La expectativa por ver a
esta nueva selección se había ido generando desde el día en que Gareca hizo
caso al grito destemplado de la tribuna, a ese clamor de la hinchada, a esa
realidad mezquina que requería un verdadero cambio. Se habló siempre del
compromiso de unos cuantos experimentados y el ímpetu incomprendido de muchos
jóvenes que estuvieron pendientes de una oportunidad. Era la hora para dejar de
lado a los referentes y apostar por la sangre nueva, por los nuevos nombres que
nos hagan buscar una manera distinta de fortalecer esta esperanza, que se
enciende cada vez que empieza a rodar nuestro presente en forma de balón.
Aunque Gareca remache en
que no es un nuevo equipo, en la práctica si lo es, por los hombres nuevos y
los nombres relevantes que se quieren olvidar. Al menos en esta Copa América
Centenario, es una oportunidad para no repetir el esquema que requería de los
mismos consagrados de siempre, con gente más joven, el equipo se hace más
ligero, aunque haya una búsqueda por evitar que parezca apresurado. Con chicos
que ya no tienen las sombras que no los dejaban aparecer, se sueltan y se
convierten en alternativas de varios puestos, brindando un mayor universo de
jugadores -en lo que permite nuestra realidad- y dejando un grupo importante de
hombres de espíritu optimista y al que la única manera de fortalecerlos, será
con el rodaje de partidos de alta competencia. Aquí hay que resaltar que vamos
a necesitar mucha paciencia y demasiada consideración.
Ante Haití, el inicio
vertiginoso peruano, es parte de este presente, una presión alta con trabajo
sincronizado para rotar el balón y recuperación inmediata del mismo, abriendo
la cancha y verticalizando los ataques, logrando que pasen 20 minutos sin que el
rival pase la media cancha. Para rescatar las actuaciones de Tapia, sobrio y
con categoría, acompañado del “neka” Vilchez, en su mejor momento de madurez
futbolística, recuperando y entregando con propiedad el balón. La movilidad de
Cueva importante, aunque confundiendo la dinámica con el apresuramiento y
decidiendo mal en el instante final. Punto aparte la recuperación del “mudo”
Rodríguez, anticipando siempre y seguro para los cruces, supliendo las
falencias de Ramos, y lo de Paolo ya es para la historia, pareciera que cada
Copa América lo estimula de cara al gol, no se aparta de su importante aporte
para aparecer cuando más se le necesita. Jugó de 9 y se retrasó de 10, para
guiar a los más noveles a ser mejores acompañantes, buscando siempre la asociación.
Si se tuvo un buen inicio,
conforme se pasaron los minutos la bicolor cayó en un pozo y se dejó estar,
perdiendo posiciones. Haití sin ser un equipo de buen trato a la pelota, impuso
su poder físico para equilibrar el juego y animarse a ganar las divididas
buscando el arco de Gallese. Los delanteros haitianos no son duchos en técnica
pero se dieron maña para romper líneas, desde la imprecisión peruana que se dio
por momentos. Aunque se recuperó la posesión igual se observaron grietas de
forma grupal a la hora de establecer las pausas necesarias, para rotar el balón
con propiedad y generar juego. Es notorio que hace falta esa cadencia para
equilibrar el juego y golpear con la sorpresa. Pero esto es factor del cambio
que se reclama, tenemos los mismos problemas de siempre para mantener el ritmo
y la presión, aunque se muestre un pálido rezago para la recuperación, por el
ímpetu y las ganas que le ponen los más jóvenes.
El único gol vino de una
jugada que se insistió todo el partido, desborde por izquierda y centro
perfecto del “oreja” Flores, para que Paolo ensaye una perfecta “palomita” para
decorar un golazo esperado, buscado y gritado al máximo, pero que pudo opacar
el resultado final, si Belfort conectaba la jugada del último minuto y que erró
de manera increíble. Desde los ojos resultadistas, este triunfo puede que
oculte las falencias de tipo individual y colectivo, ante un rival técnicamente
inferior, pero que en muchos pasajes del partido se puso por encima solo con
entusiasmo y este Perú lograba el control pero de manera intermitente. El
sector izquierdo fue la clave, función correcta de Trauco, aunque para este
rival, el desborde por dentro pudo acomodarle mejor a Céspedes. El “oreja” en
su laborioso trabajo del ida y vuelta, por el otro Hobberg fue intermitente y
no acertó con los cambios de ritmo.
Por ahora sirve este
triunfo, pero no es para emocionarse demasiado, se vienen pruebas más difíciles
y se exigirá un rendimiento que supere este discreto accionar. Perú hizo un
partido correcto, es saludable el debut en estas lides de nuevos jugadores,
aunque no necesariamente sea el objetivo principal, que debe enfocarse en
encontrar esa cohesión que permiten consolidar las actuaciones individuales con
el rendimiento colectivo, más allá de quien le toque estar en la cancha. En
este partido no se pudo sostener esa presión constante que intenta plasmar
Careca, en varios pasajes el equipo se mostró desorientado, cuando debía ser
rápido en la movilidad se hizo impreciso, desde la pérdida de la ubicación y la
inapropiada lectura del juego, algo que desde ya es materia pendiente, defectos
por corregir y mucho trabajo por realizar.
La ilusión por un cambio,
nos tiene de un hilo, apostamos por los nuevos nombres y prendemos nuevamente
las velas de la ilusión a la bicolor, pero seamos conscientes que hasta para
olvidar lo que más se quiere, se necesita de un proceso y de un tiempo
adicional. Por ahora tenemos más hombres ansiosos de un lugar y eso es bueno,
primero para encontrar un equipo y consolidar más adelante un plantel, pero
está claro que los resultados, si no son buenos, serán perversos verdugos de
que este deseo se haga realidad. Un poco de mesura y confianza se hacen
necesarias entonces, para aceptar con seguridad esta nueva sangre, que debe
recibir este cuerpo aún convaleciente y ver como lo asimila, que no exista
rechazo cuando discurra por las venas ansiosas. Una transfusión necesaria que
requiere un diagnóstico optimista, para seguir creyendo que aún nos queda vida.
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