Brasil de Costa a Costa

Fueron tres que pudieron ser cuatro o cinco. Si se mira fijamente el marcador con ese apasionamiento desmedido que suele carcomer nuestro ánimo y nos hace pasar de la noche al día en un abrir y cerrar de ojos, diremos que Brasil nos pasó por encima, nos vapuleó, nos pisó la cabeza y podríamos asegurar que nos quitó el pañuelo de la marinera y nos hizo bailar samba. Pero si vemos el resultado con ojos de objetividad y se hace un análisis frio y despercudido de efervescencia, podremos determinar que este Brasil de Dunga fue superior, pero marcó la diferencia desde la capacidad individual para romper esquemas en momentos vitales y definir un partido con goles que vinieron mas por la inspiración propia que por un juego asociado que aplastara las intenciones de la bicolor.

Fueron tres en contra, pero pudo ser distinta la diferencia y por ahí hasta sorprendente, si Perú que hizo unos 15 minutos engañosos, adelantaba el marcador habiendo tenido la oportunidad, creada a partir de un planteamiento atrevido en el papel y la premisa que Brasil te deja jugar hasta que calientan sus motores. Y es que en estas clasificatorias, donde las selecciones solo tienen una semana para prepararse y la diferencia de días entre cada partido, son escasamente cortos, el primer gol es primordial, más aún de visitante y muchísimo más cuando tienes a Brasil enfrente. Para ello el factor físico es primordial, se ha visto en las demás selecciones, la mayoría juega en Europa y tienen una preparación de alto nivel, mientras que los nuestros ni siquiera tienen continuidad en sus equipos y su nivel competitivo es deficiente, resulta entonces difícil encontrar una capacidad de respuesta en los momentos que la cabeza ordena y las piernas no responden.

Perder contra Brasil no estaba tachado en la agenda, las otras opciones tenían resaltado luminoso, mas por un factor anímico que por una convicción propia. Gareca otra vez sorprende con Hurtado por banda, manteniendo a Yotun y Penny al arco –aún sigue siendo cuestionable su presencia- buscando mantener la confianza atrás y alejarla de dudas. El planteamiento de un 4-3-2-1 ante Brasil resulta atrevido en teoría, pero tiene que ver también en lo que se busca desde lo que se tiene. Gareca sigue en la firme intención de conservar el estilo de juego, más allá de un pragmatismo que se traduzca en resultados por un trabajo eficaz de grupo, que debe adecuarse a cada partido de forma distinta y según el rival de turno. Le cuesta demasiado desprenderse de Lobatón y Hurtado para arriesgar por otros nombres que brinden más versatilidad para la recuperación y la elaboración. Entero el “loba” gravita pero mermado físicamente solo adiciona el volumen de hombres y se pierde la sorpresa para pasar de defensa al ataque.

Dunga estudió a Perú y tiró a Neymar de falso 9 para recogerse y sacar los centrales abriendo espacios para William y Costa en el desequilibrio por banda, con transiciones más compactas, una posesión menos improductiva y más contundente, presión al medio con Renato Augusto-Elias y Luis Gustavo. Si algo iba a prevalecer en este Brasil era la paciencia, para que el gol sea consecuencia más que casualidad. Perú hace unos 15 minutos perfectos, cerrando con Cueva y Hurtado a los costados, Tapia encima de Neymar y Farfán como referente ante la pasividad de Paolo, logra que Brasil juegue lejos del arco y hay un posicionamiento adecuado. A los 3’ Paolo -que sigue pasando un mal momento- pierde la mejor ocasión frente al arco, luego Farfán y Hurtado no encajan en la red opciones que podían lograr encarar de otra manera el partido. Hasta que vino la individualidad de William, desnudando la pasividad de Yotun, mete una puñalada que Costa añade, ante un Advincula desorientado. Es el punto de quiebre para un Perú que se ve maniatado, inoperante y un Brasil que empieza a manejar el partido, desde la ansiedad peruana y su capacidad individual para mover el balón de un lado a otro con una técnica exquisita.

Desde ese momento Brasil impuso una superioridad incuestionable, hizo ver a un Perú insípido, que jugaba a lo que venga y se entretenía pasándose el balón, haciendo que el rival corra por él, que agote sus fuerzas, que su sangre llegue al cerebro y obnubile sus ideas. Sus intentos intermitentes por llegar al arco de Jefferson se estrellan en la categoría y calidad superlativa de un Brasil que anticipaba y dejaba que sus individualidades marquen una divergencia abismal. Douglas Costa, el jugador reclamado, marca la diferencia en dos jugadas geniales, encarando por derecha se saca de encima 5 hombres y habilita a Renato que define a placer y luego hace un regate perfecto para enfilar un remate a puerta que desvía Penny y la añade el lateral Felipe Luis. Diferencia categórica y afianzamiento de un jugador vital para este nuevo Brasil que parece renovarse.

Acéptalo Perú, Brasil fue más. Quisiste tutear al gigante, faltarle el respeto y cuando te encaró te agazapaste, te sentiste minimizado, te viste superado ante un grupo de individualidades de categoría mundial, que hizo prevalecer su capacidad haciéndote sentir que eres inferior por técnica y cultura táctica. Quisiste ser atrevido pero solo fuiste un bravucón. Te faltó rebeldía donde te sobró conformismo, te faltó esa conchudez y palomillada, donde te sobró la parsimonia. Acéptalo Gareca, el estilo radica en una forma de juego, pero los escenarios son distintos, los rivales también. Los nombres no son sagrados y aun te queda tiempo para la reflexión y una oportunidad para tomar una buena decisión.

Finalmente el marcador holgado, marca una superioridad innegable de Brasil y una intención atropellada de un Perú que sucumbió de mala manera y nos deja a los hinchas una realidad que pudo ser distinta, aunque igual le hace daño al corazón y que fue causado en parte, porque las que tuvimos no la embocamos cuando debimos y después nos chocamos contra lo que no pudimos.

 


 
 
 

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