La vuelta en U de Alianza

Ahora que las aguas están mas calmas, se puede discernir con el pensamiento aquello que era imposible, debido a la efervescencia que había dejado nuestra bicolor contra Argentina y que cargó mas de la cuenta, los ánimos para el clásico mas esperado del año. Ese que enfrentaba al cómodo Universitario, sentado en platea y a la espera de alcanzar el boleto que lo embarque al tren de la fama y a un Alianza, cargado de urgencias, con la pinta de enfermo en proceso de recuperación, pero entero para visitar al compadre, ese que entre dientes le puede apretar la mano como saludo, pero que si por el fuera, hace rato le hubiera quitado el respirador para que se ahogue en segunda.

Si algo superlativo tiene el fútbol peruano, son sus hinchas. Pueden estar vapuleados o en la cola del furgón, pero cuando le toca vestirse de efervescencia, sacude sus miedos y llena la tribuna de gargantas y hace del fútbol un festejo, un baile desenfrenado que contagia los corazones de todo un pueblo, hambriento de triunfos y algarabías, que a punta de emociones intenta remendar algo su gastado traje de conformismo barato. Ese hincha que lleva dibujado un color de camiseta distinta en el alma, pero que esta vez reventó el Monumental, para vibrar en cada segundo, en una oda de pasión desenfrenada.

Hoy mas que nunca suena fuerte aquello de que la revancha es un plato que se digiere mejor estando frió. Alianza llegaba magullado en el orgullo, pero con los ojos llenos de desquite y apelando quebrar el maleficio que marcaba a este vehículo llamado sentimiento y evitar se siga desbarrancando. Su conductor apelaba a seguir el carril de la disciplina y el trabajo serio, era entonces la hora de decidirse a ser osados en terreno fangoso y hartamente peligroso, era la hora de asumir una decisión extrema y dar la vuelta en U, para salvarse del abismo o dejarse morir con los ojos abiertos.

Si algo tiene Páez es que es un hombre de convicciones. Sin importarle lo que diga el DNI, se la jugó entero por el debut de Jackson Reyes y apostar de nuevo por Aldo Corzo, si resaltamos de nuestra selección, el talante de los jóvenes, esta vez tampoco defraudaron y nuestro fútbol le regala una sonrisa a este presente de caras nuevas. Páez, brindó su mejor orgullo: Ricardo David, su hijo que hizo su mejor partido desde la llegada y contagió a un Montaño que apareció solo en ráfagas pero substanciales. Mientras que en tienda crema, solo Candelo estaba vestido para la fiesta y apuró sus mejores artes de danzante, pero otra vez quedó desamparado ante la inoperancia de Neyra y la insuficiencia de Hurtado, que encontró en Diego Martinez una puerta sellada a sus deseos.

En esta lucha de estilos diferentes de sentir el fútbol, Alianza mas allá de haber ganado los tres puntos, ha recompuesto el espíritu, ha sanado una herida abierta que se estaba empezando a convertir en tumor canceroso, uno muy serio que lo podía matar lentamente. El peligro ha pasado por el momento, ha ganado un partido importante, nada menos que a su compadre, en su casa, con su gente, en una morada forastera y de paso le ha servido para acercarse a ese anhelado sétimo puesto, que es su ambición más cercana.

También ganó el hincha. El crema y el blanquiazul, que olvidándose de la violencia, cambió las piedras y los palos, por globos y cánticos eternos, para hacer sentir su más escondido sentimiento por sus colores. Un final justo y un ganador merecido, que más podemos pedirle al fútbol.

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