Un brindis oportuno con vino tinto

En estas horas de necesidades anímicas, el hincha, el que siempre alistaba sus ganas y olvidaba sus ingratos tormentos, el que llenaba la tribuna para desgañitarse sin esperar recompensas, no tenía muchas ganas de asistir a la fiesta. Tenía la ropa tendida en la cama, pero dudaba mucho de que su cuerpo lo lleve donde su corazón y su mente no tenían sintonía. Eran esos momentos en que las dudas, eran mas grandes que los deseos y la intranquilidad manejaba de manera cruel su estado de ánimo.

Pero ese ambiente hostil y cargado de incertidumbre, no amilanó a esos pocos hinchas, que fueron llegando en sus autos último modelo, con la calefacción prendida o los que arribaron a pie y haciendo escala en los paraderos de la indigencia. A la hora del inicio de esta fiesta, la concurrencia era escasa y variopinta, empezaban a calentar sus manos, ante el frío y el aire humedecido que envolvía sus nervios. Ni aún cuando la música empezó a sonar marcó algún entusiasmo, había un rasgo de temor confeso en la tribuna y allá abajo se veía un equipo de rostros desconocidos, que apuraba las manecillas del reloj de la impaciencia, para empezar a romper esta indiferencia que se confundía con la casi imperceptible llovizna de este crudo invierno limeño.

Cuando iniciamos la eliminatoria, nos jactábamos de contar con delanteros de jerarquía y jugadores de primer nivel en europa, quizás para un estrato social diferente, ello debió ser en la práctica nuestra mejor arma. Pero la realidad nos dio el cachetazo infeliz de ver transformar sus mentalidades y entonces el orgullo nacional o el amor a la camiseta se volvieron simples quimeras que desencadenaron en este presente desabrido. El equipo ayer fue diferente, no se pareció a ninguno de los anteriores presentados por el Chemo, con un Rainer Torres de notable desempeño y Paolo de la Haza, como barrera en la contención, por fin se vio la recuperación del balón que era ajeno a nuestra selección. A falta de delanteros de cartel, Johan Fano y Piero Alva fueron un dechado de ganas y empeño, con un trajinar generoso que incluyó a un novel Chavez, que aunque no encontraba por momentos su ubicación, dejó abierta la puerta de las expectativas a su crecimiento.

Venezuela vino demasiada cargada de emblemas prestados, fue atrevida para mirar con lástima ajena a los nuestros, pero respetando demasiado a la historia, terminó siendo lo que siempre fueron, solo un equipo de mucha entrega y nobleza en su juego. Por ello Perú generó innumerables ocasiones de cara al gol, el buen pie de Solano funcionó hasta donde alcanzó el combustible, pero fue el desborde por las bandas, una constante de Piero Alva y que a la larga se viera recompensado en una actuación relevante. Minuto 38 y en un momento clave, una jugada llena de picardía en la que participa el recogebolas, entrega el balón rápido a Prado para cobrar el lateral, el “Zorrito” encara a Rey, aguanta la marca llanera y la clava arriba ante la salida del portero, en un gol de buena factura, que hizo explosionar las gargantas dormidas de estos pocos hinchas que ya estaban impacientando sus temores.

En general el equipo metió todo el partido y se vio otra actitud, en el fondo valiosa labor de Zambrano, aunque mostrando novatos errores en la marca, acompaño bien a Rodríguez que ya quedó fuera del próximo partido. Pero si hay alguien que es el emblema de este equipo se llama: Juan Vargas, el “loco” es el referente distinto, con un físico impresionante, Europa lo ha devuelto maduro, aprendió a leer los partidos y desde allí medir las revoluciones para manejar los tiempos, fue prolijo en las subidas y determinante en la marca. Su accionar contagia de fervor al resto y es el soporte de la banda izquierda. Lamentablemente, seguimos adoleciendo de un marcador derecho de similares características, para darle categoría al fondo y crear el vértigo en las subidas.

El marcador pudo ser mas amplio, igual hubiera servido para lograr renovar el espíritu deteriorado, es un triunfo que levanta los ánimos pero resulta muy poco aún para sentirnos tranquilos. Esa misma gente que salió sonriente de Ate, que fue fiel en los momentos aciagos, tiene otra disposición de cara al partido contra Argentina, aunque es conciente que será una historia diferente, de mucha más exigencia y que puede magullar su ilusión, en el fondo esperaba un buen resultado para comprar su boleto y subirse al tren del optimismo, consecuencia de una forma de sentir el fútbol, que tiene el hincha peruano, cada vez que salta a la cancha el equipo de todos.

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