Uruguay, gracias totales

Jugar por el tercer lugar en un mundial, puede que tenga la necesidad de cumplirlo, pero la motivación es distinta. Los ánimos son ajenos a la euforia o tensión que se guarda para la final. Alemania, al perder con España su posibilidad de alzar la copa, dejó un aroma a decepción que alcanzó a algunos de sus emblemáticos jugadores. Lahm hablaba que no tenía ganas y Schweinsteiger, dejaba entender que no era lo mismo. Quizás en la habitación hablando con la almohada el equipo alemán, tenía más cosas para la pesadilla que alguna resignación que le calmara sus arrebatos. Por el lado uruguayo, era diferente. El mismo hecho de llegar a la semifinal ya era una hazaña, tentar el tercer lugar no era otra cosa que irse bañados de gloria, subir al pódium de la proeza engrandecida a su máxima expresión.

Las formaciones hablaban de quien quería cumplir el programa y quien quería jugar el partido y ganarlo con todas sus armas posibles. En casi todos los mundiales, siempre el tercer lugar es una forma de consuelo y una manera de limpiar la cara a sus protagonistas. Bueno en casi todas, no en las que estuviera un equipo uruguayo. Mientras Alemania, se puso la ropa deportiva, la entre casa, para salir al jardín a regar las plantas. Uruguay se puso su mejor traje, con smoking de gala y sus zapatos de baile más apreciados y un pañuelo color celeste en la solapa.

No se puede ser mezquino. Este equipo alemán es uno de los mejores de los últimos tiempos, de aquel blindado que aplastaba rivales, a punta de fútbol frio, con individualidades cargadas en años y experiencia. Hoy este equipo muy joven, es más moderno y versátil. Ha conseguido mezclar lo colectivo con la frescura de sus jugadores, hace un fútbol simple pero efectivo, compacto y muy letal en el contragolpe. Tiene en Schweinsteiger, Müller y Ozil, un tridente que desdobla y hace daño con propiedad. El no haber llegado a la final no lo deja minimizado, pues el tercer lugar, solo ha sido a una respuesta a un bravo Uruguay que se plantó delante, porque dejó algunos valores en el banco, como para demostrase a si mismo que hay futuro y no es cosa de locos, hacerse ilusiones que en los próximos cuatro años, pueda estar luchando una final.

Pero a este Uruguay, hay que aplaudirlo de pie. Acaso y nos importan dos centavos que perdió el partido, cuando pudo haberlo ganado y nuestro sentimiento no hubiera cambiado, solo se hubiera sentido un cachito más orgulloso. Pero la bravura de sus hombres y la entrega incondicional que dieron en cada partido, a todos los sudamericanos nos hizo vibrar al máximo. Quien sabe nos encariñamos y nos prestamos la celeste para alentarlos con el pensamiento, porque dejaron todo cuanto tuvieron en los pulmones y pusieron su corazón en una mano, para dejar que el mérito, se haga una ofrenda y el sacrificio una entrega voluntaria de su humildad y nobleza.

Este Uruguay, será recordado por siempre. La promoción exitosa de Enzo Francéscoli, sumó 3 copas Américas, pero nunca pasó a octavos en un mundial. Esta promoción en Sudáfrica ya hizo historia. Se hizo un nombre propio, a punta de esfuerzo, de entrega total y un cachito de suerte. Fue un equipo fuerte y equilibrado, desde que el Maestro Tabárez, apostó a contar con un Diego crack por línea. Un caudillo en cada zona clave del campo. Diego Lugano, atrás con toda su entereza, y sus errores, pero eficiente en general. En el medio, Diego Pérez, quizá uno de los mejores volantes centrales del Mundial, y arriba, un supercrack, con letras mayúsculas. DIEGO FORLAN, un jugadorazo, que juega de 10 muy moderno: no solo se limita a meter pases desde el medio sin pisar tu área; Forlán se corre la cancha, conduce, patea, asiste y hace goles, en este mundial fueron golazos. Un jugador que marca la diferencia.

Pero no se puede obviar a otros valores que dejaron huella. Muslera que defendió su arco como si fuera su propio hogar en peligro. Fucile, el mejor (o uno de los mejores) marcadores izquierdos del mundial,. El maxi Pereira y su corazón de león, Cavani y Lucho Suarez y sus goles decisivos. Mención aparte, para el “Loco” Abreu, ya se puede retirar tranquilo. En su casa no tendrá ninguna medalla del mundial, pero cuantas veces vea ese penal, picando traviesamente el balón, solo sonreirá y dejará que sus sueños de loco lo invadan, para pensar que estuvieron tan cerca de la hazaña, pero dejaron los corazones sudamericanos, llenos de un orgullo prestado, pero sentido como propio.

En esta vida hay que ser agradecidos. Por todo lo que nos hicieron sentir, en cada partido que dejaron el alma y contagiaron de emoción a nuestros corazones. Solo podemos decir en el nombre el fútbol, el fútbol nuestro de cada día:

URUGUAY, GRACIAS TOTALES.

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