Santo pecado del futbol

En el fútbol, la adversidad, es el termómetro que permite medir la capacidad de un equipo, para rehacerse ante el primer golpe, un marcador en contra y sobre todo sus jugadores, demuestren de que están hechos. Es justamente ante lo adverso, que priman algunos preceptos que son ineludibles, mas aún, cuando se está en la exigencia mayor, en la brega del alto nivel competitivo. Es en estas situaciones complicadas, en donde sale a flote la experiencia, el talante y la fibra para remar contra la corriente, aquella capacidad innata de resarcirse ante el rival que se llama jerarquía.

Aquel triunfo memorable ante River, y las actuaciones ante la U y Cristal, abrió demasiadas expectativas, que mas sonaban a pretexto, para pensar que este San Martín, mas allá de lograr consolidar su seriedad como institución, sea firme candidato del torneo doméstico y considerado sorpresa (hasta el momento) de la Copa Libertadores. Pero cada partido es una historia diferente, al menos con la Católica lo fue, y no hablemos de justicia ni merecimientos, porque si bien los santos tuvieron un inicio con mucho vértigo, que pintaba positivo, es destacable que el cuadro chileno –zorro viejo para estos partidos- supo pararse en la cancha y capear el temporal. Una jugada espectacular de Bottinelli, marcó la diferencia. Se despercudió la marca, acomodó el perfil y cuando Butrón –cumpliendo el manual- achicaba el espacio, le hizo un globo que fue a caer mansita, lejos de las manos del arquero, pero cerca de la alegría de los chilenos, que desde allí, supieron jugar con la desesperación del rival -inexperto en estas instancias- lo maniató y dejó que las ansias lo consuman de a pocos.

Estos partidos no se pueden ganar llegando al arco desbocadamente, se debe avasallar desde el principio, pero con orden, ser un vendaval que no permita ni siquiera recoger sus prendas al rival, respirarle en la nuca y hacerle sentir que está en casa ajena. Pero por encima de todo, hay que embocarla. Ello sería lo aconsejable, pero quizás no sirva ni un quinto, si por ejemplo: Legizamón se levanta con el pié izquierdo o Pedrito García, siga aún con el pijama puesto y la prédica del “Chino” Rivera “ de “ser un plantel de 33 jugadores y todos listos para entrar” se convierta entonces, solo en una alegoría al entusiasmo. Es allí donde se hace visible, ese kilometraje que brindan los partidos de fuste, para leer el partido, ese plus que solo la brinda la competencia de rigor, que deviene en la experiencia con participaciones en copa y que la Católica la tiene mas que de sobra.

Ha sido un partido intenso, que deja un resultado adverso, es verdad, pero siendo objetivos, tampoco ha sido un desastre, la historia pudo teñirse de otro color, pero ya está escrita, con tinta de sufrimiento quizás, pero ojalá y ello sirva de aliciente a las ganas de revertir este trance, que ha dejado en la boca un sinsabor de impotencia. Se pudo hacer mas y el resultado hasta se puede discutir, pero en los partidos de copa, el primer mandamiento, es ganar todos los puntos en casa y salir a rasguñar alguno de visita. Quizás con la mochila de la irreverencia desconocida, se logre dar el batacazo en patio ajeno, aunque ello lejos de ser una utopía, tranquilamente pueda ser fruto de una actuación iluminada.

Quedamos a la espera de que este equipo, se fortalezca en el rigor de competencia y que esta derrota, solo haya sido un error, que se achaque a la falta de experiencia, para afrontar la adversidad en este tipo de partidos. Quizás ello, sea un pecado, cuyo castigo recién se pueda ver cuando termine esta etapa. Pero tratándose de la San Martín, que es un debutante serio, que promete revertir su presente, le vendría bien confesarse de los yerros cometidos, rociar con agua bendita el camino copero y en el nombre del fútbol, pedir que por única vez, este pecado le sea santificado.

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