasa primero por hilar al medio y descargar por las bandas, para buscar con centros, superar defensas en base a la estatura de sus atacantes. Fue inteligente el “Pachorra” para poner a Demichelis, antes cuestionado y hoy aplaudido. Para ganar por arriba y buscar la salida con pausa, balón bien jugado. Biglia por Gago y el recojo continuo de Lavezzi y Di María, junto a Masherano para copar el medio. Generar incomodidad para jugar a Bélgica, que es un equipo de conjunto y al no tener espacios, pulsó a meter pelotazos y buscar un milagrito. Lo que saltaron Demichellis y Garay, ganaron todo. Bélgica no propuso marca escalonada y especial a Messi, pensó en neutralizar a los receptores y aislarlo a Leo. Pero como lo dijo Sabella, Messi no podrá figurar de manera individual en el partido, pero lo que trasciende, para generar juego, encarar y mover defensas es notable. “Es el agua en el desierto, el que refresca la tierra seca. Apuntó el DT que esta vez, acertó en lo táctico y funcional.
 
Y el logro requirió más esfuerzo del que aparentemente se vio. Hubo trabajo de equipo, hubo que renunciar a la Messi-dependencia para hacerse más corto, correr más de la cuenta, hacer los recorridos voluntariosos, pero desgastantes. Sacrificar la imagen ofensiva y mostrar un poco más de carácter, para recuperar el balón para que sea la hora que aparezcan los demás. Lo nombres de Demichelis, Pérez, Basanta, Biglia, que eran más de recambio, se sumaron a una sola idea de grupo. Por eso hubo un equipo argentino recortado, luchador y solidario, que hicieron ver un Bélgica, insípido, inexpresivo de pecho congelado que solo apeló al bombazo frontal buscando al grandote Fellaini. Se hizo un partido chato, es verdad, pero era la única manera de neutralizar a este rival y en este partido. Presión al medio, sin tirarse atrás del todo y sin olvidarse de generar futbol. Allí radica el mérito. El 4-3-3 original, el que se acomodaba más fue un 4-5-1 por momentos, un sistema más conservador y más aguerrido también, que intentó generar futbol, siempre desde la zurda de Messi o su socio preferido Di María. Lástima que se perderá lo que reste del mundial. Una baja importante, pues el “fideo” en este equipo resulta insustituible.
 
En estas instancias del mundial, se juega más con perfil conservador. Para Argentina, había una razón incondicional de pasar a cuartos. No se trata de dejar de lado lo futbolístico, pero era demasiado el tiempo transcurrido y de alguna manera se perdonaban las formas, era trascendental cumplir con los siete partidos. Se generaba un punto de inflexión, de sinceridad, no pasar nuevamente hubiese sido fracaso. El marcador se quedó estrecho. Un 3-0 pudo ser tranquilamente la consecuencia de un colectivo que superó lo individual. El “pipita” se generó una clarísima que definió mal y Messi en la última, de contra y con un tramo largo que lo dejó solo frente a Courtuis, decidió por la sorpresa antes que el regate. Las piernas pesaron en la decisión y perdió el duelo personal que no logra superar. El uno belga, se lo gritó en la cara. Luego el instante de susto, cuando Garay salvó la única clara de Bélgica. Por eso la alegría del final, con los jugadores revoloteando sus camisetas, arengando a la gente que no paraba de cantar.
 
Argentina, celebra y contagia el cantico de su gente en la tribuna, que se desborda por las playas brasileras, por un país que respira futbol por los poros, que ahora le queda una durísima prueba, nuevamente Holanda en semifinales. Un equipo dúctil, laborioso y tremendamente ordenado tácticamente y con un Robben en su mejor momento de madurez. Hay cuatro días para prepararse, no queda mucho ya para celebrar, el partido contra Bélgica, ha sido una prueba palpable, de que resulta una forma válida para utilizar contra el dificilísimo equipo tulipán. La consciencia de equipo mostrada, la entrega mancomunada, será un factor para asumir este nuevo reto. Messi y compañía saben que se encuentran ante una oportunidad histórica. Argentina por ahora como dice su cántico, es un sentimiento, que no puede ni debe parar, por eso quiere y debe ir por más.
 
 

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