Una cuestión de carácter

Dicen los psicólogos, que los sueños se hacen pesadillas en la medida que nuestro subconsciente en lugar de preparar acciones simples de estímulo-respuesta agradables, se deja envolver por reacciones fisiológicas que producen angustia, miedos que agitan el corazón, late más rápido y hay un sentimiento atemorizante que sin ser realidad, asusta y paraliza el cuerpo. Y es que la mente subconsciente almacena los datos y es la memoria que administra los comportamientos automáticos ya aprendidos, en cambio la mente consciente, es la racional, lógica y analítica que permite definir la realidad y la toma de decisiones.

No nos debe sorprender que en el futbol nuestro, la realidad esté ligada a sueños que se hicieron pesadillas, a inicios glamorosos y finales eclipsados, a esos arranques de ensueño y augurios de triunfo, que después fueron terribles pesadillas que nos dejaron malos recuerdos. Pero para el hincha peruano, que tantas veces la ilusión se le hizo más fuerte que la realidad, hasta hoy sigue aferrado a esa enconosa actitud de celebrar los empates y magnificar los triunfos efímeros, que solo alegran el alma un ratito, pero no tiene la convicción de aceptar que los grandes logros nacen de un sueño sí, pero que requieren de un gran proyecto y un proceso que en el camino tiene altibajos y que debe asumirlos con raciocinio.
Otra vez Perú, con el comienzo vertiginoso y la cohesión en todas las líneas. Parejo funcionamiento y contundencia, para encimar al rival con presión alta, respirándole en la cara a los defensas y ofendiendo los traseros de sus medio volantes de contención, siendo efectivos para neutralizar en campo ajeno. Al primer minuto Paolo ya le tocaba la espalda a una defensa ecuatoriana que se veía apabullada, sorprendida. Otra vez la dinámica y el funcionamiento parejo de todo el equipo, sin fisuras en los cierres, abanicándose para retroceder y avanzar de manera oportuna. Aplicado Rodriguez en la anticipación, buen traslado del balón y alta precisión para siempre recuperar y generar juego. Un comienzo soñado, un 10 perfecto de este equipo peruano que respetaba el mismo once del debut.
El gol tenía que llegar pronto y lo hizo de manera fabulosa. Cueva encara de espaldas en el área un pase de Paolo y hace una “mariposa” genial, un firulete espectacular que deja desairados a Mena y Achilier, para definir en la salida de Domínguez. GOLAZO!!!... Premio al buen juego, a la actitud y el talento. Ahí nomás Paolo gana una dividida y deja de espaldas al arco al “oreja” Flores que hace una maniobra impensable, sorprendentemente gira en su propio eje y le pega un zurdazo venenoso, al lugar inimaginable del arquero que pone un 2-0 increíble hasta ese momento, pero muy cierto como justo por todo lo que venía haciendo el equipo de Gareca, con buenas actuaciones de todos en especial de Rodriguez y Tapia en defensa, con  Paolo y Cueva, junto a Flores y su laboriosidad para impedir la subida de Valencia.
Ecuador es un equipo muy ducho, tiene hombres curtidos en estas lides y que cada fin de semana juegan en ligas de nivel superlativo mundial, muy diferente a los nuestros que pululan en equipos discretos. Por ello el verse atormentados en juego y marcador, se hizo un golpe directo al orgullo. Demasiado temprano para sucumbir, más aún sin haber llegado nunca al arco de Gallese. Una primera media hora de ensueño, de algarabía total en el hincha peruano que olvidándose por un momento que los partidos duran 90 minutos y que al frente se tenía al primero de las eliminatorias al mundial, empezó a dar augurios de goleada y festejo tempranero.
Si Ecuador mantenía el control del balón, rotándolo a cada lado y tratando de desbordar por bandas, Perú sostenía el juego, con buena ubicación, recuperando y originando siempre como prioridad una salida limpia. Pero conforme Ecuador fue afirmándose en el terreno y sus jugadores empezaron a primar su mejor oficio, fueron decayendo en su labor Flores y Trauco por un lado y Revoredo y Vilchez por la otra banda. Crecía Valencia que era un tractor de constante subida, se hacía más visible Bolaños y Noboa encaraba con más propiedad. Ecuador pinchó el globo peruano a punta de empeño, con más carácter que táctica y en las finales aprovecha una confusión de retaguardia. A Valencia habilita a E Valencia y hace el descuento cuando era el momento de sacar el aplomo e irse al vestuario con la ventaja. En Perú nuevamente destacaron Rodriguez y Tapia, Paolo y Cueva.
El segundo tramo Ecuador fue el de siempre. Equipo duro y potente físicamente. Fueron mermando las capacidades individuales peruanas y ganando las divididas, para emparejar el marcador y el juego, ante un Perú que defendía con lo que podía y atacaba con lo que le quedaba. Ruidiaz y Yotun fueron el respiro que necesitaba Paolo que parecía mermado físicamente y así como Ecuador lo pudo liquidar en el tramo final, fue el último minuto un cántico a la desesperación, ese sablazo de la “pulga” que se fue besando el poste y llevándose consigo algún afán de clasificar de forma directa. Es nuestro tema de siempre, no saber mantener un resultado, pero si algo bueno se rescata es la actitud y el amor propio de este equipo joven que recién se va curtiendo en la contienda internacional, bregando hasta el final, aunque siempre lamentamos si con eso nos alcance.
Un empate que no es para celebrar, si en cambio para analizar. Las posibilidades de avanzar se complican. Nuevamente un inicio perfecto y un sometimiento a la voluntad adversaria que contrasta con los buenos momentos que se ofrece. Si carecimos de personalidad en los tramos importantes, es comprensible y producto de esa juventud e inexperiencia que debemos asumir como realidad. Por ahora la entrega del equipo deja tranquilos los ánimos y hasta puede confortar la ilusión y la fe del hincha, pero no se puede negar que a veces y solo a veces, un partido se remonta o se saca adelante no solo con la capacidad técnica demostrada en el juego, sino por imponer la jerarquía, algo que no se compra ni se vende y que solo se adquiere compitiendo a nivel superlativo. Algo que suele ser también, una cuestión de carácter.

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