La sangre nueva


La expectativa por ver a esta nueva selección se había ido generando desde el día en que Gareca hizo caso al grito destemplado de la tribuna, a ese clamor de la hinchada, a esa realidad mezquina que requería un verdadero cambio. Se habló siempre del compromiso de unos cuantos experimentados y el ímpetu incomprendido de muchos jóvenes que estuvieron pendientes de una oportunidad. Era la hora para dejar de lado a los referentes y apostar por la sangre nueva, por los nuevos nombres que nos hagan buscar una manera distinta de fortalecer esta esperanza, que se enciende cada vez que empieza a rodar nuestro presente en forma de balón.
Aunque Gareca remache en que no es un nuevo equipo, en la práctica si lo es, por los hombres nuevos y los nombres relevantes que se quieren olvidar. Al menos en esta Copa América Centenario, es una oportunidad para no repetir el esquema que requería de los mismos consagrados de siempre, con gente más joven, el equipo se hace más ligero, aunque haya una búsqueda por evitar que parezca apresurado. Con chicos que ya no tienen las sombras que no los dejaban aparecer, se sueltan y se convierten en alternativas de varios puestos, brindando un mayor universo de jugadores -en lo que permite nuestra realidad- y dejando un grupo importante de hombres de espíritu optimista y al que la única manera de fortalecerlos, será con el rodaje de partidos de alta competencia. Aquí hay que resaltar que vamos a necesitar mucha paciencia y demasiada consideración.
Ante Haití, el inicio vertiginoso peruano, es parte de este presente, una presión alta con trabajo sincronizado para rotar el balón y recuperación inmediata del mismo, abriendo la cancha y verticalizando los ataques, logrando que pasen 20 minutos sin que el rival pase la media cancha. Para rescatar las actuaciones de Tapia, sobrio y con categoría, acompañado del “neka” Vilchez, en su mejor momento de madurez futbolística, recuperando y entregando con propiedad el balón. La movilidad de Cueva importante, aunque confundiendo la dinámica con el apresuramiento y decidiendo mal en el instante final. Punto aparte la recuperación del “mudo” Rodríguez, anticipando siempre y seguro para los cruces, supliendo las falencias de Ramos, y lo de Paolo ya es para la historia, pareciera que cada Copa América lo estimula de cara al gol, no se aparta de su importante aporte para aparecer cuando más se le necesita. Jugó de 9 y se retrasó de 10, para guiar a los más noveles a ser mejores acompañantes, buscando siempre la asociación.
Si se tuvo un buen inicio, conforme se pasaron los minutos la bicolor cayó en un pozo y se dejó estar, perdiendo posiciones. Haití sin ser un equipo de buen trato a la pelota, impuso su poder físico para equilibrar el juego y animarse a ganar las divididas buscando el arco de Gallese. Los delanteros haitianos no son duchos en técnica pero se dieron maña para romper líneas, desde la imprecisión peruana que se dio por momentos. Aunque se recuperó la posesión igual se observaron grietas de forma grupal a la hora de establecer las pausas necesarias, para rotar el balón con propiedad y generar juego. Es notorio que hace falta esa cadencia para equilibrar el juego y golpear con la sorpresa. Pero esto es factor del cambio que se reclama, tenemos los mismos problemas de siempre para mantener el ritmo y la presión, aunque se muestre un pálido rezago para la recuperación, por el ímpetu y las ganas que le ponen los más jóvenes.
El único gol vino de una jugada que se insistió todo el partido, desborde por izquierda y centro perfecto del “oreja” Flores, para que Paolo ensaye una perfecta “palomita” para decorar un golazo esperado, buscado y gritado al máximo, pero que pudo opacar el resultado final, si Belfort conectaba la jugada del último minuto y que erró de manera increíble. Desde los ojos resultadistas, este triunfo puede que oculte las falencias de tipo individual y colectivo, ante un rival técnicamente inferior, pero que en muchos pasajes del partido se puso por encima solo con entusiasmo y este Perú lograba el control pero de manera intermitente. El sector izquierdo fue la clave, función correcta de Trauco, aunque para este rival, el desborde por dentro pudo acomodarle mejor a Céspedes. El “oreja” en su laborioso trabajo del ida y vuelta, por el otro Hobberg fue intermitente y no acertó con los cambios de ritmo.
Por ahora sirve este triunfo, pero no es para emocionarse demasiado, se vienen pruebas más difíciles y se exigirá un rendimiento que supere este discreto accionar. Perú hizo un partido correcto, es saludable el debut en estas lides de nuevos jugadores, aunque no necesariamente sea el objetivo principal, que debe enfocarse en encontrar esa cohesión que permiten consolidar las actuaciones individuales con el rendimiento colectivo, más allá de quien le toque estar en la cancha. En este partido no se pudo sostener esa presión constante que intenta plasmar Careca, en varios pasajes el equipo se mostró desorientado, cuando debía ser rápido en la movilidad se hizo impreciso, desde la pérdida de la ubicación y la inapropiada lectura del juego, algo que desde ya es materia pendiente, defectos por corregir y mucho trabajo por realizar.
La ilusión por un cambio, nos tiene de un hilo, apostamos por los nuevos nombres y prendemos nuevamente las velas de la ilusión a la bicolor, pero seamos conscientes que hasta para olvidar lo que más se quiere, se necesita de un proceso y de un tiempo adicional. Por ahora tenemos más hombres ansiosos de un lugar y eso es bueno, primero para encontrar un equipo y consolidar más adelante un plantel, pero está claro que los resultados, si no son buenos, serán perversos verdugos de que este deseo se haga realidad. Un poco de mesura y confianza se hacen necesarias entonces, para aceptar con seguridad esta nueva sangre, que debe recibir este cuerpo aún convaleciente y ver como lo asimila, que no exista rechazo cuando discurra por las venas ansiosas. Una transfusión necesaria que requiere un diagnóstico optimista, para seguir creyendo que aún nos queda vida.

 
 

Enfermedad del alma

Minuto 89 en el Centenario, 55 mil almas que se quedan en silencio, jugada colectiva a la peruana que se juega el resto y corajudamente se interna en la el área uruguaya. Paolo, Cueva y Ruidiaz la tocan y el pase final deja el balón caprichoso a la siniestra decisión de Polo. El crema apurado sobre la marca del “palito” Pereira, le pega con el borde externo del botín, no pudo meterle los tres dedos que exigen los estamentos básicos y que es la biblia de los grandes definidores. La pelota, antojadiza, traviesa y antagónicamente ajena a nuestras alegrías, cruza la sala y el comedor de la casa oriental y dándole un beso al madero que cuida Muslera, se va coquetamente por la puerta de servicio con rumbo a la calle de la frustración peruana. Ufffff… Solamente Uffff… Las 55 mil almas del Centenario y los tres millones de suspiros del país oriental, se dejaron escuchar cuando el árbitro hizo sonar el silbato para poner punto final a un triunfo sufrido y un amanecer alegre, con el primer lugar de eliminatorias para el pueblo uruguayo.
 
En el otro lado del charco, el hincha peruano, respira profundo y toma una bocanada de aire, su selección ha quedado cada vez mas lejos de su objetivo y esa jugada pudo ser el empate, que hubiera tenido ribetes de hazaña y hasta de redención ante su pueblo, por la entrega y la convicción como se enfrentó a este Uruguay, que definitivamente le cuesta ser el favorito, no lo hace sentir cómodo, prefiere ir contra la corriente, como lo hace el salmón. Se siente más en su hábitat, cuando lo tiene todo cuesta abajo y remonta a punta de huevos y mucha garra, lo adverso y lo perverso que puede significar verse avasallado. Es como esos boxeadores que requieren ver su sangre para reaccionar contra el rival. Y Perú si algo se le podría asemejar a Uruguay, es que también a veces –y solo a veces- requiere tener todo en contra para ser distinto de un partido a otro, para lograr aquello que está fuera de lo lógico y natural. La gran diferencia que la marcan los uruguayos, aparte de la historia donde nos llevan años luz, es la jerarquía que tienen sus jugadores para definir en dos segundos lo que nos cuesta 90 minutos y es que ellos viven dispersos por todo el mundo, mientras los nuestros siguen siendo los ídolos de barro de siempre.
 
Gareca cambió el equipo, mas por necesidad que por decisión propia, pero dentro de ello hizo un primer tiempo correcto, con un trabajo defensivo sin fisuras, con el control exacto de Suarez y copando los espacios q se rebusca Cavani. Se dio tiempo para aprovechar la pausa que hace Uruguay para esperar el error rival y avasallar de contra. Buenas actuaciones de Advíncula y Céspedes, cerrando las bandas y un prolijo Ramos para las coberturas de un Rodriguez, que a sus años “hablo” en la cancha como los buenos y fue el punto más alto de la defensa. Aún y con demasiado desorden en el medio, con Tapia impreciso y Ascuez fuera de forma, se tuvo control del balón. Pizarro otra vez mas, nos grita que ya no puede más, lo escuchamos todos menos Gareca. Paolo Guerrero no está físicamente bien, mientras tiene la pila puesta, es un jugador de nivel superlativo, de categoría mundial, basta que se le baje la batería para empezar a quejarse y deambular por la cancha. Facilita la labor del rival y su actuar se vuelve monótono y no aporta al colectivo.
 
Fue un primer tiempo atípico, donde Uruguay no fue superior por contundencia, solo en intención. Perú se adueño del balón y lo hizo circular con propiedad, incluso generó dos claras que hubieran condicionado abrir más el partido. El inicio de la segunda mitad el “maestro” Tabarez le gana el “vivo” a Gareca, tira al “Cebolla” Rodriguez y gana potencia por izquierda y condiciona el error en salida. Gareca insiste tercamente con Pizarro que pide el cambio rápidamente. Uruguay avasalla con presión alta (un veneno mortal para la blanquirroja). Error compartido de Paolo y Ruidiaz, balón robado y habilitación al “Pistolero” desmarcado que sutilmente deja a Cavani frente a Gallesse. El uruguayo define con categoría, con un fierrazo cruzado de su zurda mortífera y abre un marcador que se estaba manejando con propiedad, pero con muy poca seguridad y demasiada imprecisión.
 
 
El resultado era previsible desde la óptica de mirar a los rivales por su historia y su momento futbolístico. Uruguay venía de hacer un trascendental partido en el mismo Brasil y Perú de sucumbir a sus propias limitaciones, perdiendo dos puntos de local. La teoría indicaba que nos regresaríamos con varios goles encima, la realidad –una vez más- nos confirma que los partidos hay que jugarlos primero y cada uno de ellos es distinto del otro, su historia se escribe en diferentes hojas y que los rivales se hacen grandes y juegan hasta donde se lo permiten. Es una insana verdad que los triunfos morales no se celebran, pero hay que reconocer que se hizo un partido digno, aunque hemos quedado muy lejos del resto y el sueño mundialista –una vez más- se va desapareciendo como agua entre los dedos.
 
No seamos ilusos, pisemos tierra y afrontemos una vez más que nuestra realidad no va a cambiar por no ir al mundial, el cuesta arriba se hace más duro cada día, nuestros vecinos siguen creciendo, se han mudado a un mejor barrio, una nueva casa y viven en la opulencia futbolística, su preparación y procesos de largo plazo, así como sus trabajos con menores, tiene consenso con sus resultados, no tienen visos de ser villanos ni héroes de un solo día, porque han conseguido el universo de jugadores que no tenemos y sus mejores exponentes, se preparan todos los fines de semana en las ligas más competitivas del planeta. Mientras nosotros seguimos viviendo en la misma casita de esteras del inicio, sin luz ni agua y nuestros jugadores se alimentan solo cuando llueve maná del cielo. Seguimos siendo complacientes con nuestra realidad, la TV sigue manejando nuestro fútbol como un reality, la Videna no toma decisiones de alta envergadura y nuestros equipos no trascienden más allá de un play off doméstico, paupérrimo y degradante.
 
Ufffff… Solamente Uffff… Otra vez a lamentarnos y refregarnos en el rostro el “pudo ser”, que deben o debieron jugar fulano, sutano y que mengano es mejor que fulano. Que la culpa es de Pizarro, Gareca y de Oblitas, aunque en el fondo nos hemos acostumbrado a pedir demasiado teniendo tan poco, somos los “médicos” de siempre que damos el mismo diagnóstico, que sabemos que nuestra selección está en UCI hace rato, pero neciamente escondemos solapadamente la calculadora en la camilla, debajo de esa bata blanca y roja que oculta su cuerpo maltrecho, que hoy más que nunca requiere con urgencia, la tranquilidad necesaria para asumir su realidad y curar esta enfermedad del alma.
 
 

Amargo vino tinto

Claudio Pizarro llega a los 101 goles y se convierte en goleador histórico en Alemania, es el orgullo de los hinchas peruanos que rebasan las redes sociales haciendo tendencia de la noticia. Cuando arriba al Jorge Chávez, hay un recibimiento inusual y los medios inundan sus portadas con odas de esperanza en el “goleador”. Sí, el mismo que tiene 36 años y cada vez que se pone la blanquiroja su actuar es pálido y es blanco de dardos venenosos de todos los sectores, pero que pareciera que hoy se olvidaron de todo y esperan ver al mismo Claudio del Werder Bremen.
 
Jefferson Farfán ha tenido una operación que por más ganas e ímpetu que le ponga lo deja mermado para un partido de trascendencia, como son las eliminatorias. Pero el hincha ya lo puso en el equipo titular y reza diez mil padres nuestros para que llegue entero. Ascuez y Tapia no juegan de manera continua en sus equipos, sin embargo el hincha no le importa, prevalecen sus nombres y su actuación de partidos pasados, sin pensar que cada uno es distinto de otro. Paolo Guerrero viene pasando un momento acido en su carrera, producto de los años y el trajín, propio de los goleadores que suelen estar dormidos y despiertan cuando menos lo piensan. No está en buen momento, pero el hincha es un devoto fiel de su imagen y lo pone en el equipo vestido de santo milagroso.
 
Así somos los hinchas, los peruanos en general, nos emocionamos con un estado de gracia fugaz que tienen los jugadores de fútbol o cuando la dupla del momento hace el empate agónico ante un rival paupérrimo, la emoción los hace necios, pone nombres y esquemas revolucionarios, saca a relucir su hinchaje descomedido de su equipo y encuentra las soluciones a nuestros problemas estructurales. Le cuesta entender al hincha peruano, que Pizarro nunca jugará en la selección como en Alemania, porque es otro escenario distinto y que ya hace rato se debe renovar ese lugar en el equipo, que necesitamos sangre nueva, nombres nuevos. Esos mismos personajes que inflan el pecho de orgullo o twitean un mensaje alentador en la previa, son los mismos que hoy amanecieron con la hiel en la boca y despotrican de Pizarro y lo acusan desde argollero, dueño del equipo y hasta de pirata filibustero que se roba las ilusiones de un pueblo.
 
Pero el hincha tiene su derecho de opinar, alentar, despotricar o joder, nadie lo discute. Lo que llama la atención y resulta grave es que Gareca, el DT que nos brindaba la seguridad que habíamos recuperado nuestra identidad, el “iluminado” que saco lustre a un tercer puesto de CA y el indicado para sacarnos del fango, anoche se sintió tan "peruano" que terminó actuando como un hincha más. Se dejó llevar por el entusiasmo barato y puso los nombres relevantes, en la premisa que su categoría nos garantizaba pasar por encima a un equipo venezolano, que lo único bueno que trajo son sus nuevos nombres. Chicos que recién empiezan en el fútbol pero que sin ser gran cosa tienen esa juventud y ganas que supera cualquier desventaja o nombres de cartel. Mientras en la cancha teníamos nuestros dinosaurios, con actuar cansino y desgastado, en la banca nuestras promesas, jóvenes con ansias y ganas de comerse el mundo y que pasan un buen momento, descansaban el sueño de los justos.
 
No se pudo jugar peor. Un primer tiempo para el olvido. Perú previsible y carente de sorpresa. Tener a Pizarro y Guerrero juntos es quitarle a Paolo ese libertinaje que necesita para recorrer el área como lobo hambriento. Pizarro con todo y su palmarés está solo para el recambio. Farfán mermado no ofrece ningún aporte, Ascuez y Tapia desnudaron su falta de continuidad, Gallese cuestionado al inicio, evito una hecatombe, nos pudimos ir fácilmente con 4 goles abajo y el rival sin despeinarse. Venezuela hizo un planteamiento simple, apegado al sentido común, con gente rápida arriba haciendo presión alta, tapando las salidas de Vargas y Advíncula, generando el error de los medios de contención y poblando los espacios que recorrían Farfán y Cueva y anticipando siempre a Paolo y Claudio, obligando a que se recurra a la clásica solución que exige el hincha en la tribuna, menos tránsito y pelotazo a ver qué pasa. Una trillada versión del “hay que ganar como sea”.
 
Gareca les hace caso a los estadísticos y asegura que el “promedio” de goles de Guerrero y Pizarro garantiza su lugar en el equipo. ¿Cuántas pelotas aéreas ganó Paolo y Claudio o Farfán?, muy pocas y más las ganó Ruidiaz con su estatura, cuando ingresó por Pizarro. Más cuentan en Paolo las que se perdió –una constante en su equipo- que el gol mordido que se la comió el arquero. Empatar de esta manera no es levantar un resultado, es poner las cosas en su lugar que es distinto y que se escapaban de las manos, por el simpe hecho de no tener los huevos de tomar decisiones drásticas en el momento oportuno y hacer prevalecer la juventud de hombres antes que la experiencia de nombres y hacer una mixtura adecuada de ello.
 
El futbol moderno exige mucho vértigo y la pausa adecuada para verticalizar los movimientos, se requieren jugadores en un estado atlético 10 puntos, que pasen por un buen momento, tengan juventud y una disciplina táctica que otorgue la capacidad de hacer recorridos justos, de hacer cambios de ritmo oportunos y ganar las divididas. Polo y Cueva despertaron cuando Flores y Ruidiaz les otorgaron su frescura, pero porque decidir tan tarde, acaso y Benavente o Da Silva, no pudieron también darnos otro aire, otro respiro ante un rival que solo se limitó a aprovechar nuestros defectos y maniatar inteligentemente nuestras pocas virtudes.
 
El panorama pinta oscuro, pero se veía venir, no sorprende mucho y quizás rompa los corazones de los ilusos románticos que piensan que ir a un mundial solo a punta de coraje y corazón -sin apostar por un recambio generacional, es la solución a nuestros problemas. Seguimos cargando la cruz, los azotes del infortunio nos van dejando marcas en la espalda y heridas en el alma, no se ha perdido, pero ha dolido tanta esta igualdad que el camino del Gólgota futbolístico se vuelve cada vez más pesado y hace difícil sorber el trago amargo de este vino tinto.

Un volcán de pasiones

Tantas veces Juan, tantas veces resistido y reprochado, tantas veces incomprendido, pero fiel a su tozuda idea de entender el juego a su manera. Tantas veces Juan, con su estilo de trato parco y distante, alejado de los reflectores y de todo aquello que sea mediático, porque solo le interesa lo que sucede en el verde y rechaza aquello que no tenga forma de balón. Tantas veces Juan, el hombre que nunca regala una sonrisa y que su mejor gesto solo es un bostezo, cuando alguien menciona su nombre. Tantas veces Juan, con su seriedad y su rostro sin carisma, con esa facilidad para esconder sus emociones y siempre estar presto para que sean otros los que celebren, cuando él decide esconderse en el anonimato. Tantas veces Juan, con esa inercia a cuestas para parecer insensible cuando su equipo marca un gol y que su controvertida manera de sentir el fútbol, con sus desplantes y sus arrogancias, quizás puedan cuestionar su personalidad, pero para nada pueden poner en tela de juicio su inmensa capacidad.
 
Juan Reynoso, el tantas veces desaparecido de las celebraciones, hoy no pudo más, vivió el partido final como si fuera el último de su vida, sufriendo, sudando, gritando y desgañitando su enfado contenido. Primero se sacó los bolsillos del pantalón, sabe Dios para dar que mensaje y sabe nadie a quien dirigido. Cuando el pitazo final dejó escuchar el estruendo de alegría en la boca del Misti, finalmente se desparramó en abrazos con sus jugadores, que confundían lágrimas y sollozos de alegría en la cancha, apretó los puños y dejó escapar una mueca provocadora refugiando su mirada en la efervescencia de la gente en la tribuna que no dejaba de darle las gracias. Juan Reynoso, se atrevió a mostrar una sonrisa en el bus que paseaba al equipo de Melgar por Arequipa, la única se le ha visto al ‘cabezón’ desde que debutó como entrenador. Ni con la U cuando ganó su primer título nacional, había dejado ver ese lado sensible. Hay un gran motivo sin duda, pero esta vez quiso demostrarlo y dar un mensaje a su manera, porque los números le han dado la razón y no ha necesitado de nada ni nadie para hacer prevalecer que su filosofía y su trabajo serio, han sido los baluartes para conseguir llegar a la meta.
 
PARTIDAZO!!! Por todo el entorno de un pueblo volcado en aliento y el cúmulo de emociones vividas hasta el minuto final. Reynoso plantea bien el encuentro, siendo cauteloso atrás, pulcro en el traslado del balón y buscar romper la zaga de Cristal en base a, la pausa de Montaño, la sorpresa de Arias y la movilidad de Cuesta, apoyados en un inacabable Zúñiga que siente la camiseta más que su propia piel y que tiene en el colombiano Fernández, esa flecha veloz, ese dardo venenoso  que siempre termina en la garganta del rival. Ahmed dispuso el vértigo acostumbrado, marcando el control en los extremos, para no repetir los errores de la ida, haciendo jugar de ancla a Cazulo -que puso los huevos y dejó medio corazón en la cancha- para hacer presión alta sin perder el medio para no quedar largo. Sheput jugando hasta donde aguante la pierna, Calcaterra gravitando como siempre y arriba un Beto Da Silva, dándose maña para hamaquear la retaguardia rojinegra en base a mucha energía y valor. La sensación que dejó el 9 es que ya no está para el medio local y que terminando el partido, debió tomar su avión para recalar en Europa, tiene todo y más de lo que en su momento, fue Claudio Pizarro, todo es cuestión de tiempo y de decisión.
 
Melgar controlaba el partido, creando situaciones que no concretaba hasta que llegó el momento que marca el punto de quiebre. Cazulo mete el antebrazo y hace un penal en el peor momento para Cristal. El “Cachete” Zúñiga se llena de presión y le pega mordida, Penny hace de su rechazo con los pies, un contrataque mortal que termina con una zambullida en la puerta del arco rojinegro del Beto Da Silva que enmudece la UNSA y también a varios críticos de su capacidad goleadora. Todo se pone cuesta arriba para Melgar que debe sacar a relucir las verdaderas capacidades individuales al servicio del colectivo. Reynoso insiste ir a las espaldas de los marcadores. El colombiano Fernandez gana el extremo celeste como un rayo y hace que el “Cachete” Zúñiga, se inserte en la historia rojinegra. Una paridad que se rompe cuando el mismo Fernandez define a lo grande una gran corrida de Arias y desata la fiesta en la tribuna, aunque en la cancha la igualdad de opciones le daba crédito a los dos y nadie tenía la certeza que era el marcador definitivo.
 
El segundo tiempo fue vibrante, con los huevos de corbata, con Melgar controlando el juego y Cristal martillando, buscando concretar su mejor pegada. Shepup no va más y Blanco suma más delanteros, se pierde creación, se intenta ganar volumen ofensivo. El juego y el marcador lo empareja Cristal con otro penal discutido, hay una barrida que Calcaterra exagera, pero es válida por la posición del árbitro. Blanco ejecuta la paridad que pone la tensión y los nervios de punta. Reynoso se vuelve loco, reniega y reclama un penal discutido –Rodriguez tiene la mano fija en el piso, no hay intención- y descarga su furia con los bolsillos afuera. Ahmed se vuelve más serio y se juega su última carta, tira al ruedo al juvenil Chavez para ganarlo por fuera con la frescura de la sangre nueva. La tribuna brama y los jugadores se hacen conscientes que esto lo liquida el que hace el gol. Las defensas empiezan a ser determinantes y el reloj se va llevando el tiempo. Revoredo, Ay Revoredo, hace un rechazo sin sentido, Cazulo se la deja robar por Rainer Torres que verticaliza y deja a Cuesta de cara al gol. Penny ataja el remate pero la testa del argentino doblega su última estirada. Explota la UNSA, se arma la fiesta en todo Arequipa, Melgar es el campeón, el Misti lanza una fumarola de complacencia.
 
Tuvieron que pasar 34 años, para elegir el año de su centenario y llevarse la gloria con números sorprendentes. Este Melgar se corona campeón, en la consumación de un proyecto serio encabezado por Reynoso, primero para priorizar un plantel más que un equipo, para uniformizar la idea del juego, para ser un grupo fuerte donde todos son protagonistas cuando les toca asumir su labor. La discutida rotación del “cabezón” le da la razón en este título donde pudo utilizar los hombres idóneos antes que los nombres impuestos. Los Arias, Torres, Gonzales Vigil, Palomino, que ya no son solo promesas, tuvieron en Reynoso la garantía para ser importantes y a su corta edad ya disfrutan el éxito. El “Cachete” Zúñiga ha demostrado que los años solo son una cuestión de look y ha sido el capitán de este barco rojinegro. Han sido 4 años en los que Reynoso ha peleado arriba y esto no es mera casualidad, es un estudioso técnico nacional que logra consolidar su pensamiento, que apunta más alto y que guardando los bolsillos de la prudencia, tranquilamente pudiera ser considerado el entrenador idóneo para nuestra bicolor. El tiempo dará su respuesta, los años serán testigos que el tantas veces discutido y hasta incomprendido Juan, pueda ser algún día amado por su propia gente, por su propia sangre.
 
Arequipa vive una fiesta descomunal y la resaca triunfal se sigue de largo. El pueblo rojinegro sigue viviendo el júbilo y la alegría, contenida tanto tiempo. La majestad del Misti acompaña con sus fumarolas el gozo de la gente y el Cañón del Colca deja escapar un grito triunfal que se replica en esa bella Plaza de Armas que luce colorida, pomposa, llena de contento y regodeo. Hay un gran motivo para sentirse orgulloso de su tierra y aunque recién al mediodía los huevos empiecen a descender por la garganta, ya nada importa, el título se ha quedado al lado del Misti y solo hay espacio para la celebración desenfrenada, porque recién hay una pausa para descansar el alma, después de haber estado en vilo ante este vendaval de emociones que provocaron un volcán de pasiones.
 
Se dice que el fútbol no sabe de merecimientos y que la justicia no existe en sus dominios, pero es el fútbol, el único, que así como tiene la potestad de dividir las emociones y marcar las diferencias, también es el único que tiene el poder para romper paradigmas e ignorar axiomas. Hoy el fútbol decidió que gane el que más lo merecía y fue el juez supremo que sentenció que Melgar hizo todo correcto y es el justo Campeón.
 
 
 

Un golpe a la cabeza

Que otra cosa no es el fútbol, sino ese cumulo de errores que se producen dentro del juego, por la insistencia de un equipo y la resistencia del rival, que beneficia para el que mejor saca provecho de ellos. Que otra cosa no es el fútbol, sino esos momentos y circunstancias que se engendran desde la propuesta táctica de uno y la contraparte para neutralizarlo desde el otro. La búsqueda del resultado tiene variantes y estilos según el pensamiento de los técnicos, todas las propuestas resultan válidas, pero ninguna es absoluta y tampoco es la garantía para ganar un partido, porque todo aquello que se intenta y lo que finalmente se consigue, no necesariamente resulta siendo una razón lógica, aunque exista una irrefutable realidad que los proyectos serios unidos a un trabajo sensato, brindan un plus adicional que tarde o temprano ayudan a lograr los objetivos.
 
Cristal y Melgar han llegado a las instancias finales de un torneo doméstico que ha estado sumido en la irregularidad de los equipos y que enfrenta dos estilos y filosofía distintos de la interpretación del juego. Por un lado Reynoso y su prédica al orden, la obsesión de priorizar el cero en arco propio y su disposición para neutralizar al rival agrupando gente en lugares estratégicos del campo. Ahmed en cambio, fiel a su estilo agresivo, asumiendo riesgos a veces al extremo y predominando el buen trato del balón, buscando con la contundencia arriba disfrazar las debilidades que ofrece la pasividad con la que se defiende atrás. Uno apuesta por controlar el juego con inteligencia para asestar el golpe en el momento justo y el otro que golpea siempre, intenta controlar el marcador buscando hacer más goles de los que pueda recibir.
 
La propuesta de Reynoso vino con mensaje en la botella. Dejando en el banco a Zúñiga y Fernandez, el rótulo de defender el cero y buscar alguna oportunidad que se presente generando subidas por las bandas se podía leer a kilómetros. Ahmed lo quiso nivelar desde la posesión y el traslado eficaz. Ante tanta pierna, la lucha por tomar el mediocampo, hizo un partido luchado con pocas situaciones de gol, aunque el marcador diga lo contrario. La advertencia de ambos bancos tenía la premisa de no verse sorprendidos, la elaboración se hacía escasa, cada uno resguardaba sus espacios dejando sin alternativas para el ataque en bloque. Ante tanta cautela solo quedaba apelar a que el gol debía venir mas por error del contrario que por la capacidad ofensiva de alguno de ellos.
 
Si algo relevante tiene este equipo de Reynoso es el aplicado orden en todas sus líneas, hay un trabajo dedicado detrás que ha logrado hacer de este Melgar, un grupo compacto que convence con su funcionamiento colectivo, su cuestionada rotación le da alternativas de tener más hombres que nombres, aunque la idea del técnico siga una tendencia de pensar más en no perder el partido que intentar ganarlo con variantes que requieran tomar riesgos. Tres defensas en medio, dos de contención y un solo atacante dependiendo de un solo organizador es la muestra, que Reynoso apuntaba en capitalizar las falencias de Cristal cuando buscara el gol y dejara abiertas las bandas. Por ello los goles de Melgar llegaron a través de Uribe y Quina que fueron junto a Rainer Torres –tremendo partidazo- los que daban el soporte a esa línea de cinco que variaba de lugar para defender y atacar de manera equilibrada.
 
Cristal en lo suyo, proponiendo siempre aunque se haya ido quedando sin nombres relevantes por lesión, ante la seguidilla de partidos pendientes que va pesando y pasando la factura. Ahmed la tenía clara ante un equipo que tiene como mejor propuesta el orden, debía ser cauto para defender con el balón y agresivo para romper los dos bloques de cinco que proponía Reynoso. Calcaterra fue gravitante hasta que le duró la nafta y Sheput hasta que las piernas dijeron basta. Da Silva sigue siendo ese prospecto de 9 que no necesita Cristal, sino nuestro fútbol peruano, pero aún le falta raza para estas lides.
 
Sin claridad para hilvanar jugadas, las malas entregas acompañaron a los dos equipos. Melgar marca el primero en error de las marcas de Cristal y este lo empata con horror del arquero ante corner de Sheput. La diferencia la hace Cristal de contra ante error rojinegro en ataque que deja fisuras atrás, con un penal que a primera vista no se discute, pero que se deduce finamente fabricado. La paridad final llega en otro error garrafal y complacencia en la marca, queda enganchada la defensa celeste y Quina define en la cara de Penny. Una suma de errores definía un marcador de un partido de trámite parejo, al final Ahmed quiso recomponerlo con más delanteros, que no necesariamente te hacen más ofensivo.
 
El campeón sale en Arequipa y Melgar tiene todo a su favor, en su casa, con su gente, con el resultado y su gran aliado la altura, solo dependerá de su paciencia, en estos sus 100 años le caería bien la celebración. Cristal también celebra sus 60 años y va en busca del zarpazo. Reynoso vivió como nunca el final de este partido, sabedor que toma el mango y que la copa solo depende de algo que es su razón de ser: "Primero me defiendo, después existo".
 

Brasil de Costa a Costa

Fueron tres que pudieron ser cuatro o cinco. Si se mira fijamente el marcador con ese apasionamiento desmedido que suele carcomer nuestro ánimo y nos hace pasar de la noche al día en un abrir y cerrar de ojos, diremos que Brasil nos pasó por encima, nos vapuleó, nos pisó la cabeza y podríamos asegurar que nos quitó el pañuelo de la marinera y nos hizo bailar samba. Pero si vemos el resultado con ojos de objetividad y se hace un análisis frio y despercudido de efervescencia, podremos determinar que este Brasil de Dunga fue superior, pero marcó la diferencia desde la capacidad individual para romper esquemas en momentos vitales y definir un partido con goles que vinieron mas por la inspiración propia que por un juego asociado que aplastara las intenciones de la bicolor.

Fueron tres en contra, pero pudo ser distinta la diferencia y por ahí hasta sorprendente, si Perú que hizo unos 15 minutos engañosos, adelantaba el marcador habiendo tenido la oportunidad, creada a partir de un planteamiento atrevido en el papel y la premisa que Brasil te deja jugar hasta que calientan sus motores. Y es que en estas clasificatorias, donde las selecciones solo tienen una semana para prepararse y la diferencia de días entre cada partido, son escasamente cortos, el primer gol es primordial, más aún de visitante y muchísimo más cuando tienes a Brasil enfrente. Para ello el factor físico es primordial, se ha visto en las demás selecciones, la mayoría juega en Europa y tienen una preparación de alto nivel, mientras que los nuestros ni siquiera tienen continuidad en sus equipos y su nivel competitivo es deficiente, resulta entonces difícil encontrar una capacidad de respuesta en los momentos que la cabeza ordena y las piernas no responden.

Perder contra Brasil no estaba tachado en la agenda, las otras opciones tenían resaltado luminoso, mas por un factor anímico que por una convicción propia. Gareca otra vez sorprende con Hurtado por banda, manteniendo a Yotun y Penny al arco –aún sigue siendo cuestionable su presencia- buscando mantener la confianza atrás y alejarla de dudas. El planteamiento de un 4-3-2-1 ante Brasil resulta atrevido en teoría, pero tiene que ver también en lo que se busca desde lo que se tiene. Gareca sigue en la firme intención de conservar el estilo de juego, más allá de un pragmatismo que se traduzca en resultados por un trabajo eficaz de grupo, que debe adecuarse a cada partido de forma distinta y según el rival de turno. Le cuesta demasiado desprenderse de Lobatón y Hurtado para arriesgar por otros nombres que brinden más versatilidad para la recuperación y la elaboración. Entero el “loba” gravita pero mermado físicamente solo adiciona el volumen de hombres y se pierde la sorpresa para pasar de defensa al ataque.

Dunga estudió a Perú y tiró a Neymar de falso 9 para recogerse y sacar los centrales abriendo espacios para William y Costa en el desequilibrio por banda, con transiciones más compactas, una posesión menos improductiva y más contundente, presión al medio con Renato Augusto-Elias y Luis Gustavo. Si algo iba a prevalecer en este Brasil era la paciencia, para que el gol sea consecuencia más que casualidad. Perú hace unos 15 minutos perfectos, cerrando con Cueva y Hurtado a los costados, Tapia encima de Neymar y Farfán como referente ante la pasividad de Paolo, logra que Brasil juegue lejos del arco y hay un posicionamiento adecuado. A los 3’ Paolo -que sigue pasando un mal momento- pierde la mejor ocasión frente al arco, luego Farfán y Hurtado no encajan en la red opciones que podían lograr encarar de otra manera el partido. Hasta que vino la individualidad de William, desnudando la pasividad de Yotun, mete una puñalada que Costa añade, ante un Advincula desorientado. Es el punto de quiebre para un Perú que se ve maniatado, inoperante y un Brasil que empieza a manejar el partido, desde la ansiedad peruana y su capacidad individual para mover el balón de un lado a otro con una técnica exquisita.

Desde ese momento Brasil impuso una superioridad incuestionable, hizo ver a un Perú insípido, que jugaba a lo que venga y se entretenía pasándose el balón, haciendo que el rival corra por él, que agote sus fuerzas, que su sangre llegue al cerebro y obnubile sus ideas. Sus intentos intermitentes por llegar al arco de Jefferson se estrellan en la categoría y calidad superlativa de un Brasil que anticipaba y dejaba que sus individualidades marquen una divergencia abismal. Douglas Costa, el jugador reclamado, marca la diferencia en dos jugadas geniales, encarando por derecha se saca de encima 5 hombres y habilita a Renato que define a placer y luego hace un regate perfecto para enfilar un remate a puerta que desvía Penny y la añade el lateral Felipe Luis. Diferencia categórica y afianzamiento de un jugador vital para este nuevo Brasil que parece renovarse.

Acéptalo Perú, Brasil fue más. Quisiste tutear al gigante, faltarle el respeto y cuando te encaró te agazapaste, te sentiste minimizado, te viste superado ante un grupo de individualidades de categoría mundial, que hizo prevalecer su capacidad haciéndote sentir que eres inferior por técnica y cultura táctica. Quisiste ser atrevido pero solo fuiste un bravucón. Te faltó rebeldía donde te sobró conformismo, te faltó esa conchudez y palomillada, donde te sobró la parsimonia. Acéptalo Gareca, el estilo radica en una forma de juego, pero los escenarios son distintos, los rivales también. Los nombres no son sagrados y aun te queda tiempo para la reflexión y una oportunidad para tomar una buena decisión.

Finalmente el marcador holgado, marca una superioridad innegable de Brasil y una intención atropellada de un Perú que sucumbió de mala manera y nos deja a los hinchas una realidad que pudo ser distinta, aunque igual le hace daño al corazón y que fue causado en parte, porque las que tuvimos no la embocamos cuando debimos y después nos chocamos contra lo que no pudimos.

 


 
 
 

No todo es baile

Era viernes 13, día fatídico del calendario, pero no para él, por eso se puso la camiseta con el mismo número, como para darle la contra. Minuto 20’, recibe un balón de espaldas y hace lo inverso al pensamiento del rival, girando para quedar mirando el arco, arremete como locomotora entre tanta pierna y ensaya el fierrazo que pega en la pared albirroja, fuerza la jugada y habilita a Paolo que hace un amague de giro que se devora la defensa y habilita a un desmarcado Farfán en el vértice del área. La “foquita” le pone la puntita, sopla la boquilla del cañón, le mete cartucho y descarga un disparo letal que se cuela por un lugar insospechado. Gol en un momento esperado y aprisionado en la garganta del hincha, que desahoga toda su alegría, revolcándose de éxtasis en la grada, mientras la “foquita” en una esquina dedica a su amada la pegajosa danza del To To que la gente ha hecho suya con reina incluida.
 
Se llama Renato y se apellida Tapia, tiene 20 años y jugó un primer tiempo memorable como si tuviera 30 y con varias eliminatorias encima. Una demostración del futbolista moderno, de biotipo perfecto, de físico privilegiado que nos devuelve Europa y con una lectura diferente del juego, que lo pone algunos peldaños arriba del jugador del medio doméstico. Tapia tuvo una actuación de 8 puntos al mismo nivel de Farfán –que haríamos sin ti Jefferson- que saltó a la cancha con esa misma convicción que lo ha acompañado desde que era niño, cuando empezó haciendo goles como delantero y hoy recorre la zaga, pasa por la media cancha y llega al área rival con sobriedad, para en un segundo retornar con humildad a su posición para volver a empezar. Un grato debut y una oportuna bienvenida a esta selección que carece de nuevos nombres de categoría.
 
Fue un partido durísimo y áspero, muy difícil de sacar adelante. Este Paraguay no es el mismo de la anterior eliminatoria, es una versión mejorada que juega en el pensamiento de su técnico el “pelado” Diaz, que sabe sacar provecho de las debilidades del rival, minimizando sus fortalezas a punta de empuje, marca asfixiante y presión alta en área rival. Gareca lo conoce bien, leyó el partido antes de jugarlo, lo imaginó mejor y lo dibujó tácticamente, desde el pensamiento del “pelado”. En la ausencia de Cueva y Carrillo, titulares del “tigre”, tiró a Farfán a un extremo y a Jordy por el otro, para trabajar en banda, con Claudio detrás de Paolo, para aguantar y ganar la segunda jugada cuando se atacaba y compensar por arriba al defender los ataques aéreos, que son la formula paraguaya de hacer daño y donde son especialistas. Tapia y Lobatón en una labor mixta, dejaban ver la intención clara de abrir a un Paraguay que agrupa gente al medio y no cometer el mismo error con Chile, que nos atacó con 8 hombres en bloque, sin dar respiro para elaborar juego y que nos mató con su martilleo incesante.
 
En un juego donde iba a existir mucho corte, la idea de Gareca de la alineación inédita –desde el arquero-se entiende desde la intención de poner delanteros que realicen labor de marca por las bandas, recuperar el balón cortando la cancha para iniciar el juego en un sector y terminar atacando por otro distinto, bloqueando las subidas de los laterales guaraníes, que lanzan centros para ganar por altura. Y el equipo cumplió en el primer tiempo su cometido, Paraguay no llegó más allá de un par de jugada de riesgo que mas fueron fallas de Penny. Para el segundo quizás perdimos la asociación para elaborar juego, el balón era más disputado que administrado, el juego era más peleado que jugado. No se pudo jugar bonito pero se jugó bien, que es muy distinto y lo último prevalece desde cómo se defiende y neutraliza al rival, hasta como se busca hacer daño. Lo estético va de la mano para algunas jugadas, pero nunca es una constante en el juego, salvo que te llames Messi o CR7 o tu equipo tenga una constelación de nombres relevantes.
 
Pero la gente pide más, el hincha exige mucho más. Ningunea al rival y critica los nombres y deja de lado la labor de los hombres. Si este Paraguay venía de hacer dos buenos partidos no era por casualidad, el “pelado” no vino a defenderse, quiso abrumar a un Perú para hacerlo perder rápido el balón y sorprenderlo desde la presión alta, pero si Penny no pasó sustos durante el partido, hay un mérito al trabajo defensivo, desde la apertura de la cancha y la función de los delanteros en los relevos y el recorrido por bandas. El hincha despotrica por Claudio, pero no analiza las pelotas que administró arriba y las que sacó en defensa. Paolo jugó para 3 puntos pero nadie dice nada. Increpa la presencia de Jordy que hizo labor sacrificada en las subidas del ataque guaraní. Reprocha el mal juego de hoy, pero ayer reclamaba resultados y el “hay que ganar como sea”. Cuestiona a Gareca en su idea de priorizar los momentos de cada jugador y exige a Joel Sanchez, que últimamente juega mal y es cambiado en su equipo y le pasa la factura física por los dos años de inactividad. A Gareca finalmente el resultado le dio la razón en parte, pues si algo le observamos son los 30 minutos que le sobraron a Pizarro, para oxigenar a Lobatón que mejoró desde la entrada de Ballón.

Que fue difícil, no hay duda, estas clasificatorias pasarán a la historia por ser las más duras y parejas del mundo, para el equipo peruano será doblemente complicado sacudirse de un comienzo incierto, afrontar lo que viene con lo poco que tiene y lo mucho que se exige. Lo más probable es que otra vez el sueño de ir al mundial se quede doblado debajo de la almohada, pero mientras existan posibilidades, hay que seguir bregando, no hay de otra. No solo hay que esperar que el equipo juegue bien como uno quisiera, también hay que esperar que consigamos en el trayecto un verdadero plantel que garantice no un partido, si no un proceso. Se ganaron tres puntos obligados, pero el hincha sigue reclamando y criticando, aunque sigue celebrando y bailando. Se viene Brasil, pero es otra historia muy distinta, como cada partido de estas clasificatorias, que se hacen eliminatorias, desde lo que exigimos, sin aceptar primero lo que somos y lo que tenemos, para buscar lo que podemos.