EL TEATRO BELGA

Bélgica y su generación soñada. Necesitaba un triunfo de categoría para que no solo se quede en una eterna promesa. Su técnico español Roberto Martínez pasará a la historia porque fue quien dejó sin mundial a Neymar y lo sumó a la lista de la burocracia futbolística y los fiascos protagónicos de Messi y CR7 que verán la final del mundial por TV. Fuera Argentina y Uruguay, Brasil era la única esperanza sudamericana, para una honrosa representación ante la hegemonía europea de un mundial, donde se han quebrado paradigmas resultadistas y predominado el trabajo colectivo. 
 
Si no puedes con tu enemigo únete a él. Bélgica que es un equipo que puede hacer alarde de buen juego asociado y contragolpe mortífero, al margen de algún sofocón anterior, debía asemejarse a Brasil para neutralizarlo primero y matarlo después. La estrategia tenía un mensaje claro. Vayamos a encimar a Willian, no dejemos que desborde y que inicie una diagonal. Fijemos nuestro centro de operaciones en el medio, donde se genera el cataclismo. Tiremos a Lukaku por derecha donde sufra Marcelo y obligar el retroceso de Coutinho. Hazard sobre el debutante Fagner. Que sean ellos los que hagan labor defensiva y bajen su volumen ofensivo. Dejemos que Neymar intente resolver todo en soledad. Cortemos los circuitos que hacen que ese equipo funcione como un motor de fórmula uno. 
 
Roberto Martínez le ganó el pulso a Tité. Su 4-3-3 con Hazard de enlace y movilidad para retener el balón, generando los cambios de ritmo. De Bruyne el 9 fantasma con labor mixta de recuperación y Lukaku, recogiéndose al medio, para ser ese diez embustero, imponiendo su presencia física para interrumpir y generar la contra vertiginosa. Martínez guardó a Mertens, prefiriendo a Fellaini que impone su carácter en ese mediocampo donde hormiguean las ideas cariocas.
 
En un partido de ida y vuelta, un gol a favor siempre cambia el rumbo, para bien o para mal. Se abre el juego y se liquida o hay que sostenerlo a riesgo que lo igualen o reviertan. Fernandinho vence a su arquero Alisson. Ante un inexpugnable sistema defensivo, las variantes de Brasil fueron individuales, más que solidarias, generadas desde la capacidad de Neymar o Coutinho. Bélgica con el gol a favor jugaba con la necesidad carioca y su estrategia para generar más riesgo ajeno.
 
Fernandinho no suplía bien a Casemiro y Paulinho lo extrañaba en demasía. En ese desfase el ataque belga se fue consolidando y creciendo en agresividad. Cuando más Brasil buscaba la igualdad, vino la embestida de Lukaku. Recupera un balón en su campo y arremete con toda su humanidad arrasando todo a su paso. El tridente belga se hace vertiginoso. De Bruyne, descarga un remate seco para el 2-0 que ya no sorprendía. Era la señal de la superioridad de Bélgica. Para el complemento Tité se la juega con Firmino y Douglas Costa con el perfil cambiado desbordando a Vertonghen. Hay más libertad para Neymar, pero sufre el pressing zonal que le diseñaron. Renato logra acortar el marcador pero no la diferencia en el juego.
 
Un párrafo aparte para Eden Hazard. Un tremendo Crack. Con la capacidad para hacer una lectura desde la cancha. Ese entendimiento del juego muy superior al resto, para esconder el balón y realizar arranques acelerados con frenos descomunales. El desequilibrio que ofrece, basado en su dominio notable de los espacios y la descarga con criterio a velocidad. Hizo una actuación extraordinaria, como para que lo esperen fuera del estadio con un contrato de 100 millones de dólares. 

El Hexa para Brasil en Rusia, ya no será posible. Deberá esperar cuatro años para una nueva oportunidad. Duele mucho para la canarinha, porque este era quizás su mejor momento. Hizo una etapa de eliminatoria donde fue creciendo y haciéndose un gigante. Sus partidos de preparación fueron una oda al futbol colectivo, habiendo reconocido su pasado, contaba con un plantel más que un equipo. Pero los mundiales no son procesos, son partidos definitorios muy distintos uno del otro. No hay otra oportunidad de revertir un resultado. Se juega con demasiada entrega y en ese afán, a veces se magnifican los errores y se pagan caro los excesos de confianza.

No jugó mal Brasil. Bélgica fue ese joven curioso y temerario que lo sorprendió mientras dormía. Cuando recuperó la conciencia ya tenía una herida sangrando. Mientras se medicinaba, lo atravesó una daga que lo hirió gravemente. Luchó con toda su fortaleza, estuvo a punto de igualar y superar el trance, pero el tiempo feroz verdugo, no perdonó su falta de eficacia. Brasil, el gigante sudamericano, ha caído de una manera dura, real y dolorosa. Neymar merecía llegar más lejos y cumplir sus anhelados sueños. Tantas veces acusado, de estar más en el suelo y haciendo teatro, esta vez nada fue actuado, pues si hubo algo histriónico, fue la mejor expresión futbolística del teatro belga.
 
 

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