La muerte súbita del D10s

Para los argentinos. Diego Armando Maradona, más que un héroe o mito viviente, que tocó la gloria con sus manos en México 86 y que los hace sentir orgullosos del país que ha parido al mejor futbolista del mundo, es un tótem, un Dios alterno, que tiene su religión propia y su credo, que puede ser cuestionado por su vida personal trastornada, o su forma de mirar el mundo desde su omnipotencia creada por la misma gente, de su país y del mundo entero, pero Dios al fin y al cabo que cuando habla, lo escuchan todos, cuando opina, crea polémica y cuando se equivoca, le perdonan todo. Maradona, para los argentinos es un sinónimo de fe, de confianza, pero también de infamia y decepción.

Cuando argentina se venía cuesta abajo en las eliminatorias para Sudáfrica 2006, Basile dijo no voy mas y siguió el mismo camino de Bielsa y Peckerman. De que vale tener tantas individualidades superlativas y al mejor jugador del mundo -pensaron ellos- si no existía una forma de llegarles y convencerlos que podían unirse y dejar de ser los millonarios futbolistas, para ser los soldados que su patria reclamaba dentro de una cancha de fútbol. Cuando las opciones se agotaron en la tierra, Grondona le tiró una plegaria al Olimpo del fútbol, allí donde Maradona tiene su morada. Si no había algún ser humano que podía resolver el problema, la única manera, era recurrir al D10s, al único capaz de enfrentarse a todos, al único capaz de inmolarse, al único D10s del fútbol, que los argentinos le pueden pedir un milagro.

Y Maradona, tuvo que bajar de sus aposentos y vestirse de mortal, para fungir de entrenador. La mitad del mundo le dio la espalda, solo los fieles, lo siguieron bancando. Está claro que un entrenador, debe estar preparado y es esclavo de los resultados y Maradona no tendría que ser la excepción. Argentina llegó al mundial con el pantalón en la mano. Se fajó la primera vuelta y pasó a octavos, dejando la impresión que el teorema maradoniano, la paternidad para con sus jugadores y el feelling divertido entre progenitor y sus vástagos, era suficiente para lograr llegar lejos, sin apelar a un trabajo serio y comprometido. Contra México, el resultado ocultó una falencia defensiva que era evidente y un poder de recuperación escaso. Esa vez, las individualidades, lograron que el D10s mortal pueda seguir creyéndose divinidad y sus fieles, seguir rindiéndole pleitesía.

Pero contra Alemania, era la prueba final para ver cuán grande o creíble era el enigma de Maradona. Y la realidad fue demasiado cruel. Estaba orgullosamente enamorado de su equipo y no lo cambió, a pesar que los códigos del fútbol indican, que todos los partidos no son iguales. No bastó tener al mejor futbolista del mundo en el ataque, ni al D10s en el banco, disfrazado de director técnico. Tampoco alcanzó el carisma y la motivación. Lo de Alemania fue una indiscutible masacre. Primero porque el cachetazo del gol tempranero de Muller, tiró abajo la estantería de una formación caprichosa y para remontarlo, tuvo que apelar a la entrega y el corazón inmenso de Tevez, al impulso de un Messi ensombrecido por camisetas negras y un Di María, laborioso, pero desenganchado. Un mediocampo que siempre dio espacios y un Mascherano sacrificado. Un equipo con mucha gente de vocación ofensiva, pero con poca disposición para ponerse el overol y una defensa que nunca ofreció garantías.

Alemania, en cambio, fue un equipo compacto en todas sus líneas, eficiente, seductor por momentos y muy apasionado para recuperar el balón. El equipo de Joachim Löw, jugó muy cerca de la perfección. Ozil, Muller y Podolski fueron los baluartes, para la recuperación y Klose, tan letal y efectivo, como en cada mundial que ha jugado. Pero si hay alguien que jugó para los diez puntos, ese fue El ‘Kaiser’ Bastian Schweinsteiger. Tremendo jugador, cuanta evolución, desde aquel tractorcito, que recorría la cancha, cumpliendo fielmente su función. Hoy es un jugador, que marca los tiempos, tiene marca y vértigo para llegar al fondo. Un jugadorazo.

La última razón del triunfo de Alemania se basa en ese concepto tan elemental como verdadero: el funcionamiento colectivo siempre es superior a la inspiración individual. Argentina no fue un equipo, sino un conjunto de jugadores, que con ganas intentó dar vuelta una historia. Alemania fue muy superior, ganó por demolición, sometiendo a su rival, hasta dejarlo exhausto y matarlo sin compasión. Los goles fueron producto de esa capacidad y dejaron la tristeza en cada rostro argentino en la tribuna, en esa carita desconsolada de Maradona, buscando el desahogo con sus hijas, reanimando a sus jugadores, en las lágrimas de Messi, de Heinze, de Tevez, de Burdisso... De todos.

Los argentinos tienen una forma de sentir el fútbol muy especial. Es una mezcla de pasión enfermiza y entusiasmo afiebrado. Una eliminación como ésta, deja una sensación de dolor inmensa. Y no solo por el resultado, sino por cómo se dio. Fue una eliminación con paliza, una paliza histórica. Por eso ha sido sorprendente, como los argentinos han recibido a su selección, con una resignación sin precedentes. Han vitoreado a sus jugadores, les han agradecido su esfuerzo. Ellos han pedido perdón y ha existido un abrazo sincero de reconciliación, incluso entre aquellos que antes, no hubieran soportado un resultado tan catastrófico. A estas horas estuvieran pidiendo la cabeza del técnico y crucificando a sus jugadores.

Puede ser que este dolor compartido los haya vuelto sensibles y puede que sea el consuelo a una herida abierta y por allí, el punto de quiebre para recomenzar una nueva era. Otros, los más fieles, dicen que esto, solo lo puede lograr la idolatría por alguien que es su tótem, ese D10s que les hace falta y que tuvo que fungir de guía. Quizás los argentinos no entiendan o no quieran entender que Maradona, será para siempre el D10s del fútbol, por todo lo que hizo dentro de una cancha de fútbol y hoy sea un recuerdo fósil de aquel 86, con el que viven muchos de los que lo admiran en el mundo entero. Pero para ser entrenador, debió ser tan mortal como cualquiera que lo idolatra y en eso, tiene demasiadas cuentas pendientes, porque se ha fallado a sí mismo, a su gente y a su familia, sacando como castigo, tener que morir un poco, con esta eliminación tan penosa de un mundial de fútbol.


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