El alto precio de la improvisación

En la tranquilidad que brindan las horas de sosiego, resulta mejor replantear ideas que no sean conceptos en caliente, ante una vergonzosa presentación en la mitad del mundo, de este equipo peruano, timorato, sin alma y tan diferente al de hace unos días, que fue un bálsamo en las horas de ansiedad. Miro un cartel donde el “Chemo” publicita un analgésico con la expresión limpia y recreo su contraparte a la sonrisita nerviosa, ante lo inexplicable que reflejaron los cinco cachetazos ecuatorianos. El gran arranque de Farfán, para el gol de Mendoza, que dejó en el aire la idea, que se pudo hacer algo más y que resquebraja la embustera plusvalía de nuestros jugadores de cartel. Mirando mas allá de un equipo remendado y una actitud vergonzante, la única respuesta con la que tropiezo es esa IMPROVISACIÓN, con la cual se alimenta el fútbol nuestro de cada día.

Improvisación en el verso del “Chemo” de que no tendremos una generación como esta en 50 años, y apela al reciclaje de jugadores añejos, de pronto porque no hay de donde escoger o quizás porque no hay muchas ganas de generar riesgo. Pensando en Ecuador llama a hombres sin nivel de competencia del Cienciano, a sabiendas que, quien digita los nombres es Juvenal Silva, inefable dirigente que hace prevalecer sus propios intereses, antes que los del propio país. Cuando dice que cualquier jugador del extranjero está por encima de los del torneo doméstico, como si el simple hecho de irse fuera, a un campeonato anónimo, brinde alguna sustentación para calificar la jerarquía de un jugador.

Disponer el ensayo a cinco en el Cusco, para después tenerlos un día y medio en Lima, descompensando su aclimatación. Programar un viaje a Quito, una noche antes del partido, provocando los efectos de la altura en mas de un jugador, siendo Rodríguez el que paga las consecuencias. Acarrear problemas por denuncias de programas de TV faranduleros y tener un plantel desconcentrado y peleando por sus intereses monetarios, antes que alerta para la competencia de rigor, muestra un manejo de grupo, que prioriza la voluntad del jugador antes que la autoridad del entrenador. Armar un equipo nuevo en dos días, sin preparación y que se juntan en el camarín, habla por si misma de una marcada improvisación, que no solo le atañe al DT porque finalmente él, solo resulte siendo el fusible –uno mas de la lista- que permita cuando lo echen, que los verdaderos causantes de esta desorganización, sigan perpetuados al poder.

Quizás el Chemo tenga tan buena intención de querer cambiar esto, como todos los peruanos, aunque como entrenador, siga pensando como jugador. Pero cualquiera que se ponga el buzo, se va a encontrar con una realidad dura, tan nefasta como nuestra y que tiene orígenes de tipo formativo. Ahora que se habla de intervención del gobierno, acaso y no sea importante que el proceso inicial de un futbolista, involucre de sobremanera la parte social y emocional, para mas allá de tener un buen deportista, se logre una buena persona, con valores y principios. Es imprescindible generar camadas de nuevos jugadores y darles el roce internacional inmediato, para tener alternativas de nivel. Así podríamos evitarnos por ejemplo, las insolencias y el soberbio proceder de los mal llamados “extranjeros”.

Hoy tenemos mas jugadores jugando fuera, es verdad, pero para afrontar el fuste de una eliminatoria solo son rescatables seis o siete y paramos de contar. Ante Ecuador quedaron fuera Vargas, Guerrero y Rodríguez, Solano quema sus últimos cartuchos. Detrás de ellos no se cuenta con gente que garantice armar un equipo de jerarquía. El reciclaje es solo un calmante y a veces nos hace perder ecuanimidad. Queremos que el “Chorri” siga corriendo como hace diez años y que Bazalar sea prolijo, cuando la edad le jala la camiseta. Mientras los rivales apuran a sus nuevas caras e inyectan sus equipos con sangre joven, nosotros seguimos esperando que los años se hagan eternos. Aún es desorbitado lanzar a Manco o Duarte como soluciones, pero les haría mucho bien (por ejemplo) el que vayan haciendo el kilometraje futbolístico, compartiendo con los consagrados los avatares de una eliminatoria, en lugar de esos nombres gastados que nunca han marcado (ni marcarán) la diferencia y solo llenan una lista de convocados.

En el fútbol actual, los jugadores dejaron de ser súbditos ordenados a su DT y solo obedecen a comportamientos desviados por el nivel social de donde provienen –normalmente muy pobre- y el cambio radical que le encuentran a sus vidas. Hoy en día los futbolistas mas allá de ser netos deportistas de competencia, son buscadores de fortunas y todos sin excepción están unidos a un solo motivo: el vil dinero. El dinero termina por corromper conciencias, trastocar personalidades y sustituir hasta su propia identidad.

Hoy los jugadores se agrupan por afinidades y categorías, por el nivel donde juegan o el entorno en el que se mueven. Tienen el poder para moverse dentro y fuera de la cancha, de acuerdo a sus conveniencias, asumen posturas y arrogancias, que a menudo somos los mismos hinchas quienes lo propiciamos y después terminamos por lapidarlos cuando los resultados son ajenos o a veces catastróficos como este. Pero siempre tienen un trasfondo, que incluso va mas allá de lo netamente deportivo. Los jugadores pueden derrocar un técnico, cuando no va con sus intereses. Pueden hacer cambiar la historia cuando les viene en gana y también pueden echarse para atrás, cuando de por medio esté en juego su razón de ser y su mejor incentivo: el vil dinero.

Mucho de lo que vamos a seguir reprochando, nos va a terminar agujereando las ganas, pero el fútbol en esencia, no dejará de ser siempre un juego, un retozo y diversión, pero con niveles de competencia y dificultades, que exige estar preparado para afrontarlas. Pero es muy cierto que el fútbol dejó de ser deporte, hoy es un imperio, un negocio, un mercado de prodigios del balón, que ha convertido a sus protagonistas, los jugadores, en dioses omnipotentes, capaces de generar alegrías y tristezas, cimentar el orgullo o la inferioridad de una nación, supeditados a su propia voluntad de intereses pecuniarios, porque el amor por la camiseta y hasta por propio el país, ha pasado a ser un simple argumento de corte nacionalista, mas usado y sentido por el pueblo, que por ellos mismos.

Dependiendo del matiz que le queramos dar, el fútbol puede ser un juego, un conflicto bélico, una batalla, o una simple competencia. En una eliminatoria se asume que la selección nacional es la que representa lo mejor de nuestro balompié, pero acaso quien los elige, no sean los mismos integrantes de la nación, sino alguien que obedezca a intereses ajenos, de ladinos personajes que viven del fútbol. La objetividad es sinónimo de moderación y en ese sentido, nos debe hacer realistas, esto es lo que tenemos y esto es lo que somos. Aunque el fútbol y la política vayan de la mano y sus resultados tiendan a estar regidos por los que llevan sus riendas, no es muy cierto que un país se vaya al descalabro económico, su gente mejore en identidad o acreciente sus complejos de inferioridad, si es que se clasifica o no al mundial. El resultado de un partido solo cambia nuestro ánimo. El fútbol es una cuestión de momentos y oportunidades, por eso nos apasiona tanto.

Hoy maldecimos nuestra suerte, pero mas temprano que tarde, volveremos a sentir que podemos alegrarnos e ilusionarnos y que seguimos teniendo un motivo encendido para que todos los que lo llevamos dentro, sigamos hablando de fútbol.

1 comentario:

  1. Esta selección es un fiasco o un asco que para el caso es lo mismo. No tienen temperamento, ni actitud. Esto viene de las cabezas, la dirigencia es ineficiente y corrupta. Esto esta mal y hay que erradicarlo.

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