U-San Martin a tiro de gol

Era en teoría el partido de la fecha, la San Martín se vistió de sport elegante y se fue de visita al Monumental, a una fiesta donde lo esperaba la chica mas deseada, la que fue suya hace un año y hoy le vuelve a quitar el sueño a todos y que se llama apertura. En sus bolsillos llevaba un pañuelo de seda color esperanza, pero dejó en portería una tarjeta de presentación que marcaba un triunfo resonante y de sabor internacional, ante River Plate, nada menos. La U lo esperó para bajarle el copete y en su afán se fue escondiendo como esos boxeadores que estudian tanto al rival que terminan desorientados ni bien empieza el primer round.

Fue un partido parejo hasta que desde el banco la mente jovial del “Chino” Rivera leyó rápido que requería hacer daño arriba. Ya tenía controlado a Candelo y es bien sabido que cuando el colombiano no anda iluminado, no hay quien tome las riendas y equipo se ve maniatado, el empuje crema se estrellaba en la férrea marca de Perez e Hinostroza y la rápida salida del “Chemito” del Solar que está en su mejor momento. El juego colectivo hizo pasar apremios mas de una vez a la retaguardia crema, los postes salvaron de manera seguida que San Martin inaugure el marcador.

Un partido que se desnivela de esa manera, marca la tendencia que todo es cuestión de tiempo, por eso cuando el cero era el marcador indicado o mejor dicho el mas conveniente, se jugaron los descuentos y justamente allí estuvo lo mejor del partido. Si los postes evitaron la caída del arco merengue, un remate de Leguizamón reventó el travesaño y Silva apareció como una tromba para enmudecer el monumental, el reloj marcaba 92’, prácticamente todo estaba consumado. Pero si alguien dudó alguna vez que la garra existe, vaya uno a saber como se generó al instante una reacción crema que devino en el gol del “Malingas” Jiménez, el reloj dejó los 93’ marcados como señal que el partido termina con el pitazo final y no cuando las ganas lo deseen. Que un equipo puede merecer ganar es cierto, pero eso no obliga a la realidad a tener que cumplir su deseo. Aquella noche del sábado, mas de uno recordó en las gradería del monumental, aquel viejo adagio, que “goles son amores y no buenas razones”

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