Quien sabe sea el partido del
mundial. Por lo electrizante y emotivo que resulto su final, sin la necedad de
llegar a la instancia mezquina de la definición de los penales. Bélgica volteó
un partido que pareció perderlo de la manera más insultante. Toda su etapa
previa levantó elogios por doquier, por su buen juego colectivo y su dinámica
consumada. Tenía los adeptos que fueron afianzando su confianza que el equipo
tenía futuro de llegar a las altas instancias del mundial. Todo ello pareció
derrumbarse en media hora de juego. Japón, que entró a esta fase por el premio
a su comportamiento, aunado a un juego asociado veloz y prodigioso, lo puso
contra la lona. El favorito de las apuestas estaba sometido en el marcador y en
el verde, pagaba el atrevimiento de Roberto Martínez, su DT que trastocó su
formación, quizás tratando de asegurar el resultado y guardar piernas, pensando
en el siguiente partido. Equipo que se desdibujó, perdió esa imagen que construyó
antes de llegar a Rusia.
Fueron dos Kamikazes que
llegaron de manera continua y sorpresiva. El primero llegó por una pérdida de
balón Belga. Un pase largo que rasga la defensa y Haraguchi define en dos
tiempos. Sorpresa total. La respuesta con Hazard y la paridad que se esquiva y
pega en el palo. Bélgica se sacude y busca la igualdad desde la fuerza, sin
paciencia, descuidado, dejando espacios. La sorpresa se transforma en desventura.
Inui, recoge una buena jugada de Haraguchi y ensaya un remate fulminante que vence
a Courtois y congeló el mundial entero. Un 2-0 impensado, irracional quizás,
pero muy real y presente. Japón asocia y expone lo mucho aprendido. Bélgica, el
elegido por muchos para disputar la final, estaba siendo vapuleado.
No era el plan original con el
cual había salido Japón. Se vio sorprendido. Le empezó a costar sostener el
resultado cuando Bélgica, abandona lo estético para ser más rudo. Se hace más
osado que exquisito. Lukaku y toda su humanidad no es capaz de entrar a la
historia. Martinez busca la solución en el banco. Chadli y el legendario
Fellaini a la cancha. Perder por 3 goles o más, es casi la misma vergüenza de
verse eliminado por dos. Abrir más la cancha con velocidad y precisión, buscar
el desborde. La necesidad de remontar belga, se hizo más fuerte que la seguridad
nipona para mantener el resultado. Fellaini encuentra la paridad en un frentazo
seco. Después Vertonghen en un cabezazo intrascendente que debía ser bola de
arquero, se termina colando de manera increíble y decreta el ansiado empate.
Con el reloj asfixiando los
corazones, Belgica recurre a su esencia. Su buen juego colectivo. Algo que
todos esperaban con afán. Algo por lo que ha conseguido tantos simpatizantes.
Vino la jugada que el planeta entero deseaba. Courtois sale dominando el balón
para iniciar la última del partido, la jugada que salvó un país. La tocan hasta
4 jugadores de rojo, en un contragolpe mortífero. Lukaku, abre las piernas para
dejar que Chadli llegando de atrás, defina un encuentro que estaba casi perdido.
Tremenda remontada. Por mucho
tiempo será evocado este último gol de Bélgica, por toda la adrenalina que ha
generado. Por esos segundos finales de espanto que se dieron, antes de su culminación.
Por ese harakiri que se estaba haciendo Bélgica, al no buscar un gol de manera
útil y enfrascarse en buscar llegar a la red con pulcritud. Un gol que costó demasiado
desgaste y que se tuvo que lograr en mangas de camisa. El tremendo susto, no lo
quita nadie. Ha sido de lejos el partido más emocionante del mundial. Un gol
que pone a Bélgica frente a Brasil. Un duelo de exponentes del futbol bien
jugado. Solo queda espacio para uno de los dos.
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