Tico Tico Charrua

Si Uruguay vino a Brasil con la hoja recortada del libro de historia, con fecha del año 50 y con la consigna de volver a repetir el maracanazo, nunca le pasó por la cabeza que recibiría un cachetazo tan soberbio de quien menos pensaba y hoy sería su verdugo que lo puso en la cuesta del abismo, convirtiéndose a costa suya, como el líder impensado en este grupo denominado de la muerte. Costa Rica era la cenicienta, el rival a vencer, el peldaño inmóvil para poder subir la escalera, pero la historia le tenía escrita una hoja en blanco a la leyenda celeste. Un contundente 3-1 ha escrito con letras de fuego que el sueño del mundial, hoy tiene para Uruguay visos de pesadilla.
 
El “Maestro” Tabarez dejo a Suárez en el banco, Cavani asumió su papel y fue el que cambió por gol el penal que Júnior Díaz le hizo a Lugano en la etapa inicial. Hasta ahí todo bien. Incluso tuvo alguna situación para aumentar la ventaja. Lo empezó asegurando Uruguay, con presencia en el marcador. Pero no era contundente. No era avasallador ni tampoco tenía profundidad. Hay muchos nombres conocidos, que repiten un mundial y al margen de la experiencia, no ofrece muchas variantes en el juego. Mucho menos ante un equipo, de movimientos rápidos, como este Costa Rica. Mucha sangre joven que corre bien y taponea los espacios cortando el juego en los lugares justos.

Pero el segundo cambio todo, asomaron las dudas, empezaron a aparecer temores y después de un par de errores consecutivos, todo se dio vuelta. Apareció ese moreno de nombre Joel Campbell, que hace tres años era un esmirriado jovencito y hoy su periplo europeo lo ha devuelto repotenciado, mas entero físicamente. No se encontró en las figuritas mundialistas del álbum de Panini y hoy resulto un figurón. Qué manera de trascender, en el juego en los goles, en el triunfo. Primero para generar el empate transitorio con un zurdazo impecable, que infló la red uruguaya y también el orgullo costarricense. Después para desplegar juego veloz, incisivo y técnico que desequilibraba los arrestos charrúas que empezaron a perder posiciones. Hasta que lo sorpresivo se hizo increíble pero era demasiado real.

Tiro libre para Costa Rica y Godin pierde a Duarte que le pone la testa justa, marca la diferencia y mete terror al banco charrúa. Uruguay había comenzado metiendo temor con su juego aéreo y estaba temeroso perdiendo por el mismo método, ante un Costa Rica que lo avasallaba sin sonrojarse.
 
Cuando agonizaba el tormento charrúa y alimentaba alguna esperanza, vino el pase fantástico de Campbell a Ureña para que liquidara el partido en la primera pelota que tocó. Allí quedo escrito el marcador un 3-1 lapidario, justiciero y dictatorial. Tremendo batacazo mundialista, hasta los más asiduos apostadores, se cayeron en sus pronósticos. Pero así es el futbol, mucho más ahora que los nombres y los libros de historia van dejando de ser amuletos de consulta y mucho menos de buena suerte.
 
Si se toma de referencia que Italia e Inglaterra son las otras selecciones que conforman el Grupo D, este partido contra Costa Rica era crucial para Uruguay. Sus pretensiones de clasificar eran dependientes de un resultado positivo en el debut. Pero lo que parecía que iba a ser un primer encuentro de trámite natural, terminó convirtiéndose en una pesadilla histórica. Si existe un equipo capaz de resurgir desde la adversidad y volver cual ave fénix de entre sus cenizas, ese es Uruguay, aunque por ahora, el panorama pinta una acuarela nada celeste, sino por el contrario con mucho color gris y olor a decepción. Habrá que hacerse mas fuerte. 
 
 


 

Tres cafecitos colombianos

Colombia se fue sonriente del estadio Mineirao. Goleo 3-0 en el debut a una Grecia incisiva pero carente de contundencia arriba. Manteniendo ese estilo asumido para manejar el balón aun y cuando no logra asumir la posesión. Pero la sonrisa hubiera sido completa si Radamel Falcao que hizo de hincha ilustre en la tribuna, hubiera estado en la cancha. Porque su ausencia magnifica más la victoria, porque su falta en el ataque hizo más trabajada la llegada al gol, porque se sintió que algo le faltaba al equipo cafetero, para tener la referencia, la garantía de asegurar un resultado desde su capacidad para a definición. Se tuvo que ordenar desde la ausencia del referente para jugar, presionar y atacar en bloque.
 
Y fue James Rodriguez el que asumió el papel de conductor, una disposición de Pekerman para que asuma protagonismo desde la recuperación sacrificada del balón y la administración prolija. Una Grecia voluntariosa que metía y copaba los espacios, no llegaba al arco pero tampoco dejaba que llegue libre el ataque colombiano. Por eso el gol le llegó oportuno, como cafecito de desayuno, temprano por la mañana. Buen desborde de Cuadrado por derecha que define mordida Armero y la tranquilidad llega justa para manejar el partido. Primer cafecito.

Grecia fue un rival mordedor pero sin imaginación con el balón en los pies. Colombia cedió esa alternativa adrede y terminaba siempre recuperando lo que no podía generar el rival, por falta de esa capacidad creativa, de improvisación y de inventiva. El segundo vino de una jugada en saque de un corner que paso silbnado el área y la coge Teo Gutierrez, de 9, en el área –a falta de Falcao- y definiendo la holgura de un marcador que daba la sensación que todo estaba consumado. Segundo cafecito.

Ya en los descuentos James Redriguez redondea una actuación sobresaliente y marca un gol muy a la colombiana. Toqueteo y tacos en la cara del rival y una definición genial del 10, que la puso lejos del arquero y definió este triunfo cafetero que puso contentos a todos los colombianos que pintaron el Mineirao de amarillo, un color esperanza como este empezar con el pie derecho y una victoria que tranquiliza las emociones. Cuando se cae la tarde, en el análisis y la charla post celebración, cae muy bien un cafecito colombiano, para pensar en lo que viene y calmar esas desproporcionadas ideas que acompañan un triunfo holgado, para replantear lo que sigue y mantener soñar en cosas más grandes. Tercer cafecito.



Naranja asesina

PARTIDAZO, así, con letras mayúsculas, resaltado y en negritas, que otra calificación se le puede dar. El vigente campeón y el eterno segundón se volvieron a encontrar. Repetición de la última final que el caprichoso sorteo los puso en partido inaugural. Y vaya que nos regalaron un partido digno de una final. Una sorprendente Holanda de vértigo intenso con vaivenes y despliegue físico notable, de verticalidad letal y una culminación con un marcador inmortal. Un baile total, injurioso para una España que quiso reverdecer su estilo, pero dejo en claro que sus nombres son los mismos y que no le pidan que sea la misma máquina del mundial pasado.
 
De arranque España salió de blanco y Holanda de azul eléctrico. De arranque se mostró una diferencia que se hizo realidad en el juego. El Tiki-Taka de Iniesta, Xavi y Xabi Alonso, desequilibraban y generaban posesión pero también juego inmaculado. Holanda apostando a la contra no encontraba la manija y España solo la tocaba, la triangulaba, la cuidaba, con mucha paciencia en la elaboración.
 
La diferencia en la red vino de un penal fabricado por Diego Costa (aún no se entiende como pudo ser titular después de un desgarro). Xabi Alonso definió bien y la ventaja justificaba el trabajo y dominio español. Dos mano a mano de Silva, que no supo definir bien, serían determinantes en el partido. Holanda no tiene muchos nombres, pero le sobra juventud. Sus jóvenes son los que corren y recorren para que el tridente de Van Persie, Sneijder y Robben, tengan los espacios para ser contundentes arriba. El partido se empareja y toma otro color, en esa pegada perfecta de Blind que cruza los aires y busca a Van Persie, el holandés captura la instantánea en un vuelo plástico y angelical, conecta un testarazo colocado que dejo en el camino a Casillas. Pedazo de gol, una obra de arte, un envión anímico notable, para correr más, para quitar más, para morder más. Para jugar más.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El segundo tiempo fue totalmente distinto, Holanda maniató a España, lo sometió a su ritmo y al apuro inicial le imprimió velocidad y contundencia. Recogido atrás aposto a la rapidez de Robben y Van Persie, buscando meterse entre Ramos y Piqué que cada vez corren menos. Y se vino el vendaval. Otro pase magistral de Blind para Robben que en la bajada de balón sensacional dejo en ficha a todos, acomodó su misil y la puso adentro. Golazo. El tercero fue una cargada contra Casillas que añade De Vrij y el cuarto un blooper de Iker, que ya hacían un marcador de escándalo. Pero para cerrar con broche de oro vino la jugada épica de Robben. Arrancó desde el medio como un tren bala y Ramos siguiéndolo como una locomotora, desparramó a Casillas y Piqué y definió como crack. La diferencia de Robben con el mundial pasado es que esta vez, no fallo ante Casillas. Aplausos de pie señores, apaguen las luces y cerremos el estadio. España estaba ante la humillación más grande de su historia.
 
 
 
Holanda avasalló a España, lo goleó estrepitosamente, desde su verticalidad letal, su juego es de estos tiempos modernos, no es la naranja mecánica de antaño, digamos que hoy le brotó el instinto asesino. Pero no es tiempo para romper el libro de leyendas, tampoco dejarse llevar por un marcador atípico. Los partidos son historias distintas y el fútbol es de momentos. Holanda ha puesto su nombre subrayado como posible candidato, habrá que ver cuantos partidos pueda mantener con el mismo vértigo. Lo único cierto que hoy fue el día en que el cielo se pintó de color naranja y la furia se dejó desbarrancar hacia el abismo. Difícil tortura para este equipo español que no solo le bastará recomponer el ánimo después de esta trágica realidad que quizás va a superar mañana, pero que no podrá ocultar que le dolerá para siempre.
 
 

Etiqueta roja

A Chile le toco bailar con la más bonita del baile. Pero le salió respondona, se confió demasiado en su carita de cielo y su mascota de canguro, pasando un susto que pudo sopesar con un resultado con sabor a goleada pero que más tuvo tinte de equiparidad. Fueron tres puntos valiosísimos que pone a la Roja de cara a conseguir dos empates para entrar en octavos.
Este Grupo B contiene a España y Holanda, los finalistas del último Mundial. Un objetivo durísimo para Chile que necesitaba arrancar bien y lo hizo, con visos de goleada cómoda. Se encontró dos goles arriba con mucha facilidad, Sánchez y Valdivia con un golazo, pero Australia reaccionó y llegó a ponerlo en serios aprietos.

 

El equipo de Sampaoli tiene el estilo de arriesgar siempre. Puede golear de inicio como lo pueden vapulear por aventurero. Pero ha hecho prevalecer su buen estado físico para copar la cancha y tener siempre hombres en cada sector. Pero ante Australia el resultado y la diferencia rápida se nubló y Australia encontró por dónde empezar a complicarlo con poco. Así, Cahill descontó sobre el final del PT, sacándole dos cabezas en el salto a un Gary Medel que jugó como zaguero.
 
En el complemento, Australia fue confianzudo y dispuesto a seguir faltándole el respeto. Le robó la pelota y dentro de sus limitaciones se las arreglaron para complicar de cara al gol. Hasta el final el partido se hizo denso, peleado, imprevisible. Cualquiera que la metiera iba a hacer justicia y, cuando no había más tiempo, Beausejour sentenció el 3-1, sufrido pero no inmerecido.

 

No culpes a la lluvia

No culpes a la lluvia, tampoco al árbitro, se gritaba para sus adentros Giovanni Dos Santos, cuando el línea colombiano de Apellido Clavijo, fijó con una clavija su óptica mediocre en el muro de la torpeza, anulando no uno, sino dos goles legítimos de México que hubiera puesto un marcador justiciero, por todo lo que pasó en el campo. Claro dominio mexicano y tibias respuestas de un Camerún, muy lejos de aquel equipo sorprendente y duro de roer. Demasiado predecible y con desajustes atrás que desnudan su posible eliminación. Salvo un lapso de 5 minutos finales que metió miedo, después fue el equipo verde el que manejo a su antojo el partido.
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El Tri debió irse con más ventaja, pero consiguió lo justo en base a su paciencia, para elaborar juego, para llegar arriba con trepadas de laterales y el empuje del Rafa Márquez, que sus 35 años, se ha puesto más vigente. Todo parte desde la posición de Herrera para generar el orden y el acompañamiento de Aguilar, sigue en el mismo estilo de asegurar el balón, traslado con criterio y sopesar el genio de Gio Dos Santos y el esfuerzo de Guardado, buscando el oportunismo de Oribe Peralta.

Una lluvia torrencial azuzaba temores de que impediría el juego. Pero no se notó demasiado en el campo, demostrando su drenaje de alto nivel, que ayudó a los jugadores, pues el aguacero fue inclemente. El empate injusto a cero se estaba haciendo posible, hasta la jugada conjunta que dejó a Dos Santos cara a cara con el portero, su remate mordido lo tomó Oribe Peralta, definiendo un partido en el tramo final, cuando debió haberlo hecho mucho antes, de no ser por los errores arbitrales, que empezaban a dejar dudas y a mascullar entre dientes, el partido de Brasil y su discutido arbitraje.

Mexico se llevó los tres puntos de manera justa, dejo en el verde la sensación que puede crecer, aunque no estuvo fino en la definición. Digamos que esta vez al taco le faltó picante, aunque la enchilada dejo satisfechos con el resultado, pero no vale confiarse demasiado, el rival aparte de los esporádicos repuntes de Eto’o, fue una sencilla torta de jamón, que más que calmar el hambre, fue un engaño para el estómago.

 Giovanni Dos Santos, ha visto recomponer sus raíces, pero se hubiera ido más satisfecho de gozar con la tribuna, si esos dos “horrores” arbitrales no hubieran dejado en el ambiente un raro olor a desconfianza. Esperemos que por el bien del futbol y de este mundial, solo sean errores humanamente posibles.


Brasil sin samba

La pelota se echó a rodar en el mundial y desde la fiesta de inauguración que pintaba para la intrascendencia y fue salvada por la música, hasta el primer partido donde Brasil dio cuenta de una dura y aplicada Croacia que hacia un partido digno, hasta que un japonés le metió la mano, hubo demasiada expectativa y dejó poco para la satisfacción. Una coyuntura demasiado calenturienta, con el tema social haciéndole sombra a lo deportivo, una infraestructura no culminada y un peligroso temor a que la indignación de la gente rebase la ilusión del hincha, acompañaron a este primer sorbo mundialista, con más tensión que emoción, con más presencia extranjera que participación local. Un tema que llama la atención tratándose de Brasil, un país que tiene el futbol en su ADN y su historia es la imagen y semejanza de que lo disfruta siempre con alegría.
 
Brasil es el favorito por antecedentes y por ser el anfitrión. Una mochila muy pesada, teniendo en cuenta que el futbol ya no es el mismo. Brasil ya no es el de ayer, ha mutado como todos los que hoy, se preparan para ganar los partidos echando mano a la disciplina táctica y el despliegue físico como prioridad. El juego colectivo prevalece por sobre las individualidades y los nombres se van haciendo escasos, o deben ser notoriamente trascendentes. Croacia ha dejado claro que será un rival atrevido, mordaz y peligroso para cualquiera. Hoy jugó sin complejos, estrictamente ordenado y desnudando los defectos que Brasil hace gala y que oculta con la actuación de Neymar o de Oscar, como hoy, salvables individualidades. Lo pudo ganar Croacia y jugó como para irse meritoriamente con el empate, pero un penal dudoso y un arbitraje parcializado, lo frustró en el intento. El marcador holgado de 3-1 resulta engañoso y no corresponde a la realidad, pero los méritos en el futbol no otorgan puntos. Así de simple.
 
Tácticamente Croacia supero a Brasil. Primero desnudando las falencias que permiten sus laterales, planteando demoler las espaldas de Alves, con Olic como factor pesadilla y luego el agrupamiento para cortar los espacios en la subida. Los arranques de Perisic y Kovacic y la distribución de Modric –jugadorazo- por el centro dejaban flotando a Luiz Gustavo y la contención brasileña no era prolija. Scolari no encontraba formas vía el colectivo de resolver las posiciones. El autogol fue el golpe para despertar, pero no encontraba la forma. La marca dura y lo aplicado del sistema hacían ver intentos frustrados y rememorar a ese Brasil de antaño que apelaba a la individualidad para resolver en unos lujos, todos sus problemas. Pero el futbol ha cambiado demasiado, qué duda cabe. Hoy Brasil pretendió jugar al ritmo de samba, pero por momentos parecía que bailaba un tango combinado con vals.
 
Neymar es el abanderado a ser el protagonista y en sus cortos 22 abriles, es el que resulta el determinante. Siempre buscándose los espacios, generando juego y de paso haciendo los goles que necesita su selección. Puso el empate en jugada individual, remate mordido, que pega en el parante y explota el Arena do Corinthians. Antes debió irse expulsado por una grosera e irreverente estupidez, al meterle un codazo a mansalva a Modric. El árbitro japonés empezó a gravitar desde ese instante. Había que tener cojones para expulsar a la estrella del mundial, en el primer partido del mundial, en su casa y ante su público. Habrá pesado su temor que si se pegaba al reglamento, en ese mismo instante, él también pegaba la vuelta a casa. La amarilla fue benevolente, pero no así los cobros que empezaron a inclinar la cancha. Cuando mejor estaba Croacia y dignamente reclamaba un justo resultado, cobra un penal inexistente a Fred que transforma con dificultad Neymar, generando indignación en tienda croata. Oscar se disfraza de Romario y pone el 3-1 final con un puntazo sensacional. Un marcador fuera de contexto para otra realidad que se vio en el verde. Allí a Croacia le terminaron apagando la última vela de la esperanza.
 
Hay tiempo de recomponer, ha sido un típico partido inaugural, duro y trabado, jugado al límite, que deja a Scolari material para buscar cambiar esa imagen final de Brasil defendiéndose como podía, con uñas y dientes, carente de recursos, con Julio César tirado al piso, David Luiz reventándola a cualquier parte o Marcelo y Alves desorientados, incluso antes del 3-1. Hay tiempo para tomarle el pulso a la paciencia. El debut siempre genera tensión, pero lo que si queda claro es que si Scolari no encuentra solución en las espaldas de Dani Alves o las perturbaciones defensivas son más grandes que las bondades ofensivas, puede tener problemas más adelante. Esto recién comienza, hay que esperar que el león despierte, hoy le jalaron la cola y pudo reaccionar, con ayuda de un japonés es verdad, aunque no le hace falta a Brasil esta mano, pero la fiesta del futbol debe seguir, superar este bochorno no será fácil, pues hoy nada es igual que ayer en el futbol. Para Brasil, ante tanto cuestionamiento, es tiempo que empiece a buscar su propia revancha.

 

Champion Chip

El conmovedor y estupendo triunfo del “Atleti” ante el Chelsea tuvo su valor, por tener al frente a Mourinho, el mayor exponente del futbol defensivo e inexpugnable. Aquel día el colchonero hizo gala de una rebelión provocadora y expuso agresividad, táctica, inteligencia para doblegar al rival, pero sobre todo, jugo bien al futbol. Se hizo una versión mejorada de sí mismo. El título de la liga, fue la consecuencia de su buen momento. Un equipo que no necesitó poner un camión en su arco, presionando arriba, corriendo lo que necesitaba y jugando lo que podía. Demasiado compromiso y mucho vigor para pelear y ser un justo campeón. Hubo desprendido derroche de energías, demasiada celebración, pero un natural desgaste que más temprano que tarde te extiende la cuenta. 
 
El Real Madrid en la previa fue el enunciado del futbol moderno en su máxima expresión, agazapado con inteligencia, jugando a la velocidad del ultra sonido y con la precisión escrupulosa de un bisturí. El cuarteto de porta aviones con Bale, Di María, Cristiano y Benzema, no corrió, voló y muy alto. Ancelotti la tuvo siempre clara, si todos trabajan para el equipo y luego aparece la calidad individual, se da el partido perfecto. La paliza a la aplanadora del Bayern Munich lo confirmó y de qué manera. 
 
Con estos antecedentes, la final de Champions era el partido más esperado y el mundo en forma de balón se hizo uno solo. Una final madrileña, en un lugar lejano de casa y que paralizó los corazones de millones de hinchas. Se habló mucho que en Lisboa, CR7 sería el mimado y que el duelo entre “colchoneros” y “merengues” se definiría en las propias áreas. Pero el futbol de hoy, no solo da respuestas devenidas de la estadística o los fríos números resultadistas. Jugar para cuidar el cero no garantiza nada, un error individual y chau sistema, el replanteo no da espacio para márgenes de error continuo y aquí tiene que ver mucho un factor que se ha hecho ineludible en el futbol de hoy, que es el estado físico. Hoy, más que futbolistas, se requieren verdaderos atletas. 
 
Y fue una final con emociones, con nervios, garra, fútbol y drama, como deben ser todas las finales. Se esperaba que el RM sea el que proponga y el AM el que espere y responda. Pero fue el “Atleti” el que se expuso, Diego Costa se fue rápido, confirmando que su presencia obedecía a una urgencia que se zurró en el parte médico. Un primer tiempo donde el Colchonero se empotraba y presionaba en mitad de cancha complicando la posesión del Merengue. Había que frenar el vendaval blanco y los fines justificaban los medios. Andanada de faltas incesantes que pinto de amarillo a los albirrojos. Hasta que Casillas fue el mejor delantero del AM, salida infantil y nuevamente Godin puso la testa para generar el delirio en la tribuna y consolidar un efecto multiplicador en la cancha. Presión asfixiante, desesperación del rival y defender lejos de su arco, usar el reloj como el viento, para azuzar las velas de este barco que navegaba en mares de intranquilidad, buscando arribar pronto. 
 
El trajín albirrojo y su conmovedora solidaridad lograba que el RM se vea un equipo abrumado, desesperado y predecible. De salir con la mentalidad de ganar de contraataque, se quedó sin espacios y el argumento del bombazo fácil a Di María, porque CR7 estaba en un cerco eléctrico y Bale no acertaba de cara al gol, fue una oda a la improvisación. Ancelotti tuvo que cambiar el chip. El plan ofensivo inicial, se cambió por una exasperada manera de insistir con los centros. Una y otra vez, caían los balones sin punto fijo. Uno insistiendo y el otro aguantando. El tiempo, enemigo cruel para el que va perdiendo, le estaba dando los santos oleos al Real y haciendo realidad, el milagro del “cholo” Simeone. Pero los partidos y sobre todo las finales, se juegan y se viven desde el primer minuto hasta el último. No al 90” ni al 92”, solo hasta el último. Se llegó a ese epílogo milagroso, donde los mil centros del RM se hicieron plegarias y uno se convirtió en bendición. Sergio Ramos –otra vez- para poner su cabeza triunfadora y traer a la vida a este Real Madrid que volvió a respirar, después de haber estado en estado de coma. 
 
El primer suplementario sin novedad al frente. El Real bombardeando y el “Atleti” soportando con valentía, aparecieron los calambres, los cambios obligados que al final se pueden ver equivocadamente como errores del “cholo”, pero las epopeyas de clasificación y el título de liga, empezaron a pasar la factura. El AM había aguantado más de la cuenta, incluso a costa de verse mermado físicamente, hasta el punto de sentirse anémico de vigor, de fuerzas. Es en este trance, donde las piernas no obedecen al cerebro. El cuerpo se hace un guiñapo y solo queda sacar fuerzas de donde no existen y el amor propio, solo permite que se juegue esperando que el tiempo sea generoso.  
 
En el segundo suplementario cambio todo y aquí se consolida un concepto que algunos les cuesta aceptar en el futbol de hoy. Cuando los sistemas del rival son exageradamente defensivos y se hace imposible romper los cercos, o el rival por urgencias o necedad se mete en su arco, la única manera positiva es apelar a la individualidad. Aquí se tiene que poner en la mesa los costos de las plantillas y su verdadero valor en la cancha. Y aquí apareció el ángel salvador. Di María, en una corrida memorable, amontonó rivales, hizo un rush impresionante, se internó al área y definió bien, mejor fue la respuesta de Courtois, pero la dejo libre y Bale en su único acierto, puso en la red el gol de los 100 millones de dólares y allí se acabó todo. La reacción natural del AM solo dejo los espacios necesarios para que los portaviones merengues, concluyan el bombardeo, con detonaciones dirigidas a extinguir las ultimas fuerzas del enemigo. Los goles de Marcelo y el penal de CR7 solo fueron el epílogo, para una final de Champions llena de emociones. 
 
La diferencia en el marcador no es tan “Real” no hay mucho para argumentar un triunfo tan sorpresivo. El sistema inicial del RM tuvo un punto de quiebre desde sus carencias del juego y la imperiosa necesidad de justificar los 700 millones invertidos. Aquella premisa de que los equipos grandes y poderosos son favoritos colisiona con la realidad de encontrarse con equipos de menos presupuesto, pero altamente combativos y vigorosos como este “Atleti” que solo pudo ser vencido cuando las fuerzas físicas se hicieron intenciones y desfalleció en las instancias finales, que es donde realmente se definen los campeonatos. Pero hay un aplauso de pie para el “cholo Simeone y este grupo que lo llenó de orgullo por todo lo que vale y por todo lo que le regaló en esta temporada. 
 
El futbol se ha modernizado tanto que se va haciendo hora de cambiar el chip. Hoy el estado atlético resulta siendo primordial para que los sistemas tácticos tengan éxito. La unión material de lo físico con el talento, es una obligación. Finalmente el respeto por un estilo, solo sea una cuestión de gustos y ser pragmáticos antes que encantadores, quizás sea la tendencia moderna para romper paradigmas. Hoy, el Real Madrid reivindicó el concepto que los sistemas defensivos más inexpugnables, se pueden romper con una individualidad, a cargo de los verdaderos cracks y su jerarquía. Hoy, el AM nos mostró que el corazón, es un músculo sano, que ayuda al ánimo en el futbol, pero a veces y solo a veces, con solo eso no alcanza, mucho menos para una final de Champions.