Extrema definición

En el futbol, la instancia de los penales suelen ser la forma de definición más injusta, porque nada está escrito y nada está garantizado, pero es tan real y odiosa que en un solo instante mata ilusiones o desborda pasiones. Son esos momentos cruciales donde el ejecutante y el arquero tienen la misma relevancia, pero que el destino no respeta nombres ni pergaminos. Un penal lo pueden fallar Cazulo, Sawa, Zela, Cuesta o Platiní, Maradona o Messi. Son instantes fatales, que no siempre se relaciona con la capacidad, el talento o el equilibrio de poderes, es más una cuestión emocional, un estado mental que pasa desde la ansiedad hasta altos niveles de presión espoleada que termina marcando un resultado benevolente para el corazón cuando se gana, pero igual de doloroso para el alma cuando se pierde.
 
Fue la única manera de destrabar un partido áspero, donde Muni se puso a tiro de gracia para luchar un cupo en el podio, primero desde esa agonía para hacer la diferencia en su fundo de Villa el Salvador, después para afrontar con paciencia e inteligencia esta vuelta en el Nacional, ante un Cristal que tiene más nombres y categoría quizás, pero que le cuesta doblegar a su contrincante, se le hace difícil mantener el ritmo y terminan jugando como quiere el rival. Un trámite con más fricción y músculo que fútbol, un partido para definirse por un gol de diferencia. Cristal mas abocado en neutralizar, cortando circuitos de Ismodes, Lavandeira y García, con prodigioso trabajo de Aquino, un jugador de gran futuro que tiene el soporte de Ballón y Cazulo detrás para el equilibrio defensivo y de Calcaterra y Ramúa, en salida que forma parte de este Cristal más asociativo, de trabajos en bloques y solidario para la recuperación que suele hacerlo a veces carente de peso ofensivo.
 
Municipal mas peleador, equilibra el juego a partir de la presión en campo contrario, sin encontrar variantes, carente de salida limpia, porque no tiene en Gonzales Vigil a un referente técnico y Alfageme que pierde tan mal aquello que recupera tan bien. Le cuesta mucho la elaboración y queda más expuesto para luchar y desgastarse, que para jugar y encontrarse. Pero encomiable el trabajo edil, para siempre intentar sin desmayo, buscando el juego aunque a veces resulta tan predecible. En el tramo final la tuvo Cristal, pudiendo evitar la definición angustiosa, Calcaterra, se la devora dos veces seguidas y en el tramo final cuando el arresto físico era escaso, se hace relevante la figura de Zela, que pareciera tener dos resortes en las piernas, no paró de saltar y ganar todo arriba, en parte fue artífice para ir a los penales.
 
Una definición angustiosa y emotiva. Errar dos penales seguidos al inicio de la tanda, originó una presión adicional para ambos equipos, más aún si Penny ataja a García lo que hubiera significado un epilogo adelantado. El “loco” Delgado hizo lo suyo, pero no alcanzó, el “Lobo” y Zela ejecutaron bien en los entrenos, pero no vieron la luz en la hora de la verdad.
 
Aunque el “hubiera” suele ser una quimera y no existe para el fútbol, son esas circunstancias impropias del “pudo ser” los que se siguen regañando cuando ya no hay vuelta atrás y se debe aceptar el resultado con hidalguía. En el fondo el fútbol suele a veces tener esos actos de justicia que no necesariamente le crean una jurisprudencia a sus decisiones.
 
Este Municipal, que renació cual ave fénix y no hace mucho luchaba por no desaparecer, hoy es un equipo esforzado, irreverente a veces y muy solidario entre líneas, aunque es más seguro que deba rearmar su plantel de cara al próximo año, pues casi medio equipo está en los ojos de los grandes. Este Muni se quedó por muy poco, tanto como lo que le queda de oxigeno para disputar lo que resta, pero ha dejado a sus hinchas con un sabor a gratitud y orgullo, por dar más de lo que se podía y entregar algo que va mas allá de una camiseta y que está más ligado a una tradición arraigada en un pueblo edil que respira futbol desde antaño y porque en este torneo ha logrado hacer prevalecer la personalidad de sus hinchas y la nobleza de su historia.
 
Muni hizo lo que humanamente pudo, no hay nada reprocharle, quizás muchos sueños que volaron demasiado alto y que han costado un sufrimiento bajarlos a tierra. Esta definición pudo ser histórica, por la forma como se hizo esta campaña y por la forma como un grupo de jugadores lograron unir capacidades individuales, sumando a un colectivo que estuvo a un tris de hacer la hazaña. Pero ya ha pasado la euforia y la gente edil, como otras veces, levanta sus banderas, eleva la mirada y se va tranquilo, su alma está curtida para estos trances, llega a casa y enciende la vela eterna de la ilusión y deja tranquila su conciencia. Han habido golpes mas fuertes y vientos devastadores, que esto solo es una ventisca, un simple soplo a la emoción, que por un momento se hizo angustia y euforia, pero que ya se encuentra controlada.
 
A Cristal le espera un tramo complicado, le viene un Melgar que se le parece mucho, disparejos en el juego pero con algo que les falta a muchos, un buen plantel al que debe sumarle mucha contundencia y efectividad, a la hora de la búsqueda del resultado y la definición en el verde.
 
 

Aqui estoy, aqui existo

La U es la U reza una frase hecha por el “Puma” Carranza y que el hincha la ha hecho suya. Y cuánta razón tienen a veces, porque si existe un equipo peruano al que su hinchada hace pesar para bien o para mal ese es Universitario. Cuanto presionan en la cancha, donde juegue su equipo y cuanto lugar lejano exista, siempre hay gente crema alentando y pujando por sus colores. Y debe ser algo de eso lo que hace que la U, cuando más herida de muerte se encuentra, logra aquello que se acerca más a la grandeza y la fortaleza mental que al propio juego en cuestión. A veces se hace creíble aquello de que la U es más grandes que sus problemas.
 
Si hay algo cierto en el fútbol, es que un equipo es fiel reflejo de su DT, de la personalidad para encarar el juego y hasta de la forma en que se pretende afrontar un campeonato. Juan Reynoso debe ser el mejor técnico peruano en la actualidad, los números hablan por sí solos y no hace falta cuestionamientos de su capacidad, para lograr tercamente que sus equipos funcionen según la disponibilidad y perfiles de sus jugadores, rotando sus participaciones parejas en todo el torneo y privilegiando el plantel, que es su fortaleza como director de una empresa, donde su mejor patrimonio, no es su maquinaria ni su infraestructura, sino su personal.
 
 
La llave más complicada de semifinales, ha sido jugar contra Melgar, porque no se enfrenta a un equipo, se choca contra una fuerza pareja y con un aliado fundamental que es la altura de Arequipa. La U lo afrontó desde el primer partido en Lima, con un primer tiempo arrollador, donde fue una tromba, desdibujando a Melgar hasta someterlo a la mínima esencia de sus debilidades. Pudo haber hasta goleado sin despeinarse, pero su mejor momento no lo trasladó al marcador y su falta de contundencia lo hizo pagar caro, aparte de que se le apagaron dos motores en pleno vuelo. Melgar es de esos equipos que radican en la paciencia, su virtud para acomodarse y ser contundente en los momentos claves.
 
La vuelta en Arequipa, a pesar de lo remoto que resultaba en el papel, fue un fiel calco del primer partido. Un arranque crema explosivo, arrollador, con la sangre en el ojo. Asfixió a un Melgar que como en Lima, no encontraba el hilo de la madeja, cundiendo otra vez la desesperación en sus líneas. Manicero primero y Polo después, hacían el milagro en Arequipa, un 2-0 que lapidaba a Melgar que perdía a Quina y Fernandez por lesión, estaba sin ideas, sin claridad y sin juego, eran causas que parecían colocar un manto negro al pie del Misti. La frase del “Puma” Carranza se hacía un proverbio en la cancha.
 
Pero quedaban balas en la cacerina de Reynoso, el empuje rojinegro, se fue reflejando en un dominante complemento donde todo gira 180°, deja Melgar de ser parco y hace mas juego asociado, con Fernandez, el recuperado  “Churrito” Hinostroza y “Wally” Sánchez, desnivela a partir de la rotación del balón, para ahogar los ímpetus cremas y aunque falla un penal con Cuestas, no deja de golpear. el colocho Fernández hace el primero y luego Alexis Arias un jugador con el sello en la frente de Reynoso, para hacer el ida y vuelta temporizando el juego, hace el milagro emparejando la cuenta y concediendo al equipo del Misti la posibilidad de lograr el Bi-campeonato.
 
Reynoso ya no es el de antes, ha entendido que antes que seguir el instinto del primero me defiendo y después existo, debe agregarle una dosis de riesgo, de variantes en el juego, que es justamente donde ha invertido, tiempo y dedicación para la elaboración con paciencia y tino, algo que le ha servido para revertir los resultados cuando le tocan partido chatos, por el rival o por esas cosas que tiene el fútbol. Reynoso contra la U jugó tanto de local como de visita, con dos líneas definidas para defender con lo justo y presionar con volumen. De seguro existirán partidos que los pierda, porque los riesgos traen consecuencias, pero vale en demasía que hoy arriesgue más de la cuenta y que de cara a pretender ser posible DT en un equipo extranjero, le viene bien seguir los preceptos que hoy le exigen la modernidad que impera en el fútbol competitivo.
 
Se le viene otra final a Reynoso y al pueblo arequipeño, se encuentra frente a un Cristal que pasó de la angustia al éxtasis, casi en las mismas circunstancias, pero en diferente escenario, nuevamente tiene en frente  a un rival que trabaja en serio en el futbol peruano y que aspira a coronar con otra estrella su esforzado trabajo. Ya no es casualidad y tampoco obra de la ventura, Juan Reynoso, llega a otra instancia final y al margen del resultado que obtenga, como que ya se va haciendo hora de que se reconozca su capacidad, quizás en otro nivel de competencia, quizás en nuestra propia casa, con su propia gente, porque aunque no le gusta el tumulto y tampoco hablar demasiado, desde hace un buen tiempo, su trabajo parece hacerlo por él de manera notoria, dejando un mensaje descifrable de decir siempre: Aquí estoy, aquí existo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

De la mano de Jesús

Un comienzo prometedor con un final predecible, pero que igual cala hondo, porque hiere el orgullo del hincha peruano y termina de apagar una euforia desmedida, propiciada en parte por una prensa cacareada y pancista, que eleva los triunfos efímeros y los jugadores hasta los niveles de ponderación normalmente lejanos de la realidad y más cercanos a la glorificación descomedida que hacen más dolorosas las caídas. Finalmente es lo que consume y digiere ese hincha que se aferra a la ilusión utópica de siempre, querer ir a un mundial con tan poco, pero que busca motivos para que su deseo tenga un soporte emocional que casi nunca coincide con la realidad que brinda el fútbol, que más allá del sentimiento, está regido firmemente por un negativo presente resultadista.
 
A Brasil lo tienes que madrugar, cuando esta somnoliento, cuando recién está despertando y desperezándose en la cama, cuando aún no abre su ventana y su visión aún es difusa, cuando su primer bostezo lo haga sin darse cuenta lo que pasa a su alrededor. Porque después, cuando ya está despierto y lúcido, es como esos dragones gigantes sacados de la mitología, que escupen fuego a discreción ante cualquier señal de movimiento, chamuscando toda intención agresiva física o imaginaria. Es una bestia de 7 cabezas que cuando está con ira o se ve acosado, destruye y hace añicos hasta las más simples intenciones de aquel que pretenda hacerle daño. Perú fue un intrépido adversario, con una realidad adversa, la ausencia de tres referentes y obligado a improvisar sistema y movimientos, buscando parecerse lo mejor posible a sus últimos rendimientos, infundido de valor con el resultado memorable de Asunción, sacó la espada y salió dispuesto a enfrentar a la bestia.
 
Una cosa es lo que se planifica y otra muy distinta la que se ejecuta en la cancha. Mucho depende de la capacidad individual y sobre todo la jerarquía del rival que se enfrenta. Un Perú que en los primeros 10´se mostró sólido, paciente y muy preciso en la posesión del balón, se puso a tiro de gol. Cueva devuelve una pared a Carrillo y lo deja frente a Alisson, pero no abre bien el pie y su definición mordida, sin convicción, le deja un beso travieso al poste. Hubiera significado una forma de afrontar el encuentro, muy distinta a los anteriores, donde a pesar de un buen rendimiento, se tuvo que remontar un marcador adverso. A Brasil no convertirle en las pocas que se presentan, es una invitación a sufrir más de la cuenta, porque empieza a predominar en el juego y posicionar todos los sectores del campo, moviendo el balón con propiedad y haciendo prevalecer su jerarquía en base a la categoría de sus jugadores. A Perú se le hizo muy difícil sostener el juego al igual que contra otros adversarios y poco a poco se fue minimizando su margen de error. Fallar era un pecado, resistir parecía estar supeditado hasta el momento en que Brasil encaje el primer gol.
 
Perú hizo un primer tiempo inteligente neutralizando a Neymar, con una sinergia de Polo, Aquino y Corzo, no dejándole espacios para explosionar. Gareca planeó neutralizar la movilidad del tridente brasileño, poblando bien la cancha, pero debió soportar el vaivén ladino de un JUGADORAZO como Philippe Coutinho, que a sus 24 años es el mejor socio de Neymar y probable compañero en el Barcelona. Es el que limpia la cancha, tiene habilidad, maneja los dos frentes y desequilibra en base a velocidad. Los rendimientos peruanos tuvieron en Rodríguez un baluarte, para anticipar y evitar sufrir la velocidad brasileña, teniendo en Ramos un defensa superado a sí mismo y complementando los cruces oportunos. Corzo toda entrega y devoción, Paolo y Cueva no trascendieron por la asfixiante marca ejercida por Fernandinho y Renato Augusto, al que se sumaba Miranda, con una dúctil disposición táctica para rascar y hacer bien los relevos en la anticipación. Relevante el debut de Nilson Loyola, lateral joven con un gran futuro, muy disciplinado tácticamente y a pesar de la jerarquía del rival, se comportó como un consagrado, cerrando bien su lado y si se extrañó en demasía a Tapia, no sucedió tanto con Trauco. Aquino y Yotun cumplieron con dedicación hasta donde les dio la gasolina. Lo de Carrillo le otorga otro peso, pero resulta intermitente y Polo no llega a ese pico tan deseado por todos.
 
En estas eliminatorias, los segundos partidos son marcados por afrontarse de manera metódica, porque la capacidad física está condicionada al desgaste del primer partido. Perú hizo un partido meritorio, desde las ausencias obligadas y el sobre esfuerzo para suplir sus propias carencias. Brasil lo manejó, desde el momento que sintió a la bicolor neutralizada en ideas y se le hizo más flexible la transición del balón a cancha contraria, con ráfagas de triangulaciones y despliegues generosos, que encontraban a un Brasil dueño del juego y a un Perú impetuoso que no se doblegaba fácilmente. Neymar cuando se vio despercudido de marca desplegó todo su potencial y la pasamos re mal. El primer gol fue producto de esas situaciones del juego, en que se beneficia el que las propicia y las sufre el que las trata de evitar. Gabriel Jesús recibe un rechazo fortuito de Aquino y define con propiedad. También gesta el segundo asistiendo a Renato Augusto que sentenció el marcador con un tiro colocado tras un error en salida de Loyola. Cuando Brasil apretó el acelerador la sacamos barata, tuvimos un par de ocasiones, es verdad, pero más fueron producto de la voluntad que de la contundencia.
 
Este Brasil, que hace unos meses no convencía a nadie de su capacidad futbolística, hoy tiene el puntaje perfecto en la eliminatoria, mérito al viraje total de su rumbo, partiendo desde la mano de un Tité que ha sabido darle el valor exacto a cada jugador, para devolverle su identidad y protagonismo, potenciando su innata técnica exquisita y capacidad individual, sumada al rendimiento colectivo. El “Scracht” sigue imparable, ha sumado su sexto triunfo consecutivo y cada vez muestra un volumen de juego que hace más difícil la tarea de neutralización para cuanto rival se tope. Ante Perú le costó acomodarse al principio, pero cuando despertó, fue demasiado superior a un equipo peruano cuyo juego mejorado tiene una valoración entre los rivales, no pasa tan inadvertido, menos para Tité, quien lo estudió, planificó como anularlo y poder superarlo. Brasil fue tan superior que le bastó una definición y una asistencia de la mano de Jesús.
 
Para Brasil es un final de año de caras felices, para Perú, una vuelta en U a su realidad. No teníamos nada antes de jugar contra Paraguay y los más entusiastas auguraban sacar un mísero punto, fueron tres finalmente pero que a la larga no significan demasiado, el camino a Rusia, sigue tan lejano como nuestro camino a ser una selección competitiva. Está claro que el compromiso no se negocia, hoy el equipo demuestra actitud y rebeldía que se ha consolidado en los últimos encuentros, que se está apostando por hombres y no por nombres. Hay un largo trecho por caminar, sin ponerse de cadenas ir a este mundial, seamos sinceros, no tenemos con que vernos representados. Por ahora podemos tomar en cuenta de manera seria, esta digna presentación ante el monstruo reverdecido, este Brasil candidato a campeón mundial, nos ha dejado la enseñanza que se puede mirar distinto, cuando las derrotas no significan un desastre, porque el futbol ofrece siempre una nueva oportunidad.


 

Cruzando el Chaco

Si el resultado es el Todopoderoso en el fútbol, que a veces y solo a veces marca un todo y un nada, el gol resulta siendo el esplendor y por ende en esa instancia la intención de juego significa el argumento, el sustento y el raciocinio para buscar llegar a esa consecuencia. Ya nada es casual en el fútbol moderno, el ganar como sea resulta utópico, los partidos se diseñan estratégicamente antes de salir a la cancha y los jugadores son piezas claves que adquieren importancia, en la medida que trasciendan en base al desarrollo de su individualidad y talento, tanto para desequilibrar los sistemas defensivos del rival y para ser el aporte fundamental del funcionamiento colectivo. El resultado es lo que gobierna el fútbol, es verdad, pero lo manipula y lo condiciona la intención para lograrlo, a veces para bien otras para mal, porque nunca se ha llevado bien con la justicia, pero es algo que el fútbol desconoce a ultranza y algo que el hincha no entiende, porque solo piensa con el corazón.
 
Tenía que darse un día, en que se encontrasen la intención con la razón, para romper una maléfica estadística que marcaba un tendencioso pasado de buenos partidos y malos resultados. Y es que los momentos que marca el fútbol, son básicamente las denominadas rachas, espacios de tiempo en el cual se marcan rendimientos primero de jugadores y consecuentemente de los equipos. Tenía que darse un día en que se cumpla ese adagio repetitivo, pero tan esquivo para los peruanos: “Las rachas están hechas para romperse”. Tenía que suceder un día en que el rendimiento positivo, aunque marcado en dos tiempos distintos, rindiera sus frutos en la red y en la cancha, en la culminación de lo que últimamente se había estado generando de buena manera, pero que al final siempre nos dejaba con las manos vacías.
 
Ganar en Asunción, más que plegarias y más que especulación previa, requería de una actitud predominante en el manejo de las emociones y sentirse fuerte de la cabeza. Ganarle a un Paraguay en plan ascendente, era una alucinación desde la perspectiva de mirar las estadística como una regla inexpugnable y obtener un resultado positivo fuera de casa era romper un estigma de 12 años, marcados por ese sinsabor que nos dejaba el “pudo ser” de siempre que finalmente se olvidaba tan fácilmente, como una puesta de sol esperando un nuevo día. Obtener 3 puntos en cancha ajena en ese “Defensores del Chaco” tan esquivo e indomable para los peruanos y para otros tantos, era una imposible empresa en la teoría, pero vaya que fue una agradable como emocionante realidad, tan increíble como cierta, tan concreta y contundente como esos cuatro goles que llenaron de alborozo a todos los peruanos.
 
Este Perú de Gareca ya venía demostrando rebeldía, ganas de revertir la historia y muchísimas intenciones de obtener ese resultado tan negado, porque los jugadores jóvenes que hoy se les mira como la sangre nueva, tienen ese instinto inmaculado de querer romperlo todo para conseguirse un nombre, algo que el consagrado, lo digiere de a poquitos, lo dosifica en base a sus conveniencias. Hoy hablar de un equipo joven, trae consigo esperanza e ilusión siempre latente, porque se le brinda el beneficio de la duda, de equivocarse y de volver a empezar. Gareca que ha estado en la búsqueda de un universo que garantice una idea de juego, ha ido encontrando de manera gradual, un rendimiento que ha estado de espaldas a los resultados. En los últimos tres partidos, hubo un común denominador, un primer tiempo discreto y por ahí uno horroroso ante Chile y segundos tramos brillantes, prolijos y exquisitos como este triunfo importante e hilvanado ante Paraguay, que cambia la historia para un Perú tan necesitado de alegrías de tamaña trascendencia.
 
Paraguay, equipo duro de siempre, la orden de Gareca poner el balón al piso y copar los espacios, tuvo su mejor expresión en las asociaciones, Trauco, Yotun y Flores por un lado y Corzo, Tapia y Carrillo por el otro, buscando en las variantes de puestos, los relevos para no generar esos espacios que hacen ver a un Perú largo y que suelen hacer daño en los contragolpes. Paolo esta vez tirado a los costados, fue el imán de marca, para sacar a los centrales de su área y generar espacios. A Carrillo le costó meterse al partido, pero después fue fundamental en el desequilibrio, pausando el juego y no rifando los balones, junto a Flores dieron esa movilidad tan necesaria para no dejar que el rival hilvane juego asociado por banda. La anticipación de Rodríguez y el ímpetu de Ramos lograron nivelar un soporte defensivo que estaba firme hasta el primer gol guaraní que se inició por esa dejadez que suele acompañar a Tapia y que costó un gol tempranero como injusto. El empate de Ramos fue un premio a lo que sucedía en el campo, un Paraguay indeciso, timorato y un Perú cohesionado y desequilibrante, con buen juego colectivo por momentos y fundido a sus raíces para intentar jugar bien el balón, administrándolo con propiedad.
 
Renglón aparte y aquí hay que ponerse serios, para resaltar la actuación de Cueva. Un primer tiempo discreto, pero el segundo fue de antología, con toda su habilidad innata al servicio del fútbol, manejo de los dos perfiles para encarar y generar el desequilibrio, con una rapidez mental propia de crack. Hoy asume una disciplina táctica que se la ha brindado la competitividad en el extranjero, evitando hacer la jugada del héroe, siendo cauto para generar el arranque fulminante, en base a su lectura del juego, haciendo la pausa y siendo inteligente para la toma de decisiones. Hoy luce maduro, seguro de sí mismo, de su capacidad y de lejos está en su mejor momento como futbolista. Fue desequilibrante en tres de los goles y en el juego mismo, fue ese soporte que requiere un equipo para revertir primero un resultado adverso, pero fundamentalmente para apabullar a una defensa como la Paraguaya, tan dura y etiquetada como infranqueable. Cueva fue el 10 que jugó para los 9 puntos y desplegó su magia propia y natural, sin necesidad de ser Aladino
 
Perú ha logrado un triunfo histórico e inobjetable. Esta vez de visita, el arroparse atrás y buscar el pelotazo facilista no fue argumento válido. Se optó desde Gallese por sacarla limpia desde atrás. Gareca hizo un planteamiento con variantes, para hacer la presión alta, recogerse neutralizando las ideas del rival, en el momento oportuno, incluso en el desorden que suelen caer Yotun y Tapia, hicieron los recorridos justos para marcar la recuperación del balón y su entrega fluida. Yotun es importante por su rapidez para pasar a cancha contraria y dar una mano a Tapia en cortar el juego. Las asociaciones para triangular y tocar bien el balón en distintos sectores de la cancha, dieron el respiro para soportar las arremetidas garanies. Paraguay se descompuso desde que Perú fue dueño del juego y propuso su identidad. Perú lo hizo parecer tan inofensivo que 6 o 7 goles no hubieran sorprendido, por la forma como se dio el tramo final del encuentro.
 
Si bien es cierto habíamos valorizado a un plantel y que la responsabilidad estaba por encima del descontado compromiso, dentro de la cancha necesitábamos encontrar un equipo de futbol, con una identidad definida. Hay distintas formas de jugar, un equipo debe demostrar a través de su buen colectivo, estar adaptado para distintas circunstancias, por hoy nos acercamos a ese estilo e identidad que nos estabiliza, el balón en el piso, triangulación y toqueteo, movilidad buscando el desequilibrio, todo de la mano de nuestros futbolistas talentosos y de buena técnica. El Jugar bien no significa siempre jugar bonito, lo estético es complementario, pero jugar bien es principalmente plasmar en la cancha lo que se planifica en la pizarra, es jugar mejor cada partido y aunque no garantiza nada, te acerca más a conseguir ese tan ansiado resultado, que finalmente es el bendito Dios que maneja el mundo del fútbol.
 
Que este triunfazo no nos ciegue del todo, queda mucho camino para andar y una titánica tarea por resolver y requiere aterrizar las ideas, bajarle el tono a la euforia si se quiere pensar en serio en clasificar, por ahora estamos felices y no lo tomemos de manera triunfalista, el fútbol es de momentos y por ahora solo hemos cruzado el Chaco.
 

Sigue siendo el Rey

La rivalidad es la semilla del odio y está claro que contra Chile ésta traspasa más allá de lo futbolístico, primero por un tema mental, un antagonismo calenturiento, irracional y hasta discriminatorio. Cada vez que nos toca enfrentar a los del sur, a la mayoría de los peruanos les recorre una extraña sensación de desquite, una oportunidad de cobrarse revanchas afiebradas e incluso algunos dizque líderes de opinión, caen en agravios y escarnios que se salen de contexto y hacen que el pensamiento y deseo por lograr un triunfo futbolístico se transforme en una obsesión perversa de ganar no un partido de futbol, sino de vengar una guerra que solo vive en la mente de gente trasnochada que desparrama odios insensatos y desproporcionales. Por eso es que las derrotas contra Chile, más que decepción, producen un dolor marcado que nos deja una rabiosa amargura e impotencia en el pecho. Algo que resulta para nuestros días una estúpida forma de no aceptar que esto solo es fútbol, que todo queda en la cancha y que la pelota no se mancha.
 
Ir a ganar a Santiago, solo con el argumento de haber hecho un partido meritorio ante Argentina, aferrados a la sangre joven y la actitud, no tenía fundamento serio, si en la carpeta no se llevaba un plan B, algo que sustentara nuestra confianza, un poco sobrevalorada mas por lo inmediatista que se hizo el hincha junto a la prensa, ensalzando en demasía nombres de nuevos jugadores, por la aspiración de recambio y también por ese afán desmedido de remendar una realidad maltratada. Chile no iba bien mas por resultados que por juego, porque de Sampaoli a Pizzi no varió demasiado en su actitud, muy ligado a su identidad, con su planteamiento táctico de triangulación y movimiento del balón de lado a lado, que logra desestabilizar al rival y que genera espacios. Siempre aferrados a esa “intensidad roja”, sello característico al que solo le estaba faltando el gol, siempre martillando y buscando la espalda desprotegida.
 
Un primer tiempo que fue una pesadilla, lo mejor que nos pudo pasar fue que se terminara. Otra vez como en Lima, en la cancha Chile resultó inmensamente superior a Perú que se preparó para enfrentar el partido con vocación optimista, pero no para jugarlo con inteligencia, como se requería. Gareca se tuvo que negar a si mismo mas de tres veces, primero con la presencia de Lobatón, quien juega a una velocidad impropia de una eliminatoria y menos ante un rival que su mejor virtud radica en la movilidad constante. Segundo, con la presencia de Avila que en la lectura del “Tigre” podría desequilibrar por banda derecha y tapar la subida de Beausejour. Lo de Carlitos podría tener sustento en la posesión y generar juego buscando el bombazo a Guerrero para aguantar la subida de los laterales y desequilibrar por el lugar que dejan los centrales que suelen trepar en ofensiva. No funcionó nunca y se vio un Perú descontrolado, impreciso y tremendamente frágil. Chile fue dueño del balón desde el vamos y tranquilamente nos pudimos devorar una goleada de camarín. El 1-0 fue un bálsamo, un rezo escuchado, en verdad que la sacamos demasiado barata. San Gallese y sus benditas manos otra vez.
 
Puede que suene trillado, empalagoso y hasta acusado de perogrullada, pero el fútbol es de momentos, qué duda cabe, aunque no son gratuitos, porque se generan con intención y se provocan con convicción, pero otras tantas suelen estar acompañadas de eventualidades, tan oportunas para unos y decepcionantes para otros. Una jugada fortuita, una individualidad o una ocurrente circunstancia de juego pueden variar un partido, hacer un héroe, un villano o simplemente un personaje que cambia de vida por un momento de gloria. Arturo Vidal, el volante chileno, tan vilipendiado por su arrogante e impopular forma de mostrar su orgullo, de la monarquía chilena, pintarrajeando baños de camarín ajeno, no es un dechado de virtudes técnicas, pero posee una capacidad innata para estar en ambas áreas, sumado a una personalidad tan fuerte que lo hace un crack. No estaba en los planes de Pizzi, se le veía más fuera que dentro de la roja por su indisciplina. Convaleciente, resistido y todo, bastó que esté en el momento oportuno para salir como héroe del Nacional, primero en el testarazo que abrió el arco peruano y en el epílogo, con esa media vuelta genial que normalmente encuentra una pierna, pero paso por entre las de Rodriguez, que hizo quedar mudo a millones de peruanos y logró desbordar la euforia chilena que mantiene intacta su esperanza.
 
Si algo nos hemos adelantado a Chile, es en patentar la frase “Estuvimos tan cerca” otra vez un repunte de actitud, un segundo tiempo memorable, otra vez para el aplauso la entrega, el pundonor, otra vez la rebeldía y la determinación para emparejar primero el juego y después el marcador que pintaban un final feliz y que se perdió en ese cabezazo de Corzo y la ingrata definición de Cueva, que definitivamente cambiaban la historia. Otra vez remar contra corriente, llegar sobreviviendo a la orilla y morir de agotamiento. Otra vez una actuación sobresaliente de Paolo Guerrero, como buque insignia, peleando, aguantando y generando las mejores opciones de gol en el arco de Bravo. Será por eso que su llanto conmovedor en el centro del campo, al final era el llanto contenido de todos, la impotencia y el infortunio que acompaña a otros y que siempre nos castiga sin piedad.
 
Gareca se tuvo que negar a sí mismo, en el final cuando se había logrado la paridad y equilibrar el juego, decide ir por los tres puntos, desprotegiendo el medio arriesga hasta su propio nombre, sacando a Tapia y tirando al Beto da Silva, como la daga asesina que termine con la poca vida del enemigo. Gareca tuvo dos opciones para decidir el destino de la bicolor, mantener el resultado y a partir de ello, buscar ganarlo aprovechando el bajón chileno o decidía ir por todo o nada y pelear a puño limpio. Decide por lo segundo y nadie puede asegurar que pudo tener razón, lástima que una genialidad, decidiera por todos. Y es que es en esa pelea a pecho descubierto que se decide por un golpe, la categoría de los antagonistas termina definiendo el resultado final. Otra vez el “pudo ser”, otra vez lo tuvimos a boca de jarro, pero como otras tantas veces, nos fallo el tiro de gracia, sacar a relucir el instinto asesino y liquidar este karma llamado desilusión.
 
Nos quedamos con las manos vacías –otra vez- el mundial es un sueño lejano y definitivamente imposible, el buscar culpables mediáticos, criticar a los jugadores o pedir la cabeza en bandeja de plata de Gareca no ayuda en nada, eso en lugar de sumar solo crea controversia inútil. Queda mirar el panorama desde otro balcón, relevando que se han conseguido nuevos nombres que hace un año no se tenían en cartera, que hay material rescatable y la sangre joven necesita tiempo y trabajo, para consolidar su talento y generar categoría, para lograr ser competitivos. Hay mucho por hacer y mirar con positivismo las cosas, lamentarnos ante otra derrota ante Chile solo se debe mirar desde la óptica futbolística, estuvimos demasiado cerca de superar a los monarcas de nuestro continente, pero no alcanzó y no nos debe sonrojar –aunque nos duela- reconocer que esta vez ha sido la noche del rey y se llama Arturo.


 

Punto para hacer la Bauza

Resulta difícil digerir este trago, no tanto por el resultado que en realidad ya casi ni importancia tiene, porque estamos tan lejos de la cima, que casi nos vamos acostumbrando a mirarla desde abajo con sentida resignación, pero no es por eso, sino por la forma como se ha dado y sobre todo por cómo ha dejado en la boca ese sabor insípido, desagradable que raspa la garganta que se ha quedado sin voz de tanto gritar en la grada. Contra Argentina, más allá de un partido de fútbol siempre se ha jugado el honor, se ha puesto a prueba cuan atrevido e irreverente se puede ser ante tanto nombre importante, ante tanta historia y fanfarria junta y de paso ganar protagonismo, probándose a sí mismo, cuan grande es el orgullo peruano, para hacerle frente a la adversidad.

Para ganarle a esta Argentina sin Messi, la tarea estaba escrita en la pizarra: Hacer un partido correcto, abrir la cancha y aprovechando que el genio estaba guardado en la lámpara, buscar que el rival se haga largo, que deje huecos en medio y posicionarse para generar juego. La ayuda adicional vino desde el propio banco rival, Bauza imaginó un Perú refugiado atrás y puso más delanteros que hombres pensantes, ideando forzar al error defensivo, pero solo le duró casi media hora, porque después se jugó como lo quiso Gareca, poniendo la bandera en el medio y haciendo visible que le sobraba un delantero al “patón” y otro le faltaba al “tigre”. Una disputa del balón, con vértigo, con entrega, mucha adrenalina, pero demasiada imprecisión. Otra vez el recuperar una pelota para perderla dos veces, acercarse al arco de “chiquito” pero fallando en la instancia final. Otra vez esa falencia de categoría para ser determinantes en el momento justo. Otra vez los errores de pelota parada y las dudas de siempre, otra vez a remar contra corriente.

Y aquí hay que poner en mayúsculas, subrayado y en letras negritas, el nombre de PAOLO GUERRERO. Tan discutido por esos altibajos emocionales que suelen sacarlo de contexto en su equipo, en su ánimo y en su perfomance semanal, pero como se transforma, cuando se pone la blanquirroja, es realmente increíble. Parecía que no terminaba el primer tiempo y salió para el segundo con un nuevo aire. Ganando arriba, jugando, mandando e imponiendo su personalidad con el balón en los pies. Recibe un centro perfecto de Trauco – que ya debe estar en agenda internacional- amortigua como una almohada el balón con el pecho, le pone el hombro a Funes Mori, que queda desairado con su 1.85 mts y 78 kgs, cuenta mentalmente los segundos que le asisten a su instinto asesino y descarga un balazo, certero, en la frente de Romero que yace y sucumbe, junto a su compañero, mientras el “depredador” desata su euforia, mostrando los dedos de pistolero, mirando de reojo su obra consagrada, un pedazo de gol de macho, de CRACK, de Guerrero, como se viste siempre, cada vez que esa banda roja, cruza su pecho escarlata, como si estuviera tatuada a su piel.

La igualdad nos duró, quizás lo que dura siempre nuestra seguridad, o lo que nos alcanza con nuestras fortalezas, cuando mejor se veía el panorama, cuando estábamos a tiro de gracia, a un paso de encender la mecha de la antorcha del triunfo, salió a relucir, esa tan gastada y trillada categoría, patrimonio de otros, falencia de los nuestros. Ese instante cuando se requiere jugar con la cabeza y ejecutar con los pies. Ese momento crucial en que el “Pipita” Iguain, con todos los años y los kilos demás, define como no lo hizo ni en el mundial y la Copa América. Otra vez los miedos, otra vez la decepción, otra vez a rezarle a San Paolo.

Gareca tira toda la carne al asador, Beto Da Silva y su presencia, para forzar la salida argentina y Ruidiaz para quemar el último cartucho. Mascherano, demostrando que es más humano que el Papa Francisco, se equivoca y Paolo arremete al área forzando el penal que Cueva define con categoría y convicción. Se tuvo que levantar la carpa de nuevo, poner los ladrillos otra vez uno por uno, nos tiraron las agujas y el reloj mezquino, corrió más rápido que los jugadores. No alcanzó para más, nos quedamos otra vez desvalidos de resultados, orgullosos más que felices. Otra vez celebrando un empate, otra vez contra Argentina en otro “pudo ser”, acaso y sirva de consuelo que sus medios periodísticos entronizan a un Perú que mereció el triunfo y que sin Messi, sus nombres son fantasmas. Acaso y se vea sustentada nuestra apuesta por esta generación, que parece haber perdido el miedo a competir, sin importar cuán grande sea el rival de enfrente, un equipo que pelea cuando no puede jugar y se rebela más de la cuenta ante lo adverso, un grupo que va entendiendo que si no se puede ganar un partido, se debe hacer todo lo imposible para no perderlo

Hay mas para aplaudir que para consolar. Paolo y su entrega total, Cueva en toda la dimensión de ductilidad, atrevimiento y movilidad, desequilibrando siempre y siendo el eje donde gira el accionar peruano. Trauco, cada día consolidándose como un jugador de exportación, con una clara lectura del juego, vivo para la marca escalonada, rápido para las coberturas, la trepada vertiginosa y con la sutil pegada que tiene con el guante de su botín zurdo. Corzo, tan resistido, pero tan peleador callejero como se necesitaba, con sus limitaciones pero aguerrido al 100%. Por otro lado Tapia y Yotun, sin hacer 8 puntos parejos cumplieron en la recuperación y la salida limpia, Gallese que puede estar en crítico momento, pero igual se infunde de seguridad con la selección. Todos cumplieron en el ensamblaje, nos quedaron algunas actuaciones pendientes, como la pareja de centrales Ramos y Rodriguez, o el “oreja” Flores y Ruidiaz que no anduvieron finos en la definición.

El hincha peruano, ese que no encontraba manera de hacerle frente a la Argentina, se muerde los labios de impotencia y minimiza a esta selección gaucha que sin Messi, parece sin rumbo, le tira adjetivos hirientes, pero no valoriza el buen trabajo táctico hecho por la bicolor, no razona que un equipo juega hasta donde el rival lo permite. Este hincha solo hace caso a su euforia y le cuesta entender que en el fútbol de hoy, hay que ser atrevidos y creérnosla un poco, en no soñar despiertos, claro, pero aterrizar la idea que los partidos contra cualquiera, hay que jugarlos primero y no se pierden antes de entrar a la cancha. El hincha peruano, es consciente que queda un camino harto espinoso y que la cima se ve cada vez más lejos, pero no claudica y vuelve a generarse confianza, se olvida de este sinsabor y de nuevo se llena de patriotismo para soltar sus deseos escondidos. Y es que contra Chile, más allá del tema futbolístico, para los peruanos no solo se juega el orgullo, se juega el honor y hasta la dignidad.








 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

Esas benditas manos

En el fútbol los triunfos se valoran mucho más cuando al frente tienes a un grande. Cuando le ganas a un equipo como Brasil, el “Scratch” de siempre, el equipo de la “canarinha” que por más disminuido y de mal momento futbolístico que se encuentre, siempre es el gigante que da temor, el cerro corcovado que siempre miramos desde abajo, el Goliat que enfrentamos con una honda y el temible león al que hay que atreverse a jalarle la cola a sabiendas que podemos salir rasguñados si tenemos suerte, si es que no perdemos la vida en el intento. Puede que el triunfo sea polémico, discutido y hasta degradado por la forma, pero prevalece el fondo y finalmente lo real que manda el marcador final.
 
TRIUNFAZO HISTÓRICO, por la categoría mundial del rival y por cómo se dio en el tramo final. Un triunfo relevante por lo laborioso como difícil que se preveía con un Brasil tan distinto y extraño a otros equipos brasileros. Este equipo de Dunga juega bajo su pensamiento, más defensivo, ordenado y prevaleciendo la marca zonal para la recuperación del balón y a partir de ello abrir la cancha con mucha movilidad de sus hombres de avanzada. Los cambios de ritmo y rotación del balón, imponían una dinámica que impedía que Perú se logre parar bien en la cancha, haciendo un primer tiempo peruano insípido y desacomodado. La pasamos mal, no se podía efectuar tres pases seguidos, el nerviosismo y la imprecisión peruana convirtió a Gallese en el mejor de la cancha con dos manos espectaculares que dejaron el cero en arco propio para cerrar el primer acto.
 
Gareca tuvo una lectura inicial del juego que minimizó las falencias del equipo, cerrando las puertas de las bandas. Polo fue relevante con la baja actuación de Filipe Luis, apoyando a Corzo que tuvo buena disposición para la marca y Flores con Trauco para quitarle espacios en las subidas de Dani Alves y William con su desequilibrio recostándose por ese lado. Balbin cumpliendo como tapón bien complementado por un Vilches cada vez más productivo. Se extrañó la pierna justa y la salida segura que otorga Tapia y Cueva con Paolo eran controlados en base a un gran despliegue brasileño para anticipar siempre y ganar las divididas. Brasil fue superior en posesión al 100% y aunque Perú tácticamente estaba correcto, se vio necesitado de una dosis de fútbol para clarificar las ideas.
 
El segundo tiempo tuvo otra cara para Perú. Con Yotún mas experimentado para recibir y generar mejor salida del fondo. La actitud era otra y el rostro pasmado del primer tiempo se cambió por una cara de perro para sacar el barrio, la palomillada y esa sandunga que estaba apretujada por la impotencia. Vilchez inmenso recuperando y corriendo a cuanto adversario veía, Atrás el “mudo” Rodriguez, hablaba con esa diferencia que le dan los años, para ser otra vez lo mejor de la defensa. Paolo aguantando con disfuerzos pero luchando siempre y Cueva sin trascender demasiado, buscando romper líneas en base a la individualidad, algo del control que el espera en el torneo brasileño. Perú no era superior pero tampoco dejaba que la distancia sea abrumadora. Se hizo Una lucha de poderíos injusta, por la diferencia de jerarquía. Brasil con casi todo su equipo en ligas mayores y Perú con 9 jugadores que solo marcan distancias en el torneo doméstico. El sacrificio no encontraba recompensa.
 
Con un Brasil siempre en lo suyo, Perú tuvo más protagonismo, pero fue en base a mucho amor propio y momentos de rebeldía que hacían injusta la paridad. Se defendía con lo que se podía y se atacaba con lo mucho que había en la actitud y algo del resto de ganas que quedaba en los bolsillos. Ruidiaz ingresa para ser parte de la historia, sin saberlo siquiera y vaya de que manera. Con pocos minutos en la cancha le genera esa velocidad mental que se requería para seguir bregando e insistiendo adelante para encontrar la gloria. Tapando la salida de los centrales brasileños.
 
Y viene la jugada trascendental cuando se iba el partido. Rechazo pifiado que recoge Polo y combina con Guerrero que se la devuelve de lujo y el delantero hace una corrida monumental dominándole el tranco a Filipe Luis, gana la raya y saca un centro con efecto venenoso, letal que la “pulga” añade en la puerta de arco. GOLAZO!!!... Apoteósico, grandioso, en el momento justo y extraordinario del partido. Un instante de duda arbitral hace q el corazón se paralice unos minutos, un lapso de tiempo que duró toda una vida. El árbitro consultó hasta el mismo cielo y validó el gol. La “pulga” Ruidiaz con el envión que llevaba y el efecto del balón la introdujo con el muslo pero a simpe vista pareciera que también con el antebrazo. Se dice y se habla de un gol mal habido, anti ético, fuera de contexto y de los códigos de legalidad del fútbol, pero gol validado al fin y al cabo, gol de un triunfo peruano histórico como polémico. Después vino la mejor expresión de un Perú incentivado, motivado e inyectado de ánimo, siguió haciendo marca en campo ajeno, no se tiró atrás, siguió apostando a luchar, a meter y sacar la raza, pero sin renunciar a seguir jugando, a seguir generando juego, a seguir creando fútbol.
 
El gol del triunfo tuvo y tendrá diversos apuntes y discusiones. La suerte del hincha es que podemos ver miles de veces por la TV y tendremos mil puntos de vista más. Podremos ver desde todos los ángulos las repeticiones y siempre saldrán disímiles conceptos técnicos objetivos, ecuánimes, divergentes y hasta zalameros. La polémica durará toda una vida y se verá desde el cristal que se quiera mirar. Pero nadie se ha puesto en los zapatos del árbitro que tuvo los huevos de mantener su cobro inicial, una situación para nada envidiable. Y el pueblo peruano y del futbol mundial, hoy hace mofa del momento y se ha creído el triunfo minimizando el disgusto brasileño. Acaso y esto no sea otra cosa que una simple recompensa que haga el fútbol para resarcir ese gol anulado a Ecuador al inicio de esta Copa América Centenario o por si alguna vez le tocó al mismo Brasil, pasar favorablemente por esta circunstancia.
 
En desmedro a tanta discordia, diremos a manera de joda que el fútbol se ha modernizado demasiado y para validar este gol triunfal peruano se ha usado la tecnología, pero aún así ésta exista y haya sido materia de consulta arbitral, no hay ninguna técnica conocida en este mundo globalizado, que pueda demostrar fehacientemente como es la mano de una pulga. Porque si de manos hablamos, las de Gallese fueron más serias y decisivas, para resolver hasta en el instante final del partido que sea Brasil el que se regrese a casa y Perú siga en este camino. Esta vez nos tocó la parte feliz y se viene lo más difícil, demostrar la falta de credibilidad del resto. El bochorno lo llevaremos siempre, se hablará muchos años de las circunstancias, pero la alegría y el desborde de satisfacción no nos la quita nadie. Ante tanta complacencia, por ahora solo nos queda agradecerle al fútbol por samaquear nuestras emociones que nos dejaron una sonrisa y retribuirle nuestra gratitud a esas polémicas y benditas manos.
 

Una cuestión de carácter

Dicen los psicólogos, que los sueños se hacen pesadillas en la medida que nuestro subconsciente en lugar de preparar acciones simples de estímulo-respuesta agradables, se deja envolver por reacciones fisiológicas que producen angustia, miedos que agitan el corazón, late más rápido y hay un sentimiento atemorizante que sin ser realidad, asusta y paraliza el cuerpo. Y es que la mente subconsciente almacena los datos y es la memoria que administra los comportamientos automáticos ya aprendidos, en cambio la mente consciente, es la racional, lógica y analítica que permite definir la realidad y la toma de decisiones.

No nos debe sorprender que en el futbol nuestro, la realidad esté ligada a sueños que se hicieron pesadillas, a inicios glamorosos y finales eclipsados, a esos arranques de ensueño y augurios de triunfo, que después fueron terribles pesadillas que nos dejaron malos recuerdos. Pero para el hincha peruano, que tantas veces la ilusión se le hizo más fuerte que la realidad, hasta hoy sigue aferrado a esa enconosa actitud de celebrar los empates y magnificar los triunfos efímeros, que solo alegran el alma un ratito, pero no tiene la convicción de aceptar que los grandes logros nacen de un sueño sí, pero que requieren de un gran proyecto y un proceso que en el camino tiene altibajos y que debe asumirlos con raciocinio.
Otra vez Perú, con el comienzo vertiginoso y la cohesión en todas las líneas. Parejo funcionamiento y contundencia, para encimar al rival con presión alta, respirándole en la cara a los defensas y ofendiendo los traseros de sus medio volantes de contención, siendo efectivos para neutralizar en campo ajeno. Al primer minuto Paolo ya le tocaba la espalda a una defensa ecuatoriana que se veía apabullada, sorprendida. Otra vez la dinámica y el funcionamiento parejo de todo el equipo, sin fisuras en los cierres, abanicándose para retroceder y avanzar de manera oportuna. Aplicado Rodriguez en la anticipación, buen traslado del balón y alta precisión para siempre recuperar y generar juego. Un comienzo soñado, un 10 perfecto de este equipo peruano que respetaba el mismo once del debut.
El gol tenía que llegar pronto y lo hizo de manera fabulosa. Cueva encara de espaldas en el área un pase de Paolo y hace una “mariposa” genial, un firulete espectacular que deja desairados a Mena y Achilier, para definir en la salida de Domínguez. GOLAZO!!!... Premio al buen juego, a la actitud y el talento. Ahí nomás Paolo gana una dividida y deja de espaldas al arco al “oreja” Flores que hace una maniobra impensable, sorprendentemente gira en su propio eje y le pega un zurdazo venenoso, al lugar inimaginable del arquero que pone un 2-0 increíble hasta ese momento, pero muy cierto como justo por todo lo que venía haciendo el equipo de Gareca, con buenas actuaciones de todos en especial de Rodriguez y Tapia en defensa, con  Paolo y Cueva, junto a Flores y su laboriosidad para impedir la subida de Valencia.
Ecuador es un equipo muy ducho, tiene hombres curtidos en estas lides y que cada fin de semana juegan en ligas de nivel superlativo mundial, muy diferente a los nuestros que pululan en equipos discretos. Por ello el verse atormentados en juego y marcador, se hizo un golpe directo al orgullo. Demasiado temprano para sucumbir, más aún sin haber llegado nunca al arco de Gallese. Una primera media hora de ensueño, de algarabía total en el hincha peruano que olvidándose por un momento que los partidos duran 90 minutos y que al frente se tenía al primero de las eliminatorias al mundial, empezó a dar augurios de goleada y festejo tempranero.
Si Ecuador mantenía el control del balón, rotándolo a cada lado y tratando de desbordar por bandas, Perú sostenía el juego, con buena ubicación, recuperando y originando siempre como prioridad una salida limpia. Pero conforme Ecuador fue afirmándose en el terreno y sus jugadores empezaron a primar su mejor oficio, fueron decayendo en su labor Flores y Trauco por un lado y Revoredo y Vilchez por la otra banda. Crecía Valencia que era un tractor de constante subida, se hacía más visible Bolaños y Noboa encaraba con más propiedad. Ecuador pinchó el globo peruano a punta de empeño, con más carácter que táctica y en las finales aprovecha una confusión de retaguardia. A Valencia habilita a E Valencia y hace el descuento cuando era el momento de sacar el aplomo e irse al vestuario con la ventaja. En Perú nuevamente destacaron Rodriguez y Tapia, Paolo y Cueva.
El segundo tramo Ecuador fue el de siempre. Equipo duro y potente físicamente. Fueron mermando las capacidades individuales peruanas y ganando las divididas, para emparejar el marcador y el juego, ante un Perú que defendía con lo que podía y atacaba con lo que le quedaba. Ruidiaz y Yotun fueron el respiro que necesitaba Paolo que parecía mermado físicamente y así como Ecuador lo pudo liquidar en el tramo final, fue el último minuto un cántico a la desesperación, ese sablazo de la “pulga” que se fue besando el poste y llevándose consigo algún afán de clasificar de forma directa. Es nuestro tema de siempre, no saber mantener un resultado, pero si algo bueno se rescata es la actitud y el amor propio de este equipo joven que recién se va curtiendo en la contienda internacional, bregando hasta el final, aunque siempre lamentamos si con eso nos alcance.
Un empate que no es para celebrar, si en cambio para analizar. Las posibilidades de avanzar se complican. Nuevamente un inicio perfecto y un sometimiento a la voluntad adversaria que contrasta con los buenos momentos que se ofrece. Si carecimos de personalidad en los tramos importantes, es comprensible y producto de esa juventud e inexperiencia que debemos asumir como realidad. Por ahora la entrega del equipo deja tranquilos los ánimos y hasta puede confortar la ilusión y la fe del hincha, pero no se puede negar que a veces y solo a veces, un partido se remonta o se saca adelante no solo con la capacidad técnica demostrada en el juego, sino por imponer la jerarquía, algo que no se compra ni se vende y que solo se adquiere compitiendo a nivel superlativo. Algo que suele ser también, una cuestión de carácter.

La sangre nueva


La expectativa por ver a esta nueva selección se había ido generando desde el día en que Gareca hizo caso al grito destemplado de la tribuna, a ese clamor de la hinchada, a esa realidad mezquina que requería un verdadero cambio. Se habló siempre del compromiso de unos cuantos experimentados y el ímpetu incomprendido de muchos jóvenes que estuvieron pendientes de una oportunidad. Era la hora para dejar de lado a los referentes y apostar por la sangre nueva, por los nuevos nombres que nos hagan buscar una manera distinta de fortalecer esta esperanza, que se enciende cada vez que empieza a rodar nuestro presente en forma de balón.
Aunque Gareca remache en que no es un nuevo equipo, en la práctica si lo es, por los hombres nuevos y los nombres relevantes que se quieren olvidar. Al menos en esta Copa América Centenario, es una oportunidad para no repetir el esquema que requería de los mismos consagrados de siempre, con gente más joven, el equipo se hace más ligero, aunque haya una búsqueda por evitar que parezca apresurado. Con chicos que ya no tienen las sombras que no los dejaban aparecer, se sueltan y se convierten en alternativas de varios puestos, brindando un mayor universo de jugadores -en lo que permite nuestra realidad- y dejando un grupo importante de hombres de espíritu optimista y al que la única manera de fortalecerlos, será con el rodaje de partidos de alta competencia. Aquí hay que resaltar que vamos a necesitar mucha paciencia y demasiada consideración.
Ante Haití, el inicio vertiginoso peruano, es parte de este presente, una presión alta con trabajo sincronizado para rotar el balón y recuperación inmediata del mismo, abriendo la cancha y verticalizando los ataques, logrando que pasen 20 minutos sin que el rival pase la media cancha. Para rescatar las actuaciones de Tapia, sobrio y con categoría, acompañado del “neka” Vilchez, en su mejor momento de madurez futbolística, recuperando y entregando con propiedad el balón. La movilidad de Cueva importante, aunque confundiendo la dinámica con el apresuramiento y decidiendo mal en el instante final. Punto aparte la recuperación del “mudo” Rodríguez, anticipando siempre y seguro para los cruces, supliendo las falencias de Ramos, y lo de Paolo ya es para la historia, pareciera que cada Copa América lo estimula de cara al gol, no se aparta de su importante aporte para aparecer cuando más se le necesita. Jugó de 9 y se retrasó de 10, para guiar a los más noveles a ser mejores acompañantes, buscando siempre la asociación.
Si se tuvo un buen inicio, conforme se pasaron los minutos la bicolor cayó en un pozo y se dejó estar, perdiendo posiciones. Haití sin ser un equipo de buen trato a la pelota, impuso su poder físico para equilibrar el juego y animarse a ganar las divididas buscando el arco de Gallese. Los delanteros haitianos no son duchos en técnica pero se dieron maña para romper líneas, desde la imprecisión peruana que se dio por momentos. Aunque se recuperó la posesión igual se observaron grietas de forma grupal a la hora de establecer las pausas necesarias, para rotar el balón con propiedad y generar juego. Es notorio que hace falta esa cadencia para equilibrar el juego y golpear con la sorpresa. Pero esto es factor del cambio que se reclama, tenemos los mismos problemas de siempre para mantener el ritmo y la presión, aunque se muestre un pálido rezago para la recuperación, por el ímpetu y las ganas que le ponen los más jóvenes.
El único gol vino de una jugada que se insistió todo el partido, desborde por izquierda y centro perfecto del “oreja” Flores, para que Paolo ensaye una perfecta “palomita” para decorar un golazo esperado, buscado y gritado al máximo, pero que pudo opacar el resultado final, si Belfort conectaba la jugada del último minuto y que erró de manera increíble. Desde los ojos resultadistas, este triunfo puede que oculte las falencias de tipo individual y colectivo, ante un rival técnicamente inferior, pero que en muchos pasajes del partido se puso por encima solo con entusiasmo y este Perú lograba el control pero de manera intermitente. El sector izquierdo fue la clave, función correcta de Trauco, aunque para este rival, el desborde por dentro pudo acomodarle mejor a Céspedes. El “oreja” en su laborioso trabajo del ida y vuelta, por el otro Hobberg fue intermitente y no acertó con los cambios de ritmo.
Por ahora sirve este triunfo, pero no es para emocionarse demasiado, se vienen pruebas más difíciles y se exigirá un rendimiento que supere este discreto accionar. Perú hizo un partido correcto, es saludable el debut en estas lides de nuevos jugadores, aunque no necesariamente sea el objetivo principal, que debe enfocarse en encontrar esa cohesión que permiten consolidar las actuaciones individuales con el rendimiento colectivo, más allá de quien le toque estar en la cancha. En este partido no se pudo sostener esa presión constante que intenta plasmar Careca, en varios pasajes el equipo se mostró desorientado, cuando debía ser rápido en la movilidad se hizo impreciso, desde la pérdida de la ubicación y la inapropiada lectura del juego, algo que desde ya es materia pendiente, defectos por corregir y mucho trabajo por realizar.
La ilusión por un cambio, nos tiene de un hilo, apostamos por los nuevos nombres y prendemos nuevamente las velas de la ilusión a la bicolor, pero seamos conscientes que hasta para olvidar lo que más se quiere, se necesita de un proceso y de un tiempo adicional. Por ahora tenemos más hombres ansiosos de un lugar y eso es bueno, primero para encontrar un equipo y consolidar más adelante un plantel, pero está claro que los resultados, si no son buenos, serán perversos verdugos de que este deseo se haga realidad. Un poco de mesura y confianza se hacen necesarias entonces, para aceptar con seguridad esta nueva sangre, que debe recibir este cuerpo aún convaleciente y ver como lo asimila, que no exista rechazo cuando discurra por las venas ansiosas. Una transfusión necesaria que requiere un diagnóstico optimista, para seguir creyendo que aún nos queda vida.